CAPITULO XLVI (47)
LO PRESENTIDO
Eran las horas
de la media noche y en la casa de Rafaela reinaba un elocuente silencio; quizá
hasta cargado y descargado de imágenes sin sentido.
Exhausto,
Diego dormía y de repente, un vientecillo suave, casi como aleteo de mariposas,
pareció plegarse a la contextura externa de sus ojos, como estaba boca arriba,
se dobló y se volteó hacía la orilla, aún llovía y está lo acobardaba y lo
hacía, re-acomodarse en el sueño; de repente se acordó de ella, se levantó y
encendió la luz.
La nutrida y a
la vez, hambreada tierra, parecía corroborar en su seno, la apretada forma de
los cuerpos, que la componían.
Diego, buscó
entre sus cuadernos algún repliegue o hasta un algo, un mapa de señales y
encontró una nota, que un día cualesquiera ella, había olvidado en su casa, al
leerla, se estremeció y esto era lo que decía; y toda la mañana, caía una
lluvia delga-dita, menudita, a mí, la verdad, no me choca la lluvia, a mí me
gusta y no me aburre.
Por el
contrario, cuando la siento llegar; me pongo a escribir y mí pecho, se llena
como de una dicha, es tanto así, que siento, como un aleteo de pájaros
ingrávidos; aunque bueno, el verano también me gusta.
Pero es ella,
la que me despierta un algo, no sé; es por eso, que cuando la siento en mí, me
mueve como una cosa mágica, me pongo a ver los charcos, que se hacen en el
jardín, en los jardincillos y las pequeñas ondas, que las gotas generan
en su caída y bueno, también cuando rebotan en el pavimento, ¡esto es genial!
Sí, a mí me
gustan, me gustan mucho esas gotas, yo las llamaría Gotzilas; primero, cuando
pensaba en Sara Lucía y viéndola fumar, me gustaba fumar también, mirándolas
caer. Ya no fumó, no me gusta, porque el humo asfixia.
Entonces
mejor, prefiero mirarlas y escucharlas y me quedo así y nada como oírla caer,
sobre los tejados, ¡ay! es que, ese sonido que se produce, cuando choca con las
cosas; su sonido es inigualable, sí, no hay ninguna duda, la lluvia es una
presencia y escucharla, es como sentir los pasos de alguien, que se aproxima en
silencio. Sí, esto es así, al menos para mí. Pero cuando escucho esos rayos
secos e intempestivos, esos truenos feroces, ¡hay! , No, hay, si me
da mucho miedo.
Entonces
desconecto todo y me quedó allí, esperando a que acabe, quizás, todo acabe
pronto, sí, sin duda así será.
Diego sonrío,
le gustaba ese escrito y su contenido, de seguro pertenecía, a la época, en que
recién se conocieron; ¿sí será? Entonces, con infinita ternura, al recordar;
dijo; ¡ay Amanda!; siento que no he hecho nada por ti, te he dejado sola, en el
último instante.
Se estrujó la
cabeza y sin poderse contenerse, se puso a llorar, ¡Dios!, ¡Dios!, y se
derrumbó, poniéndose de rodillas sobre el suelo, luego, inclinó el cuerpo hacía
adelante, hasta tocar el suelo con la frente; que inmerecida suerte la mía, que
in nombrado dolor; y así, recogido como estaba, gritó; sentía algo dentro
del pecho, en algún lugar, el caso es que le dolía, le dolía tanto; ¡Dios
ábreme la puerta! ; ¡Qué me abras te digo! y golpeaba con sus puños sobre el
suelo, y contra la pared que se hallaba cercana.
Diego lloraba
y ya no lo hacía por él; ¡mí hermanita!, ¿Qué habrá pasado contigo? ¡Dios!,
¡ábreme las puertas!; ¡qué me abras te digo!, ya te lo advertí, sí no lo haces,
me tomaré por asalto tú casa. Aquí, se incorporó un poco, tenía los ojos
enrojecidos y se recostó a la pared, cambiando de posición, sí, ya lo sé, sé
qué eres muy poderoso.
Y lloró, y aun
lloró más, hasta que sus lágrimas, chorrearon su camisa, su pantalón y casi
llegaron hasta el suelo y su pecho se fue expandiendo, en pequeños suspiros,
suspiros, que al final, lo cubrían y hasta lo arropaban.
Se acurrucó
con las manos entre las rodillas y se fue adormeciendo. Sí, no cabe la menor
duda, diría Diego, después; hay que evacuar, de dentro de nuestro cuerpo, toda
la materia física. Bueno, al menos, una parte de ella; se nos hace
necesario transmutarla, perder peso, sólo así, es posible que el alma entre en
un estado de levedad.
Es posible
liberarse también, de un mundo que vive cargado y recargado de imágenes, ¡pero
claro! habría que hacer una diferencia, entre esas imágenes que tienen que ver
con el verdadero discernir. ¿Cuáles?
¿Se tratara de
todas esas imágenes, qué la sociedad en qué vivimos, quiere hacer qué se nos
entren hasta por los poros de la nariz?
Pensaría
Diego; tiempo después, mientras se afeitaba la barba; sin duda, tendré que
hacer, que me remienden el trasero, se encontraba ahora de pié, con una toalla
limpia colgada al cuello, y con otra, que lo envolvía de la cintura hacía
abajo, y con los píes sin las arrastraderas. Se sentía ahora, más reconfortado,
volteó la otra mejilla y se rasuró del otro lado.
Prosiguió
ensimismado; sin duda, las gentes, que sólo ven películas de violencia y se
obsesionan por ellas, son personas que tienen una mente muy primaria, muy
pobre, ¿es ese un patrón mental generalizado? No lo sé. ¡Hum! es extraño,
que esté pensando estas cosas; murmuró.
Lilia golpeó
con suavidad; ¿ya estas despierto? Sí, adelante, dijo, mientras sacudía con
delicadeza la máquina de afeitar, sobre la porcelana del lavamanos, ¡buenos
días amor! susurró melosa y se le acercó, apretándole la espalda, él se sonrió
y le preguntó, ¿dormiste bien? Y se volteó quedando pegadito a ella, entonces
la abarco por la cintura, besándola en los labios, tan sólo tuvo que inclinarse
un codo, y al parecer ambos disfrutaron ese beso al máximo.
Te extrañé
tanto, dijo ella; yo también pero, sí, lo sé, has estado muy preocupado, repuso
Lilia y de inmediato cambio con rapidez el tema; mira, son casi las once
¿quieres qué te prepare el desayuno? ¿Tan tarde y en serio quieres
hacerlo?, claro qué sí, vístete y te vienes para el comedor.
Rafaela estaba
muy callada y cuando Diego, salió en
busca del desayuno, ya vestido con ropa de calle, apagó el televisor y se fue
hacía la cocina, pero él, antes de sentarse le preguntó, ¿mamá ha llamado
alguien? Está se hizo la de la oreja sorda y llamó, ¡Mery! ¡Mery!, ven que te
necesito; ¿qué se habrá hecho esta muchacha?
Diego se la
quedó mirando y dijo en voz alta ¿qué le pasa? y se encogió de hombros; ¡ven
vamos! desayuna, antes de que se enfrié; ¡sí claro! ¿Y tú ya te desayunaste?;
sí, pero te acompaño en la mesa; una vez se hubieron sentado, esté
dijo, ¡hum!, ¡rico!, ¡Qué delicia!, lo sé, respondió Lilia sin
ninguna modestia, me alegro que te guste, lo preparé pensando sólo en ti y
se sonrió; pero a la vez una leve sombra se aposentó sobre su mirada.
¡Vamos!, prueba un poco, tú también; vamos Lilia; insistió esté; ¡no!, no
quiero; esté poquito y ya; bueno, un poco, ¡eso es!
Se sintió
satisfecho Diego, lo que acababa de comer más parecía un almuerzo y estaba
bastante reforzado. ¡Menos mal!, con esto, podré pasar todo el día sin comer
más.
Lilia quiso
levantar los platos, pero Diego dijo, ¡no deja! yo lo haré, y se quedó
mirándola, como si la viera, por primera vez y con sorpresa, le preguntó ¿vas a
salir?, ¿yo, por qué? Bueno no sé, es que estas muy linda y además, pareces
vestida con ropa de calle y de un modo sobrio; está se rió y él, impaciente
volvió a decir ¿cómo así, qué no lo sabes?; bueno eso depende de ti; ¿sucede
algo?
Desde la
cocina, Rafaela escuchó y salió, es mejor que se lo digamos ya; Lilia asintió,
¡está bien!, ¿decirme qué? fue entonces, cuando algunos recuerdos, de la noche
anterior le llegaron en breves instancias.
Después de
quedarse dormido, la vio, a ella, a Amanda; se que conversamos mucho, aunque
tengo la sensación de que esto no ocurrió anoche, sino hace muchas noches
atrás, se que, cuando anegado en llanto me doblé en el piso, me quedé profundo,
al menos, es lo que creo, y me contó muchas cosas y me mostró, el lugar a donde
iba y hasta me hizo sentir un gran alivió; una tranquilidad inusual se apoderó
de mí, puso sus manos sobre mí cabeza y se despidió.
Anonadado lo
recordó todo y mientras esto sucedía, sus ojos estaban fijos en algún sitio;
Lilia lo miraba, luego retornó sus ojos hacía ella y dijo ¿Cómo fue? Las
mujeres se cruzaron una mirada un poco asombradas, hasta que Rafaela dijo; no
te podemos decir como fue, pero lo que si podemos decir, es que un general del
ejército declaró por las noticias que… Aquí Rafaela guardó silencio; ¿pero
qué?, ¿qué mamá?
Bueno, repuso
Lilia, el tal coronel, general ese; dijo que estaba encargado de dirigir la operación, para
atrapar a unos bandidos y que en la redada, fueron capturadas varias personas,
hizo una pausa, dijo que en su mayoría todas participaban de una orgía, y
mientras que a su vez, se consumía toda clase de droga; ¡al grano con
esto! Dijo Diego, impaciente.
Rafaela
continuó, una mujer, que tiene todas las características de ella, resultó
muerta, al parecer estaba drogada y por cuestiones de celos o no sé, otra la
asesinó a quemarropa.
Boquiabierto
se quedó esté; ¡no! , ¡No!, esto no puede ser cierto; pero Lilia, continuó;
esta mujer, declaró, lo hice, porque ella, estaba muy drogada y se volvió como loca
y me atacó, casi me mata, fue en defensa propia.
No, esto no
pudo ser así, aquí alguien ha inventado una gran mentira; ¡puede ser!,
respondió Rafaela, ¡puede ser! ; No mamá, estoy por completo seguro, porque la
conozco y sé porque lo sé, que ella, no era así; sí hijo, ¿pero y las
noticias?; ¿acaso no sabes, qué por todos los días de los días, en qué crió
Dios los cielos y la tierra, los seres humanos se han emponzoñado con la
maldad? ¿Y lo qué algunos de ellos hacen, no es otra cosa, que tapar la verdad?
mientras que otros, se han debatido en si, creer o no creer; la razón a
menudo, niega aquello que es tan evidente, no lo acepta, porque es más fácil
mirar, lo que se tiene delante de los ojos.
Diego, se
quedó callado por unos segundos y pensó; pero si estoy hablando como ella, sin
embargo, volvió a aludir en voz alta, estas lo miraban, sin atreverse a decir
nada; y el mundo entero se alimenta de eso, se reduce a eso, a nada más; pero
existen cosas, muchas, que aunque la razón, no las acepte, están hay. Por lo
tanto, yo digo que el mal existe y saca partido de nuestra ingenuidad; como por
ejemplo invertir y tergiversar la verdad, enredando las cosas, hasta el punto
de manipular la existencia humana.
Al decir esto,
lo hizo, sin aspavientos, sin brusquedad, Rafaela no respondió, se fue para la
cocina y se puso a llorar a moco tendido, pobre cito mí hijo; las cosas que el
dolor, le hace decir.
¿Le sucede
algo doña Rafaela? sí Mery, es que mí hijo se ha vuelto loco, con la noticia
esa; la de esta muchacha Amanda, yo también la vi por la televisión, ¡que
pesar!, y no parecía; ¡calle la boca! , que no la oiga él.
De otro lado
Lilia, le preguntó ¿qué hace la diferencia querido? La diferencia, eso se hace
investigando; ella se acercó hacia él, y acarició sus cabellos; ¡ay
Lilia!, ella era, como mí hermana, dijo sollozando.
Ya regreso;
dijo Lilia, y se dirigió hacía la cocina, para buscar a Rafaela, tranquilízate,
¡no te lo tomes tan a pecho!, Creo que es la mejor manera, de asumir un dolor y
pensándolo bien, quizás, lo que dice tiene sentido.
Preferiría
verlo llorar como una magdalena; creo que ya lo ha hecho, y no sé porque, pero
presiento que ya lo sabía; ¿lo de la muerte de Amanda?; sí.
Diego cogió el
teléfono y llamó a Sara Lucía, pero no la encontró, hasta dejó, que esté
repicara una y otra vez; cuando Lilia regresó, le dijo; me voy; no espera, voy
contigo, ¿bueno, si tú quieres Diego?, ¡no!, no lo hagas, no es necesario;
¡hijo! deja que lo haga; además, ¡como podrás ver! , Ya esta arreglada, ¿no es
cierto Lilia? Sí.
No lo digo por
eso; sino porque me preocupas tú mamá, ¡hay hijo!, yo siempre me las he
arreglado sola, además, Mery está aquí; ¡no pues por mí! , encantado de
que vayas conmigo Lilia, ¡ay! Pensé que no lo dirías; ¡está bien!,
entonces vamos. Cuando iban saliendo, Lilia dijo, ¡espera un momento!, olvidé
mí cartera; momento que aprovechó para ir al baño y retocarse el maquillaje,
impaciente él, miraba el reloj.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA
1-2010-26128 Colombia
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