CAPITULO XLVIII (48)
EL CAPITÁN
Con la cara insípida por
el trasnocho y los ojos sombreados, en la parte que desciende de estos, hacía
las mejillas, el buen capitán, se sostenía la sien derecha, con uno de sus
brazos, el codo recogido, sostenido, apoyado sobre el escritorio, hablaba en un
tono cansado, pero nada aperezado.
¿Cómo le digo?, he tenido
que rendir les declaraciones, a mis superiores una y otra vez, algunos de mis
hombres, me apoyan en la veracidad de los hechos; pero esté general, tiene más
poder que yo, y además, no sé, como logró que algunos de ellos lo apoyen y
según lo qué usted me comenta capitán; uno, no se explica, ¿como hizo para
convencer a los medios?, no, y a mucha gente más, incluso a mis superiores, que
sabían a la perfección que yo había sido el encargado de dicha operación, de
hecho por eso estoy aquí ,dándole
cuentas a usted señora Sara Lucía.
Pero eso, si le digo, la respetada dama, de la cual hemos
estado hablando y la que dice usted, conocer muy bien; no era, ninguna drogadicta,
tenemos el testimonio de las otras dos mujeres, que también estaban
secuestradas; esta muchacha Isadora y doña Marta; Sí, así es.
El hombre, bebió agua del
vaso que estaba sobre el escritorio, sintió como entraba por su lengua y se
deslizaba, abajo por su garganta, experimentó un alivió y continuó. Por
supuesto, una investigación, detallada de todo esté asunto, daría al trastee,
con la versión de ese hombre, claro, que contra esté, no tenemos pruebas; al
menos no todavía. Pero las tendremos se lo aseguro.
¿Y según lo qué usted, me
ha contando?, si le añadimos a esto, el
testimonio de los otros testigos; sí, ese tal Sergio y de Rosalía, ellos están
dispuestos a colaborar; pero eso lleva su tiempo. El capitán, se puso de pié y
preguntó, ¿la señora fuma? Sí capitán, yo le recibo uno, ¡por favor! ; El
hombre tomó una cajetilla de cigarrillos que tenía acomodada, junto a la
estantería de libros; eran libros, sobre cuestiones judiciales y una que otra
novela.
Le aseguro que algún día,
la verdad saldrá a la luz; dijo, mientras le encendía el cigarrillo a su
interlocutora y a su vez, prendía el suyo, sosteniendo el cigarro, dentro de
sus labios, continuó; aún para mí, este tema, es muy difícil.
Sara Lucía, soltó una
larga bocanada, hacía un lado ¿y la señora, la qué se encontraba, en la
camilla? Bueno sí, esa, es doña Leticia, esa
señora está muy delicada, el medico dice, que recibió un impacto
emocional muy fuerte y que tardara un poco, en recuperarse; ¿según tengo
tendido, ella es la señora de un pastor, un tal Adrián?; sí, al parecer a él,
también lo tenían secuestrado.
Y no será qué ese
hombre, ¿puede dar alguna declaración de
los hechos?, bueno yo, hablé con él y me dice, que lo vio todo; incluso, lo del
tal, general ese, y hasta me dijo, que
estaba muy impresionado de ver como esa
muchacha Amanda, le había salvado la vida; pero asegura, que no quiere
comprometerse con nada, me dijo que en caso tal, de que lo presionara, para dar
una declaración, se iba a defender, diciendo, que había bastante humo y
muy denso; de modo que tan sólo, pudo
escuchar los impactos del revolver.
¡A, caramba!, pero
tenemos en cambio, el testimonio de todos los demás y el de esa joven, ¿cómo es
qué se llama?; sí, mire, aquí está anotado, Isadora, ella dice, que durante la
ceremonia, se quedó adormecida, pero que todo lo demás, lo recuerda con
precisión, lo del general ese, como cambió todo a favor de ese Ronzales
y está dispuesta, a contar todo lo que
sabe; ¡a bueno!, por ese lado, al menos
tenemos algo.
Sara Lucía, volvió a
releer el nombre, Isadora, Isadora Duncan; mire, le voy a dar el número, para
que se comunique con ella, ¿sí quiere?; ¡sí claro!, desde luego que sí capitán. Usted se ve, que es una
mujer, inteligente y pues, bueno, me cae bien, mire, aquí lo tiene; gracias
capitán; dijo, guardándolo en el
celular; me interesa mucho, ya que Amanda, fue una gran amiga y quiero saberlo
todo.
