Su
voz se escuchaba fría, sobre la insolencia de una de sus caras; casi
tranquila ella, la Pili ,
la Pilar era
bajita, pequeña de ojos grandes; de sus labios carnosos entreabiertos salieron
unas palabras rojas, hirientes, como serpientes horrorosas, y dijo que él, era
una sombra grotesca, siguió caminando, como si dominara el aire, ingrávida lo
contempló y luego le dio la espalda; no quiso mirar la sangre derramada, la de
él, que la seguía y que se atropellaba en frases entrecortadas. !Por favor Pili
perdóname! sentía una soledad que le anudaba el pecho, como espada lo
atravesaba, a su vez sentía a sus venas arder y algo en su pulso quería
vaciarse como si estuviese roto. Pero la siguió, perplejo, ante la frialdad de
ella, mi Pili, la que yo creía que me amaba con infinita ternura; ella se
detuvo por un instante y lo miró por encima de su rostro, sus ojos se escapaban
a los de él como mariposas fugaces; a su vez ella no lo miraba porque lo amaba.
¡Mierda! Se dijo, ¡cómo podría
perdonarlo! ¡Cómo, después de lo que me hizo! ya para ese momento, el sol se
proyectó en espejos y comenzó a arder en la frente, él se sintió como un renacuajo
gris achicharrado por el calor.
Cuando llegaron al estadio se
sentaron a conversar uno al lado del otro, como con ganas de estar más
juntitos, pero sin atreverse a tocarse; ella no había acabado de nadar sobre
esas aguas nefastas que se hayan escondidas del otro lado de la luna; sin
embargo en su corazón un ángel de amor bullía, ¡perdónalo!, entonces habló él,
le dijo cosas, intentando aclarar el asunto, remitiéndose a ejemplos de la
vida, asuntos que él creía que eran verdades. Ella por su parte no lo entendía
así, entonces sus palabras se hicieron más duras. Un silencio los invadió y se deslizó
por sus costados, dejando un gusto amargo en sus lenguas sedientas; Pareciera
que la muerte se perpetuara en ellos.
Nada podía ya salvar ese amor, mirándola
volvió a recordarla antaño, cuando recién se conocieron y salían juntos de
clase, de la universidad y se sentaban a conversar, bebiendo una taza de muchos
cafés. Era un tiempo de pájaros que danzaban cubriéndolos y todo, todo se
convertía en una canción soñada. De pronto, abrupta mente volvió al presente, al escucharla decir, jamás podré
perdonarte y tampoco puedo entender tu manera de mirar la vida, eres un
soñador, un tonto existencia lista y yo soy, bueno, un poco más realista... Mira,
que eso de guiñarle los ojos a la muerte y visitar antiguos mundos, leyendo
poesía y esas creencias en mitos, ¡pamplinas! Esas son historias vanas, pero la verdadera
historia es una ciencia que nos muestra cómo los aconteceres de la humanidad
deben ser mirados, bajo una perspectiva racionalista, al instante, ella frenó las palabras, él la
miró, un vacío se instaló en sus estómagos; antes, cuando no había sucedido
aquel horror, se entendían muy bien, sus pláticas, eran lo que eran, debido a
sus diferencias cognitivas, eso era lo que sazonaba nuestra relación; dijo él
asombrado.
En la noche la imaginó pálida,
mirándose en un espejo cóncavo, uno a uno sus rostros iban cayendo y los iba
doblando sobre la cama, luego vio cómo ella los arrojó con furia, así la vio,
hasta que al fin se tendió a dormir en silencio. Años después se volvieron a
encontrar dentro de la universidad, ella seguía siendo una intelectual muy
racionalista; pero había vivido, experimentado otras cosas y se cree que hasta
se había hecho más sensible, menos orgullosa. Él, había madurado, pero seguía
siendo un soñador, un poeta; platicaron por espacio de una hora arropados por
la magia del encuentro; la Pili
comprobó que los dientes de él, seguían siendo fuerte, al igual que sus manos
morenas; y sus ojos ni hablar… Él observó que su boca entreabierta y sus labios
seguían siendo el más bello testimonio de la vida. Prometieron volver a verse,
él tomó su número de teléfono y ella el de él; ella era profesora de historia,
ya lo era, pero habían pasado tantas cosas, otros seres y ambos se preguntaron;
volver a verse, ¿cuándo, cómo? Aquello fue sólo una casualidad que quizá ya
nunca volvería a repetirse. Se alejaron en silencio cada uno cavilando
pensamientos. ¿Volver atrás? ¿Sera?
En su cama, todavía él pensaba en
ella, como esa noche cuando la odió; amándola como la amaba. Pero ahora ya no
era Gorbachov y su mapamundi en el cráneo, ahora era Bush y su guerra contra
Irak y contra el mundo; o a la inversa. Ahora era japon y su planta nuclear contaminando, ahora eran otras cosas, susesos, suseso de un mundo en convulsion; ¡qué se yo! dijo suspirando.
Al final el amor se les escapó a ambos por una
ventana del tiempo y se fue a bailar a algún país, en donde existen los seres
que se ríen con la luna. ¡Digo no! quizás…
Beatriz Elena Morales Estrada
Inéditos, extraído de mi Obrita Silencio De Alas, segunda parte
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