CUENTOS AL TRASLUZ
El RESPLANDOR
Aquel lunes festivo,
lo recuerdo muy bien, Luis mi vecino y amigo, después de haber llevado a su
novia a cenar y compartido con ella, regresó a su casa, era ya de noche ,su
padre miraba la televisión.
Vivían juntos desde hacía muchísimo y aunque no se
entendían muy bien ya que cada uno de ellos encarnaba una generación opuesta,
sí abrazaban un amor filial que hasta ahora los mantenía unidos; como su padre
estaba un poco delicado de salud ,Luis compartía con él la misma habitación por
si acaso, en las horas avanzadas, llegara a
necesitar algo.
La habitación aunque
no era demasiado amplia era demasiado acogedora, pero sólo disponía de una
cama, en la que el padre dormía; en el
suelo Luis tendía una colchoneta que quedaba situada de forma horizontal, hacia
la cabecera de su padre.
Cerca al lugar en el
que Luis solía reposar, se miraba un closet de madera que lo resguardaba de la
puerta y la ventana, que siempre permanecían abiertas hacia el pasillo interior
de la casa, apartamento.
Después de ellos
platicar algunas cosas dentro de las cuales discutieron, decidieron irse a la
cama.
A decir verdad Luis
estaba exhausto, rendido; hizo su cama, le suministró algunas medicinas a su padre, luego se cobijó en silencio. Solo
le basto tenderse a lo largo para quedarse dormido.
En la otra habitación,
yo contemplaba desde mi ventana abierta la vegetación oscura y verde, que se
extendía desde afuera hacia adentro, como si los árboles plantados, nostálgicos
y tris tongos, evocaran quién sabe qué concilio de los dioses y de los pájaros
nocturnos, que plañideros, susurraban con sus voces ,melodías que se alargaban
desde las copas de los árboles, desde la punta de las alas de las aves, desde
el centro del ombligo de la tierra y del
cielo, desde la misma hondura de la arena y del mar, melodías que se insinuaban
sutiles e insutiles, de la noche al día, de la sombra a la luz ; mientras en la
extensión que mediaba las distancias y que separaba unos seres de otros ,las
ondas de las almas y de las cosas, se entrecruzaban por una hendidura del techo
de la luna, cómplice ella de los amores imposibles y lejanos.
Algo en el viento, en
la corporeidad de la noche, tendía en la distancia hacia la unidad incesante,
de todo aquello que corre y descorre el largo devenir del río de las cosas.
Puse mi viejo radio,
ya apagado encima de la mesita de noche y me sumí en un profundo silencio.
Los pies de Luis bajo
las cobijas , lindaban con la cabeza de su padre y fue así como en el silencio
del tiempo que habita el sueño y en el abrigo, en el calor que cubre, sintió
que alguien se allegaba junto a él, con
un resplandor blanco, como si alguna
alma se hubiese desprendido de su cuerpo, como si una boca hubiese exhalado su
aliento profundo para ir atravesando la noche , en busca de algo, de un alguien , como si una vida se agitara en la
desesperanza, de la esperanza de aquella otra que se hallaba tendida ,refugiada
al calor de su cuerpo.
Él sintió que una
energía, alguien se encontraba recostada al closet de madera, a su lado
derecho, mirando hacia la cama de su padre, aunque parecía desconcertada; él,
abrió el ojo de su mente y la vio bajo esa forma, entonces pensó: Dios mío va a
atacar a mi padre, debo protegerlo.
De inmediato ese
resplandor o ese algo traslúcido, se
volvió hacia él, tal y como lo haría una persona concreta, cuando esta al lado
de otra.
Ella de una manera
tímida y prudente se volvió hacia él, era tan fuerte e intensa la vibración de
esa presencia que su vientre se movió, emocionado.
Con la respiración
entrecortada, agitado todo su pecho y en la incógnita por saber, le pregunto
¿Es usted una maga negra? ella entonces respondió; no, al mismo tiempo que se
desplazaba hacia un rincón de su costado izquierdo.
Él persistió pero a
duras penas lograba mantenerse consciente: ¿Cuál es su nombre? ella dijo Mara
¿acaso piensa usted hacerme salir en astral? No, claro que no.
Se dio entonces un
silencio en la mente de ambos, porque ambos callaron, sólo las almas vibraron
entrelazadas dentro del mudo y secreto
lenguaje el amor que todo lo puede.
Durante el día Luis
ejercía sus labores cotidianas, pero en las noches meditaba tenazmente, ¿Quién
sería aquella qué a su corazón se plegaba
tan hondamente? Cerraba sus ojos y repasaba mentalmente los rostros de
las mujeres que conocía, se detenía largamente en cada una de ellas, apretaba
con más fuerza sus ojos y se concentraba en su corazón, aunque sentía sensaciones agradables, ninguna de ellas tenía la fuerza interna del resplandor; es decir del alma de Mara.
Duró cinco días
intentando saber con certeza, cuál podría ser el origen de aquel resplandor, de
aquella luz.
Aunque su corazón, su
sentimiento interno, ya lo sabía, necesitaba más pruebas, es decir quería
negarse a sí mismo, que aquella que despertó sentimientos tan bellos en él ,
había retornado por entre una hendidura del laberinto de las cosas para rehacer
con su aliento aquello que una vez había destrozado, no lo podía creer.
Aquel sábado en la
madrugada, después de aquel grato encuentro; como a eso de las cinco pasadas, alcanzó a ver algo así como un
demonio rojo, que cruzó por encima de su cara; el demonio al parecer con el
deseo de atormentarlo, arroja sal en el centro de su pecho, instantáneamente el
dolor de un amor perdido se removió en su corazón; aquello ocurría detrás del tiempo y después del aparente olvido sin
olvido.
Entonces se sintió
aprisionado dentro de las paredes íntimas de su mente. Se escuchó a sí
mismo gritando, gritando con todas sus fuerzas, aquel nombre prohibido, aquel
nombre secreto guardado en la profundidad de su ser.
Se despertó presa de
una angustia indescriptible y con el rostro bañado en lágrimas.
Desde el silencio de
mi propia horizontalidad aquella que no obstante me empujaba hacia arriba, como
si fuera un pequeño arbolito de pino, intentando oler, aspirar el aroma de los
cielos, me sumergía en la hondonada de las almas e intentaba comprender a Luis; a veces me
parecía a mí que él permanecía dentro de la intemporalidad y que esta se traducía en varias cosas; la muerte, el amor, la ausencia, la
vida siendo ella, una misma y sola cosa.
Pienso además, que esa
intemporalidad era lo que garantizaba la permanencia de Luis en su ascenso y
descenso de la existencia.
Pese a la abrumadora
instancia de lo cotidiano, Luis se las arreglaba para hallar su incorporeidad a
través del ensueño, de la vida y de su espíritu férreo. Cavilar sobre lo sutil
y lo insutil, es a su vez regresar a
aquello que es compacto, conciso.
Pero volvamos a Luis
¿Era acaso él, un loco que se inventaba sus propios sueños para no morir? Se
había inventado aquella rara , pero dulce historia de amor, con ese resplandor,
que para este, no era otra cosas que el alma de mara, el amor de ella que ahora
regresaba a buscarlo.
A Luis la muerte, lo
seguía de cerquita y justo ahora que parecía encontrarse en el mejor momento de
su vida, su sombra había vuelto a
aparecer, justo ahora que quería volver a ver a Mara.
Aunque Luis había
conocido a Mara, hacía más o menos unos cinco años atrás no la había vuelto a
ver desde aquella tarde, eso fue un viernes, se presentó en su oficina, deseoso
de verla y de platicar con ella; pero con una actitud contraria a la que
siempre había tenido, lo trató de un modo, despectivo, tajante; cosa que hizo
que se sintiera completamente mal, tanto que huyo de allí para no volver.
Estudiaba ciencias de
la comunicación en la universidad de Pensilvania; Mara era una de sus
profesoras y por esas cosas secretas e inusitadas que los hilos, las fibras más
íntimas e intensas mueven en los seres
,se dio entre ellos una especial simpatía, mejor dicho desde que Luis conoció a
Mara, se sintió profundamente atraído y aunque ella no le correspondía
abiertamente sí lo hacía de una manera un poco recatada; claro que esto se daba
porque estaba muy comprometida, aunque eso no fue obstáculo para que Luis la
frecuentara, de hecho fue muy sincera con él. Le contó que muy pronto contraería
nupcias con un hombre que hacía mucho tiempo conocía.
Solía llevarle flores, orquídeas,
astromelias que eran las que más le
gustaban, cuando le tocaba hacer trabajos sobre periodismo se los presentaba y
aprovechaba para escribirle poemas, cosas de amor. En el salón de clases sus
miradas se buscaban y aún, aún después de que ella se casara.
Yo no sabría decir
cuántos semestres estuvieron juntos en ese juego de profesora -alumno; al
final, creo que ya Luis se percata de que no podía seguir alargando sus días en
la universidad, pues era ya tiempo de terminar su carrera. Empero una que otra
vez se daba la pasadita por el aula de clases, tan sólo para verla.
Ella también le
respondía haciendo resaltar la opinión de él, en algunos asuntos de los cuales
trataban.
Y al parecer logró
olvidarla, después de aquello regresó a su país para lograr la manera de
ejercer su profesión; fue cuando conoció a María y se casó con ella, hasta que
esta mujer lo abandono por otro amor.
A Luis se lo había
llevado la noche de un día cualquiera, por entre pliegues de un amanecer en que
nunca se supo más de él.
Sólo su padre y yo
vimos el resplandor blanco que se le salió de su cuerpo, era su alma viajera
que se había escapado para nunca más volver.
Sé que a Luis no le
habría gustado saber que yo he leído su cuaderno y que he hurgado cosas que no
me pertenecen pero es que a fuerza de
mirar las paredes blancas de este cuarto y sentir la presencia suya a donde
quiera que vaya, me he vuelto como él.
Después de aquel lunes
festivo, notamos un cambio, veíamos
que a toda hora, se encerraba en
su cuarto, se pasaba largas horas
escribiendo, su novia lo extrañaba, la actual, la después de María, pero este parecía no darse cuenta.
Aunque sabíamos que la
quería, lo que paso es que, le dio la pensadera por Mara y ya Mara no lo
abandona nunca más; desde que ella lo
visito, la noche del lunes, en forma de resplandor, la veía, la sentía, le
parecía que ella lo
Llamaba
y que siempre andaba detrás, a sus espaldas. A veces hasta llego a pensar
que había muerto.
Leyendo en su cuaderno
me encontré con este fragmento; Pero hoy perdóname si estas letras han roto el
pacto secreto, con el que tú querías recubrir aquella secreta fuente de amor...
Pero es que eres tú
tan culpable como yo; tú por atreverte a remover con todo tú ser el alma mía y
por querer escribir con tinta roja tu nombre junto a un costado de mi cuerpo;
y yo
por hacer público tu nombre secreto en mí cuaderno.
No se aguanto más, un
día decidió hacer un viaje, empacó sus maletas y se fue para el exterior.
Fue a buscarla pero no
la encontró, las gentes que habían eran todas diferentes; resignado decidió
regresarse, pues habían pasado tres meses.
Un día un poco
antes de volver, le tocó hacer una
vuelta urgente; caminaba despacio con el
rostro hundido entre las sienes , cuando de repente la vio, estaba dentro de un
almacén, sus pies se le pegaron en el suelo,
quiso moverse, pero no pudo , tenía el cuerpo paralizado.
Ella del otro lado,
aún no lo había visto, pero al volver su cara, sus ojos brillantes lo
descubrieron; instintivamente se llevó su mano derecha hasta su corazón, se
quedó un momento detenida, pero luego avanzó hacia Luís con rapidez, sus pies
como dos alas volaban.
Habían esperado tanto,
tanto para ese nuevo encuentro, querían abrazarse, pero no podían. ¡Ah! y ese
tonto de Luis que no encontró palabras para
dirigirle, porque la lengua se le trabó.
Se miraron sin hablar,
hasta que ella dijo; Qué hubo Luis, volvió; ¿quiero decir volvió a estudiar de
nuevo en esta ciudad?
Él estrechó la mano de
ella, tan suave, tan cálida, sintió el calor de su cuerpo en el abrazo de esa
mano amada y se alejó sin decirle, nada, sin preguntarle nada. ¿Por qué?
Lo último que recuerdo
de este, son sus dientes y esa mirada en la claridad de sus ojos, que un día de
primavera e invierno se detuvo en un
rincón del cielo y de la tierra; sin duda ahora se encuentra explorando la
cercanía del mar con la bóveda celeste y allí, en el lugar donde se encuentra
su pecho, Mara se agita con resplandores del fuego de la luna y de las
estrellas.
He dejado mi viejo
cuaderno y me he puesto a fumar. Afuera, desde mi ventana, veo cómo los pájaros
y las aves se elevan en su vuelo
callado; pero hay tanto silencio que he alcanzado a escuchar el sonido de sus alas
al rozarse con el aire.
Pensar que unas alas
tan en apariencias leves, frágiles
posean tanta fuerza en la punta de sus alas...
El teléfono suena y
suena, pero nadie lo quiere contestar; ni siquiera podríamos decir que es la
novia de Luis y además para que contestar y qué decirle a las gentes, sí ya
él, se perdió en la lejanía de las cosas que ya no regresarán jamás.
Beatriz Elena morales
Estrada © Copyright
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