El capitán, lanzó con
fastidio, la colilla de cigarrillo dentro de la canastilla de basura, que tenía
al lado de su escritorio; no, sin antes, haberla apagado, presionándola contra
el cenicero, que consistía en una ponchera de aluminio, más bien pequeña; he
fumado tanto, para mantenerme despierto, que ya me siento saturado; comprendo,
dijo ella, apagando, con delicadeza el suyo sobre el cenicero de cristal, ya
que el otro, era personal, lo usaba tan sólo el capitán.
¿Se le nota que está
agotado, porque no se va a descansar?; eso haré, mí turno, terminó hace rato,
si me he quedado, es tan sólo, porque quiero, atender, a los familiares, de la
dama en cuestión; su mamá, llamó diciendo, que ya, venia para acá; pero hasta
ahora nadie se ha presentado, salvó usted.
Ella se sonrió; ha sido
muy gentil capitán, y se recogió un poco el cabello, pese a sus ojeras, el
hombre era apuesto. En esos momentos, un agente se presentó, diciendo; capitán
estas personas, desean hablar con usted, Verónica seguida de Natalia,
aparecieron en el fondo, casi a la entrada. Verónica se adelantó erguida, pero
no altanera, ¿de modo qué usted, es ese tal general, qué asegura qué mí hija
era, una drogadicta?
¡Mamá por favor! Si ellos lo dicen, es porque es así;
¡cállate! , no me ayudas, para nada con eso; si viniste a acompañarme, ten la
cordura de dejarme hablar ; el capitán, se colocó de pié y se dirigió hacía ellas;
que bueno, que vino señora, la estaba esperando; al ver, el rostro amable, del
capitán, Verónica, bajo la guardia; ¿así qué es usted la mamá?; Natalia
profirió, debe disculparla, está muy alterada por lo sucedido; ¿disculparla
dice?; no, al contrario, tiene más, que
razones de sobra, para estar así.
Natalia frunció el
entrecejo, al decir esto, el hombre alargó, con generosidad la mano; mucho
gusto señora; soy el capitán, Néstor Elías, ¿capitán? agregó sorprendida;
mientras alargaba su mano, lo hizo con agrado, porque sintió el afectó y la
calidez de esté hombre; ella, es mí hija Natalia, mucho gusto, encantada.
Tomen asiento; dijo,
acercando sendas sillas, Verónica se sentó, junto a Sara Lucía, que estaba a
punto de retirarse, pero no lo hizo, porque quería, conocer a la mamá de
Amanda, no obstante, hizo un movimiento de levantarse; pero el capitán con
prontitud le dijo, no se vaya, señora Sara Lucía; quiero que sea un apoyo para
estas damas.
Ambas la voltearon a
mirar; y ella se sonrojó un poco, pero sonrió con serenidad; sí, dijo, soy
amiga de su hija y también me encuentro aquí, porque no creí, ni media palabra
de lo que dijo ese hombre ; que entre otras cosas según me acaba de contar el
capitán, ese tipo no es ningún general, apenas si es un militar venido a menos ;
Verónica, la miró conmovida; al fin, alguien, con quien compartir esté dolor de
madre, que sentía y le sonrío con simpatía; en cambio Natalia, la miró con
resquemor y como lo percibiera, dijo; no teman ,no es, lo que ustedes piensan,
tan sólo, soy su mejor testimonio de veracidad; y yo de su valentía agregó el
capitán, Verónica, apoyo su mano en la de Sara Lucía con gratitud y si así lo
fuera hija, y si así lo fuera; pero Natalia, apartó su mirada y la colocó sobre
la cara del capitán, como por disimular, apurándolo a hablar, esté abrió la
boca, para decir algo, pero en ese instante, hizo su aparición Diego acompañado
de Lilia, se lo notaba un poco ansioso; al verlos, Sara Lucía, se puso de pié y
corrió a recibirlos.
La alegría se dibujó en
el rostro de Diego, por esté encuentro y
se abrazaron, bajo la mirada de todos; incluso el capitán, que se quedó con un
hilo de aire, silabeando, entre sus labios.
