lunes, 26 de diciembre de 2011

EL ENEMIGO



En ese entonces, todos se habían vuelto sospechosos, ya que el enemigo podría ser cualquiera, ese día estaba lloviendo y  la sentía caer màs  fría que nunca.  fue, cuando vi a ese hombre, que esperaba el mismo bus que yo,  el tipo me miraba y recordé los trozos de letras negras, que estaban regados por todas partes, en casi todos los paredones y que decían así;  hemos llegado, ya estamos acá, somos los hombres de negro, apreté instintivamente mi chaqueta de tela de jen,  sabía que por la noche se había dado mucha actividad en el barrio; lo sé, porque se escuchaban ruidos, y muchas cosas,  gritos, en fin. Y  desde que me levantè  y comencé mi recorrido hacia la parada del bus; pudè  observar el miedo en algunas caras, el terror en algunos cuerpos que se deplazaban por mi lado. 
Miré con impaciencia el reloj, suspiré, y dije, para vencer mi propio miedo, aún puedo llegar a tiempo a mi trabajo, el hombre no dejaba de observarme, saque las manos de los bolsillos de mi raída chaqueta , soplé aire en ellas y luego me las sobe con fricción. Esto hizo que el tipo se relajara, al menos eso fue lo que sentí. ¿Le apetece tomar un tinto? ¿mientras llega el bus ?, me preguntò , entonces se me vino un pensamiento a la cabeza; la verdad que no sè, que me paso, de seguro que no comprendo, porque  pensé  eso ; ya llegaròn los verdugos del tirano;  si porque es que, hasta los baños públicos  están copados con esas negrillas. El tipo me miró con inquietud; y mascullò  con firmeza ¿acepta o no? es usted muy gentil caballero, le respondí, dándole un tono de seguridad a mis palabras; acepto, claro que acepto, y nos dirigimos al ventorrillo del frente,  las voces sobre pasaban la mía y el humo de los cigarrillos, nublaba aún más a esa mañana fría. Saquè  de mi pantalón de tela negra, una cajetilla de cigarrillos y le ofrecí, entonces le escuchè  decir, con una voz cálida, no gracias, yo solo tomo tinto. Entonces me di cuenta, que sus manos temblaban ligeramente; encendí mi cigarrillo y le di unas cuantas chupadas, antes de tirarlo lejos.  ¿Tenàz lo de esta mañana no?, le dije, disimulando mi ansiedad, por saber un poco más, de lo que ya sabía. 
El hombre me miró incrédulo y me dijo ¿pero de què habla usted? compren di que había incurrido en un error , bebí con parsimonia el café caliente.



Èl me miraba, sabía que tenía que arriesgarme y le dije de nuevo ¿acaso no ha visto usted las negrillas que están por todas partes? ¿què negrillas? dijo y se quito las gafas oscuras  ¡por Dios! es usted ciego, casi grite. 
En ese momento llegò  mi nùmero de ruta,  pagué  con precipìtud los cafés y me montè  en el bus,  al hacerlo escuché la voz del hombre, diciendo; señor espere, a dónde va usted? suspirè  aliviado y mi mirada  se desvaneció en el pavimento y sobre la ventanilla, ya no miraba nada más.


                                                                   Beatriz Elena Morales Estrada

 Inéditos, extraìdo de mi obrita Silencio De Alas
Todos los derechos de autor están registrados

Walter E Calvo;


¡Mi querida amiga!. Me llena que estés aquí mostrándonos tu arte. Ya sabes que me gustan mucho tus cuentos, sobre todo. Tu poesía es profunda. Colombia, tierra de poetas entre otras cosas bellas. Aclaro que lo conozco por Ustedes. Muchas gracias Beatriz. Te leeremos. Éste, me gustó mucho. Que tengas buena noche y que descanses!