El
hombre que odia
Escuché decir de un hombre
que solo sabe odiar y cuyo rostro es veneno, es como hiel, como hiel para su hermano menor, el
menor de todos, el que recibe oprobios
de toda clase, por parte de este hombre y cuya envidia le coloca rojo el rostro y algunas veces también se lo pone lívido;
este hombre que jamás ha emitido
una sola palabra de cariño, para su
hermano menor.
De su boca amarga,
solo han salido
desprecios, insultos, calumnias, en fin.
Cada vez que lo ve, su cara, cae hacia
un lado, en un gesto de ira, de repudio. No obstante con los extraños, es condescendiente, amable y educado y hasta podría decirse que
se hace el encantador.
Su hermano menor reflexiona y piensa; hay tanto odio en el mundo, quizá si le pido perdón; este reflexione y cambie.
Así que pensó; buscaré la ocasión y lo haré; pero era tan
difícil, porque este hombre, siempre tenía la rabia apretada en la cara, en
la boca torcida, en el salivazo, en los gestos, en el cuerpo que sacudía como si fuera un caballo, con un manejo de agresividad, en todos sus miembros, en sus huesos, de manera tal que golpeaba, sacudiendo
duro los pies, contra el suelo y daba la vuelta llenó de furia al verlo. Era también un cobarde y vil, poco hombre y por cierto,
tampoco soportaba respirar el mismo aire que este; en cuanto lo veía se
retiraba lo más lejos posible; lleno de
resentimiento que mostraba en la forma
de mirarlo; la ira la mantenía a flor de piel, envidiaba lo que este
se comía, todo, en fin. ¡No soportaba
que este existiera! Siempre estaba
colocando la queja y esto a sus casi
sesenta años. Jamás creció.
Decía, este perro
se come todo lo que hay en la
cocina, todo. Por eso es que yo no ayudo
con nada. Cuando de su hermano se trataba, todo era feo, asqueroso; mejor dicho
este tipo era la pura inquina, reflejada en su cara, que se le hendía hacia un lado.
Además, moría de asco porque su hermanito tenía un perrito
¡Gas! ¡Gas! ¡Gas! Le gritaba, pero esto tan solo era una excusa. Difícil era acercársele; pero un día creyó ver
una ocasión medio propicia; espero a que el hombre llegará de la calle y en cuanto lo vio y sin
acercársele, de lejos, le dijo; mira fulano, si acaso, yo en la vida te he ofendido, te pido perdón; pero el hombre no lo escucho, erguido en su soberbia, le propinó toda clase de insultos y gritando,
muerto de la rabia, sus labios
salivaban. Toda la vida actuó como un desquiciado en contra de su hermano
menor. Siempre lo despreció y le decía ¡Chucha!
¡Chanda! Vea eso no. ¡Nooo! Qué
cosa tan feaaa ¡Gas! ifuenosequetantas; entre otras cosas.
Al ver que no
escucho, el hermano menor, continuó en sus actividades de siempre, se fue, salió a la
calle, hizo sus haberes, regreso a su casa al atardecer y encontrándose
ya en su lugar, preparando la comida de
su animalito, el hombre se le acercó y
le dijo ¿Oíste vos qué era lo que me estabas diciendo ahora? No, que si acaso yo te he ofendido en la vida, que me perdones. No pues, antes yo soy el que le debería pedir perdón a usted. Tranquilo ya está perdonado,
le dijo tocando con rapidez el hombro de su hermano, y alejándose a la vez con rapidez, por temor a cualquier reacción, ya que sabía, que este no soportaba su presencia. El hombre
continuó aprovechando la ocasión; ahora
otra cosa, porque no sale de eso perro y
lo bota a la calle ¿No cómo cree? Este perrito es mi fiel amigo y compañero. No voy a botarlo
¿Entonces para que me pide perdón? ¿Cómo no entiendo? ¡Qué bote esa chanda de
perro! ¡Vea! El día que usted entienda que es el amor, ese día volvemos a hablar.
Entonces con mucha
más rabia y más lleno de odio aún, se
fue; pasaron los días, sobre los días y el hombre sigue tan lleno de odio,
salivando, envidiando, infamando
a su hermano menor.
Y así se quedó con el resentimiento llenando su corazón,
sus venas y sus arterias. ¿Que podría pasar con la actitud de este hombre?
Moraleja: Uno de los pecados
más grandes que pueden existir en
el mundo es el odio.
¿Por qué la
palabra pecado?
Porque va contra la voluntad de Dios; porque se sale, se
aleja, de la esfera perfecta del padre. Es
decir de la esfera perfecta y armoniosa del ser.
¿Pero y cuál es la voluntad de Dios?
El amor, el amor, el
amor. Esa es la voluntad del padre. ABBA. Sin embargo hemos de reconocer en el odio, una de las pasiones del alma y esto por
supuesto, termina por secar los huesos y hasta triturarlos. En fin.
Narraciones Beatriz Elena Morales Estrada @ Colprinth
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