Lilia se quedó detrás, ya
que esté, había avanzado unos pasos, para alcanzar a Sara Lucía y entonces, los
ojos de ambas, se encontraron, en una milésima de tiempo, en que un algo, se
entrevé. Al instante, Sara Lucía se apartó de Diego, dirigiéndose a Lilia,
saludándola con efusión ¿usted debe de ser Lilia?; Diego, me ha hablado mucho
de usted y le aseguro que es mucho más guapa en persona; Lilia se sonrojó un
poco, pero con simpatía, se sonrió y dijo, ¿es usted Sara Lucía?, sí; que bueno
conocerla y saber que Diego, encuentra en usted ,una cercanía con Amanda , pero
vamos, escuchemos la verdad de los labios, del capitán Néstor Elías.
Verónica, aunque no
conocía a los recién llegados, se sintió bien, ya que al menos, se veía que su
hija, tenía gentes, personas de bien; amigos que la querían, con orgullo miró a
Natalia, está también parecía sorprendida.
El capitán llamó a un
agente y esté llevó de mala gana, más sillas para los visitantes; después de
las respectivas presentaciones, el capitán dijo; bueno, veo que todos están,
aquí por lo mismo; sí, respondieron y
además queremos saber, ¿en dónde tienen el cuerpo de nuestra amiga?
De reojo, Natalia miró a
Diego y pensó; ¡vaya! , no creí, que Amanda, tuviera un amigo, tan bien
parecido y además, tantas personas, que se ocuparan de ella; ¡con tal de que no
sea un marica!, señoras; dijo el capitán, acercando, una pequeña grabadora, al
centro del escritorio, ¿es necesario esto capitán?, preguntó Diego; quiero
grabar, lo que digo; ya que, es necesario que de cuentas, por escrito a mis
superiores.
Anoche, como a eso de las
diez de la noche, fui puesto a cargo de una operación, para rescatar a varias
personas, que se encontraban secuestradas. Esta operación, se pudo realizar,
gracias a la insistencia de una joven cita, de nombre Leidy y que llevaba varios días viniendo, a
denunciar, la extraña desaparición de su madre y los mensajes que esta le había
dejado por Internet. Ella aseguró que su mamá, una señora de nombre Marta Pérez
y otras dos más; fueron tomadas prisioneras, por una secta satánica, cuyo líder
se hacía llamar Adrián, el pastor Adrián.
Espere un momento,
Capitán ¿qué paso con la joven?, bueno, la verdad es que, a está niña, se le
tomó la declaración, pero no se le dio mucha credibilidad, dijo, apagando la
grabadora, hasta que se conoció, que uno, de nuestros, policías bachilleres,
había sido victima de unos vándalos, que le dieron una golpiza.
¿Y que fue lo qué paso?, indagó Natalia, más,
para hacerse notar, que cualquier otra cosa. No, es que esté, se encontraba
inconsciente, ya que siempre, le dieron duro, casi se muere, el pobre muchacho,
nos relató, que estando de guardia en la ciudad, siguió a unos sospechosos, que
se ocultaron en un hotelucho, parecían
bastante drogados y los escuchó hablando, de unas mujeres secuestradas; dijo
que hablaban de hacerle, sacrificios de sangre a un tal maestro; a un tal
pastor Adrián; hago énfasis, en que esto lo corroboró, confesándolo todo; un
tal Sergio, quien involucró de manera contundente a una tal Irlanda.
Al descubrirlo,
escuchando lo que hablaban, lo golpearon y lo dieron por muerto y lo dejaron
tendido, en medio de la piesucha esa.
¿Qué clase de sujetos,
eran esos?
¿Imagínese usted? Vea, don Diego; la descripción que nos
dieron, es la misma, de la mujer esa, la de la tal Irlanda ¿Irlanda, esa no fue
la mujer, que le disparó a Amanda? Haber, como les digo, sí y no; el capitán,
se levantó y llamó a un agente y esté reapareció, llevando un termo cargado de
café, ¿desean algo de tomar? No así está bien; entonces, se preparó uno bien
cargado y lo bebió despacio, depositando luego la taza, sobre el escritorio.
¿Y quién encontró al
agente? Los dueños del hotelucho ese, de mala muerte, es que a decir verdad,
eso no era ni un hotel; sino una residencia. Ya veo; repuso Diego. Bueno ¿y qué paso con la mujer que le disparó a mí
hija? ¡A!, sí, ya voy señora Verónica; es que si, no es por esté hecho, en
apariencia aislado, no se le toma en serio, la declaración a la joven Leidy.
