domingo, 4 de febrero de 2018

EVITA


LA LLAMADA CAPITULO XVI



CAPÍTULO XVI

DEL OTRO LADO DE LA LUNA
NOVELA ESCRITA ENTRE LOS AÑOS 2000 Y 2010
CAPÍTULO XVI
LA LLAMADA
Ya con la llegada del día, la efímera alegría que Antonio sintió se había esfumado; un sentimiento ambiguo se había apoderado de él  y es que durante la noche,  había estado soñando algo ¿Pero qué era? sí ,una imagen, quizá la esbozó en un sueño, hizo un esfuerzo por recordar ;sí, me soñé con Libia, soñé que la miraba a los ojos, era ella y no era ella y además sentía algo que me exprimía y exprimía el alma ,hasta dejarme el cuerpo como tan reseco. ¿Por qué sería?
El teléfono sonó; y a la primera timbrada, Antonio se lanzó a agarrarlo con cierta voracidad; debe de ser ella; pensó y brincó de la cama, hasta parecía un caballo, febril y calenturiento; ¡Alo!   ¡Alo!  y al instante su emoción fue apagada, ya que la voz que escuchó del otro lado, era la del pastor Adrián ¿Ha es usted pastor?, ¿Cómo está pastor? No, no pastor, no se enoje; permítame, y, y, y, y, y, o, o, yo lee explico; sí yo, ya le tengo la plata; ¿Qué me dice?
Sí, ya me enteré por doña Marta, ella me comentó que usted le va a hacer muchas más sesiones  ¿Y qué requiere cosas más estrictas? ¡Ay!, no pues, haga lo que usted crea conveniente pastor.
 Después de colgar el teléfono, Antonio se sentía como deprimido, pero no era por lo de Amanda, sino por Libia; Libia, Libia, llenas todo mí pensamiento.
Antonio ven a desayunar; se dejó escuchar la voz de Verónica, éste no respondió, pero subió con la cara amurrada, como si estuviese chupando limón, recibió el plato con arepa, huevos revueltos con arroz y una taza de chocolate y en lugar de sentarse en la cocina, se fue y se sentó en la sala, y al comer hacia un ruido, cada vez que se metía una cucharada en la boca, es ese ruido, que parece quedarse atrapado entre ambos labios, quizá por exceso de saliva, de aire o por exceso de fricción.
Ya luego se lavó la cara, se vistió, se peinó en frente de un espejo, se miró de espaldas, después de lado y luego otra vez de frente y se pasó el peine varias veces por su cabello corto y salió, sin decir nada.
El pastor Adrián, se encontraba en la sede del centro, hallábase reclinado sobre un escritorio y dentro de una oficina, que era más bien pequeña, allí convergían, algunos pastores de otras iglesias, escribía algo acerca de las actividades que realizarían los jóvenes el próximo domingo, y es que como pastor que aparentaba ser; debía de cumplir con ciertas requisitos, esto, si no quería levantar sospechas.
Es necesario que mantenga ocupada ésta gente, ya que nadie, nadie puede sospechar de mí y menos los otros pastores; una mujer de edad indefinida asomó la cabeza para avisarle; oiga pastor, un hombre que está ahí afuera, lo necesita; dice que tiene cita; sí claro, hágalo pasar, la mujer se quedó pensativa por unos segundos ¿Será qué usted me puede regalar unos minutos? Adelanté ¿Qué se le ofrece? Que hombre tan amable pensó; no, es que yo soy nueva aquí, pero lo he escuchado predicar y créame, me gusta el modo como lo hace y es por eso que quiero pedirle un consejo ¿De qué se trata?
No, es que estoy muy preocupada por mí esposo, no quiere escuchar la palabra y cuando le digo que está es la verdadera iglesia se burla de mí ¿Y al menos lee la biblia? Vea, lo que él dice, es que le han pasado cosas lo más de raras, dizque el otro día, se estuvo reuniendo con unas gentes que leían la biblia, o al menos eso era lo que le hacían creer y quesque anomas salía de allá, le pasaban unas cosas lo más de extrañas, que hasta se vio a punto de ser atropellado por un carro varias veces; y quesque esas personas se vestían casi siempre de negro.
¡No friegue! ¿Con qué eso dice? sí y además se volvió muy devotó de la María auxiliadora de los cristianos y no volvió donde esas gentes y hasta dejaron de pasarle esas cosas feas.
Carraspeo el pastor ¿Con qué así es la cosa? El asunto es grave misiá; sí pastor y a mí lo que más me preocupa es que mi marido se vaya a condenar, sí, y es que como nosotros conocemos la verdad y nada más que la verdad.
