La mamá Género novela Parte 8 La cocina
La mamá
Género novela
Parte 8
La cocina
La cocina era grande; las mujeres se movían de un lado para otro, mi mamá vivía cocinando y atendiendo pedidos; muy ocupada la veía, pero siempre tenía tiempo para mí; había abundancia de comida, leche de vaca recién ordeñada, huevos, pan, queso, verduras, de todo. Y la mamá no se podía olvidar de su niña; así que me sentaba en la cocina, mientras las mujeres grandes laboraban; y las cosas a mi derredor giraban a colores; me preguntaba ¿Qué quiere desayunar la niña? Mimándome, contemplándome y mi preferido era huevo a la cacerola, no, esa mujer cocinaba como una diosa , eso a mí, me sabia como si estuviera comiendo un manjar, me lamia todo, pero ella si me ponía cucharita, me colocaba en un rincón de la cocina y me lo daba o unas veces yo me lo comía solita, me lo colocaba entre las piernitas , que eran rollizas, blanquita, toda gordita, con los ojos negritos y el cabello igual de negro , ella me lo recogía en forma de cole caballo ¿De quién es esa niña tan linda? ¡Que belleza! ¡Ay que tan hermosa! Decían las mujeres y ella orgullosa respondía es mía, es mi niña. Un día me acuerdo bien de eso; ella se subió a un bus, que pasaban por ahí mismo, por el Ortab; con esa niña en brazos. Se le veía, se le sentía la felicidad, y apenas si podía cargarla, pero es que estaba tan gordita, siempre me recuerdo con vestidos blancos, corticos y la pobre se subió al bus y cuando arrancó se aporreó tan duro, para no dejarme caer, me apretó con el brazo derecho por detrás, la mano firme, aferrándome a su cuerpo, para no soltarme, mientras que con él otro, apenas si podía sostenerse de la barra metálica; pero es que esos, que manejan a veces lo hacen de una manera tan despótica. Arrancó a la verraca, sin darle tiempo de nada. Se vio que le dolió tanto, tanto, tanto, que hasta se le salieron las lágrimas, pero no se rindió, iba orgullosa con su niña para el pueblo, esa escena también me quedó grabada. Y mucho tiempo después ella, me contaba, que esa niña era toda gordita, que pesaba mucho y que casi n o podía con ese trozo de niña. En la medida que fui creciendo, nunca recuerdo haber sido cargada o mimada por Oyacat; lo que si se, es que él tenía unos toritos, que eran como personas y los quería mucho, se iban detrás de e l y de mis hermanos, sobre todo, al que más recuerdo es a Oirad; que también le gustaba hacer pesebres, que eran grandotes y había un perrito, que era colimocho, de color verde, era un juguete del pesebre, pero r nunca se me olvida. Y todo eso ocurría cuando tenía apenas un añito. Pero también íbamos de paseo arriba a las montañas, y había un lago grande, eso era tierra fría, pero no me acuerdo de nadie, ni de mis hermanitas, nada. Lo que se de Alefiol, es por lo que a duras penas me contó hace poco, nada más, el caso es que Oirad se tiraba en ese lago a nadar conmigo en las espaldas, yo le agarraba el cuello, dado que me decía agárrese bien; sabía nadar con mucha agilidad; ese fue el hombre más bueno, dulce y respetuoso que he conocido. Algo recuerdo, que Oyacot andaba por ahí cerca, con más personas.
Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright
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