Rafaela y Verónica, se
quedaron conversando hasta muy entrada la noche; al fin, la mamá de Diego,
compartió su habitación con Verónica y aunque está ultima, siempre fue muy
reacia a dormir, en una cama que no fuera la suya, terminó cediendo, a los
encantos de Rafaela, de esa casa, y al fin, se durmió como un bebé. Por primera
vez, en su vida, desde que había
enviudado, había podido dormir hasta casi, la una de la tarde y del mismo modo,
Rafaela durmió hasta las once.
Lilia y Mery, se
encargaron, de hacer todos los oficios; que bonito, estaba don Diego, esta
mañana, cuando salió para la universidad; sí. Así es Mery, él, es un hombre muy bello; sí, y
tan querido, se va y lleva la niña a la escuela; así debe de ser, para eso, es
su hermano ¿no?
¡Hum! , esta sopa, esta
quedando deliciosa; pruébela Mery, para ver, si esta buena de sal; sí, apenas
es doña Lilia; bueno, échele, otra pizca de condimento; ¡esta bien! pero es
que, hay hermanos que no hacen nada, de nada; eso también, es cierto Mery.
¡Hay es qué este hombre!
si se ve, en los ojos de Evita y de doña Rafaela; sí, es muy amoroso y a
propósito, su hijo, hace rato que salió, a jugar nintendo; Maquinitas y esas cosas ¿quiere qué vaya por él?; no Mery,
todavía no, dejémoslo que juegue otro ratito con su amigo.
Como diga, pásame el
aceite; sí señora; no, ese no, el otro, el de oliva; vació Lilia, una breve
cantidad en la ensalada y la revolvió; Mery, se la quedó mirando; hay señora,
yo, a usted, la admiro tanto;¿sí, y eso porqué?; bueno, es que usted, es tan
elegante, tan fina, a viajado tanto y siempre que una la ve; esta tan bien,
puestecita y se le ve, como tan feliz; bueno eso es, porque, estoy enamorada;
pero no siempre, fue así , antes, era diferente, yo era una muchacha como tú ;
¿Cómo yo?, sí, tú eres muy bella; el glamour y todo lo demás, se aprende; a Mery,
le brillaron los ojos .
¡Hay qué rico poder ser
como usted!, ¿cómo yo?, no Mery, sé tú misma; ¡hay no! es que una, la mira y
siente una envidia, pero no de la mala, sino de la buena; toma, guarda el
aceite y lávame unos raba nitos; sí, bueno, pero hoy, la noto un poco triste o
tal vez preocupada, no sé. Son bobadas Mery, ¡hay no!; porque si es, por don
Diego, ese hombre no tiene más ojos, que para usted, ¡digo!, fuera de su mamá y
de su hermanita.
Lo sé, pero… Tome los
rábanos señora; gracias, verifique, si la sopa, ya hirvió y me la coloca, en
bajo, sí, ya esta hirviendo, más o menos
¿cuánto hace? Ya hace como siete minutos; ¡esta bien!
¿Y qué significa ese
pero? Lilia cubrió la ensalada, con un poco de jugo de limón y ya luego la
tapó, ábreme la nevera, ¡por favor! y lávame estas frutas; sí, sí señora; ese
pero, Mery, significa, que nada, hay más terrible, en la vida de una pareja,
que un fantasma.
¡Hay no!; dijo Mery,
tapándose la boca, ¿yo no lo puedo creer; en esta casa espantan? No, no tontita, significa que hay alguien
más, en medio de los dos; ¿alguien más?, pero si yo nunca le he visto a nadie
más, siempre lo veo, es con usted.
¡Hay Mery!, se trata de
un recuerdo, de un amor que viene del pasado; al decir esto, Lilia palideció un
poquitín; el otro día que estuvo limpiando, la habitación de Diego, tomó un
libro, para quitarle el polvo y se le cayó al suelo; se agachó, para recogerlo
y una hoja escrita a puño y letra de Diego, se había salido y sin poder
evitarlo, la leyó; la fecha era, reciente. Y decía así; Hay Clara Inés, aunque
ha pasado el tiempo, y las cosas son un incesante ir y venir, nada de lo tuyo,
ha muerto.
Permaneces en mí y no tan
sólo, como una imagen perecedera; ni como un objeto, que define mí amor; sino
como una presencia que me fascina, que me encanta y que me sigue por doquiera
que yo voy; también eres, el amor que me persigue en la distancia.
Sin querer a Lilia, se le
salieron las lágrimas al recordar; Mery, abrió su boca pequeña, como un
caramelo, como una fresa a punto… Para decir algo; pero, en ese instante
apareció Rafaela.
Hay muchachas, dormí tan
bueno anoche y que conste, que es la primera vez, que me levanto tan tarde; con
disimulo, Lilia se secó las lágrimas, con el dorso de las manos; pero es que tú
puedes dormir, hasta la hora que quieras; sí lo sé, pero, ya sabes que no me
gusta, bueno, hoy, me siento súper; me encanta, que te sientas liviana y que
hayas podido descansar; dicho esto, salió de la cocina.
Y, se dirigió, hacía el
comedor y preparó la mesa, los platos y demás utensilios y luego, se fue hacía
la sala, pensativa, se sentó en uno de los muebles, por unos segundos, pero
después se paró con resolución y pensó; me iré, volveré a España, hablaré con
Diego y se lo explicaré todo.
