miércoles, 6 de mayo de 2015

LAS GANAS DE VIVIR CAPITULO LIII (53)

                                                  





                                                 
                                                       LAS GANAS DE VIVIR
                                                        CAPITULO LIII  (53) 

Esta muy bonito; ¿pero ya sé lo dijiste a Diego?, no, figúrate, que no he sido capaz y menos  ahora, que Lilia se volvió a ir  para Bogotá; ¿ya lleva mucho allá? ; Sí, esta como demorada, claro que ellos, hablan por teléfono, pero no es lo mismo; tienes razón y bueno, ¿qué dice tú adorado?, es muy comprensivo, pero ya es tiempo que se haga público todo; estoy de acuerdo, querida.
Cuando Rafaela salió, Verónica, miró el escritorio de Diego y se acomodó, en el viejo sillón giratorio; con mucha dificultad garrapateó, la máquina de escribir, pero después de varios intentos, sus dedos endurecidos por el quehacer domestico, se habían ido docilitando y su mente se iba despegando, al igual, que despegan las aves, desde un imaginario lugar. Se sentía feliz, de poder hacerlo.
Entonces escribió lo siguiente;¿ En dónde estará el detalle qué no vemos y en dónde el reloj, qué marcara, la hora exacta?; ¿qué nos pondrá a pensar, de verdad, en lo qué somos y no somos ? y mientras que, un descuidado transeúnte, camina entre calles ruidosas y soleadas  ¿qué fue, lo qué dejaste caer ,mientras tus pasos lentos unas veces, y otras rápido iban y venían?, olvidando a los lapidarios del mercado ; miras y un mendigo, disfruta del patio de tú casa .Sí, el parque, en donde la gorda de botero, armoniosa pero no exacta , alza su vuelo inerte  y sin gaviotas .
¡Total! , que importa, si en verdad, es este parque o todos los parques del mundo, en donde cada uno de nosotros, podríamos llegar a ser exiliados, huérfanos,  mendigos, y en donde es muy posible que innumerables gordas y no gorda inauguren su séptimo aniversario.
Pero es que también existe la posibilidad, casi infinita de ver, innumerables gordos, deseando ver a su Celestina o buscarla por entre las callejas de la vecindad; entonces me pregunto ¿La física atrae a los cuerpos, o los cuerpos atraen al vació?; no, el vació atrae los cuerpos; ¿Será?
El metro, que mide la ciudad y hace temblar la calzada, el asfalto y todo lo demás, ya la ha atravesado, por enésima vez y tú no te subiste en él, no estuviste allí, te arrodillas y luego saltas, como un Saltimbanqui, porque tus huesos, han recobrado la flexibilidad, que les faltaba. ¿Podrás volar acaso ahora?
Se levantó despacio y se paró, junto a la ventana, vio el patio, el cielo límpido y ese azul infinito, allí, en un punto, hasta quizás, inesperado, se halla el huevo oculto, el germen primigenio; luego sus ojos se posaron, sobre esa extensión, de casas y de edificios de este lugar, de esté Itagüí[1], un lapso de tiempo, disfrutó de todo eso, pero en segundos, recordó a su hija ,la sintió correr por su sangre y en el rítmico, golpear de su corazón , es extraño, es la primera vez ,que puedo pensar en ella, sin aflicción, es como, si su mano, guiara a la mía
Entonces suspiró, se que Natalia, me necesita, pero pronto, se va a casar y espero que llegue a ser feliz; se paseo por la estancia y se dijo en voz, un poco alta, bueno, al menos lo intentará, y yo, podre al fin…, suspiró; de nuevo recibir, el aire, que esta, del otro lado del parque, la invitación que es puro silencio.
Cerró los ojos y dentro de si, vio el rostro de su hija; ya por la noche, incluso antes, en el leve atardecer, regresó a su casa; Miguel, parecía descansar en el sofá; tal vez, la estaba esperando; ¿hola mamá? ¡Qué tal hijo!; ¿cómo van tus asuntos?; te esperaba, para informarte que la semana entrante, nos regresamos, si he estado tanto tiempo, es porque mí mujer, me insistió, en que nos quedáramos; al parecer, tenia cosas pendientes dentro de la iglesia, pero ya, no la puedo esperar más.
Tómate, el tiempo que quieras hijo, ¡total!; no mamá, te lo agradezco, pero las vacaciones, ya se me alargaron demasiado  y debo comenzar a trabajar; bueno hijo, me voy a dormir; no espera; ¿sí?; es que, quiero leerte la biblia; ahora no Miguel, estoy cansada; escúchame, es que estoy en el deber de abrirte los ojos; el que debe  abrirlos eres tú, y se alejó a paso lento, se sentía muy fatigada; Miguel la siguió; debes hacerme caso; mira, yo la leeré, cuando quiera; es que estos meses, has estado saliendo mucho y… Déjame tranquila Miguel; no, es que deberías ir al culto, a las reuniones; yo voy a la iglesia; sí, pero es que esa, no es la verdadera; ese es un sitio de idolatría, se idolatran tan sólo imágenes.
Verónica se sentó en la cama; quería dormir, como sea, yo tengo mí fe; bostezó; ¿fe, qué fe es esa? ; creo en Dios y en María santísima; remedó Miguel, adelgazando la voz, ¿qué fe, es esa?; si María era, una mujer, como cualquier otra; déjame si; mire, la biblia dice, que vale más la fe, que las obras; esto, lo dijo Miguel, elevando, el tono de su voz y en forma de regaño.
Déjame si; volvió a decir con desgano y como un mecanismo de defensa, tomó su pequeño rosario, Miguel lo interpretó como un desafió; ¿y ese rosario, cree qué eso, sirve de mucho? Esos rezos, no sirven para nada, no son más, que una repetid era de cosas, usted tiene que aprender a orar; y esos cuadros, esas imágenes, nada de eso le sirve, debería quitar eso; a mí, si me sirve el rosario; ¿además, porqué habría de descolgar mis cuadros?, me gusta la virgen, tenerlos, no me hace ningún mal, ¡ven a esté!
Al ver que estaba, comenzando a mostrar enojo, Miguel cambio su expresión y adoptó, un tono meloso; ¡vea mamá!, no es por mal, pero la virgen, no es nada, no es nadie, al que, hay que adorar, es a Dios, eso, eso que tú haces,  incluso puede ser satanismo, ¿qué? ¿qué? Sí, eso, eso.
 Después se sentó a su lado, pero esta, respondió; ya te dije, que no tengo ganas de discutir; entonces, puso una mano sobre la espalda de ella, abarcándole los hombros; hágame caso, mire que a Dios, no le gustan las repeticiones, y eso, es una repetición; Verónica, con la mano derecha, apartó el brazo de Miguel, él, continuó y pareció, no darse cuenta, de ese gesto. Tenemos que romper esos esquemas y aprender a orar de verdad.
Tú tienes una forma de hacerlo y yo la mía, además el rosario, no es ningún esquema, y si acaso lo fuera, es por completo válido, y por si no lo sabias, María, la virgen madre, la que esta aplastando a la astuta serpiente debajo de sus píes, es una gran servidora de Jesucristo y eso para mí, tiene muchísimo valor y cada uno de nosotros, tenemos una manera distinta de expresar a Dios nuestra fe y es cierto tenemos una  devoción por María, pero adoramos es a Dios. Ustedes los evangélicos de sector protestante;  por ejemplo, no necesitan de las imágenes, y yo eso lo puedo entender.  Sí Verónica, pero es que la virgen no es Dios; no, y yo no dije eso, no le es, y tampoco lo pretende, por el contrario, es una mujer humilde y obediente, a los designios, del de arriba y a través de ella, se alcanzan muchas cosas; es más, fue ella, la que exhortó a su hijo, a convertir el agua en vino. ¡Ba! Dijo él despectivo.
Ya te dije que ella no es nadie, es una mujer como cualquier otra .¿Y qué con eso?; aseveró Verónica, haciendo énfasis en el tono de su voz; ¿sabes qué es la gracia?, ¿no? no lo sabes, ¿ya sé te olvido, todo lo que te enseñe de niño y de joven cito?; no, pero aprendí, que las imágenes son pura idolatría; Verónica se incorporó y se dirigió al clóset, para buscar su pijama; mira, que después de viejo te haya dado, por cambiar de religión, eso, eso demuestra la inconsistencia de tu fe y sí, tienes razón, las imágenes no son nada, pero las de contenido religioso, son para nosotros una forma de recordarnos, que existe un algo, un más allá y son más que eso, pues representan nuestras creencias y lo que somos; pero tengo claro, muy clarito, que al que adoro, es a un Dios vivo.
Es lo que te digo, se incorporó Miguel, ignorando, lo ultimo que escucho, de labios de su madre y prosiguió; son un montón de idolatras, dando su voz, un tono de  exasperación; te equivocas, no, yo no adoro las imágenes y yo te digo, que lo que tú quieres es que yo me pase para tú… ¿cómo es qué se llama eso? Culto; respondió este; ¿mira Miguel, te he reprochado yo, antes de ahora, qué te hayas cambiado de religión? Lo mío, no es ninguna religión ¿a, no?
Es la verdadera iglesia del señor; bueno, si tú lo dices, es porque estas convencido de ello, entonces quédate sereno; no puedo quedarme tan tranquilo, sabiendo que mí madre esta a punto de… inclinó la cabeza con intensó pesar; con la pijama en la mano, esta deshizo la cama y acomodó los cojines.
Miguel la seguía; esta lo miró, y se río y terminó la frase con propiedad; ¿de condenarme?, dilo sin temor y no te ocupes más de mí, Dios, tendrá en cuenta tus esfuerzos, ya has cumplido con tú deber; más yo, me sé, defender sola, es decir sin ti; pero además es que si te quedas conmigo, hay si, hay si me puedo condenar.
¿Que?  No, no puedo creer que estés diciendo eso, cuidado con lo que dices y  no, no puedo irme así nada más; ¡mierda! , Déjame ya en paz; ¿es qué, no me has entendido? las imágenes son malas, deshazte de ellas. ¡No!, pero que obsesión la tuya, dijo Verónica y soltó la pijama sobre la cama, yo te repito, que las imágenes, son tan sólo, para nosotros una representación; reposó por unos segundos, mientras sentía a su pecho agitarse, pero continuó, una forma de recordarnos, lo que en verdad existe.
¡Ha!, dijo despectivo, y tardó, más de un minuto, en digerir lo que, ella dijo y otro tanto, en rebatirla, mientras está, se había sentado y se había acomodado las pantuflas.
¡Por eso!, es, por eso mismo, que deberías arrojarlas a la basura; ¡no!, pero éste, si, no; no respeta, ni a su propia madre ¿además, a ti, qué, se te pone o qué se te quita, si yo las tengo o no?; dijo, desdoblando las cobijas; ¡ya te lo dije¡ mira, que no te gusten las imágenes, que no las soportes, lo puedo entender, ¿pero dime, qué es lo qué, tienes en contra mía?, ¿a ver, dímelo?
¿En contra tuya?; no, nada mamá; pues, deberías buscar dentro de ti, y mirar a ver, qué es lo que te pasa; ¿qué, qué me pasa?, ¿es qué no entiendes?; tú, estas equivocada y yerras, en todo lo que, dices y haces.
Verónica, se hizo la desentendida; pero dijo, con firmeza, mientras se volvía a sentar en la cama; en todo caso, arregla tus asuntos, con la madre hijo y en cuanto a que, el rosario, es algo satánico; a mí, me parece, que eso forma parte de un complot, para  perseguir a la iglesia, cuándo era niña, escuché decir, que ciertos sectores, distintos, al catolicismo, han dicho que la iglesia, que el papa, son  representantes de la bestia, y no sé, que cosas más; pero eso si te digo ,aunque la iglesia católica ,ha cometido demasiados errores, y a veces defiende los intereses de las minorías, más que, de las mayorías, allí, se habla de Cristo y se predica es sobre Jesucristo. Aunque claro, se que en su mayoría hay sacerdotes que extraviaron su verdadero camino… Pero eso, eso no quiere decir, que dentro de esta iglesia,  no existan verdaderos sacerdotes entregados a servir a Dios y a su reino.
Verónica reposó un poco, antes de continuar; de manera tal, que, quien, no esta, en contra de Cristo, no esta en contra de Dios; pero hago énfasis, tanto vuestros predicadores, como algunos sacerdotes, se pueden, salir de los preceptos divinos, tan sólo para seguir, una voluntad arbitraria. Y en última instancia, yo puedo prescindir de las instituciones, de las imágenes, pero de mí fe, mí fe, en Dios y en Jesucristo jamás. Ahora bien, yo, no me voy a salvar, pasándome, para tú culto querido, ni tampoco me salva el quedarme, en está iglesia; eso, eso, depende, es de mí fe, y de mí aceptación de  Cristo, como mí redentor y salvador.
En tono severo, Miguel replicó, yo le estoy hablando, es de la palabra, de la palabra, ¿es qué no entiende?; de enseñarle el evangelio; sí hijo, del evangelio, de eso se trata. ¡A ver!, ya, te lo he dicho; el hecho, de que no, vaya a tú culto, no significa que Cecilia y tú, tengan razón; ¡ahora por favor!, dijo, señalando a la puerta; vete y déjame descansar.
A Miguel se le enrojeció la cara; ¿por qué cree qué le mataron a esa hija? , Verónica, lo miró sorprendida, él vociferó; pues, porque no le enseñó, las bases para ser, una buena cristiana; palideció Verónica y sintió una oleada, agitarse en su pecho; ¡con mí hija no te metas! , además, esta conversación, ya se, excedió, más de la cuenta.
Es la verdad, estoy en mí derecho, como cristiano que soy, de recordarte, que esa tal Amanda, no era más que una degenerada. En algún sitio, el mar, golpeó con furia sobre la playa y lo insólito, se detuvo de pronto, para reaparecer, con mayor intensidad, porque, desde una boca avinagrada, alguien, profirió unas palabras; ¡maldita perra! ; rezongó Antonio, en la sala.
Las olas rebasaron su nivel, en un gesto rápido y casi, sin darse cuenta, Verónica avanzó, con la mano derecha, hacía Miguel y además, tuvo que alzarse desde el nivel del suelo, para golpearlo en plana cara.
Este apenas si, tuvo tiempo de reaccionar, se llevó las manos a la cara y gritó; ¡se va a tener que arrepentir! y salió, dejando la puerta abierta de par en par.
Al salir él, Verónica  cerró la puerta y se dejo caer desmadeja, sobre la cama, de inmediato, sintió un fuerte dolor en su brazo izquierdo; padre mío, ayúdame, ¿sí?, sé que tú eres, un Dios de amor; dejó de llorar y se apretó el pecho, más por instinto, que por cualquier otra cosa; abrió su nochero y sacó una aspirinita y se la colocó debajo de su lengua.
Abrió la ventana e inhaló un poco de aire, por un par de veces, en un acto de supervivencia, pero esta visto, que demasiado aire, hace daño también. Señor, todavía no, por favor; cerró la ventana y se recostó en la cama, tal vez, vaya a ver, al doctor, que me recetó Rafaela; pensó y poco a poco se quedó adormecida.
Al rato, mejor dicho, un larguísimo trecho, después, llego Natalia y al dirigirse como siempre, a la habitación, de su madre, no pudo entrar; ¿tan raro, mamá encerrada?, ella que siempre, deja la puerta abierta, colocó el bolso, sobre la mesita que estaba situada, en un rincón del pasillo, ¿ será qué no esta?, hizo un ademán de tocar, pero se abstuvo, y puso sus nudillos, apretándolos, sobre la madera ,no, mejor no, es probable que este dormida.
Entonces fue, hacía la cocina y vio a Antonio, que acababa de comer y en esos momentos, lavaba los platos, mientras lo hacía, la llave, permanecía abierta a todo dar; se sentó, en uno de los taburetes, del comedor y pensó, esta casa, ya no es la misma, sin mamá  en la cocina falta algo; el chorro de la llave, seguía aporreando el plato y el pocillo y a su vez goteaba sobre el suelo.
Si tan siquiera, estuviese sentada aquí, para que conversáramos; suspiró, en ese instante Antonio, cerró la llave, pero la dejó goteando, se sacudió las manos, salpicando todo el piso y luego fue, a secarse en la cortina limpia, vio a Natalia, pero la ignoró y relamiéndose, bajo por las escalas, hacía su habitación.
Ésta se paró y cogió la loza para secarla, pero se dio cuenta, que la cuchara estaba untada de comida y los platos tenían grasa; así que, con una resignación casi absoluta, volvió a lavarlos.
Al terminar, se preparó un café con leche y un par de galletas de soda; se lo tomó en silencio y luego apagó la luz.
Desde el fondo de la sala y del pasillo, la bombilla, se extendía pareja, de modo tal, que, se quedó en la penumbra; Jonatán introdujo, las llaves en la puerta de la entrada, las que, había conseguido, por intermedio de Antonio y la abrió. La casa se encontraba, en completo silencio, algo así, como en reposo.
No hay nadie, que bueno parce; y se frotó las manos, con emoción y con los audífonos puestos, conectados al radio portátil, escuchaba la siguiente canción, y la deletreaba;  yo el diablo,  soy dueño del mundo,  en lucha el maligno, contraataca a todos;  todos lo saben  y todos lo ignoran. Dice soberbio,  hago que la gente se pelee entre si, zumbando en sus oídos les doy estocadas  de maldad; hago lo que hago. La cago,  la meo.  Aparezco de incógnito, sin cachos y  sin cola, vestido de caballero siempre voy; me gusta el negro y el rojo; jijee…

Aquí reino yo, sublime les creo ensueños; soy  el brujo malvado y de repente aparezco, a la gente embrutezco, pongo en sus pensamientos, malos sentimientos; hago que hagan cosas que ni se alcanzan a imaginar; ola,  soy el diablo y ni cuenta se dan… Meto malos pensamientos,  como balas por doquier.
Estos cosas  juntas,  las calles, los diversos olores;  los cristianos son  tan estúpidos que no se dan cuenta de que manipulo sus mentes; hago lo que quiero fomento peleas  y hago que la  caguen  y metan las patas.
 De tus llagas saco mas y de ti hago un  asco; tanto,  que hasta vomitas, me hago fuerte en ti, porque no me ves y no me refutas, al de arriba me le escondo, aunque siempre me ve,  no me hace daño el agua bendita.”[2] Así que, Jonatán consumía el producto radial, sin detenerse a pensarlo, moviéndose, de aquí para allá ; se quitó los audífonos y apagó el aparatito, paso de largo por la sala y al llegar, al pasillo, descubrió el bolso de Natalia ; ¡huy parce ¡, qué tenemos aquí, lo cogió, lo abrió, metió sus manos dentro y sacó la billetera, la que comenzó a reblujar, hurgando, para ver si encontraba plata; mientras tanto, ensimismada, Natalia, veía a cualquier parte, con desgano, movió la cortina, hacía un lado y miró por entre ella ;al ver la silueta, supuso, que era su mamá, la que estaba inclinada, sobre la mesita ,con más atención, sus ojos, se posaron sobre la figura, hasta descifrar su código y se dijo; ¡pero claro!, si es Jonatán y me, esta sacando la billetera del bolso.
Con decisión se dejo ir; éste, aún no la notaba; ¿qué estas haciendo hay? Dijo, con el ceño fruncido; pero él, ya tenía, la plata entre sus manos; ¿y esta qué hace aquí?; dijo al verla ¿cómo  qué hago aquí? ¡Huy parce qué susto me dio! , se recuperó en milésimas de segundo; ¡hola mí mona hermosa! y la beso en la mejilla, al menos lo intentó, ella lo repeló al instante ¿le pregunté, qué porqué, me esta sacando la plata del bolso?   
Simple curiosidad mona, pero ya, la guardo en donde estaba, con furor, le arrebató el dinero; ¿así qué tú eres, el qué me ha estado robando? ¿No, esta boba qué? dijo pegando un grito; ¡A mí me respetas!
En ese instante, Miguel, que estaba preocupado por Cecilia, que no llegaba, subía para el segundo piso; Miguel, acabo, de ver a Jonatán, sacándome la plata del bolso; eso no es cierto papá, esté, los miró a ambos y dijo, ¿no seria qué te pareció Natalia? ; ¿Me pareció dices?; no te estoy diciendo, que lo acabé de ver; ¿es cierto eso, Jonatán? ¡No!, ¿cómo sé te ocurre?, sí yo, apenas, acabé de llegar; apenas llegó, pero no desaprovechó, la oportunidad de meter los dedos, en donde no le correspondía; con fastidio, por tener, que reprender a su hijo, Miguel dijo, aprenda a no tocar, las cosas ajenas, que por hacerlo, es que le endilgan, lo que no ha hecho.
Miguel no puedo entender, que no quiera creer, en lo que le estoy diciendo y además, no es la primera vez, que lo hace, en otras ocasiones, también lo ha hecho; ¿a ti, no te consta, qué haya sido él?; mira, éste dinero, me lo sacó de mí bolso, lo tenía en sus manos, ¡yo lo vi! ¡Lo vi!, esto último, lo dijo, señalándose uno de sus ojos.
¿Está boba Qué?, no es más, que una mentirosa; al decir esto, dé nuevo, gritó tan fuerte, que esa turbulencia se escuchó por toda la casa; ¡cállate hombre! ; No tienes, necesidad de gritar; ¡no!, pero es que, uno con harto filo, y esta boba, diciendo cosas, que no son ¿con harto qué? filo, papá, ¡tengo hambre! ; Y míralo, como tiene esos ojos, de rojos, ¡que traba la que tiene! ; aseveró Natalia, un poco picante, a la vez, que encendía el interruptor.
Y el timbre sonó un poco apurado, debe de ser Cecilia, que llega de la iglesia, ¡pobrecita!, ¿cómo estará de cansada?; y se dirigió a abrir, ¿pero luego, ella, no tiene llaves?, sí, pero las olvido, las dejó sobre la cama.
¿Cecilia mí amor, porque te estabas demorando?, intentó, darle un beso de bienvenida, pero ella, paso de largo, vengo muerta, ¡que cansancio! , Jonatán sintió, que la presión, había bajado y quiso pasar, por un lado de Natalia; ¡permiso parce!, que voy de afán; ¡ven a esté descarado!; no señor, usted se queda aquí, hasta que las cosas se aclaren; en esos momentos, Antonio subía las escalas, con el pelo erizado y con la cara descompuesta ¿Qué, qué  fue lo que paso? , no, que este descarado, me iba a robar la plata; ¿cómo así?, ¿y a usted, cómo se le ocurre hacer eso?
¿Ve y este parce qué?, no me hable, que usted es igualito a mí, Cecilia apareció, seguida de su marido; ¿sé puede saber, de qué se trata todo esté asunto?
Es que la mona, me esta acusando de ser un ladrón; ¡hay no!; murmuró con desazón; era su hijo, pero cuando le convenía, sabía mentir muy bien; si Natalia lo dice, es por algo; que no mamá, ella, miente; Cecilia miró los ojos del muchacho y esté parpadeó, esquivando la mirada, te conozco y se que estas mintiendo; vamos para el cuarto y hablamos allá.
El ladrón es él, dijo señalando a Antonio; ¿y, y, y a, a, a este qué le esta pasando?  el otro día, lo vi, sacándole como doscientos mil pesos, a la abuelita, para dárselos a la novia, a una Libia; Antonio no respondió, porque al instante y de insólito, comenzó a generar adrenalina y una espuma, le salía por la boca, regándose por la comisura de los labios , todos voltearon a mirarlo, y este dijo, ¡a,a,a,así !, claro como yo, soy, el único desgraciado aquí , ahora ,me van a culpar es a mí.
No, yo al que pesque, en plena acción fue a Jonatán; te creo Natalia, yo conozco a mí hijo y hasta en el colegio, ha estado teniendo problemas; ¿pero porqué no me habías dicho nada?; arguyó Miguel ,pero entiendo ya, que , tanto tú, como yo, hemos estado muy ocupados; lo estarías tú, porque yo, siempre he estado pendiente; Miguel la desconoció, era la primera vez, que la veía hablando con tanta seguridad; pero si Cecilia lo dice, es, porque, así es; argumentó.
La habitación de Verónica, se abrió y ella, con la piyama puesta, apareció, asomó la cabeza y dijo; con tanta gritería, quien puede dormir; Antonio se secó, con el dorso de las manos, la saliva y su cara se transformó y se fue, pasando, por en medio de todos, como quien va, para la sala.
Miró para la puerta principal, la de la calle y gritó; ¡Hay viene esa perra! ¿Quién? Exclamaron todos; pues esa hp, esa maldita perra  de Amanda; Jonatán exclamó; ahora si se completó el cuadro, esté parce está loco, o se le subió, la marihuana a la cabeza; Verónica sorprendida dijo; ¿de qué hablas Antonio?
Pero éste, no respondió, sino, que, comenzó a estremecerse, con frenesí y a salivar de nuevo y de repente, cayó al suelo, desmadejado; todos se dirigieron al instante, a tratar de ayudarlo, menos Verónica, que se quedó recluida, apenas si sostenida, por el mar quito de la puerta, asombrada.
Cecilia lo que hizo, fue llamar a los para médicos, al ver que el hombre, no parecía reaccionar; perdido en su inconsciencia, mientras lo trasladaban, en una ambulancia, esté escuchaba, una vocecilla, que le decía; Antonio, todavía hay gente adulta, que atropella la flore cillas y tú, tu eres uno de ellos; miró, para ver, de donde, venia la voz, pero no vio a nadie.
Se levantó y se puso en movimiento, no llevaba mucho, andando, cuando vio a un hombre, que estaba de espaldas, delante de él, y que llevaba ropas negras.
Parecía estarlo esperando y lo miraba de re filón, de pronto, ladeó su cabeza, hacía donde esté, y al hacerlo, dejo ver, un rostro sombreado y le lanzó una mirada ladina. Antonio dijo; debo atender su invitación, sé quien es y que quiere de mí.
Entonces lo siguió; cuando ya llevaban, un buen trecho, caminando por dentro de una neblina, se le apareció, un perrito laneticas, moviendo la cola y casi, se pegó a los píes de Antonio; ¡gas!, ¡gas perros! y sacudió el cuerpo, como un garabato, ¡chist!, ¡chist!, ¡quite!, ¡quite!; al mismo tiempo, que golpeaba el suelo, con uno de sus píes, pero no se fue, por el contrario lo siguió.
Un viento de verano, como un caballo, que cabalga sobre los tejados, azotó el rostro de Antonio y volvió a ver al perrito, que parecía volar por entre el aire, pero desatendió, la visión y se volvió, al hombre de negro; se quien es y que es lo que, quiere de mí, volvió a repetir la frase y a sacudir el cuerpo; ¡chist!, ¡chist¡, quite de aquí y mientras lo hacía, caminaba soberbio, como una bestia mal encaminada.
El viento cesó y la vocecita, se dejó escuchar; la gente que se cree grande, al igual que tú, es la que, atropella las flores y al instante, apareció un prado lleno de estas, pero, paso sobre ellas, las aplastó y no le importó, y de nuevo desoyó a la voz.
El tipo de adelante, volvió a aparecer y al hacerlo, levantó, una mano e hizo, que Antonio mirara, y vio a Jonatán, cantando una canción; era la misma, que colocaban en la radio, no pareció entender nada.
Raudo, el perrito volvió y se interpuso, meneando la colita y le cantó esta canción; Me tomo, sólo dos vasos de agua, a la semana; casi no como banana, aspiro morfina y siempre escuchó rap y regatón y mí cerebro se reduce y éste, es el parche de toda la semana, que a los grandes hace enanos y a los enanos, lo contrario. Pero si te fijas, eso, que dicen, de ser cristiano, habría que re valuarlo; porque, es que, tú Antonio, te llamas a ti mismo, cristiano.
Al terminar de cantar, le dijo, no lo hagas Antonio, ponte al día con el alfa y súbete al cielo; y  que bueno, que ya no causaran los hombres más dolor, ni se hicieran daño los unos a los otros; pero Antonio, no lo escuchó, sólo volvió a decir; ¡gas! ¡Gas perros!, ¡chist!, ¡chist!, ¡quite!, ¡quite! y corcoveó, como una, de esas yeguas viejas y altivas. Y siguió al hombre, que iba de delante de él, y que, tenía un modo extraño, de mirar; esos ojos, como caídos, hacía un lado y esa boca, ladeada, como de buitre y poco a poco, se fue convirtiendo y adquirió  la forma ,el modo de ser, de Libia;  ¡l,l,l,l,l,Libia!  Es ella, mí Libia.
Parándose sobre las dos patitas, el perrito lo tocaba, le movía la cabecita, intentando, llamar su atención, hasta que Antonio miró y se dio cuenta, que la mujer, tenía algo raro y era que, de los tobillos hacía abajo, en vez de píes, llevaba cascos y aún así, él fue tras esa figura.
Yo hago lo que sea, lo que sea, con tal, de tener el amor de Libia; llegaron pues, a un sitio, en donde había, mucha gente bailando y la música era muy ruidosa.
La mujer se detuvo y tomó a Antonio, entre sus brazos; pero era tan feo y hediondo su rostro, que esté, casi revienta de terror; pero ella, le dijo, ya eres mío y te voy a llevar conmigo y al momento, levantó una mano y todos los que estaban allí, se pusieron a pelear y cuando eso, iba a alzar el vuelo, llevándose a Antonio, el perrito dio un salto y se puso en medio de los dos.
Antonio, metió un berrido, tan grande, que hay mismo se despertó y sintió detrás de él algo, que con pasmosa precisión, masaje aba sus sienes y su cabello; le fue fácil adivinar quien era.
A este paciente, ya se le puede dar de alta, no se le encontró nada, que pueda revertirse en algo grave, sin embargo, hay que tenerlo en observación; ¡muchas gracias doctor! dijo Natalia, a la que, se le notaba un cansancio de huesos.
      BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia