jueves, 26 de marzo de 2015

CAPITULO XXXIX LO IMPREVISTO



CAPITULO XXXIX
LO IMPREVISTO

Se secó las manos en el delantal, qué llevaba puesto y luego se fue a la sala a escuchar las noticias de las doce, Diego pasó y con la mano se despidió y ella pensó, se fue y sin siquiera tomar café ¿y Evita, mí niña querida, no regresara hasta la tarde?, se sentó en un sillón de la sala, no sin antes apagar la televisión y un silencio lacónico la inundó.
Se rascó la cabeza, casi sin darse cuenta, no estaba acostumbrada a sentirse sola y mucho menos, a sentirse así, con ese agobio en el alma y murmuró; ¡Dios mío, cuán solos, estamos en el mundo!
¿Qué haré, qué me pongo a hacer? Ya acabé con todos los destinos; y por un segundo pensó, voy a leer uno de esos libros extraños, que Diego tiene, entonces con premura se dirigió hacía la habitación de este.
Al llegar y ver los libros, le era imposible decidirse por uno en especial; varios estaban apiñados sobre la mesa que hacía de escritorio, Al fin se decidió por uno, que estaba más retraído, es decir, un poco retirado de los demás  y lo abrió en la primera parte y, esto era lo qué decía; ¡hay! del qué, al dormir se entrega y descuida sus tesoros, porque dice ¡he a! , entreguémonos en brazos de Morfeo[1] y embriagué monos en su dulzura y pesadez; ¡pobre!, no sabe cuán oscuro y terrible es Morfeo, porque mientras esté  duerme, ¡ese tal!, podría venir y saquear su casa; su patio y sus cosas, sembrar la muerte y la casa queda a merced de la tempestad. ¡He aquí qué una cosa os digo! ; ¡Velad!, ¡Velad! ¡Velad siempre! y sed sujetos de vuestros sueños. Sed vosotros los que ponéis orden y gobierno en vuestras casas y en vuestras imágenes y todo esto, para que no seáis, el objeto de burla del señor de la noche, y es qué él, juega con vosotros y os puede hacer sus prisioneros.
¿No, pero qué es esto tan raro?; ¡ay! , yo no sé como mí pobre hijo, sobrevive a estas cosas tan extrañas. En definitiva no hay derecho, no señor, no hay derecho; ¡he parece qué no tuvieran más nada que hacer! No, ¡ay!, qué pereza la qué está haciendo; mejor, me voy a echar una siesta.
Salió de la habitación de su hijo; exclamando; ¡estoy muerta de cansancio!, mejor me voy a dormir y se introdujo en su habitación.
El ventanal que daba al patio, estaba abierto y las amplias cortinas de un color rosa pálido, estaban desplegadas hacía los lados, sintió la brisa que se pegó en sus mejillas y sonrío con delicadeza, lo cerró.
A pesar, de ser una persona amigable y abierta, siempre se mantuvo un poco hostil, a qué personas extrañas se introdujeran a su habitación, se sentó a la orilla de su cama; está era una imitación de un modelo viejo, Luis XV  o algo así, pero era de madera fina y se veía bien; suspiro y tomó un portarretratos, en donde, se veía a su esposo abrazando a Diego y a Evita. Lo contempló un ratito y luego lo volvió a colocar en su sitio.
Tan lindos qué se ven mis hijos, Diego estaba jovencito y ver ahora; es todo un hombre, ¿cómo pasa el tiempo, no? y se tocó la cara; ya he envejecido mucho, sin duda; pero bueno, así tiene qué ser, me hubiera gustado qué nunca crecieran, tenerlos así, en esa edad es muy enternecedor. 
Se quitó las pantuflas, también las pinzas qué contenían su cabello y se reclinó sobre las almohadas y se colocó una manta sobre las piernas. Sin embargo la bostezadora ya le había pasado y sin querer, aquella advertencia resonaba sobre su cabeza; ¡velad, velad siempre! ¿Qué querrá decir eso? ¡Hay no!, ¡qué hartera!
Tendré, que buscar en los diccionarios qué Diego tiene guardados; pero no, mejor voy a intentar dormir, esas cosas dejémoselas a los locos, que se ocupan de eso.
Entonces se acomodó, en forma de feto, pero a los dos segundos volvió a sentarse; ¡hay no! , yo no estoy acostumbrada a dormir de día, colocó de nuevo sus píes dentro de sus pantuflas y se dirigió al baño, se desvistió con lentitud, lo hizo en frente del espejo, se miró los senos y exclamó horrorizada, fue como si por primera vez se hubiera visto reflejada.
¡Hay no!, ¡qué cosa más fea! , una para vieja, si, se le cae todo; ya hasta las tetas, las tengo caídas. Ya luego se colocó debajo de la ducha, la abrió y pese a todo, a su propio desengaño, disfrutó del agua tibia que bajaba por su cuerpo envolviéndola, dentro de una atmósfera cariñosa; una vez que salió, se dispuso a secarse con mucho cuidado y se vistió con una bata, una salida de baño; que guardaba como recuerdo de los viejos tiempos, se puso un poco de perfume.
Puso sus píes sobre la cama y se untó, una loción cremosa sobre sus tobillos y sus piernas; dos lágrimas se salieron de sus mejillas, cuanto añoraba que su esposo viviera; tengo que aprovechar el poco tiempo que me queda libre para dedicarme un poco de cariño; pensó; entonces, se sentó al tocador y se maquilló un poco; ¡um, en realidad no me veo tan mal!, todavía aguanto, pensó, estaba usando su lápiz labial, cuando se oyó sonar el timbre del teléfono, de un modo casi automático se levantó y se dirigió a contestarlo.

Bueno, sí; ¡alo!; al escuchar la voz del otro lado, sintió que una lluvia menuditica, comenzó a caer y se estremeció de píes a cabeza; sí, como no; doña Rafaela soy Neo, el parcero de su hijo; a si, pero Diego no se encuentra; sí yo sé, lo qué pasa es quería saludarla; yo pues, muy bien y ¿usted don Nelson? Vea Rafaela, con todo respeto; a pesar de mí habladito yo, ya no soy el parcero de la esquina.
Ella guardó silencio; ¿alo, Rafaela, está todavía allí?; sí, sí don Nelson pero…, ¡hay Rafaela!, dejé esos protocolos, a mí, dígame, Neo ¡por favor¡; todavía me acuerdo, cuando usted y yo fuimos…; sí, pero eso fue antes de conocer a mí marido, bueno, sí, el caso, es qué eso pertenece al pasado; no, es qué yo, no me olvido de nuestras mira ditas, las qué nos dábamos, cuando usted pasaba de la mano con él.
¡Vea Neo! respete, qué usted sabe, qué después de qué me case, yo jamás tuve ojos para otro; sí, lo sé, pero es qué ayer en la tienda, noté, qué yo todavía, le soy de su agrado; ¿Qué, a usted cómo se le ocurre decirme esas cosas? Rafaela no se enoje, lo qué pasa es qué yo, no he podido dejar de pensar en usted, todavía me gusta.
Al escuchar estas palabras, ella se sonrojó y sintió que un calor la abrumaba hasta la más intangible ranura de sus huesos. ¡Qué vergüenza! Pensó, sin embargo sabía que él, la iba a llamar  y fingió haberlo olvidado; además, recuerde, que usted me dijo, que la podía llamar hoy; ¡hay verdad! que tonta soy, lo había olvidado.
En definitiva, Neo le agradaba más de lo que podía pensar; no sé que decirle, yo si le aprobé, lo de la llamada; pero porque pensé, que se trataba de algún asunto sobre Diego; vea Rafaela, no me diga nada, tan sólo, déjeme verla, un momento nada más, ella no le respondió; ¡alo!, ¿está todavía hay?; ¿sí, sí, pero en dónde?, yo no me voy a exponer por hay, para qué mis vecinas, comiencen a hablar lo que no es.
Vea Rafaela, las gentes siempre van a tener un motivo para hablar mal de los demás, pero no les vamos a dar esos motivos, tan sólo voy a su casa, con el pretexto de buscar a Diego; ¿Qué me dice? ¡Ay, no sé! , no sé; tan sólo dígame qué si, no se haga de rogar más. Bueno, sí, esta bien, aquí lo esperó; pero tan sólo un momentito.
Al colgar el auricular ,está todavía sentía el calor en sus mejillas, se cogió la cara con ambas manos y se quedó de pié, indecisa pero contenta, presurosa se cambio de ropa ,se puso un vestido, y luego se lo quitó; mientras pensaba en cual otro ponerse; pero en ese instante sonó el timbre y no le quedó más remedió qué echar mano de una falda, un poco de color verdoso y combinarla con una blusa negra y se colocó las sandalias de tacón, que hacía tiempo ya no usaba.
Con premura abrió la puerta; ¿Neo, tan rápido llega?; sí, me moría de ganas de verla; pero pase, pase; gracias; una vez dentro, ambos no sabían como tratarse, se pusieron nerviosos.
Pero, siéntese; está bien, mientras éste se acomodaba, en uno de los muebles de la sala; ella se apresuró a abrir una de las ventanas, no es conveniente, que todo éste cerrado, mientras está aquí, ¿hay Rafaela por Dios, en qué tiempos vive? mire, es una mujer libre y no tiene que darle cuentas a nadie.
Sin embargo, cuando ella se sentó, se restregó una mano contra la otra; no es fácil hablarle, pero ya sabe que no soy el vago, que era antes, que estudio antropología en la universidad y que usted es el amor de mí juventud; ella no supo que decir; si reír o llorar, pero se contuvo; él se acercó un poco, empujando su trasero hacía adelante y sin necesidad de levantarse, le tomó las manos, ya que ella, se había sentado de frente.
Inclinó un poco la cabeza; Rafaela, usted sabe que antes de casarse, yo todavía la pretendía y la amaba; pero no la culpo por dejarme, ya qué siempre fui muy desjuiciado.
Ella levantó la cabeza y sus ojos se iluminaron; no Neo, lo pasado, pasado está. ¿Tan sólo, dígame, recuerda, aquella vez, qué nos besamos en el parque?; ¿sabe qué?, no, no lo recuerdo; lo negó porque se había perturbado más de la cuenta; ella tosió, intentando disimular.
Entonces Neo, se puso de pié y sin qué ella pudiera reaccionar, la tomó de las manos con suavidad, haciéndola levantar y él la estrechó entre sus brazos y al mismo tiempo la beso con pasión.
Al sentir esos labios, pegados a los suyos, sintió qué iba a desmayarse o ahogarse; pero ninguna de estas cosas sucedió, además, quería suplicar, pidiendo auxilio, pero todo el amor, la pasión que sentía por ese hombre, brotó, como un incendió, que le hacía cosquillas en todo el cuerpo.
Entonces lo apartó ,diciéndole ; ¿cómo se atreve Neo?, ¡respéteme!, no ve, qué yo soy una mujer decente, lo sé, pero es qué yo la amo, no ve, y antes de qué ella replicara, volvió a besarla, con más ardor  y ya ella, no pudo o no quiso evitarlo y lo abrazo y se dejo besar, hasta que, el teléfono replicó, no, no conteste por favor, está bien, ¿pero y qué va a decir Diego y Evita cuándo lo sepan?; yo creo que nada, se darán cuenta, qué es usted una mujer nueva y enamorada; ¿no?. Pero usted es más joven qué yo; ¿bueno y eso qué? la diferencia de edad no importa, cuando se ama de verdad; además la diferencia, no es mucha, qué digamos.
Bueno sí; ¿pero no cree, qué lo más correcto es hablar con Diego?; claro qué sí ¿Pero no cree qué, está usted grande cita, para estarle pidiendo permiso a sus hijos? ; Ella hizo un mohín y un intento de enojarse, e irse;  no, pero no se vaya, mañana mismo, voy a pedirle su mano a Diego; ¿qué? eso ni loca; ¿porqué? ¿Qué va a decir Diego, cuándo lo sepa?; ¡qué vergüenza!
¿Quién las entiende?, ¿prefiere entonces, qué nos veamos a escondidas?; no, pero…; el amor no es ninguna vergüenza Rafaela, no somos unos maleantes; ¿no, pero a mí edad y con estas cosas?; ¡vea! venga para acá; y la abrazó con ternura, usted no es ninguna vieja y para mí, apenas es.
¿Neo, pero está usted seguro de qué me ama, o tan sólo está tratando de burlarse de mí?; Neo, se la quedó mirando y le dijo; bueno reconozco, qué no todo deseo es amor, pero… ¿a, con qué eso es?; váyase, váyase de inmediato; no, es qué aún no he terminado; ¿a no? no, y es qué, no hay amor, sin deseo y al menos para mí es así.
Guardó ella silenció y ya no dijo más; entonces él la beso en la frente, en la boca, en los labios, que se abrieron con fruición.

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia     

[1] MORFEO; se dice que es el dios del sueño.


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