CAPITULO LIIII
(54)
LOS SUPERVIVIENTES
Leticia, han pasado ya varios meses ¿y tú hablando del
mismo tema? No es que quiera, hablar de
lo mismo; pero si es necesario, que confrontemos la situación; ya te dije, que
es mejor que no, y recuerda que apenas
te estas recuperando. Sí, ya lo sé; sé
que estuve en show durante estos tres meses, pero es que a mí, no me engañan, y tú
si sabes quien es, ese Antonio; ya te lo
dije mujer, es un hermano de la iglesia, el mismo que vino la otra vez ¿Y a qué
volvió?
Este no respondió, pero ella continuó; porque yo sé, que
venia a buscarte, cuando estabas poseído por esa cosa; en efecto, así era. ¿Pero le dijiste la verdad?
Por supuesto que si, le objeté, incluso, frente a todo,
lo que me dijo, acerca de su hermana, que yo, no era el mismo Adrián, con el
que habló; hiciste bien, pero el asunto,
me sigue preocupando. ¡Hum! Rezongó Adrián.
La verdad, Leticia, me pareció que ese hermano, se
decepcionó mucho. ¡Que importa! , ahora, lo que tú, tienes que hacer, es
demostrarme que eres, ese hombre bueno, con el que me case; ¡ claro que lo soy!
Aunque, casi no recuerdo nada; a mí, me parece, que todo, el tiempo estuve
dormido; yo si lo recuerdo, menos, lo que acaeció, con esa pobre muchacha.
Y dale, con eso; Adrián rezongó, cerró los ojos y volvió
a verla, la vio, interponerse con la espada, para defenderlo; sino es por ella,
mí cabeza habría rodado, pensó; ¿te sucede algo? No es nada ¿estás seguro? ¡Claro que lo estoy! ; Leticia, se sentó en
la cama, en la que, antes había estado reclinada y dijo; pero, óyeme Adrián, como
pastor que eres, deberías haberlo, hecho caer, en la cuenta, ¡que vea!, que actuó, muy mal,
con su hermana. Su media hermana
Leticia, ¡no lo olvides!, ¿bueno y cuál es la diferencia?
Bueno, como sea; ¿le hiciste saber qué es un cobarde?;
Adrián, se paseó por la estancia, con las manos recogidas, hacía atrás; no, la
verdad no ¿Pero porqué?, pues, mira, recuerda, que la biblia dice; ni los maricas, ni las maricas, entraran al reino de lo cielos.
Hizo una pausa y miró por la ventana, sin ver nada y
luego dijo; no faltaba más, que yo defendiera a esas gentuzas; mira Adrián,
aunque tampoco, estoy muy segura, que deba declararme a su favor, no estoy de
acuerdo, con los métodos que utilizaron ustedes, la verdad, es que, sigo
confundida. Él replico; correctos o no; por alguna razón, mataron a esa mujer;
¿Adrián cómo dices eso?
Tú si viste, como la mataron, ¿no es cierto? Tú, también estabas hay; sí, pero me prive del
susto , pues lo mismo, me sucedió a mí; no esa, si, no, te la puedo creer; éste
volvió a pasearse y guardó silencio, pero luego dijo, ofuscado; le debo la
vida, es cierto, pero no era más, que una asquerosa; lo que sea, pero tú deber,
es decir, la verdad; no, no lo haré y si les dices, algo sobre mí, les diré,
que estas inventando cosas que no son .
Pues te guste o no te guste, yo si voy a declarar, no me
tragaré nada de lo que vi, ¿y qué ganas con eso?; no hay nadie, a quien poner
preso, ¿o es qué quieres, qué me encarcelen a mí?; no, si eres inocente, como
dices; no tendrás nada que temer.
Se sentó a su lado; recapacita mujer ¿para qué vas a echarle
más leña al fuego? Además ese caso, debe
de estar archivado; no, no intentes convencerme, por lo menos, tendré
tranquila, mí conciencia y haré que tal vez, suelten a la pobre Rosalía; Adrián
guardó silencio y retiró las manos, mañana mismo, iré a solicitar un permiso
para verla; con enojo se levantó; ¡te
prohíbo que lo hagas! ; Ya no Adrián, ahora, tengo claro, lo que debo hacer; es
más, cuando la suelten la voy a traer a vivir conmigo. ¿Qué que?
Sí y buscaré también al capitán ¿Cómo es qué se llama?, su
nombre, no es importante, ya que, no iras a ninguna parte; ¿cómo qué no?, iré,
quieras o no.
¿Te olvidas qué me
debes obediencia? Y tú, te olvidas, de que soy un ser humano, no una copia, ni
una replica tuya ¿Pero de qué hablas querida? No entiendes, ¿qué yo soy un pastor? A bueno,
entonces, yo soy la pastora; ¡ve está! como se avispó; sí, después de esa
experiencia, que tuve, aprendí, que la obediencia, se la debó, es al señor, no
a un hombre y es el señor, el que me enseña a hacer lo correcto.
Es en serio Leticia, no pondrás, en riesgo mí reputación; no
te interesa, sino eso, ¿tú prestigio? No se trata de eso, se trata de hacer, lo
que es correcto; ¿lo correcto?; Leticia, se tapó la boca; ¿lo correcto? Y luego,
se quito la mano , y dijo, no me hagas reír, soltando varias carcajadas, pero, con mucha ganas; ja, ja, ja, j, ja…
¡Ay! , Adrián, no sé porque, ¿me estoy expresando de está
forma? pero me agrada, sé que algo, me
sucede, desde que estuve en esa casa y hablé con Rosalía; sí, a mí me parece, que eres otra; sí, es como
si yo misma, intuyera algo extraño, una extrañeza en mí. Es por eso, que siento que no es preciso, decirte siempre que
si.
Adrián, se paseó molesto; ahora eres tú, él que, parece
desenchufado; Adrián la volteó a mirar y se replegó a la ventana; ella
prosiguió, pero no me siento nada mal, al contrario, siento un gozo, un
contento en mí.
Leticia suspiró y al hacerlo, sus pechos se expandieron y
sus masas temblaron; incluso, ese gesto, lejos de hacerla vulgar y prosaica,
resaltaron una, como oculta armonía de las formas.
Tanto es así, prosiguió; que mañana, en cuanto, amanezca,
voy a madrugar, para hacer mis vueltas; contigo si, no se puede; dijo Adrián
refunfuñando y salió; ¡ay no! yo como, que me separo, porque me separo; pensó,
al verlo salir.
De inmediato, ella también se fue para la cocina, en
busca de la señora, que estaba a cargo de las labores de la casa.
En actividad continua y perenne, se manifiesta aquel, que
permanece y aunque, las cosas, se hallen, como en aparente dispersión; nadie
puede, cambiar el ritmo que lo sintoniza y fue por eso, que Leticia se sintió
embargada, por una presencia, que la hacía depositar, toda su confianza, en
alguien, mejor dicho, se sentía dentro
de la voluntad .
La señora encargada de la casa, se hallaba de pié, con las
manos en la cintura, y en toda la mitad de la cocina y aunque, parecía estar de
mal talante; respondió con amabilidad, al llamado de Leticia y cuando esta, le
preguntó asombrada, ¿pero qué haces allí y con la boca abierta? ¿Dime, qué es lo qué ves?
Leticia parpadeó, ante la mirada fija, casi inmóvil, de
Magdalena y la siguió, en pos de recoger, lo que esta, miraba y al ver,
replicó, con simpleza; ¿a eso? ¿Y le parece poco? , dijo la otra, con expresión
molesta, pero sin quitar la vista, de aquel circulo, en el que convergían
miles, bueno quizás, no eran tantos; sino, tan sólo unos cientos de pájaros
negros, que revoloteaban por fuera del trasluz, de la ventana; en una hora, en
que trazos, tan sólo trazos, rojizos, deletreaban, sobre un fondo casi
indescifrable .
¿Y cómo llamaría usted a eso?, Leticia, se volvió a
mirar, trazando, sin darse cuenta, un circulo paralelo; que parecía ir, desde
los ojos, de Magdalena hasta su propia mirada y la posición de su cuerpo, y
desde allí, hasta ese, movimiento, casi
ambiguo de los pájaros.
Era notoria, esa forma casi, jeroglífica, formada de un
modo irregular; ese rápido aletear, como si algo, o alguien, quisiera dar, un
golpe contundente y feroz; por unos segundos, parecieron detenidos, como
prisioneros, en ese circulo, pero luego, en un ligero parpadeo, se alejaron y
se perdieron en un oscuro cénit; esta vez, Leticia se quedó absorta.
Tenía la boca entreabierta, mientras la saliva, se le
acumulaba por debajo de la lengua; tienes razón, no sabría como llamar a eso,
además sentía una tristeza y un, no sé que; que la embargaba; ni yo, respondió
Magdalena; ¡que cosa más rara!, sí, la naturaleza tiene sus misterios, dijo
Leticia, acabando de tragarse, el resto de saliva, que tenía guardada.
Sí, ¡Virgen Santísima! acabó, por decir Magdalena,
echándose la bendición; al verla Leticia, iba a replicar; eso no, te sirve de
nada, pero se acordó de Rosalía y optó por dejarse caer, sobre una silla de
plástico.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia