lunes, 28 de septiembre de 2020

La mamá Género novela Parte 8 La cocina


                            La mamá   Género novela   Parte 8  La cocina


 

La mamá 

Género novela 

Parte 8

La cocina

La cocina era grande; las mujeres  se movían de un lado para otro, mi  mamá vivía  cocinando y atendiendo  pedidos; muy ocupada la veía, pero siempre tenía tiempo para mí; había abundancia de comida, leche  de vaca recién ordeñada, huevos,  pan,  queso, verduras,  de todo. Y la mamá  no se podía olvidar de su niña; así  que  me sentaba en la cocina,  mientras las mujeres grandes laboraban;  y las cosas a mi derredor giraban a colores;  me preguntaba ¿Qué quiere  desayunar la niña? Mimándome, contemplándome  y  mi preferido era huevo  a la cacerola, no,  esa mujer  cocinaba como una diosa ,  eso  a  mí,  me sabia como si estuviera  comiendo un manjar, me lamia todo, pero ella si me ponía cucharita,   me  colocaba   en un rincón de la  cocina  y me lo daba  o unas veces yo   me lo comía   solita,  me  lo colocaba  entre   las piernitas , que  eran rollizas, blanquita,  toda  gordita, con los ojos negritos y el cabello igual de  negro , ella  me  lo  recogía   en forma de cole caballo  ¿De quién es esa niña tan linda? ¡Que belleza!  ¡Ay que tan hermosa!  Decían  las mujeres y ella  orgullosa  respondía es mía, es mi niña.    Un día  me acuerdo  bien de eso; ella se subió a un bus, que pasaban  por ahí mismo, por el Ortab; con esa niña en brazos. Se le veía, se le sentía la felicidad, y   apenas si podía  cargarla, pero es que estaba tan gordita, siempre me recuerdo con vestidos blancos, corticos  y la pobre se subió al bus  y  cuando arrancó  se aporreó    tan duro,  para  no dejarme caer, me apretó con el  brazo derecho por detrás,  la mano firme,  aferrándome a su cuerpo,  para no soltarme,   mientras que con él otro,  apenas si podía sostenerse de la barra metálica; pero es que esos,   que manejan a veces lo hacen de una manera tan despótica.  Arrancó a la verraca, sin darle tiempo de nada.   Se vio que le dolió tanto, tanto, tanto,    que hasta  se le salieron las   lágrimas, pero no se  rindió,  iba orgullosa  con su niña para el pueblo, esa  escena  también me quedó  grabada. Y mucho  tiempo después ella, me contaba, que esa niña  era toda gordita, que pesaba  mucho y  que  casi   n o   podía  con  ese  trozo   de  niña. En la medida que fui creciendo, nunca recuerdo haber sido cargada o mimada por Oyacat; lo que si se, es que él tenía unos toritos, que eran como personas y los quería mucho, se iban detrás de e l y de mis hermanos,  sobre  todo, al que más recuerdo es a  Oirad; que también le gustaba hacer pesebres, que eran grandotes y había un perrito,  que era colimocho, de color verde, era un juguete del pesebre,  pero r nunca se me olvida. Y todo eso ocurría  cuando  tenía apenas un añito.  Pero también  íbamos de paseo arriba a las montañas, y había un lago grande, eso era tierra fría, pero no me acuerdo de nadie, ni de mis hermanitas, nada.   Lo que se de  Alefiol, es por lo que a duras penas me contó  hace poco,  nada más, el caso es que  Oirad se tiraba en ese lago a nadar  conmigo en las espaldas, yo le agarraba el cuello, dado que  me decía agárrese bien;   sabía nadar  con mucha agilidad; ese fue el hombre más bueno, dulce y respetuoso que  he conocido. Algo recuerdo, que  Oyacot andaba por ahí cerca, con más personas.  

Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

 

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