miércoles, 19 de febrero de 2020

Conversaciones conmigo misma






Conversaciones conmigo misma
Hace muchísimo tiempo me preguntaba ¿Cuál sería mi verdadera vocación? Y pensaba que hay cosas, que solo se nos develan con el tiempo y sentía que era necesario volver al punto, en donde la rueda de la vida comenzó a generar el movimiento y pensaba que incluso todo, debía de tener alguna justificación o explicación.
Equivocada o no; así pensaba y llegada a este punto. He sentido una gran decepción ¡Cuanta bufonería! Pero vea usted amable lector, quizás nos hemos preocupado demasiado por los resultados y hemos ignorado, los caminos tortuosos, los procesos tenaces, por los cuales, uno llega a ser lo que es; lo que cada uno es, lo que somos y en estos procesos, juega un papel muy importante; las instituciones de toda índole y claro; no podemos dejar de lado el sentido de la educación; la educación, por medio de ella se somete a la bestia humana, se le induce al raciocinio, a la mansedumbre y en fin; a través de ella, se nos ofrece, en pequeñas cantidades, una poción que dosifica, nuestro músculo pensante.
Un jarabe dulce, que consumimos a cada instante. Bombardeo de imágenes.
Y si, ciertamente, un camino es el hombre, un sinsentido, lleno de sentido y de significaciones, tanto, de manera particular, individual, como general, en ese todo, totalidad de la humanidad.
¿Pero y que pasa con eso?
No obstante; el hombre, es un ser que pareciera ser, se repite, en su historia, en la cultura, una y otra vez , oscila en el aparente vacío de la nada y rueda y rueda, como un arlequín, sobre un mismo punto.
Nos jactamos del progreso que genera la ciencia y la cultura, nos jactamos si, y sin embargo, está oculto un germen, un virus que se ha incubado en nuestra sangre y que está agazapado como una hiena, detrás del brillo de las luces de neón y de los cerebros que manejan y manipulan el poder en todo el mundo.
¿Cuándo se despertará nuestra conciencia?
Pare, pare ya de hablar ¿Qué cosas dice? ¿Qué pretendes con esto? Nada, tiene usted razón amable lector; me he puesto demasiado trascendental y eso, eso no es bueno, ya que hay devaneo de materia gris en movimiento y eso, quizá, no sea precisamente lo que usted buscaba.
Por ahora esto, no es ninguna conclusión, de la que pueda jactarme; no, para nada y de otro lado, en este instante, no tengo la certeza de nada, de manera, que este pensamiento se desliza, hacia un lugar del pensar, en donde el sentido de la significación y su significante, apenas comienza su recorrido por entre peñascos, que van más allá de los sentidos y del ojo que mira en frente suyo, la imagen proyectada una y otra vez en la misma dirección.
Veo que mira usted el reloj, si es cierto, suenan las horas, como campanadas y memo apura, y nos parte en dos y se oye convertido en un silbato , quizá tan solo es una absurda locomotora, que nos llevará al río de las cosas, en donde una llama, en una pequeña cueva, oscila de allá para acá y viceversa.
Pero mire usted, mi reloj está a punto de detenerse y me parece que estoy justo a entrar en el gran silencio, no el silencio, de los silencios, no claro que no…
Y esta telaraña, que el destino ha tejido para mí, aún no concluye, por cuanto es menester, volver al punto mismo del origen. ¿Si se da cuenta? volvimos a lo mismo.
Pero señor, señora no se moleste; no me refiero a su destino, por cuanto es usted mismo, quien lo está obstinadamente releyendo y no podemos, concluir que sea exactamente el mismo y sin embargo, el alado pensamiento, que se instala en la cima de las cosas; me dice que hay algo, dentro de lo cual usted y yo nos parecemos ¡Por Dios! Su elocuente silencio no es otra cosa, que la veracidad de la secuencia pensada y dicha. Hasta la vista amable lector.
Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES CORTAS.

sábado, 8 de febrero de 2020

Thot




                                                  La imagen está sacada de la web


                                                           Thot

En la oscuridad y en medio del sueño surge para el durmiente una visión, es un jinete sobre un  caballo; pero el que duerme,  solo lo ve de espaldas y entonces mira y ve las poderosas y grandes ancas del animal.  Una voz que proviene  de algún lugar, se acerca y musita algo al oído del que duerme-  Este,  solo mira y de improviso aparece una plaza  ¡Caramba!   Es una plaza de toros, lo extraño es que allí, no se ven toros, a lo lejos, alrededor,  se distinguen formas de lo que parecen ser seres humanos. Ellos observan al estupendo caballo y su jinete. Este se encuentra ahora en mitad de la plaza. De nuevo alguien se acerca al lecho del que duerme y le dice; estás muy tenso, hay demasiada gente. El durmiente ignora lo que escucha, ya que su atención permanece  centrada en el jinete que va montado en su caballo. La imagen se hace más nítida, más palpable, sí.  Ya no hay ninguna duda, al parecer es un gran guerrero,  el que tenemos allí. Este hombre es de un  estupendo porte, las poderosas ancas de su caballo resplandecen al fulgor de la luz. Se ven entonces unas letras grabadas, la primera es Thot, Thot dios y gran guerrero, la fascinación de esta poderosa presencia parece querer llevar al que sueña a la contemplación de una secreta iniciación.

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES CORTAS
                                        

viernes, 7 de febrero de 2020

Cuentos al Trasluz. En homenaje a mi perrito Yiyo.




CUENTOS AL TRASLUZ 

EN HOMENAJE A MI PERRITO  YIYO
El perrito

Ocurrió de pronto una noche, hace ya muchas lunas; cuando escuche su voz hablándome y viendo él, como yo me recreaba en el perrito, me dijo, yo hice, este perrito de un modo descuidado y lo hice del barro de mis dedos…
Pero nunca como una náusea o como algo sucio no…
Sino como aquel peluche vivo, que exhala ternura y del cual quiero que te recrees,
Sin por ello ensalzarte; tú el hombre cuya superioridad, no es más grande que la de este pequeñín, que se echa a los pies y no fue hecho, para que tú lo desdeñes,
sino para que al igual que yo, te cuido a ti, tú también le sirvas y cuides de él.
Y es que ese perrito, era despelucado, travieso y alocado y súper tierno y viendo él, como me recreaba con este…
Me habló una noche hace ya muchas lunas y me dijo; ese perrito es mío, lo hice con el barro de mis manos y con el soplo de mi aliento…
Beatriz Elena morales Estrada © Copyright

EXTRAÑEZAS EN LA MEMORIA

                              



                                      EXTRAÑEZAS  EN LA MEMORIA

Y dijo,  me hace el favor  y me vende un Kevin Ovalle; no,  ellos tuvieron un accidente, ellos murieron esta mañana… ¿Qué?
Y sacó  un José cuervo  especial,  tequila 1195 hecho en México… Y  en seguida dijo; brindemos…  Y dio un discurso más o menos como este;
vacas gorda de la noche, adolescentes prematuras, arroceras inconclusas, urgidas de llantos y de falsos himeneos…   Pausa, pausa y carraspea,  para proseguir, pero es que no se trata, de coger la gallina y darle cuatro vueltas y ya; no,   tal y como dicen.  los  que se hacen llamar testigos;  el asunto es  mucho más delicado y no se puede tomar tan a la ligera…
¡Bla!  ¡Bla!  ¡Bla! … Balbuceó, algún espectador  ensoñando quizá con su princesa diamantina  y  adolescente  y tomó el resto de la botella y se lo tragó y antes de sumergirse,   en un letargo, perdido en ancestrales romances; pronunció estas palabras;   de modo que sueñas conmigo; es decir que me piensas… Al menos sé,  que no desvarío; ya que dejaste,  un mensaje muy claro, con mi recepcionista y un cierto encanto de canela, en mi  almohada,  basta con ese,  solo olor,  para tener  veracidad de tu presencia.
 Bueno,  al menos, sé que tu cara, se me hará inolvidable o por lo menos tardará en disolverse…   Y todos,  absolutamente todos,  se le quedaron mirando babeantes en su anhelo por  el amor soñado y sobretodo de muchachitas; que ¡No joda! Partida de viejos verdes,  alcanzó a decir,  el hombre del discurso; mientras que el otro,  ya se encontraba,  en el primer piso abajo  de su mesada creo; o  un poco más abajo. Voltearon   a mirarlo  todos y se quedaron casi lelos o a la expectativa,  por lo que, diría, quizá,  en sus secuencias discursivas…  Secuencias que solo  en sus sueños extraños escuchaba. Napa masculló enhiestos   y  desvelo; develando;  estos viejos verdes,  tribunos de borracheras. Se reúnen cada noche, para dar discursos  sobre  amores tardíos  y por eso,  sueñan tantas boberías; mucho me temo,  que si yo fuera como ellos,  sería aún más adolescente en ensueños vagos y diamantinos. Pero sigue oyendo,  el primer discurso el de;  véndame un Kevin Ovalle,  que al fin y al cabo,  era nada más ni menos que  su familia,  que estaba de viaje en algún lugar. De manera tal, que no entendió la advertencia que se le hacía…
 Despertó con un extraño sabor que le espesaba el alma. Y ese fue el extraño sueño que tuvo este hombre; al que le decían por cariño Napa…  

 Beatriz Elena Morales Estrada@ Colprinth 

jueves, 6 de febrero de 2020

Viajes de la memoria







                                                    La despedida

Hace algunos años andando por una  de tantas calles barriales,  que he transitado; 
me hice amiga de una señora llamada Bernardina Restrepo, tendría unos ochenta años.
Era muy solita, la visitaba con alguna frecuencia,  nos hicimos buenas amigas; cierto día enfermo,  se la llevaron a vivir a donde una nieta, y aunque ella no fumaba,  le encontraron cáncer en los pulmones,  después de mucho tiempo de padecer,  murió, pero por circunstancias de la vida que no narraré aquí yo me quedé  viviendo en esa casa, en donde me ocurrieron tantísimas cosas.  El caso es que a Bernardina la cremaron, pero durante el día estuve  acompañándola, velando su cadáver, me despedí de ella, en silencio, ya que todas sus hijas, parientes nietas para ese momento aparecieron.
De manera que yo regresé  a esa casa, ella misma me la había cedido en arriendo. Me acosté  a cierta hora muy avanzada de la noche,  sentí algo sobrevolar cerca,  muy a ras de mi cara, de mis ojos,  era unas alitas de paloma,  se balanceaban sobre mi cara como para que me diera cuenta que estaban   allí,  aleteando;  entonces abrí los ojos y vi una paloma pequeña,  que al verme ya despierta,  comenzó a aletear,  tres veces seguidas,  antes de  alejarse,  como  diciéndome adiós;  era unas alitas de paloma, blanquitas. Fue su despedida. ¡Cómo no recordar semejante experiencia y tan bonita! 

                                                     El nieto

Sucede que  Bernardina Restrepo; esa  señora que conocí en el barrio y  en  esos recorridos,  que  hacía como  fotógrafa;  tenía un nieto,  que se lo habían  matado,  en su propia  casa  y había  muerto,   de una manera muy violenta y  a menudo,  yo solía sentirlo; un día estaba en oración  y sentí su presencia a mis espaldas  y escuché su voz diciéndome; rece padrenuestros  y verá como consagra a las almas.

                                      De terror y otros asuntillos

Cierto  día una persona  cercana  a mi familia contó  la siguiente historia; resulta que  trabajó  hace mucho tiempo en la policía,  se dio la situación de que mataron a un hombre muy buscado,  que era un asesino muy temido despiadado,  sanguinario en sus acciones, lo tuvieron que matar incluso,  con balas de plata,  porque aunque siempre le daban,  nunca lograban hacerle daño. Sucedió que habiendo llevado a este hombre al anfiteatro lo depositaron en una camilla,  allí lo dejaron, se llegó la hora de cambio de turno tipo 12 de la noche,  de repente los dos hombres encargados de cuidar el anfiteatro, escucharon un ruido y vieron cuando el cadáver,  se levantó, se  sentó en la camilla, de su pecho salió un ave enorme,  en forma de gallinazo, alzo el vuelo,  a uno de los celadores,  lo rasguño en la mejilla,  le dejo una marca en la cara,   salió por una ventana,  rompiendo los vidrios,  para desaparecer en la oscuridad de esa fría noche. Cuenta este ex oficial, que esto fue verídico,  tanto que uno de los celadores,  se enloqueció y el otro renunció a su trabajo para siempre.

Beatriz Elena Morales @Estrada   




CAPITULO XX LA NOTICIA

                   

Beatriz Elena. Batarzy Anatoly está con Beatriz Elena Morales Estrada y Morales Estrada Beatriz Elena.
Publicado por Morales Estrada Beatriz Elena · 20 de noviembre de 2016 ·
BEATRIZ ELENA ©MORALES ESTRADA Copyright
CAPÍTULO XX
(20)
LA NOTICIA
Transcurrió el tiempo, la salud de Galo se había ido deteriorando, después de cinco o más años; Flor la llamó, para contarle que Carlos Mario, había muerto, él sabía que estaba enfermo de gravedad, pero no quería que nadie se enterara, exceptuando su amigo, el rubio, que lo acompañó hasta el último segundo.
Adíela, su madre, no quiso ir al entierro, se avergonzaba de tener un hijo marica; dicen que Galo antes de morir grito así ¡Ay de mí, que no tengo madre! La mujer que me parió, rechaza, lo que salió de su propio vientre, más le valdría a ella, no haberme tenido; pero por haberme rechazado, su solo rostro en el espejo, verá el mío, antes de exhalar su último suspiro.
¡Ay! Cuantos Galos no hay en el mundo, rechazados por ser diferentes, cuantas de vosotras mujeres y de vosotros hombres machos, que de puros machos se revientan por dentro, sus intestinos se estallan, sin haber derramado una sola lágrima; cuantos de ustedes, tienen hijos maricas, que ni los quieren, ni los aceptan. Te perdono ¡Mujer que me pariste!
También antes de morir, te dejó escrita una carta, la dejó conmigo, no te la había hecho llegar, porque cambiaste de dirección varias veces, hasta que el amigo de Rubén, nos contó que, se había encontrado contigo, y que te había pedido el número de teléfono.
Pero Rubén, tan pronto como pueda, te la va a hacer llegar, yo no puedo porque ando en luna de miel con mi amiga Teresa y mañana salimos de viaje.
Flor, paró de hablar un momento; Amanda lamento, lo de aquella noche, sé que no se puede forzar a nadie a hacer lo que no le gusta, disculpa.
¡Ba! No te preocupes por eso, son cosas, actitudes de nuestra inconsciencia; por lo demás, todos la pasamos muy bien aquella vez.
Amanda colgó el auricular y se tendió sobre la cama, boca arriba, de frente a la pared blanca del techo, una música suave, llegaba desde el equipo de sonido.
Sus ojos, se iban cerrando, a su vez oscilaban, entre la pared del techo y un cuadro, en donde se veía de cuerpo entero, la imagen del arcángel san Gabriel, volando hacía la tierra, sus alas, surgiendo de sus lomos y de un color azul, desplegadas.
Sus vestiduras infladas por el aire, su mirada ligeramente inclinada, fija en un sólo lugar y como buscando con ella, su mano derecha, con el dedo índice a medio levantar, señalando en esa misma dirección; entonces pensó; dichoso aquel o aquella que, estuviese bajo el cobijo de esa mirada, que designa, que nombra que muestra, que señala, que elije, siendo a su vez, plenitud creadora y es que el arcángel san Gabriel, representa también, la fecundidad de la vida.
Sin Gabriel, es imposible pensar a María y por ende a Jesucristo, con ellos se potencializa, el tiempo venidero, el que, por medio de la sangre preciosa, daría pie, al entendimiento del verbo encarnado; se volteó de lado y se sentó en su cama, habló en un tono alto, como si hablase con alguien y dijo, porque es, que, oiga usted; por medio de ella, el hombre, cuya esencia le pertenece, ya que es suya, será despertado.
Tendrá que despertar, entonces caerá, por su propio peso, el ave, que era de blanco plumón, el que codicio el cielo para sí, y que ahora, lo quiere quemar; el que subordinó a los hombres y los sometió a una esclavitud sin fin y casi a una oscuridad perpetua.
Ese es, el que condena a los hombres y los acusa, después de seducirlos Así, escuchaba Amanda ese pequeño diálogo de su ser.
Se recostó de nuevo, quedando, hacía un lado, otras imágenes aparecieron en su memoria, el recuerdo de Aída López, pensó en ella, como se piensa, en alguien con la que compartió algunos momentos, cosas bonitas.
En aquel entonces, Aída tenía veinte años, un niño pequeño y un marido, al que se tiene, más por la costumbre o el miedo a quedarse sola, un hombre maltratador y machista que le pegaba, si no hacía lo que él quería. Era un poco frívola. Pero buena gente.
Tenía un almacén, que era de su propiedad, vendía cosméticos y otro tipo de cosas y Amanda siempre pasaba por allí, porque era la ruta que, le quedaba más cerca, para poder coger el bus.
Un día necesitó entrar; compró algunas cosas que le hacían falta, buenas tardes ¿Qué sé le ofrece? Véndame éste champú y ésta crema de manos. ¿Algo más? Sí, véndeme estos pañuelitos desechables, sí, con eso es suficiente, con una voz que denotaba alegría, Aída, le preguntó ¿Vive por aquí cerquita? Sí, como a dos cuadras, más hacia allá, si, es que, como siempre la veo pasar ¡Aaaa! Vea la encimita ¿Qué son? No, unos chocolates, para que deguste ¡Hay que rico! Me encantan estos, gracias, bueno, me voy, se me hace tarde, chao
Con los días, Amanda siguió entrando, se saludaban, hasta, que se hicieron buenas amigas, otro día, Amanda pasaba pero, iba como de afán, Aída la abordó ¿Para dónde vas Amanda? No, lo que pasa es, que estoy buscando un empleo y la condición, para que me lo den, es que acuda a unas conferencias de crecimiento personal ¿Y son buenas? Sí, pero allí hablan de toda clase de sutilezas y banalidades, de tonterías, en realidad no hablan de nada esencial ¿Será qué yo te puedo acompañar? ¡Si claro vamos!
¿Pero y su marido si la deja? Yo no creo, él es tan jodido, pero si yo, le explico de qué se trata, a lo mejor, me deja ir; hay sí, porque ya estoy aburrida de tanta rutina; bueno cuando obtengas el permiso, entonces vamos. Bueno
Días después, Aída obtuvo el permiso y se fue con Amanda, para una de las conferencias, después de eso, asistieron a algunas más, un día, la reunión estaba más tediosa, que en otras ocasiones y Amanda le preguntó a Aída ¿Te quieres quedar? Esto está muy harto, no avanzan en nada; no, yo hago lo que vos digas; entonces vamos y nos tomamos dos cervezas. Bueno.
Salieron y entraron a un lugar, que parecía ser una taberna, pero que no lo era, el sitio era pequeño, las paredes, estaban adornadas con cuadros de cantantes de boleros ya fallecidos, fotos estáticas, detenidas en un sólo gesto, olvidadas, del movimiento continuo de las cosas, se veía además, un cuadro, con la imagen de Carlos Gardel,
Detrás del bar, una pareja se hallaba sentada, en una mesa, junto a una pared abollonada por cojines, de color rojo, casi encendido, las mesas eran de color madera, pero los taburetes eran del mismo color de la pared, blancos.
Amanda reparó en ellos, el tipo era moreno, con un bigote bien delineado, el agujero de su boca estaba adornado por unos labios sensuales, tenía enlazada a una mujer más joven, que él, que ya rozaba los cincuenta y pico.
Ella le acariciaba su barriga, que sobresalía, como una petaca; tan lindo mi papi, un poco más hacia afuera, en otra mesa, otros señores, charlaban con mucha jocosidad, mientras bebían aguardiente.
Las dos mujeres, entraron y se sentaron hacía adentro, la calle estaba húmeda, recién había llovido, los hombres las repararon, de los pies a la cabeza, fijando, más su atención en Aída y luego siguieron chalaneando en lo suyo.
Una mujer muy seria, con cara repelentica las atendió ¿Qué van a tomar? Danos dos cervezas por favor. Después de traerles las cervezas; Aída se interesó por los zapatos de la mesera, que eran de color blanco, hay qué bonitos ¿Qué? Dijo la mujer, sonriendo halagada. Los zapatos.
Esta era bajita y tenía el pelo pintado de amarillo, con tintes verdes.
No era ni vieja, ni joven, una edad no definida ¿Sus zapatos, dónde los compró? No, mami, estos, ya no se consiguen, pero abriéndose un poco más, les contó en donde los había comprado, si son unas chanclas muy bonitas.
Gracias, a la orden muñecas; se alejó, para atender otros clientes, que ya llegaban.
Ya después, charlaron de cosas ínfimas, se rieron divertidas y Aída, le dijo; hay, yo te veía pasar y era con unas ganas de que vos entraras ¿Así?
En cambio a mí, pensó; nunca se me había ocurrido. Aída, era una mujer bonita; para ese momento a Amanda le daba igual todo, nada le llamaba la atención, desde que su joven amigo se fue, ese muchacho que siempre quiso y que partió para lejanas tierras con otra mujer.
Es una lástima, pensó; se sentía bien con su amiga, se entretenía, le divertía ya que hablaba de todo; hasta bobadas.
Mira la hora que es, dijo Amanda ¿Nos vamos ya? Sí. ¡Miércoles! Me va a matar mi marido; al salir tomaron un colectivo, que en el transcurso del camino, se había ido quedado vacío, ya que las gentes, lo iban desocupando en la medida que llegaba a su destino.
Como estaba tan tarde, cogieron un carro, que las dejó mucho más abajo, de sus casas, ya que el de la ruta, no pasaba, a esa hora.
Mientras el carro, se deslizaba, Aída, se pegaba al cuerpo de Amanda, está al notarlo, reparó en ella, tenía unos ojos grandes de color miel, unos labios rojos y gordezuelos y unas ganas inmensas de ser amada; pobrecita pensó. Entonces en silencio, Amanda, tomó sus manos y Aída se recostó en su hombro.
Se bajaron del colectivo y se subieron a pie, por toda una avenida.
Justo ese día, Antonio, salía tarde, de una reunión con los hermanos y vio con asombro, como aquella mujer se arrojaba en los brazos de su media hermana y la besaba. Bueno, no exactamente.
¡Dos mujeres besándose! ¡Qué asco! Casi grito Antonio con espanto.
Lo que sucedió fue, que Aída se plegó al cuerpo de Amanda y todo el calor y la ternura, que le habían faltado, los encontró allí, en ese abrazo intenso.
Entonces al despedirse, la beso con mucha calidez y cariño, en la mejilla.
Pero no fue, exactamente un beso.
Por su parte Amanda, no supo, en qué momento, se ausentó de sí misma y se fundió en el olvido; es decir en aquel abrazo cálido, fraternal.
Así fue, que a ambas, el mundo se les borró, porque así, como el sueño, suele ser una especie de muerte pequeña y clandestina, así para aquellas a las que, el amor les había faltado; en un instante, del tiempo, se reencontraron, en la calidez de las almas. Y eso fue todo.
Y en este caso lo fraternal de la amistad, es algo propio de aquel, que lo padece o lo disfruta, es suyo, sólo suyo y de nadie más.
Beatriz Elena Morales @Estrada   

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia



[1]  Carlos Gardel, cantante, de origen   argentino, fallecido en la ciudad de Medellín, en un accidente aéreo) con su sombrero puesto.
[2] Chalaneando: Charlar,  conversar perder el tiempo 

lunes, 3 de febrero de 2020

Desiertos

     





                                                      Desiertos

Y una voz que grita en el desierto;  horizontes lejanos y perdidos en la penumbra. Oquedades craneanas; cúmulos de recuerdos, mi cabeza rodando  en  un soleado paraíso de enjambres de abejas; un tajo de espada me  la arrebató   y ahora la  tengo   perdida; y todo   por culpa de esa asquerosa mujer Herodías y su  hija.  Al mismo tiempo,  siento  y oigo  esos sonidos;   como   gestación de un tren en la memoria, tal como si fuera la  estación última y primera de las cosas;  en donde la partitura del ensueño  y de una  desilusion , que ya no se cantan,  tañen campanas de despedida,  sin despedida; porque el otoño y la primavera permanecen juntos,  juntos   conviven  con los ojos y los párpados hormigueándoles  el cerebro, que destila mariposas y estas,  se elevan sobre tejas y entejados azules; disfrutando el santiamén de unos segundos de rascacielos,  en el paraíso suburbano de las venas y de las sangres; mientras mi cabeza rueda y rueda marginada de lloros y de pesadumbres ajenas,   y la bandeja  ha sido puesta ante sus ojos delirantes; delante del cobarde y vil tirano; que ya no puede volverse atrás.   Dado que sucumbió  ante los encantos del hades,  encarnado en la danza de la tal Salomé y  mientras las copas han sido levantadas y los ignotos disfrutan   de  la libación de la sangre entre sus labios babosos   y  entonces, entonces   cae el telón y   mi cabeza   en aras de la maldad yace,  cual suculento manjar ante los espantados ojos del rey.  

Beatriz Elena Morales Estrada @colprint derechos reservados 

El bosque sempiterno




                                                 El bosque sempiterno

              Ciertamente en este mismo año que corre, en el año azul,  existió un rey,  que casi nadie conoció; es tan cierto, lo que digo, como que las estrellas al morir son diamantes flotando en el espacio a través   de una espiral de materia imperceptible; la misma  que las  formó   y de la cual,  está hecho todo  en el universo.
Una estrella hizo  implosión hacia su interior,  como lo hacen siempre las estrellas cuando mueren  y se contraen, se rompen desde adentro hacia afuera a millones de años luz,  en algún lugar del universo, tiempo, espacio y así mismo es que  algunos de nosotros implosionamos también,  desde adentro.
Y    como se  los  estoy  diciendo;   ese rey se llamó Darío; no era ningún ricachón,  ni ningún emperador,  ningún diputado;  ni nada por el estilo; era tan solo un hombre. Sí.  Un hombre bueno, que  gobernaba con sabiduría su casa y era tan responsable con la madre y con las hermanas; un día,  un peón,  de esos que arrastran  la envida entre los pies;  lo escupió en el rostro y él.  Él  en lugar de mandarlo a  matar; ya que como rey,  tenía ese privilegio, lo miró y siguió de largo y es que el hombrecito,  le llevaba la rabia,  porque una mujer muy bella lo amaba.  Una niña que a Darío acompañaba veía con impotencia los insultos del agresor; pero él siempre,  era tan callado y su consejero le dijo que deberían decapitar al hombrecito  ese; y  este con un dulce gesto, le ordenó que no, que olvidara  el asunto; de manera que  este,  solo se encogió de hombros, puesto que no entendía nada. Cierto día el rey Darío decidió darse una zambullida en el lago azul,  que tenían dentro de su reino y por supuesto llevó a la niña con él y la sumergió en el estanque  cargándola sobre sus  espaldas,  para que no le pasara  nada y también cuando la niña era una bebé,  el solía cargarla al lomo y eso ahuyentaba los fantasmas del campo oscuro y constelado. Fue cuando vino ella,  la Griselda era una doncella tan hermosa como una de  las estrellas más brillantes,  que alumbraba el firmamento.  Llevaba  una  diadema de diamantes,  que adornaban su  frente y envolvían su larga cabellera;   entonces fue hacia él. Hacia el gran rey Darío,  que salió anonadado y con la niña en el lomo;  chorreando agua por todas partes; ¡oh! hermosa dama; dejad al menos,  que me cambie estas ropas. Ella soltó una risa, pero al instante se contuvo y alargando su gentil mano,  le dijo ¡Oh!  Hermoso rey y caballero,  nada os conturbe,   pues de mis ojos,  eres prenda segura;  así que mojado o seco ablandas este corazón,  que te Admira; tomad estas prendas,  que os he traído y vestiros con ellas,  mientras,  dame a la niña para yo reconocer en ella,  tu hermandad, también en las estrellas. Es mi hermana,  sonrió y  fue a cambiarse,  en eso momentos no cabía en sí,  de la alegría  y mientras se colocaba  su traje,  engalanado con el amor de la felicidad  no efímera;  pues sabía que con la dama,  casamiento había,   salió  ya seco y  de vestido radiante,  cuando  sintió que una  lagartija gigante,  lo atacó mordiendo su  costado y la comandaba justamente el feo y envidioso  chofer de la familia;  el puerco que lo escupía todo el tiempo,  en el rostro.  Al oír su grito,  la dama con la niña,  corrieron,  llegando  justo en el momento,  en que una serpiente venenosa  lo iba a morder por el cuello.  La dama  sacó su  espada de esgrima y el arrojo sobre el asqueroso reptil,  cortándole la cabeza al instante.  Al verla el servil chofer; que estaba oculto mandándole estas cosas a su rey;  se arrojó a sus pies ¡oh!  Hermosa dama;  intente  ayudarlo, pero no pude;  entonces la niña grito es mentira, el miente; lo sé, lo sé  dijo ella;  este baboso  me lleva las ganas  hace más de cuatrocientos años; así; que le dijo;  quítate de mí vista o te arrojaré  al estanque de las caimanes grandes,  para que te coman la cabeza.  El Hombrecito al instante  se alejó lamiéndose el odio  entre sus dientes de reptil hediondo;  pero el mal ya estaba hecho y el veneno del lagarto comenzó a hacer efecto.  Ya no hay tiempo  que perder un médico,  pronto gritaron juntas;  mientras Darío se retorcía del dolor. Al escuchar los gritos vinieron entonces los peones  que trabajaban  en  el bosque sempiterno y lo llevaron a la  casa hospital donde, lo atendieron con premura y Darío, el rey;   después de eso,  vivió  doscientos  años más y perdonó  al lagarto y al chofer  pero los arrojó  lejos de su bosque.  Darío gobernó con justicia y equidad,  durante todo ese tiempo al lado,  de la hermosa dama. Su hermanita menor,  quiso ser la consejera  de su reino y siempre al lado de su hermano,  el rey Darío. Después de los doscientos años: en  una lejana comarca  vivía  la princesa niver;  quien lo invitó  a una fiesta que se celebraba en su casa;  sin embargo,  el fulano chofer que había sido expulsado del reino  y que vivió todo ese tiempo para vengarse,  no se quedó con las ganas y en esa salida que hizo el rey Darío y en descuido de todos; aprovechando que este salió al orinal; le disparó un arma a quemarropa por las espaldas y en el cerebro.  Esta vez nadie,  se enteró de la tal hecho, hasta el otro día;  así que Darío fue  a parar  a un hostial fuera de su reino;  en donde lo dejaron morir como a cualquier fulano;  mientras el reptil ano envidioso  disfrutaba el veneno de su envidia.
 Durante toda la noche el rey no cesó  de llamar a su dama y a su niña,  pero nadie acudió.  Darío el rey,  explotó en  llanto y angustia;  su interior reventó  y  se convirtió  en una estrella lejana,  en medio de una constelación, llamada el bosque sempiterno; allí  la dama en cuestión y su niña,  no dejan de mirar  y siempre  habitando en el bosque. Esta vez, la dama mandó  a construir una prisión en donde el envidioso  chofer, o peón,  pasara el  resto de su vida,  junto con el lagarto gigante. No obstante,  la niña supo que según una antigua promesa,  el rey Darío volvería a renacer al transcurrir de unos cuatrocientos años más y a gobernar con justicia y equidad. La dama originaria de las estrellas esperaría por él; lo que fuera necesario  y según su duración en el tiempo. Mientras tanto  reinaría  su hermanita.  

Beatriz Elena Morales Estrada@colprinth