lunes, 28 de septiembre de 2020

La mamá Genero novela Parte 7 Esa mujer

 

La mamá   Genero novela     Parte 7      Esa mujer



 La mamá 

Genero novela 

Parte 7                                                 

                                                    Esa mujer

Esa mujer que yace en la sombra,  que fundó la luz entre el verdor  de los campos. 

Esa mujer que yace en la  sombra,   como oculta   y  que junto al  el verde de las cosas, 

con sus  manos  pintó   los colores,  tejiéndolos en medio de  dolores.

Platicando  a su vez con    la penumbra  de estrellas,  abrió la puerta del amor,  cerrándola  después,   dando salida   al desamor,   esa mujer la madre,  la que a su vez,  en entrañable   gesto,  abraza el fondo de las chambranas, completando la cercanía,   fecundando   de vida  a      la  pequeña niña  que cobija   y  a su vez  es cobijada.

Esa mujer en la penumbra  mañanera,  en frente al  desamparo,   tiene en sus manos,  la medida equidistante  entre la sombra, y la luz del mediodía.

Entre la pena  y los agobios, entre la alegría de la primavera  y  entre todos los inviernos que la nombran.

Entre la marea  etérea  de su vientre, de su mar   transparente. 

Esa mujer que marcó   límites y  desmarcó  a su vez,  las carreteras de las cosas,  ampliando el horizonte,   más allá  del patio  polvoriento.

Esa mujer que entre el verde azul, de un   más acá; en ese espacio fluido del tiempo, de ese momento único,  indestructible  entre la madre y la hija,  pariéndose  por segunda vez, mientras expulsaba  y exhalaba un suspiro,   de su pecho un ave de alto vuelo se expandía,  

penetrando en el  alma de la niña  una ausencia que pese  a todo,

que a pesar de los pesares inauguraba un amor incondicional  y eterno.

Como  eterno  ese momento y ese espacio sinigual   de una humilde casita orilla a una carretera.

Esa mujer que  yace en aquel lugar,  en aquella casita,  como envuelta   en  el crepúsculo,    enraizada   entre las papas y  las mazorcas,    esta  a su vez  bañada,  del verde de los pastos, en el árido sol del  desierto pueblerino.

Abrió ella  la puerta del amor,  cerrándola, reuniendo dentro de  sí, tantos destinos,  tantas desidias  y sinsabores, pero fundó   a su vez un pájaro azul, que remonta el vuelo más allá del desamor, entre el polvo de la carretera, el ruido de los carros, el sonido de un algo lejano   y la ceremonia del mediodía,  avizorando soledades, soles y lunas inescrutables.

Esa mujer envuelta en la penumbra, polvo  y ceniza,  lluvia,  tierra y agua, huesos   y carne, esa mujer tan ausente y a su  vez  tan cercana, ella la madre… 

Esa mujer la mamá. 

Esa mujer que también soy yo.

 Esa mujer que también me dio tanto amor. Como no escribir este poema.


Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 

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