jueves, 6 de febrero de 2020

Viajes de la memoria







                                                    La despedida

Hace algunos años andando por una  de tantas calles barriales,  que he transitado; 
me hice amiga de una señora llamada Bernardina Restrepo, tendría unos ochenta años.
Era muy solita, la visitaba con alguna frecuencia,  nos hicimos buenas amigas; cierto día enfermo,  se la llevaron a vivir a donde una nieta, y aunque ella no fumaba,  le encontraron cáncer en los pulmones,  después de mucho tiempo de padecer,  murió, pero por circunstancias de la vida que no narraré aquí yo me quedé  viviendo en esa casa, en donde me ocurrieron tantísimas cosas.  El caso es que a Bernardina la cremaron, pero durante el día estuve  acompañándola, velando su cadáver, me despedí de ella, en silencio, ya que todas sus hijas, parientes nietas para ese momento aparecieron.
De manera que yo regresé  a esa casa, ella misma me la había cedido en arriendo. Me acosté  a cierta hora muy avanzada de la noche,  sentí algo sobrevolar cerca,  muy a ras de mi cara, de mis ojos,  era unas alitas de paloma,  se balanceaban sobre mi cara como para que me diera cuenta que estaban   allí,  aleteando;  entonces abrí los ojos y vi una paloma pequeña,  que al verme ya despierta,  comenzó a aletear,  tres veces seguidas,  antes de  alejarse,  como  diciéndome adiós;  era unas alitas de paloma, blanquitas. Fue su despedida. ¡Cómo no recordar semejante experiencia y tan bonita! 

                                                     El nieto

Sucede que  Bernardina Restrepo; esa  señora que conocí en el barrio y  en  esos recorridos,  que  hacía como  fotógrafa;  tenía un nieto,  que se lo habían  matado,  en su propia  casa  y había  muerto,   de una manera muy violenta y  a menudo,  yo solía sentirlo; un día estaba en oración  y sentí su presencia a mis espaldas  y escuché su voz diciéndome; rece padrenuestros  y verá como consagra a las almas.

                                      De terror y otros asuntillos

Cierto  día una persona  cercana  a mi familia contó  la siguiente historia; resulta que  trabajó  hace mucho tiempo en la policía,  se dio la situación de que mataron a un hombre muy buscado,  que era un asesino muy temido despiadado,  sanguinario en sus acciones, lo tuvieron que matar incluso,  con balas de plata,  porque aunque siempre le daban,  nunca lograban hacerle daño. Sucedió que habiendo llevado a este hombre al anfiteatro lo depositaron en una camilla,  allí lo dejaron, se llegó la hora de cambio de turno tipo 12 de la noche,  de repente los dos hombres encargados de cuidar el anfiteatro, escucharon un ruido y vieron cuando el cadáver,  se levantó, se  sentó en la camilla, de su pecho salió un ave enorme,  en forma de gallinazo, alzo el vuelo,  a uno de los celadores,  lo rasguño en la mejilla,  le dejo una marca en la cara,   salió por una ventana,  rompiendo los vidrios,  para desaparecer en la oscuridad de esa fría noche. Cuenta este ex oficial, que esto fue verídico,  tanto que uno de los celadores,  se enloqueció y el otro renunció a su trabajo para siempre.

Beatriz Elena Morales @Estrada   




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