¿Cómo les parece? Dijo,
Diego asombrado; así es caballero, agregó el capitán, bebiendo más café; yo soy
de la policía, pero es verdad, que se tienen, que seguir ciertos tramites,
antes de llevar a cabo una operación.
A mí, me la asignaron,
dado, que estaba de turno, pero no fui yo, quien le tomó las declaraciones a
esa niña y aunque así, hubiese sido, nada habría podido hacer.
Usted tiene razón
capitán; sí, y es que, a diario llegan denuncias de todo tipo y créame, se hace
lo mejor, que se puede hacer, por lo demás, esté tipo de cosas, resultan en
apariencia inconsistentes.
¿Pero qué paso con mí
hija?, preguntó Verónica, apretando las lágrimas. El capitán se levantó y tomó
otro cigarrillo, no, sin antes ofrecerle de nuevo a Sara Lucía, que por
delicadeza con los demás, lo rechazó; esté, encendió el suyo y dijo, mirándola,
directo a los ojos y sin titubear; la señora Amanda González, fue asesinada por
uno de mis hombres; ¡no! ¿Cómo? ¿Porque? Preguntaron todos, de diferente modo, muy
sorprendidos.
La voz del capitán,
parecía estar, en esos momentos soltando una carga extra de electricidad, que
no quería contener más.
Sara Lucía, que ya lo sabía,
guardó silencio; Natalia dándolo por hecho, afirmó, ¿entonces es cierto? , ella
era una drogadicta, qué atentó contra otra mujer, el capitán, se quedó con la
boca abierta, pero al segundo la cerró y la observó, de cierta forma, que tuvo,
que bajar la mirada; ¡por amor de Dios, ya cállate Natalia!, rezongó Verónica,
con un nudo en la garganta.
El capitán, la volteó a
mirar, con una cara de tristeza, que los conmovió a todos, fue tan intensa, esa
mirada, que de algún modo, todos se compungieron, aún más; Sara Lucía, se
dirigió a Natalia y le dijo; no, no fue así; ella respondió con altanería,
¿pero a usted no le consta?; pero a mí, sí, arguyó el capitán y con un gesto de
profunda molestia, tomó el cenicero y lo colocó, sobre la canastilla de los
papeles.
Se enderezó y vio los
ojos de Verónica, que llenos de lágrimas, miraban a Natalia; se dispuso a
terminar ya su relato, pero los miró de tal forma a todos, que ya nadie osó
interrumpirlo; volvió a encender la grabadora y contó su experiencia paso a
paso, sin omitir detalle.
Al terminar, Diego dijo;
¿de todo lo acaecido, uno no se explica, como diantres, apareció ese general en escena?, ni yo, aseveró el capitán, dejando
ver ya, su gran cansancio; además ¿porqué le dicen general? No, eso si es una
desinformación total; quiero ver, a ese hombre ahora; dijo Verónica, con el
ceño fruncido; imposible, ni yo sé, siquiera su paradero; afirmó el capitán.
Está vez, Natalia,
pareció estar conmovida y apretó las manos de su madre, con cariño y Lilia, que
hasta ese momento, había estado en completo silencio, dijo; pero a pesar, de la
intromisión de ese ¡genera lucho! y de
haberse consumido, en su totalidad la casa, ¿tengo entendido, qué se
está investigando, con minucia?; sí, así es, aseveró el capitán. Tenemos
expertos buscando pistas y todo eso, se que con el tiempo saldrá a luz la
verdad.
No, pero claro, que
escuché decir, ¿qué la señora, de nombre Leticia, se encuentra muy mal y hasta
es probable, que los médicos, la den por loca?; sí, es verdad; ¿así de
perturbada esta?; sí, así, parece; aunque claro, no es tanto, eso de loca o
de perturbada, sino el impacto, tan
fuerte, que sufrió, ¿dicen qué eso fue terrible?; y así entre todos, se
mezclaron en la conversación.
¿Bueno y a todas esas, no
pues, qué ese tal Adrián, era su líder?, sí, y es que eso, está lo más de raro,
¿Por qué estaba desnudo? Sí, y hasta la
cabeza, se la iban a cortar; ¿no? ¿Cómo
les parece el enredo de ese del tal Adrián?
Por qué, es que eso de ser un líder religioso, a ser un líder satánico ¡tenaz! ¿Y les parece
poco eso de pasar de victimario a victima? Esto es un lio de nunca acabarse; sí, así está el asunto ¡No que cosa!
¿Estos muchachos, los que iban a ayudar a
cortarle la cabeza, cómo qué estaban hipnotizados o algo parecidos? No, pero es
que, a esos, como que, los tenían drogados; ¡que cosa terrible!, ¡por el amor
de Dios! ¿Y no sé, no sé, como mí hija, pudo estar, en ese lugar? ¡Bendito sea
Dios! A no, pues hay si, Verónica, ni yo me lo explico, yo que esa noche estaba
con ella; sí cuéntame un poco más…
El capitán, que escuchaba
el parloteo, los dejó hablar; era natural, después de semejante relato;
¿capitán y el agente Ronzales, ese qué mato a mí hija, qué va a pasar con él?,
no, si es que, no hay pruebas, concluyentes, ¿supongo, qué lo van a dejar en
libertad por ahora?, es verdad, arguyó el capitán, es mí palabra, frente a la
de ese general, pero yo estoy dispuesto a llegar hasta las ultimas
consecuencias.
Se les olvida; dijo
Verónica, ¿qué mí hija, se encuentra en el anfiteatro?; sí, hay que reclamar,
su cuerpo; nosotros la acompañamos, dijeron todos a coro, Sara Lucía y Diego,
afirmaron; Amanda fue, para nosotros, más que una amiga, una hermana
entrañable.
Jamás la olvidaremos;
dijo Diego, con emoción y colocó su brazo, sobre la espalda de Verónica; que
pese a su tremendo dolor, se sintió orgullosa, de que estuviesen apoyándola.
¡Al fin! , tengo personas a mí lado, que me hablan bien de mí hija, pensó;
después de despedirse, del capitán, salieron; atrás iban Lilia y Natalia, está ultima,
con la cabeza, un poco baja, se sentía avergonzada, por su actitud.
Antes de salir Verónica,
dijo al capitán; le agradezco tanto, tanto, que nos haya, aclarado la situación
y denunciado, la injusticia, que se cometió; bueno, sí, es un honor, hablar
bien, de quien se lo merece, si algo, se les ofrece, estoy para servirlas;
muchas gracias, por darnos los teléfonos de estas personas.
Después de que se
retiraron, el capitán Néstor Elías Álzate, tomó el cenicero de cristal, el que
estaba, sobre el escritorio, la vació en la papelera y verificó, que la colilla
quedara bien apagada. Luego se lavó la
cara y las manos, humedeció su cabello y bebió un poco de agua, tomándola de
entre sus manos, salió apagó la luz que estaba encendida, se guardó la
grabadora en uno de los bolsillos y ordenó sus papeles, guardándolos con llave.
Al salir a la calle, vio
a una pareja, preguntar por el caso de Amanda, pensó en atenderlos, pero se
abstuvo, al escucharlos hablar de la siguiente manera; querido, ya sabemos que
tú media hermana, era una drogadicta, además de lo otro; pero igual, como
buenos cristianos que somos; debemos al menos, recoger el cuerpo de ella, para
que tú mamá, no se sienta tan mal.
De buena gana, me
devolvería para Manizales[1], pero ni
modo, tú insistencia, nos ha traído hasta acá, para eso que esa Amanda, tenía
que crearnos, tan mala fama a ultima hora; sí, menos mal, nadie nos conoce por
aquí.
Entonces el capitán, dijo
en voz alta, a uno de los agentes; agente Benítez, recuerde, que el sitio en
donde tienen, el cuerpo de la respetada dama, Amanda González, está situado,
cerca a la vieja carretera, por el sur, como yendo, para Caldas[2].
El agente, que estaba
ensimismado, leyendo unos papeles, se encogió de hombros; ya que no, alcanzó a
dilucidar lo dicho.
¿Oíste eso?, dijo ella,
codeándolo y esté se preguntó en voz
alta ¿El anfiteatro queda tan lejos, seria qué ya lo trasladaron? ¡Hay mijo!,
si no sabe usted, yo menos, que no conozco nada, de por acá; el agente fastidiado,
repuso; si eso les dijo mí capitán, de seguro, así es.
Y continuó, en su oficio,
de deletrear unos papeles, que tenía, sobre la mesa de trabajo; la mujer se
devolvió de improviso; ¿señor, oiga señor?; pero ya el capitán iba lejos.
Bueno, vamos querido, que
ya estoy harta, de esté ir y venir; bueno vamos, total, cualquiera nos dice,
por esos lados, donde queda el anfiteatro.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
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