Pues sí ¿No? dijo Adrián denotando fastidio ¡Ay! otra cosa más; fíjese pastor,  que hasta le prende velas a las imágenes, que dizque pa que le ayuden; yo a cada rato, le digo que eso es pecado y lo que dice es que, él sabe que esa es una imagen, pero que, lo que adora es a Dios. No, es que esos católicos, lo que son, es una partida de santeros.
¿Cómo pastor? No, que la cosa es jodida; Sin embargo, la palabra Dios, María, herían los oídos de Adrián que hacía un esfuerzo por disimular. ¿Entonces pastor, qué debo hacer? Le diré lo que haremos, yo me ofrezco a orar por su esposo ¿le parece? A pues sí, es que las oraciones de una persona tan buena como usted, siempre las va a escuchar el señor ¿y cómo se llama él? Aguarde, yo anoto su nombre aquí en está libreta; esto lo hizo para darle mayor seguridad a la mujer,
Dejó el lapicero con el que estaba escribiendo, junto a la libreta y se puso de pie; llevaba un traje azul ceniza, tirando a negro, debajo del saco, lucía una corbata blanca de cuadritos rojos, el nudo de la corbata parecía bien hecho y ésta, llevaba de arriba hacia abajo una V, de modo que para un buen observador no se le podían ocultar varias V; quizás era la marca de la ropa.
Estese tranquila hermana;  mientras le decía eso, colocó una mano, sobre el hombro de la mujer y camino junto a ella, mientras la sacaba con disimulo, llevándola hacía la puerta pensaba; ¡vieja pendeja! Contarme a mí, que su marido se va a condenar por mí, que se pudra.
Ella, lo miraba con admiración y pensaba; debe de ser algo urgente, lo que ese hombre va a tratar con el pastor, me apresuraré a decirle que entre; la mujer se alejó con rapidez y le dijo a la persona que esperaba; ya puede entrar y tiene suerte de que el pastor Adrián lo atienda, sabe, él es un hombre maravilloso; Antonio miró a la mujer y pensó Vaya, que cara de idiota tiene ésta.
Se dirigió hacia la oficina y vio la puerta abierta, el pastor estaba de pie, en la mitad, hojeando una revista, éste tocó por tres veces la puerta, para hacerse notar; entre, entre Antonio, déjese de vacilaciones y con impaciencia dijo ¿Haber, trajo la plata? Sí, sí pastor, aquí ésta; preste para acá; una vez comprobó que el dinero estaba completo, dijo; son como trescientos cincuenta, sí, está bien, y se los guardó en su billetera.
Muy bien Antonio, así se hace y recuerde, que éste es sólo el principio, me debe de traer más dinero, yo le avisare. A, Antonio esa idea, no le gustaba para nada, pues no le hacía gracia, gastar su dinero en algo, que tuviera que ver con esa mujer, así, fuera para eso.
¿Y cómo cuánto más seria pastor? No lo sé todavía, porque su hermana es muy obcecada y siempre hay que hacerle cositas ¿Bueno, pero al menos cree qué sé arrepentirá de sus pecados y convertirá a nuestra iglesia?  Ya se lo dije, esa mujer es muy testaruda, ya ve, que ni siquiera Darío, logró convencerla.  Con ella, no se puede por las buenas, aquí, lo que hay que hacer es doblegarla, someterla.
Antonio, agachó la cabeza y al hacerlo sus ojos se oscurecieron aún más, y no vio ni siquiera el suelo que pisaba. Esperemos a ver qué pasa Antonio; y ahora le ruego que se marche, ya que tengo cosas que hacer; pero pastor…
Adrián le lanzó una mirada indefinida, ladeada; Antonio ya no le importaba, total, ya tenía lo que quería, lo que durante mucho tiempo había deseado, ese contacto con Amanda para poder hacerle el mal.
Antonio hizo un ademán de irse, era torpe, más no idiota y era imposible no notar el cambio del pastor, su forma seca y repelente, el modo, como lo trataba. Adrián se quedó en suspenso por unos segundos, y pensó ¿Y sí a éste imbécil le diera por hablar?
Entonces avanzó unos pasos hacía él y le puso una mano por sobre la espalda, ¡venga hombre!, ¡venga! , siéntese un rato; no sabe cómo odio a veces mí trabajo, me tengo que ocupar de muchas cosas a la vez y me olvido de lo más importante, el trato con ustedes, que son la sal de esta iglesia.
Hacía un costado del escritorio, se veía un mueble abollonado y Antonio se dirigió hacia allá, aunque no parecía halagado con lo que el pastor le decía. Adrián tomó asiento, en donde mismo había estado, miró su reloj de pulso y cayó en cuenta, que ya era la hora del almuerzo; no pastor, yo no le pienso quitar mucho tiempo, hasta pecado seria, sabiendo que usted, es un gran trabajador, y lo que hace, lo hace para salvar almas.
¡Jun.! En eso tiene razón, se lo dijo riendo con sorna, en ese momento, la señora que había estado hablando con el pastor y cuyo nombre era Celina, se asomó y le dijo, ¿pastor vine a ver qué se le ofrecía?; bueno, es que ya es hora de cerrar y yo me tengo que ir; Adrián se quedó pensativo y preguntó ¿Ya sé fueron todos? Sí, ya se fueron ¿Será qué usted me puede dejar aquí, hasta las dos de la tarde, no le molesta? molestarme no, pero quien sabe, que dirá el pastor encargado; como usted sabe, soy nueva y además la encargada de hacer el aseo.
Lástima, y es que yo, no quería dejar pendiente éste asunto tan urgente que tengo con el hermano; éste abrió la boca para decir algo, pero Adrián, lo detuvo con un gesto, sí, que lastima.  Vamos a hacer una cosa, yo le dejo las llaves y usted se compromete a entregármelas cuando vuelva, pero eso sí, éste local tiene que quedar cerrado.
¿Usted haría, eso por mí? Eso y más pastor, si me fuera posible; Antonio miró, para ver la expresión en la cara del pastor, pero sólo halló sombras; entonces algo paso por su mente; un algo, como los recuerdos tenebrosos de algún antepasado; no sabía a ciencia cierta que era.
Ojala al menos, hubiesen sido figuritas inofensivas, lo que vio reflejado, en la cara de Adrián; a su vez Adrián reparó en los ojos de Antonio y vio su alimento, en sus pupilas vio larvas, gusanos engordando el odio y la maldad.
Sí, había algunas veces, que las gentes podían leer, en los recovecos de las paredes sinuosas, cosas, claro, no era, sino poner un poquito de atención y sin necesidad de lupa, se podía leer hasta en la piel de un gato, de un ratón, o en los ojos de un tigre.
Bueno, pero es que el mundo no es un libro; ni un texto, no sé, lo que sea, hay algo en la cosmovisión de las cosas, en los innumerables ojos del mundo que nos alerta, que nos pone a prueba; pensó Sara Lucía.
Adrián, se regocijó de poder quedarse a solas con Antonio, la mujer, sacó las llaves de su delantal y las puso en las manos de Adrián, alejándose contenta de poder servir a éste hombre. ¿Además, qué podría pasar, si éste era un hombre de juicio y de razón?
Adrián volvió a mirar en las pupilas de Antonio y encontró sombras de sus antepasados, se levantó, abrió la puerta de la oficina de par en par y se dirigió hacia la cocineta de la sede; abrió una de las gavetas y sacó una de las botellas del mejor vino que encontró, la destapó y vacío vino en sendos vasos y llamó; Antonio, ¡venga, venga para acá! Tómese esto; no, yo no tomo pastor, además a mí me hace mucho daño; no que va, esto, apenas si, es un aperitivo, tómeselo para que entre en la honda.
Antonio lo recibió y después de probar, hizo el ademán de ponerlo, sobre la mesa; ¡deguste, deguste!, es más, tómeselo de una; éste abrió y cerró la boca, tenía susto y se lo tomó de un sólo sorbo; mientras así decía, Adrián se quitó el saco y lo puso sobre el respaldo de una silla y mirando a Antonio le preguntó ¿Tanto la odia? Y al mismo tiempo se zafó un poco el nudo de la corbata, se arremangó con cuidado las mangas de la camisa.
Antonio quedó como anonadado, iba a responder, pero sintió una pesadez en la lengua, el ruido de los carros se sintió tronar con fuerza en sus oídos; sin embargo todo pareció volver a la normalidad y escuchó la voz del pastor diciendo; yo también la odio, la odio tanto, un tiempo atrás la quise para mí, pero ahora, sólo me interesa destruirla, es mí enemiga, mi rival y una de mis mayores oponentes.
Entonces, se acercó a Antonio, que parecía temblar, pero, que al fin y al cabo tan sólo era, una oveja con rumbó al matadero. No tema, por ahora no le haré nada, coma y beba, probemos, ¿Qué más, hay por aquí? vamos a ver; pero todavía, no me responde la pregunta; ¿pero cómo cree pastor? Yo soy cristiano y no puedo odiar; la odia; dijo el pastor dándole la espalda, mientras se preparaba unos perros calientes, luego se volvió hacía éste y se le quedó mirando con fijeza; lo veo, en sus ojos, que son azucenas marchitas, lo huelo en su sangre; míreme, míreme, Aaaa; la odia; Ja, Ja, Ja! ; Esto es magnífico. Así, ésta cultivando, gusanos para mí y alimentando mí hambre, de su asqueroso y virulento odio me alimento yo, más y más cada día. Ese, es su cáncer…
Al decir esto, su voz salía ronca y hasta cavernosa.
Antonio lo miró y sólo vio salir del hueco que formaba las líneas de sus ojos moscas, grandes y gordas; ¡míreme, estas moscas también salen de usted! ; Pero entre usted y yo existen algunas diferencias, yo sé quién soy y porque lo hago, usted no sabe quién es y además de todo, sólo es un cobarde, un obtuso y pusilánime.
P,p,p,p,pe,e,e,e,e,ero pastor; no me llame pastor, le dijo en un tono casi exaltado; de nuevo los pitos de los carros retumbaron y raro ,a Antonio hasta le pareció escuchar como gritos de bestias desesperadas y hambrientas; Adrián tomó vino y vacío más en el vaso de Antonio ¿ Y ahora cuénteme, cómo consiguió la plata qué me trajo?
La turbación de Antonio se hizo más notoria; bueno pues…
Relájese hombre ¡Ay! verdad que usted trabaja haciendo aseo en una de las sedes y de vez en cuando, le lava el carro al pastor Marcelo; hombre y me he dado cuenta que a usted no lo tienen vinculado a una Eps  y no le pagan horas extras.
Apure, apure, tómese el otro vino ¿Qué más habrá por aquí de comer? El dueño de éste cuerpo, como que comía, más que los cerdos; aterrado Antonio bebió más vino; eso, así me gusta ¿Hombree y ese dinero qué me trajo, no le costó mucho trabajo conseguirlo? Pero eso a mí no me disgusta ¿Vea sabe qué? por hoy, debemos celebrar nuestro encuentro; usted me recuerda a alguien y ya lo ve, aquí estamos; no, qué asco; son ajos y maní, que fastidió y retiró las manos de la gaveta.
Antonio como que ya se estaba entonando; pero estaba más asustado; Adrián se acercó y le dijo, el modo cómo usted consiguió ese dinero me gusta ¿Qué frío hace no? Dijo Antonio, que ya se estaba empezando a poner arruzudo.
El tono de voz, en Adrián cambio y habló en forma de caricia; vea, cómase éste perro caliente y acompáñelo con más vino ¿Le gustaría qué su hermana fuera cancelada? Antonio mordió un pedazo de pan y casi se atraganta ¿Cancelada, qué es eso pastor? , Adrián se alejó un poco y colocó una sinfonía, un clásico, Antonio pensó, ese puede ser Beethoven, pero en realidad no sé quién es; eso acallara el ruido de los carros, dijo el pastor  y se sentó en un taburete y sin querer Antonio se fijó en los zapatos de Adrián, y pensó, que bonitos, brillantes y tan bien lustrados.
Bueno Antonio, le decía que se deje de lentitudes ¿Le gustaría qué su hermana fuese cancelada? Se lo repitió despacio, deletreando cada palabra, para que éste entendiera mejor; no imposible ¿Cómo puede ser eso? Sí, así de sencillo; claro que en éste caso, sería entregada como una ofrenda o como víctima propiciatoria; es decir como un sacrificio de sangre para contentar al maestro.
Antonio, comenzó a temblar de nuevo y vacío otro vaso de vino y se bebió la mitad; con ironía, Adrián contempló el estupor de Antonio; la música subía y bajaba a pasos agigantados, Adrián se puso de pie y a su vez invitó a Antonio, para que se levantara, haciéndole un gesto; Antonio seguía tan estupefacto, que el pastor soltó una a una, varias carcajadas, macabras y estremecedoras.
Luego limpió todo muy bien, para que no se notara el desorden; salvó unas latas de sardina que dejó afuera del bote de la basura, se enjuagó la boca, se arregló el nudo de la corbata, se bajó las mangas de su camisa, se puso el saco y se acercó a Antonio, le palmoteó las espaldas y de nuevo le mostró los dientes, pero ahora inofensivos y en tono paternal, casi cariñoso, le dijo; piénselo Antonio, piénselo y únase al maestro, únase a nosotros.
Antonio se puso de pie, tambaleándose un poco, se dirigió hacia la puerta, acompañado de Adrián, que lo llevó a un lugar, cerca al cuadradero de los buses, en donde Antonio tomaría el suyo de regreso a su casa.
El pastor se devolvió para la sede; tengo que entregarle las llaves a esa mujer, renegó en voz baja. Tengo que llevarle las llaves a esa perra.  ¡Qué tal!, como si yo no supiese quien es; pero si no le llevo las llaves, es capaz de irse con el chisme, para donde esos pastores; que entre otras cosas, no son más que unos hipócritas, unos buenos para nada, engañadores al igual que yo.
Antonio llegó hasta su casa, abrió con la copia de las llaves que le había pedido a Natalia y supuso que no había nadie más; pero al entrar vio a Amanda, que se hallaba sentada, mirando la televisión. Solo verla y su cara se distorsionó ¡Perra! ¿Está hp, qué hace aquí? y retorciéndose como culebra, entró, evitando tener el menor contacto físico con ésta; ya que temía contaminarse.



BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia