martes, 14 de julio de 2015

LOS SUPERVIVIENTES LIIII (54)






                                                        CAPITULO  LIIII
                                                               
                                                                 (54)

                                                LOS SUPERVIVIENTES

Leticia, han pasado ya varios meses ¿y tú hablando del mismo tema?  No es que quiera, hablar de lo mismo;  pero si es necesario,  que confrontemos la situación; ya te dije, que es mejor que no,  y recuerda que apenas te estas recuperando. Sí, ya lo sé;  sé que estuve en show durante estos tres  meses, pero es que a mí, no me engañan, y tú si sabes quien es,  ese Antonio; ya te lo dije mujer, es un hermano de la iglesia, el mismo que vino la otra vez ¿Y a qué volvió?
Este no respondió, pero ella continuó; porque yo sé, que venia a buscarte, cuando estabas poseído por esa cosa; en efecto, así  era. ¿Pero le dijiste la verdad?
Por supuesto que si, le objeté, incluso, frente a todo, lo que me dijo, acerca de su hermana, que yo, no era el mismo Adrián, con el que habló; hiciste bien,  pero el asunto, me sigue preocupando.  ¡Hum!  Rezongó Adrián.
La verdad, Leticia, me pareció que ese hermano, se decepcionó mucho. ¡Que importa! , ahora, lo que tú, tienes que hacer, es demostrarme que eres, ese hombre bueno, con el que me case; ¡ claro que lo soy! Aunque, casi no recuerdo nada; a mí, me parece, que todo, el tiempo estuve dormido; yo si lo recuerdo, menos, lo que acaeció, con esa pobre muchacha.
Y dale, con eso; Adrián rezongó, cerró los ojos y volvió a verla, la vio, interponerse con la espada, para defenderlo; sino es por ella, mí cabeza habría rodado, pensó; ¿te sucede algo? No es nada ¿estás seguro?  ¡Claro que lo estoy! ; Leticia, se sentó en la cama, en la que, antes había estado reclinada y dijo; pero, óyeme Adrián, como pastor que eres, deberías haberlo, hecho caer, en  la cuenta, ¡que vea!, que actuó, muy mal, con  su hermana. Su media hermana Leticia, ¡no lo olvides!, ¿bueno y cuál es la diferencia?
Bueno, como sea; ¿le hiciste saber qué es un cobarde?; Adrián, se paseó por la estancia, con las manos recogidas, hacía atrás; no, la verdad no ¿Pero porqué?, pues, mira, recuerda, que la biblia dice;  ni los maricas, ni las maricas,  entraran al reino de lo cielos.
Hizo una pausa y miró por la ventana, sin ver nada y luego dijo; no faltaba más, que yo defendiera a esas gentuzas; mira Adrián, aunque tampoco, estoy muy segura, que deba declararme a su favor, no estoy de acuerdo, con los métodos que utilizaron ustedes, la verdad, es que, sigo confundida. Él replico; correctos o no; por alguna razón, mataron a esa mujer; ¿Adrián cómo dices eso?
Tú si viste, como la mataron, ¿no es cierto? Tú,  también estabas hay; sí, pero me prive del susto , pues lo mismo, me sucedió a mí; no esa, si, no, te la puedo creer; éste volvió a pasearse y guardó silencio, pero luego dijo, ofuscado; le debo la vida, es cierto, pero no era más, que una asquerosa; lo que sea, pero tú deber, es decir, la verdad; no, no lo haré y si les dices, algo sobre mí, les diré, que estas inventando cosas que no son .
Pues te guste o no te guste, yo si voy a declarar, no me tragaré nada de lo que vi, ¿y qué ganas con eso?; no hay nadie, a quien poner preso, ¿o es qué quieres, qué me encarcelen a mí?; no, si eres inocente, como dices; no tendrás nada que temer.
Se sentó a su lado; recapacita mujer ¿para qué vas a echarle más leña al fuego?  Además ese caso, debe de estar archivado; no, no intentes convencerme, por lo menos, tendré tranquila, mí conciencia y haré que tal vez, suelten a la pobre Rosalía; Adrián guardó silencio y retiró las manos, mañana mismo, iré a solicitar un permiso para  verla; con enojo se levantó; ¡te prohíbo que lo hagas! ; Ya no Adrián, ahora, tengo claro, lo que debo hacer; es más, cuando la suelten la voy a traer a vivir conmigo. ¿Qué que?
Sí y buscaré también al capitán ¿Cómo es qué se llama?, su nombre, no es importante, ya que, no iras a ninguna parte; ¿cómo qué no?, iré, quieras o no.
 ¿Te olvidas qué me debes obediencia? Y tú, te olvidas, de que soy un ser humano, no una copia, ni una replica tuya  ¿Pero de qué hablas querida?  No entiendes, ¿qué yo soy un pastor? A bueno, entonces, yo soy la pastora; ¡ve está! como se avispó; sí, después de esa experiencia, que tuve, aprendí, que la obediencia, se la debó, es al señor, no a un hombre y es el señor, el que me enseña a hacer lo correcto.
Es en serio Leticia, no pondrás, en riesgo mí reputación; no te interesa, sino eso, ¿tú prestigio? No se trata de eso, se trata de hacer, lo que es correcto; ¿lo correcto?; Leticia, se tapó la boca; ¿lo correcto?  Y luego,  se quito la mano , y dijo, no me hagas reír, soltando varias  carcajadas, pero,  con mucha ganas;   ja, ja, ja, j,  ja…
¡Ay! , Adrián, no sé porque, ¿me estoy expresando de está forma?  pero me agrada, sé que algo, me sucede, desde que estuve en esa casa y hablé con Rosalía;  sí, a mí me parece, que eres otra; sí, es como si yo misma, intuyera algo extraño, una extrañeza en mí. Es por eso, que  siento que no es preciso, decirte siempre que si.
Adrián, se paseó molesto; ahora eres tú, él que, parece desenchufado; Adrián la volteó a mirar y se replegó a la ventana; ella prosiguió, pero no me siento nada mal, al contrario, siento un gozo, un contento en mí.
Leticia suspiró y al hacerlo, sus pechos se expandieron y sus masas temblaron; incluso, ese gesto, lejos de hacerla vulgar y prosaica, resaltaron una, como oculta armonía de las formas.
Tanto es así, prosiguió; que mañana, en cuanto, amanezca, voy a madrugar, para hacer mis vueltas; contigo si, no se puede; dijo Adrián refunfuñando y salió; ¡ay no! yo como, que me separo, porque me separo; pensó, al verlo salir.
De inmediato, ella también se fue para la cocina, en busca de la señora, que estaba a cargo de las labores de la casa.
En actividad continua y perenne, se manifiesta aquel, que permanece y aunque, las cosas, se hallen, como en aparente dispersión; nadie puede, cambiar el ritmo que lo sintoniza y fue por eso, que Leticia se sintió embargada, por una presencia, que la hacía depositar, toda su confianza, en alguien, mejor dicho, se sentía  dentro de la voluntad .
La señora encargada de la casa, se hallaba de pié, con las manos en la cintura, y en toda la mitad de la cocina y aunque, parecía estar de mal talante; respondió con amabilidad, al llamado de Leticia y cuando esta, le preguntó asombrada, ¿pero qué haces allí y con la boca abierta?  ¿Dime, qué es lo qué ves?
Leticia parpadeó, ante la mirada fija, casi inmóvil, de Magdalena y la siguió, en pos de recoger, lo que esta, miraba y al ver, replicó, con simpleza; ¿a eso? ¿Y le parece poco? , dijo la otra, con expresión molesta, pero sin quitar la vista, de aquel circulo, en el que convergían miles, bueno quizás, no eran tantos; sino, tan sólo unos cientos de pájaros negros, que revoloteaban por fuera del trasluz, de la ventana; en una hora, en que trazos, tan sólo trazos, rojizos, deletreaban, sobre un fondo casi indescifrable .
¿Y cómo llamaría usted a eso?, Leticia, se volvió a mirar, trazando, sin darse cuenta, un circulo paralelo; que parecía ir, desde los ojos, de Magdalena hasta su propia mirada y la posición de su cuerpo, y desde allí, hasta ese,  movimiento, casi ambiguo de los pájaros.
Era notoria, esa forma casi, jeroglífica, formada de un modo irregular; ese rápido aletear, como si algo, o alguien, quisiera dar, un golpe contundente y feroz; por unos segundos, parecieron detenidos, como prisioneros, en ese circulo, pero luego, en un ligero parpadeo, se alejaron y se perdieron en un oscuro cénit; esta vez, Leticia se quedó absorta.
Tenía la boca entreabierta, mientras la saliva, se le acumulaba por debajo de la lengua; tienes razón, no sabría como llamar a eso, además sentía una tristeza y un, no sé que; que la embargaba; ni yo, respondió Magdalena; ¡que cosa más rara!, sí, la naturaleza tiene sus misterios, dijo Leticia, acabando de tragarse, el resto de saliva, que tenía guardada.
Sí, ¡Virgen Santísima! acabó, por decir Magdalena, echándose la bendición; al verla Leticia, iba a replicar; eso no, te sirve de nada, pero se acordó de Rosalía y optó por dejarse caer, sobre una silla de plástico.                                                                      
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia