lunes, 28 de septiembre de 2020

Parte 9 De silencios. La Mamá

 

                                    Parte 9     De silencios.  La Mamá 



  La Mamá

 Género novela 

Parte 9

De silencios

Y estaba ahí sola, boca arriba en una especie de tarima metálica; es lo que creo que era; pareciera ser muy temprano, era de  mañana; no se escuchaba nada, ni siquiera el zumbido de una mosca atravesando el aire. No había nadie,  absolutamente nadie a mi alrededor   ¿O talvez si? Allá en la penumbra,  una sombra  y estaba llena de sangre entre las piernitas; era una bebe de un mes quizá; eso sucedió antes del sucederse de las cosas. Yo no esperaba nada, ni a nadie, solo estaba puesta  ahí… ¿Por qué? ¿Por quién?    Jamás lo sabré. Solo estaba puesta allí, talvez,   al igual que ahora, que siempre; antes  solía escuchar  el silbo del silencio, el ruido de la naturaleza, de las cigarras, de las lagartijas cazando…    ¿Y ahora? Ahora  solo escucho el zumbido del aire, tal  como el pito  de una olla a presión  hirviendo a fuego medio;  pero si las historias que me contó  mi madre son el producto de una mente senil, tal como  Alefiol   trata de hacerme entender; para mí,  de igual manera son bienvenidas. Lo que  sí sé,  es que uno no puede arrancar de si,  aquellas vivencias que se han tenido, experimentado  en carne propia. 

Se dio un episodio,  más o menos a los 70  años de edad de mi  madre;  estuvimos yendo a una clínica,  dado que ella tenía problemas de salud,  ya le habían hecho varias radiografías,  no recuerdo bien que tenía, solo sé que había que hacerle muchos exámenes más,  entre ellos una  citología,  y en una de esas , se puso muy mal y estaba empecinada en que no  quería que le hicieran más  de esas cosas;  estaba tan furiosa,  y como las citas eran prioritarias y esa gentes no podían perder el tiempo,  ni hacérselo  perder a otros pacientes,  también necesitados; le rogué que subiéramos , era un tercer piso,  pero a fuerza de  lidia  acepto, y  cuando estaba en el cuarto, arriba con las enfermeras,  la íbamos a bajar de la silla de ruedas,  para montarla en una  camilla ;  me miró  llena de rabia,  de frustración,  porque pensó,  que lo que le estaba haciendo yo,  al hacerla ir a algo que ella no  quería,  era una agresión, una invasión a su privacidad ; entonces me miró  llena de furia y me gritó  delante de esas personas ¿Usted quién es?  Usted no es como las otras, usted no es una hija mía.  ¡Usted es muy distinta a ellas! 

Y así,  en la medida que iba creciendo y  pareciera ser  que el Ortab  se iba alejando. Se iba quedando atrás; mi hermano   Orutra,  menor que todos, pero mayor que yo, me gritaba constantemente; usted es una recogida, a usted la recogieron, usted es una mema de Bonaf.

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES

La mamá Género novela Parte 8 La cocina


                            La mamá   Género novela   Parte 8  La cocina


 

La mamá 

Género novela 

Parte 8

La cocina

La cocina era grande; las mujeres  se movían de un lado para otro, mi  mamá vivía  cocinando y atendiendo  pedidos; muy ocupada la veía, pero siempre tenía tiempo para mí; había abundancia de comida, leche  de vaca recién ordeñada, huevos,  pan,  queso, verduras,  de todo. Y la mamá  no se podía olvidar de su niña; así  que  me sentaba en la cocina,  mientras las mujeres grandes laboraban;  y las cosas a mi derredor giraban a colores;  me preguntaba ¿Qué quiere  desayunar la niña? Mimándome, contemplándome  y  mi preferido era huevo  a la cacerola, no,  esa mujer  cocinaba como una diosa ,  eso  a  mí,  me sabia como si estuviera  comiendo un manjar, me lamia todo, pero ella si me ponía cucharita,   me  colocaba   en un rincón de la  cocina  y me lo daba  o unas veces yo   me lo comía   solita,  me  lo colocaba  entre   las piernitas , que  eran rollizas, blanquita,  toda  gordita, con los ojos negritos y el cabello igual de  negro , ella  me  lo  recogía   en forma de cole caballo  ¿De quién es esa niña tan linda? ¡Que belleza!  ¡Ay que tan hermosa!  Decían  las mujeres y ella  orgullosa  respondía es mía, es mi niña.    Un día  me acuerdo  bien de eso; ella se subió a un bus, que pasaban  por ahí mismo, por el Ortab; con esa niña en brazos. Se le veía, se le sentía la felicidad, y   apenas si podía  cargarla, pero es que estaba tan gordita, siempre me recuerdo con vestidos blancos, corticos  y la pobre se subió al bus  y  cuando arrancó  se aporreó    tan duro,  para  no dejarme caer, me apretó con el  brazo derecho por detrás,  la mano firme,  aferrándome a su cuerpo,  para no soltarme,   mientras que con él otro,  apenas si podía sostenerse de la barra metálica; pero es que esos,   que manejan a veces lo hacen de una manera tan despótica.  Arrancó a la verraca, sin darle tiempo de nada.   Se vio que le dolió tanto, tanto, tanto,    que hasta  se le salieron las   lágrimas, pero no se  rindió,  iba orgullosa  con su niña para el pueblo, esa  escena  también me quedó  grabada. Y mucho  tiempo después ella, me contaba, que esa niña  era toda gordita, que pesaba  mucho y  que  casi   n o   podía  con  ese  trozo   de  niña. En la medida que fui creciendo, nunca recuerdo haber sido cargada o mimada por Oyacat; lo que si se, es que él tenía unos toritos, que eran como personas y los quería mucho, se iban detrás de e l y de mis hermanos,  sobre  todo, al que más recuerdo es a  Oirad; que también le gustaba hacer pesebres, que eran grandotes y había un perrito,  que era colimocho, de color verde, era un juguete del pesebre,  pero r nunca se me olvida. Y todo eso ocurría  cuando  tenía apenas un añito.  Pero también  íbamos de paseo arriba a las montañas, y había un lago grande, eso era tierra fría, pero no me acuerdo de nadie, ni de mis hermanitas, nada.   Lo que se de  Alefiol, es por lo que a duras penas me contó  hace poco,  nada más, el caso es que  Oirad se tiraba en ese lago a nadar  conmigo en las espaldas, yo le agarraba el cuello, dado que  me decía agárrese bien;   sabía nadar  con mucha agilidad; ese fue el hombre más bueno, dulce y respetuoso que  he conocido. Algo recuerdo, que  Oyacot andaba por ahí cerca, con más personas.  

Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 

La mamá Genero novela Parte 7 Esa mujer

 

La mamá   Genero novela     Parte 7      Esa mujer



 La mamá 

Genero novela 

Parte 7                                                 

                                                    Esa mujer

Esa mujer que yace en la sombra,  que fundó la luz entre el verdor  de los campos. 

Esa mujer que yace en la  sombra,   como oculta   y  que junto al  el verde de las cosas, 

con sus  manos  pintó   los colores,  tejiéndolos en medio de  dolores.

Platicando  a su vez con    la penumbra  de estrellas,  abrió la puerta del amor,  cerrándola  después,   dando salida   al desamor,   esa mujer la madre,  la que a su vez,  en entrañable   gesto,  abraza el fondo de las chambranas, completando la cercanía,   fecundando   de vida  a      la  pequeña niña  que cobija   y  a su vez  es cobijada.

Esa mujer en la penumbra  mañanera,  en frente al  desamparo,   tiene en sus manos,  la medida equidistante  entre la sombra, y la luz del mediodía.

Entre la pena  y los agobios, entre la alegría de la primavera  y  entre todos los inviernos que la nombran.

Entre la marea  etérea  de su vientre, de su mar   transparente. 

Esa mujer que marcó   límites y  desmarcó  a su vez,  las carreteras de las cosas,  ampliando el horizonte,   más allá  del patio  polvoriento.

Esa mujer que entre el verde azul, de un   más acá; en ese espacio fluido del tiempo, de ese momento único,  indestructible  entre la madre y la hija,  pariéndose  por segunda vez, mientras expulsaba  y exhalaba un suspiro,   de su pecho un ave de alto vuelo se expandía,  

penetrando en el  alma de la niña  una ausencia que pese  a todo,

que a pesar de los pesares inauguraba un amor incondicional  y eterno.

Como  eterno  ese momento y ese espacio sinigual   de una humilde casita orilla a una carretera.

Esa mujer que  yace en aquel lugar,  en aquella casita,  como envuelta   en  el crepúsculo,    enraizada   entre las papas y  las mazorcas,    esta  a su vez  bañada,  del verde de los pastos, en el árido sol del  desierto pueblerino.

Abrió ella  la puerta del amor,  cerrándola, reuniendo dentro de  sí, tantos destinos,  tantas desidias  y sinsabores, pero fundó   a su vez un pájaro azul, que remonta el vuelo más allá del desamor, entre el polvo de la carretera, el ruido de los carros, el sonido de un algo lejano   y la ceremonia del mediodía,  avizorando soledades, soles y lunas inescrutables.

Esa mujer envuelta en la penumbra, polvo  y ceniza,  lluvia,  tierra y agua, huesos   y carne, esa mujer tan ausente y a su  vez  tan cercana, ella la madre… 

Esa mujer la mamá. 

Esa mujer que también soy yo.

 Esa mujer que también me dio tanto amor. Como no escribir este poema.


Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 

La mamá Género novela Parte 6 La escuelita


La mamá

Género  novela  

Parte 6

               



La mamá

Género  novela  

Parte 6

                                           La escuelita

 

Oyacot  junto con el alcalde del pueblo hicieron un  reinado de la niña más bonita de la escuela; algunas de las profesoras se llamaban Anadelia  y Edilma; Ocayot  dormía con la mamá  de Anadelia, según recuerda Alefiol, porque los grandes se contaban esa cosas  y mi otro hermano llamado Racaso  tenía una novia llamada  Bellanira,  también profesora  y la quería  mucho y a él se lo llevaron para el cuartel ; pero antes de irse lloraba por ella y le cantaba; Alefiol  lo  recuerda  con esta canción. 


Despedida

Daniel Santos

Vengo a decirle adiós a los muchachos
Porque pronto me voy para la guerra
Y aunque vaya a pelear en otras tierras
Voy a salvar mi derecho, mi patria y mi fe

Ya yo me despedí de mi adorada
Y le pedí por Dios que nunca llore
Que recuerde por siempre mis amores que
Yo ya de ella nunca me olvidaré

Solo me parte el alma y me condena
Que deje tan solita a mi mamá
Mi pobre madrecita que es tan vieja
Quien en mi ausencia la consolara

Quien me le hará un favor si necesita
Quien la socorrerá si se enfermara
Quien le hablara de mi si preguntara
Por este hijo que nunca quizás volverá

Quien me le rezara si ella se muere
Quien pondrá una flor en su sepultura
Quien se condolerá de mi amargura si
Yo vuelvo y no encuentro a mi mamá

Compuesta por: Pedro Flores.  Creo. 

 

Y  Oirad  siempre estuvo enamorado de la señorita Edilma;  dicen que era muy bonita. Ese es otro  recuerdo que tengo del   Ortab   en la que me veo chiquita,  ya estaba  caminadora  y  Oirad  me llevaba, mientras que   iba  con la señorita Edilma,  ella   me llevaba de  mano.  

La señorita Edilma; no fue precisamente mi maestra; pero si  fue,  la que me inició  en el mundo de la escritura,  por cuanto aún  antes,  muchísimo antes de entrar siquiera a una escuela o quinde,  fue  quien me enseñó a hacer  las vocales, las  letras, las  palabras, me enseñó a escribir, lo recuerdo bien;  cuando,  con el más profundo afecto, y cariño  llevaba  mi mano,  para que se deslizara por las  hojas en blanco.

Fue mi primera maestra y siempre la recordaré con  profunda gratitud ,  en mi mente de niña,  pensé que era  la novia de mi hermano  Oirad,  aunque no lo  eran,  según el decir  de Alefiol, que era chiquita;   pero  de algún  modo u otro,  fui  cómplice de esos  amores  adolecentes,  solían  caminar en la noche, no sé bien;  creo  que él  la acompañaba de regreso al pueblo,   y se iban de la  mano o de gancho,  conversado o  besándose, podía sentir los que ambos sentían. Afecto. 

 Ella fue la maestra soñada, por suerte la conocí  en esos primeros estadios de la vida.

 Oirad  siempre estuvo enamorado  de ella,   pero  ella tenía novio y no le correspondía, del todo.  Oirad  siempre fue de malas en el amor.  Hasta grande, hasta antes de que lo mataran. Pero era,  muy bien parecido. Si. 

Entonces Alefiol  ganó  el concurso y las  niñas iban por toda la carretera con  tapas de ollas y cosas que hacían ruido,  cantando;  el sol ya salió ¡Qué bonita es la primavera!  ¡Qué bonita es la primavera!  Porque Alefiol  ya ganó  ¡Ya gano!  ¡Ya Gano! Mientras   la llevaban cargada y le hacían fiesta, aplaudían y todo eso.  

¡Ya gano Alefiol!   ¡Qué bonita es la primavera!   Y ya, ya salió el sol…


Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 


 

 

Parte 5 Conversando con mi mamá



La mamá 

Género novela


       Parte 5  

                                Conversando  con  mi  mamá  

¿FANTASIA O REALIDAD?

Con el tiempo  estando yo grandotota, subí al segundo piso  a saludarla y al verme,  me dijo ¿Viniste?  ¿Si, y usted Cómo está?   La miré   fijamente,  para ver si se acordaba de mí y le pregunté  ¿Quién soy?  Respondió de inmediato; una muchacha, una muchachota; una muchachota   muy querida.   Dice,  y continúa  con  su  voz de niñita.

Se mantenía  conmigo, estaba comenzado a balbucear  y a gatear,  y así,  se iba para donde mí, me quería  a mí, me buscaba  más  que a la  mamá.    Yo la crie a usted; ¿Si? Y me la  robé,   y me vine para acá y me la traje;  lejos de esas mujeres, que  a cada rato me la quitaban; me la arrebataban de las manos.

¡Preste la niña!  Que no fue  a usted   a la que se la regalaron ¿Quiénes eran? Yo no  sé;  ya no me acuerdo, eran unas mujeres de la tierra caliente ¿Era  la Raivel? Sí,  yo creo, ella y la mamá.  Viendo que fue a mí que me la regalaron.  Pero ellas la tuvieron  y me la devolvieron ¿Y qué porque?  Esa niña llora mucho, y por eso,  no,  nos gusta,  es muy llorona. Pero si la niña llora,  es por alguna razón;  yo  si la quiero y  dejo que llore. 

  ¿Quién  fue la primera que se la regalo? Era un mujercita delgadita,  de la tierra caliente, de eso, sí,  me acuerdo,  yo patentico  ¿Si? ¿Y cómo se llamaba?  Yo no sé,  no me acuerdo  y  la quería  yo tanto, tanto a la niña, me mantenía  cargándola a toda hora,  estaba de brazos,  cuando yo  la cargaba.  ¿Qué se hizo la niña? Me mira fijamente, yo no sé, me la volvieron a quitar:   se queda pensando unos segundos, vuelve a mirarme   y me dice  ¡Sos vos!   Yo te crie a vos.  A bueno,  entonces que mi Dios se lo  pague,  por todo;  le dije abrazándola y como no,  si era tan tiernita. 

Entonteces respondió,   pero no era por eso;  sino porque,  es que yo,  la quería  tanto y tanto y  me daba mucho pesar de la niña,  iba de mano en mano, la tuvo mucha gente; esa mujer se la había llevado, hasta que  un día me volvió a decir ella  ¿Quién?   La mujercita  esa,  de  la tierra caliente, esa que me la regalo   ¿Usted quiere a la niña?   Si  es con usted,  yo si  la dejo;  a pues,    me   la vuelve a dar,  yo me quedo con ella y entonces  miró  a la niña y le preguntó  ¿Usted se quiere quedar con ella?  Y la niña movió  la cabeza y dijo que sí.

 Entonces ella  me la entregó  de nuevo   ¿Bueno y  porque fue  que  se  la regalo?  Ella vivía muy lejos, muy lejos,  en la tierra caliente  y me dijo, yo soy  muy andariega, yo ando mucho y con la niña no puedo. 

Entonces esas mujeres  ¿Quiénes? Pues esas dos, la mamá  y la hija;  me veían  con la niña y me la arrebataban  de las manos y me vine más bien,  y me traje a la niña, o mande por ella;  para que no me molestaran  tanto. Pero voz  te fuiste y no quisiste estar  conmigo, porque esas mujeres te decían,  que yo no era la  mamá    tuya.   Y no quisiste   volver al pueblo conmigo; porque todo el mundo,  me preguntaba  ¿Quién es esa niña?  Y yo les  decía,  es mía.  Y te decían  que yo no era tu mamá,  la gente es mala, no les crea  nada.

 Yo te crie   a vos,   y  te enseñe muchas cosas  y a lo que te vieron  grandecita y avispa dita  me la querían quitar otra vez esas dos.  Entonces,  yo me les  perdí a esas mujeres, me vine con voz.   Y ya nunca más las volví a ver.

  Pero era que yo,  quería mucho, tanto,  tanto a la  niña. La quería mucho.  ¿Pero  la que se la regaló   vivía  a  dónde?   ¿O  quiénes eran?  ¿Era un vecino o una vecina?

Si. Contesto y   dijo  y me repitió,  lo que ya sabía; lo que ya me había dicho  una y otra vez.  

Yo no sé porque la quería yo tanto, sin ser mía, hasta que  dije no, yo no voy a cogerla más

Es verdad no es mía. ¿Qué se hizo la niña entonces? Yo no sé, yo no volví  a saber de vos. La verdad,  estuve demasiado tiempo lejos de casa.  

Un mes después; un día 23 de noviembre subí a verla y le dije  hola mamá  ¿Cómo amaneció?

Con mucho frio, que frio hace aquí en esta sala ¿Tiene frio?  Sí ¿Y bueno cuantos hijos tuvo usted?  No me acuerdo,  todo eso, mi familia,  quedo atrás…  ¿Usted tuvo 11 hijos?  No sé, no me acuerdo ya. (Ella tenía  en este momento  99 años, en diciembre cumple los 100)   ¿Y quién es ese  fulano  que acabo de entrar? Un hijo mío y quien es perana;  una hija mía  y así; con decir sus nombres se acordó que eran sus hijos ¿Y quién soy yo?  No  me acuerdo. Dijo con un gesto de cansancio.  

En eso un hijo de ella, otro, llamado  Gorodril    llegó,  y de inmediato lo  reconoció

 ¡A quiubo fulano!

¿Se vino de la casa y se quedó aquí?

 Me quedé  aquí,   jejje, si  aquí he vivido  siempre, luego se va, entonces   vuelvo a platicar con ella.

¿Bueno y al fin quien soy yo?  Yo no sé,  no me acuerdo, yo solo sé,  que quería mucho una niña, era hija de una vecina; de unos vecinos, pero desde que amanecía se iba  para mi casa, nos manteníamos juntas  y nos íbamos para el parque los días de fiesta y los domingos, era una niña caminadora  ¿Y que se hizo esa niña? Yo no sé, se la llevaron; yo me tenía que venir  para Medellín y ella se puso a llorar, y yo lloré  mucho.  La quería tanto, tanto y yo lloré   mucho por vos.

 Así que,  se quedó mirándome.  Se la llevaron, es que ellos  se iban  a ir lejos, muy lejos  ¿Y eso para dónde?    Todo eso,  se me olvido. No me acuerdo.

Le repito la pregunta ¿Y que se hizo la niña? Aquí,  volteó  la cabecita hacia mí y se me quedó  mirando, con una mirada tan intensa, me miró  directamente a los ojos,  por unos segundos, sus ojitos de mamá  linda;  brillaron  y un poquitín picaresca, sin apartarlos de los míos, me enfrentó,  me encaró   directamente;  me dijo, me  la traje, me la robé, porque  la quería mucho y ella a mí, ella lloraba mucho por mí y era como una hija mía; desde temprano se iba para mi casa  a buscarme y le tenían que pegar,  para que  se fuera con ellos, porque le rogaban mucho y ella no quería irse, siempre era así.   Y sos vos. 


Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 


La Mamá Género Novela Parte 4 La escena de la mujer






La Mamá 

Género Novela  

Parte 4

La escena de la mujer

Entonces esa escena de una mujer ensimismada en la pena, que jamás podré arrancar de mí, pelando papas y habían costales con mazorcas, en esa casa en donde adentro se gestaban tantos dolores, y lo curioso es que, para una mujer que había tenido tantos hijos, siendo yo la última, la niña, solo permaneciéramos ella y yo, dado que sus otros hijos deberían estar pequeños ¿Porque no había nadie más? ¿Y si esa mujer de cabello largo no fuera María Rosa sino otra? ¿Y si ese dolor tan hondo, no se debiera a la ausencia de un ser amado, sino a una decisión terrible que por alguna razón que desconozco, tuviera que tomar?

Puede ser, que dado al sufrimiento que ya grande, veía en la mamá y por el abandono de Oyacot; yo tuviese la falsa percepción de que en esos momentos sufría por el esposo; pero no, era quizá otra la razón de ese espantoso dolor, por eso, la niñita trataba de alegrarla, de mostrarle que si se quedaba con ella, con su hijita iba a ser muy feliz.

De pronto, recuerdo a otro niño quizá, pero tal vez, era un visitante, un vecino. Dado que allí iban mujeres, vecinas.

Entonces fue en esa casa, en donde a meses, di mis primeros pasos.

Estaba en el balcón y al verla así; me puse de pie y me fui hacia la sala, en donde estaba sentada pelando las papas y rodeada de costales y mazorcas, llena de angustia.

Hace alrededor de un tiempo Racasor un hermano; cuando aún podía hacerlo, me etiquetó en una foto, se trata de una casa de chambranas, de un segundo piso y abajo se ve la carretera, por donde pasan los carros.

La casa está pintada de otro color, pero estoy casi segura, que es la misma, en donde aquella mujer vivía con su hijita.

Lo supe ahora, en la medida que se descuelgan las memorias.

Y es posible que la carretera ahora pavimentada; fuera el patio polvoriento, en que jugaban varios niños y en donde avergonzaron por primera vez a esa niñita.

Lo curioso también, es que, es posible que al Ortab fuera después.

Mi madrecita me reclamaba, cuando aún vivía, que yo me había ido con esas dos mujeres de tierra caliente, eso fue en el Ortab y si recuerdo, que ellas fueron por mí, me llevaron en un bus y me preguntaban que montón de cosas, no sé qué preguntas eran; pero no tengo más recuerdos de esas dos mujeres, al menos no, en ese tiempo.

Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright


 

La mamá Género novela Parte tres De cosas



La mamá 

Género novela 

Parte tres

De cosas

En ese tiempo, según el decir, de esta tiernísima mujer, mi madre; con la cual converso, de una década de existencia,  en este momento  del tiempo, de ciento un años y que cuando me mira; con toda franqueza y sinceridad, me asegura, que en ese entonces, había una niña. Una niña muy amada. ¿Y quién era? Continúa hablando, contándome, la niña que yo quería tanto, tanto, que no tenía mamá y tampoco papá, la que lloraba mucho, mucho; pero yo la aceptaba como era, a mí no me importaba que llorara. Y una mujer, una vecina me la regalo y me dijo ¿Usted quiere esta niña? Y yo le dije; si claro; si me la regala yo me quedo con ella. Si. sí, es a usted, si se la regalo; si es a otra persona no, y como la niña, me quería tanto, estaba de brazos y se mantenía más conmigo, que con ellos y no la querían, porque eran muy andariegos y la niña les estorbaba; era una mujer de tierra caliente, era delgadita, estaba joven, yo no sé quiénes eran ellos; pero yo creo que a ella, también le regalaron a la niña; digo yo, porque si hubiera sido hija de ella, no la habría regalado; pero sí; ella me dijo, que a ella también se la habían regalado ¿Está segura? Muy segura, segurísima ¿Y bueno quien era esa niña? Sin vacilar un solo segundo, me mira de frente y sus ojitos se clavan en mí; recuerdo mucho eso; es más, nunca los olvidaré, sin temor, con la conciencia clara y tranquila y me dice: usted es esa niña, es usted. Luego como lamentándose, afirma lo siguiente; pero no te quisiste quedar conmigo y te fuiste con esas mujeres ¿Cuáles mujeres? Esas mujeres de la tierra caliente. ¿Eran fulana y perana? Si, la Raivele y la mamá, la madre y la hija, ya estabas grandecita, caminador cita y te fuiste con ellas; porque ellas, te tuvieron un tiempo y luego te devolvieron, dizque porque llorabas mucho, pero yo si te quería de verdad. Pero te volvieron a traer, y después a lo que ya, te vieron conmigo en el pueblo, de la mano, me la querían quitar otra vez y así, a cada rato que nos veían y entonces, yo me la traje, para la casa y después me vine para Medellín, fue la única manera de librarme de esas mujeres.

De ser cierto eso, en realidad podría explicar muchas cosas, acerca del comportamiento de todos los demás hijos de ella hacia mí; siempre supe que estaba fuera de contexto, fuera del contexto familiar, siempre estuve de más y además que en esta familia, había unos hombres que jamás aceptaron a esta niña y nunca la quisieron.

Entonces entiendo que la casa de chambranas verdes, que quedaba también a la orilla de la carretera, muy cerquita a Oriusucio, era la casa de donde siempre tuve este recuerdo y por lo cual fue que hice el siguiente poema en prosa a esa mujer, que sin dudas era mi madre.

Eran las dulces horas matinales, dibujadas en suaves colores entre pálido y azul.

Si, era la hora en que la madre joven aún; se entregaba a los quehaceres.

Manos campesinas en sus haberes.

Desgranaba las mazorcas de maíz y con suavidad quitaba a su vez las cascaras a las redondas papas, pero su rostro de ojos grandes, se hallaba sumergido en un profundo dolor.

¡Ay de la madre! Que lejana y pensativa no levantaba los ojos de las talegas blancas, de los talegos de los costales. Sufría quizás un dolor indescriptible.

Si, eran las blondas horas de la mañana, verdes chambranas en un balcón de una casita humilde.

Casita orillada junto a una carretera transitada por carros lejanos y de sonoros ruidos.

Y una niña, una niñita descalza, jugueteaba de un lado para otro, con un vestidito o franelita de color blanco.

Gateaba ora allí, ora allá, rodeaba a la madre con sus balbuceos, esa niñita tenía menos de un año y la madre no la miraba, estaba tan absorta en su dolor.

¡Que de penas! ¡Que pesares hondos!

¿Qué de cosas le embargaban el pensamiento y le embargaban el alma?

Y las lágrimas rodaban, porque su pesar era tan hondo, tan hondo.

¿Lloraba la ausencia de un alguien amado?

Y la mañana avanzaba presurosa, presurosa hacia un inexorable medio día, y la madre sufría. ¿Por qué?

Y la niña chiquilina, chiquitica presentía, la intensa hondura del dolor que calcinaba a esa madre joven.

Y las chambranas eran verdes, pintadas de un dulce color, pero que daban la sensación de un algo lejano.

De un algo imperceptible quizá, si, de un algo que aún no se comprende, pero que está allí, al filo de la línea de los ojos, al filo de una garganta que está a punto de romperse y de estallarse contra el cristal de un cielo en solsticio.

¡Ah! Pero a la niña le gustaban las chambranas verdes, si, eran verdes como el fulgor del campo al atardecer y sin embargo dibujaban en su haber todos los colores de los sueños infantiles.

Eran verdes y la madre lejana y ausente y a su vez tan cercana, tan honda y triste.

Su rostro, bello, blanco…

Y esa niña ya sabía, sin saberlo que su mamá sufría, sufría…

Y de repente la niña en un dulce frenesí, llena de amor empieza a caminar a dar sus primeros pasitos ¡Que fulgor de solecito!

Y es entonces cuando la madre la mira, la ve y comienza a sonreír; si, feliz, muy feliz de que su nena tan pequeña, ha comenzado a caminar, a dar sus primeros pasitos.

Entonces la niña en su corazoncito se regocija, se regocija y sabe que de algún modo, ha ahuyentado a un negro fantasma.

Y eran las dulces horas matinales y la madre y la niña ¡Sonríen! ¡Sonríen!

Senderos inconmensurables de la vida.

Y esa niña, esa niña era yo.

Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

Parte 2 Alefiol. La mamá



La mamá 

Parte 2

Alefiol

Y esa casa el Orbtab, situada al borde de la carretera; era una parada segura para camioneros y toda clase de turistas, de dentro y fuera del país. Mis dos hermanas estaban pequeñas, pero se acuerdan de cosas y en ese entonces Alefiol de cinco añitos, recuerda que el papá Oyacot y los hijos hombres vivían agarrados, en puras peleas, a los puños, por Ruth y otras; dice que Mamá se daba cuenta de todo y que un día, ella se cortó el cabello y en la noche cuando dormía; Oyacot le prendió fuego, la quemó con algo, con una candela o con un cigarrillo, la cara, la nuca, el cuello, el pelo, lleno de rabia, porque se lo cortó. Ella sufría mucho, la Mamá porque se daba cuenta de todas las infidelidades de su esposo.

Los hijos de Oyacot eran adolescentes, por ejemplo Pairo, tenía trece años y también se las dormía. Elefiol una vez se fue para el baño y allá en la pieza estaba Oyacot con una de las trabajadoras, con Ruth y estaban en pleno sube y baja y había un niñito sentado en un mueble, viéndolos, era el hijo de Ruth.

Y otro día Elefiol, estando Oyacot en el corredor, ahí mismo, cerquita, ella había salido, toda chiquita y se paró junto a un camión y debajo, había un hombre con herramientas, arreglando el carro y la cogió y le dijo ¡Chis! No grite, porque si grita, mato a su papá y a su mamá y dice que le metió los dedos por allá, durotote y que la pobre salió llorando y el papá le preguntó  ¿Que le paso? Y ella dijo nada; muerta de miedo. Dice que el tipo era amigo de Oyatob. Otro día iba el Papá, para el campo con otro poco de hombres y siempre llevaba a Alefiol, pero ese día le dijo; quédese aquí, porque hoy no la voy a llevar y ella se puso a llorar y se fue detrás y la Mamá le dijo; no se vaya mija, no sea desobediente y siempre se fue detrás a toda carrera y cuando iba a poner el pie en un hueco, había una serpiente grandota, enroscada y con la cabeza afuera y la niñita se devolvió para la casa muerta de miedo.

Luego Oyacot se consiguió una muchacha, que tenía apenas diecisiete años, la conquistó, él era hombre prestante y con plata; de unos treinta años, más o menos. Ella estaba jovencita, era la Raivele y se la llevó a vivir con él, dejando a la Mamá.


Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 

La Mamá Género: Novela


Título: La Mamá 

Género: Novela

Característica: Realista

Nota: Cualquier suceso parecido a la realidad, es solo mera coincidencia.

 Parte 1




Título: La Mamá 

Género: Novela

Característica: Realista

Nota: Cualquier suceso parecido a la realidad, es solo mera coincidencia.

 Parte 1

El Orbtab

Y sucedió que hace tiempo, existió un lugar llamado el Orbtab, que queda en las afueras de Oriusucio, más allá de un lugar llamado la ceiba en la orilla de la carretera, que es vía para Bogotá, Pereira, etcétera ; todavía se llama así, pero en ese entonces, era un restaurante, y llegaban allí muchos viajeros, gentes de la capital y de todas partes del país y camioneros y toda clase de personas, que se detenían a comer y a descansar y dicen que mi madre, tenía varias mujeres que le ayudaban en la cocina y a atender a los viajeros y hacer los menesteres necesarios y tenía unos hijos adolescentes y cuentan que ellos, incluido, el papá Oyacot ; tenían amores con las trabajadoras, que también eran mujeres jóvenes y que se la pasaban haciendo el amor en las bancas de afuera , en el patio, adentro de la casa, en fin; hasta en los potreros.