Rafaela, salió de la
cocina, bebiendo un poco de café caliente, ese almuerzo, se ve que esta
quedando delicioso; voy a ir a ducharme y ya regreso, para ayudarles a servir;
despreocúpate, que entre Mery y yo, nos encargaremos de todo. Al decir esto,
Lilia suspiró y pensó; tendré que renunciar a esto y regresó, a donde estaba Mery.
Mientras tanto, Verónica
abrió los ojos y al hacerlo, creyó, que estaba en su habitación, un pensamiento
se deslizó dentro suyo y se acordó que de niña, cerraba los ojos y al hacerlo,
veía como unos pequeñísimos cristales, diminutos, pero que parecían burbujitas
hechas de aire y daban un color azuloso; eran muy breves, casi desaparecían, al
contacto de la mirada.
Pero las que veía ahora,
eran diferentes a esas lucecitas de colores brillantes, que se expandían en
días de sol; de repente rió y algo, en algún lugar, se abrió, como alas de
paloma, parecían querer, romper el aire y una súbita alegría, la inundó.
¿Y si me fuera?, lo
deseaba tanto, tanto; sí irme, sería lo mejor, pero entonces, se acordó de
Natalia y se conmovió y un surco se le formó, en la línea de los ojos, los
cerró y al instante, los volvió a abrir llenos de lágrimas, que le formaban
lagunillas; de algún modo, se alejó y trató de pensar en otra cosa.
Recuerdo que cuando
trataba de cogerlas, ya no había nada, tan sólo me quedaban, las manos vacías;
sí, así era, en todo caso, resultaba todo un placer, poder verlas, así fuera por
una fracción de segundos, de verdad que las disfrutaba mucho.
Se hallaba recostada de
lado, con los píes recogidos y las manos entre las rodillas; abrió los ojos y
la habitación le pareció más grande, aunque no menos acogedora; se sobó con
ambas manos las sienes y se recogió el cabello y se acordó; estoy en casa ajena
y no debo abusar, de la buenaza de Rafaela.
Las canas, apenas si se
le comenzaban a ver, la otra noche, parecía más avejentada, pero ahora no; las
camas estaban separadas, por un buen trecho y al levantar la cabeza, vio la
cama de Rafaela, que ya estaba hecha y escuchó la ducha caer.
Miró su reloj, ¡que
vergüenza! la hora que es; pero he notado que estando aquí, estoy más cerca de
ella; en esos momentos, Rafaela salió envuelta en una bata de baño. Buenas
tardes Verónica, ¿espero qué hayas dormido bien? , Verónica, no respondió, la
otra continuó, bueno, la cama es pequeña, pero cómoda.
Y mientras decía esto, se
envolvió el cabello húmedo y ensortijado y más bien corto, en una toalla;
buenas tardes Rafaela; no, no es eso, me sentí súper bien, ¿pero mira la hora
qué es? y apenas, me estoy levantando.
No Verónica, anoche
hablamos mucho y apenas es la hora, yo también recién, estoy despierta y por lo
demás, estas en tú casa, puedes sentirte, con toda confianza; tú y Amanda,
siempre serán bienvenidas, inclinó Verónica, la cabeza y las lágrimas se deslizaron
en silencio; al darse cuenta, de lo que consideraba una imprudencia, Rafaela se
contrajo un poco; ¡hay Verónica!, lo siento.
No te preocupes, yo a
veces, también la siento así, como si estuviera viva, además, si lloro es por
la emoción al escuchar tus palabras. Rafaela, cambio la expresión de su cara, y
dijo, ¿debes tener hambre?, si quieres bañarte, puedes hacerlo aquí mismo.
Mira, toma este toallon
limpio, para que te seques y aquí, en esté closet, tengo ropa limpia y sin
usar. A ti, te debe quedar bien, porque yo, me he engordado un poco; es cierto,
eres más llenita que yo, pero mucho más joven y bonita, tú también eres muy
guapa; anda dúchate, que el almuerzo, esta a punto.
Y mientras Verónica,
entraba al baño; Rafaela dijo en voz alta, tú, eres todavía, una mujer muy
joven y no es sólo por adularte, puedes volver a casarte, sí así, te place.
¿Bromeas? De ninguna
manera y saliendo de la habitación, terminó diciendo, y para lo de tú
cansancio, podemos ir a visitar, al doctor Formalito Ramírez, dicen que es
buenísimo; sí, tal vez lo haga. De modo que, desde ese día tan fecundo para
ambas, transcurrieron semanas, quizás hasta unos cuantos meses.
Y ese, fue el comienzo,
de una amistad, difícil de acabar y entre ese ir y venir, de Verónica, a la
casa de Rafaela; pudo, ¿aunque, nunca, se supo porqué?; recordar ese, corto
tiempo, que paso en la universidad.
Que a uno, se le
despierten las ganas de escribir, después de viejo; eso es algo, que no deja de
confundirme; ¡Ba!, no te preocupes, Diego, como vive escribiendo, cosas tan
raras, yo, ni siquiera le paro bolas a eso; pero esto, no significa que sea tan
ignorante como para no valorarlas, y cambiando de tema, dijo; ¿mira Verónica,
te gusta mí vestido? se refería al vestido de novia.
[1] . Itagüí, municipio del departamento de Antioquia,
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