CAPITULO XXXVII
MAURO
Las vestiduras del día,
avanzaron hacía una neblina gris y opaca y así, hasta el cuarto en donde Amanda
y las otras mujeres se encontraban; la noche había pasado sobre ellas, que
impotentes e impedidas la habían sentido cernirse dentro de sus vidas; Amanda
apenas si había podido descansar, tan pronto se quedaba adormecida y al
instante se despertaba sobresaltada.
Acompañado de dos
mujeres, de Irlanda y de otra, Mauro había llegado, traían bebidas de té y
café; el hombre se quedó en la puerta, de pié, mientras las mujeres entraron,
les traemos viandas, para que desayunen; les dijeron con una mueca de
amabilidad, que apenas si entibiaba sus caras, en la levedad de esa mañana.
Con un gesto endurecido,
el hombre se dirigió a las mujeres, veo que han podido sobrevivir y estoy
enterado de lo que han querido hacer; pero les aconsejo que no intenten nada,
ya que si lo hacen, les haré cortar la cabeza ahora mismo y para mí, eso,
¡créanme¡, seria un gran placer; entonces deslizó su mano junto con su codo, de
la garganta, hacía abajo, luego con sus dedos, corto de lado a lado el aire,
trazando con su mano, una línea imaginaria ,en señal del acto que ejecutaría.
Irlanda colocó la bandeja
y a su vez les expresó, les aconsejó que consuman y que beban el té o el café,
pues el día va a ser largo; ¡así es!, continuó Mauro y durante el trascurso de
esté, es factible que tengan alguna revelacion, hasta es posible que el mayor
en mando, venga a verlas y ahora que si se portan bien, pues a lo mejor, salen
bien libradas, la otra mujer intervino y cuando se dirijan, al señor que tienen
enfrente, háganle reverencias, ya que ustedes no saben quién es y pónganse
estas túnicas que les trajimos; son blancas y tienen además ropa limpia y nueva
para que se cambien. Mauro sonrío enigmático; como pueden ver, todo eso, está
sin desempacar.
¿Pero de qué se trata todo esto? Arguyó
Isadora, ya lo sabrá a su debido tiempo; dijo él, en tono medio meloso y medio
burlón; mire, lo que a nosotros nos interesa es salir ahora mismo de aquí; pues
eso, no va a ser posible, hasta que el mayor lo decida; es ilegal, tener a las
personas retenidas en contra de su voluntad.
Él las miró con una mueca
de insensibilidad y una línea de expresión se formó entre sus labios y su
estrecha boca; pero nada les respondió y se apresuró a dar media vuelta;
entonces Amanda, que lo había estado mirando con fijeza, le dijo; ¡no se vaya!,
¡no huya cobarde!, ¿no le parece qué ella tiene razón? ¿Y qué no es justo qué nos tengan acá? Y tal
como se agitan, las ramas de los árboles, expuestas al viento más feroz, el
cuerpo de mediana estatura y de grueso tronco se agitó, y casi colérico volteó
y le dijo; ¿justo? Usted mejor que nadie, sabe que lo justo es un concepto
vacío y sin forma, que puede ser movido y cambiado, según el vaivén de las
circunstancias.
No, lo que único que sé,
es qué lo qué dice, es totalmente inadmisible, lo que dice es válido, tan sólo
para una mente y una voluntad arbitraria como la suya , ¡vaya!, veo que a usted
le encanta objetar, pero las palabras no tienen en esté momento ningún poder
sobre mí; es posible que sea así, bajo estas circunstancias; sí, dijo él,
¿además, se le olvida con quién está tratando?; tal vez, usted no me reconozca,
pero veo en usted una antiquísima rival.
Esta se mordió los labios
y guardó silencio y ya no nombró nada; sin embargo Isadora, repuso; no tienen
ningún derecho a retenernos aquí, así como así; despectivo, Mauro la miró,
¡miren!, ya se los dije lo justo es algo que se puede manejar, según los
intereses de cada quien y así lo hacen ustedes, la humanidad, vuestros
gobiernos y hasta en sus vidas particulares, no son más que un conjunto velado
de formas egocéntricas y obtusas.
Boquiabierta se quedó
Isadora, ni, en su más remota imaginación, había llegado a pensar que un tipejo
como esté, se expresara de tal forma; el hombre continuó; ¡ay! , pero que
felices nos hacen a nosotros, cuando demudados y engolosinados, nos alimentamos
de vuestro odio y lamemos gustosos, vuestras formas humanas y nos engordamos y
festejamos, con el vino de vuestra sangre.
Con seguridad usted, es
un hombre loco; repuso Isadora; no, con seguridad no es un hombre loco, es un
demonio, que ha querido siempre, robar la forma humana y alimentarse de ella;
reiteró Amanda, en un tono de voz extraño y subterráneo; entonces Mauro, casi
inflado como un sapo, se dio la espalda y se alejó; pero Amanda le habló duro,
de modo que pudiera escucharla; ¡se quien eres!
¡Y sé que ese cuerpo lo deberás
dejar!, ya que no te pertenece.
La puerta había quedado abierta y al momento unos
hombres comenzaron a hacer su ronda y las mujeres seguían a Mauro con
veneración. BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
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