En realidad no recuerdo nada de esas cosas, mis recuerdos, los que tengo presentes, están relacionados con lo siguiente; dentro del restaurante, había una ventana y desde adentro mi hermano Oirad atendía a los clientes y él me tenía cargada, siempre, fue un hombre bastante respetuoso; lo recuerdo mucho, porque siempre estaba conmigo y un hombre de tez morena llegó y le pidió algo así; como una gaseosa, es lo que creo, yo estaba de brazos, pero ese recuerdo quedó en mi memoria. Y entonces me colocó sobre el mostrador o mesón para traerle el pedido y el tipo aprovechó ese momento, para meter sus asquerosas manotas por la ventanita del mostrador y tocar mi parte interior, por entre los calzoncitos o pañal; recuerdo que cuando él regreso, me encontró llorando, pero no hablaba, así que no pude decirle nada y dijo ¿Pero qué le paso y me cargo y acarició? Y el tipo ese, rio burlón y se fue con el pedido a sentarse a una mesa.

Oirad fue, uno de esos hermanos, que son queridos, cariñosos y buenos. Fue en esa casa llamada; el Orbtab y que tenía unas habitaciones, abajo en el sótano , que eran oscuras y a veces cuando estaba en una cama o cuna; no sé, no lo sé , solo sé que me veía acostada y completamente sola, veía a todo el frente de mis ojos; como unas bolitas o esferas de cristal, de diferentes colores que iban y venían, moviéndose en forma de circulo, unas veces hacia atrás y hacia adelante, se acercaban y se alejaban, su único objetivo era entretenerme; en realidad no sé qué eran, pero me gustaba mucho que jugarán conmigo; lo único que sé, es que las disfrute mucho, me encantaban.

Si como no, el Orbtab, tenía un enorme patio al aire libre; allí sucédeme también lo siguiente; lo que recuerdo es a una niña muy pequeña; que vestía una franelita o un vestidito blanco y estaba descalza y había otros niños y estaban jugando, en un patio amplio al sol, y en lo alto unas chambranas rojas o verdes, no lo recuerdo bien; Aunque es posible ese recuerdo no pertenezca al Orbtab; en todo caso sé, que eran niños campesinos, mucho más grandes, y entonces algo me fastidiaba y me tocaba, estaba asustada; pensé que era un gusano algo así .

Uno de los niños o de las niñas, me dijo, mire lo que usted tiene aquí, y al instante, sacó de mi culito un cabello largo, que tenía enredado entre las nalgas ; era de mi madre seguramente o de alguna de las trabajadoras y el niño, ahí mismito gritó ¡Miren! ¡Miren! ¡Miren! Esta niña, tiene un pelo enredado en el culo y de inmediato, los niños se pusieron a reír. Mientras yo lloraba o miraba asustada.

Estas cosas transcurrían en el Orbtab en pleno campo y mi madre decía que ese negocio, eso se lo escuché decir mucho tiempo después; que era de un hermano de ella, y que Oyacot se lo quedo; y había una muchacha, que llamaré la Raivele y el esposo de mi madre, que era un mujeriego tremendo, y que dejo muchos hijos regados con diferentes mujeres, tenía amores con ella y de hecho, si, fue así, porque mucho después, vivieron juntos en el pueblo, en Oriusucio y hasta a mí me tocó vivir con ellos un tiempo; tuvieron hijos; dicen que era muy joven, se conocieron precisamente trabajándole a mi mama. Ella y su madre eran de allá de la tierra caliente.

Recuerdo que esa casa, tenía un patio polvoriento, en la parte de abajo, en donde había varias habitaciones y afuera bancas.

Y una de las cosas que tampoco olvide es que en esas piezas; una mujer, la verdad que no sé, si era una sirvienta o qué; sé que era joven de cabello largo, quizá negro y mientras mamá se hallaba arriba, ocupada, haciendo oficio en la cocina, que era grande yo y mi hermano Orutrar dormíamos con ella, que nos amamantaba a ambos; de un lado estaba chupando él y del otro yo.

Me llega también la siguiente escena, de ese lugar, que ocurrió en la cocina; se trataba de mi hermano Orutrar; el menor de todos y mayor que yo; que chuzó la nalga de una de las mujeres que trabajaba allí; si, le chuzó la nalga con un cuchillo de cocina, que era grande; lo recuerdo bien, estaba lleno de rabia; no sé cuál fuese la razón o el capricho que no se le quiso o no se le pudo cumplir, pero él estaba chiquito y no sé cómo hizo eso y a la mujer debió de dolerle bastante; ella estaba cocinando de espaldas, cuando él se abalanzó por detrás y ahí fue cuando le hizo eso.

Y todo como que se volvió un pandemonio, creo que mamá le puso vendas o algo así. Oyacob estaba también ahí y varías mujeres más.

Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright