viernes, 27 de junio de 2014

CAPITULO III- LO DEL TIO

                                                
                                                       

                               

                                                                CAPITULO III
                                                      LO DEL TÍO
Era uno de esos días, en que provocaba no salir para nada de la casa; el frío atravesaba la piel, casi hasta congelara; tenía mucho tiempo libre, ya que era una desempleada, mis bolsillos estaban vacíos, mí situación era desesperada; pero para mí, en esos momentos, era una prioridad escribir, porque me dormía, y me despertaba con las letras,  las palabras que se deletreaban casi solas, debajo de mis párpados.
Así, que salir, significaba para mí una enorme molestia; pero debía acompañar a mi tío Alfonzo al médico, ya que estaba recién llegado de un sitio de la provincia, estaba solo, y sólo dependía de mí; tenía una cita en una EPS, en el centro, como a eso de las cinco de la tarde.
El médico que iba a atenderlo, era un internista,  si no estoy mal, su nombre era, José Rendón, estábamos ya sentados en la sala de espera,  al oír su nombre nos pusimos de pie; al entrar al consultorio, el doctor estaba sentado detrás de su escritorio, es lo que sucede siempre, que uno va a ese tipo de cosas.
Lo bueno es que esté hombre, en apariencia era simpático, era joven, rubio, nos saludó con un gesto de cabeza,  con las manos nos invitó a sentarnos. A mí me recordó a uno de esos personajes, que había leído en algunos de esos apuntes, acerca de la vida de Sigmund Freud. [1]
Al terminar de leer, el hombre levantó la cabeza, y preguntó, mirando a Alfonzo, ¿Cuánto hace, qué está tomando usted está droga?,  ¿cuál, el diazepan?, sí; casi  desde niño doctor, ya veo ; en ese momento, sonó su línea interna ; el doctor tomó el teléfono,  después de una escucha atenta, en la que sólo hacía los usuales sonidos de la garganta, respondió, mire ,yo lo que pienso, es que si a ese paciente se le da de alta,  lo mandamos para la casa , así como está ,nos van a cobrar mucha plata; pero si ese paciente se nos muere, en el momento en que lo estemos operando, no tendríamos que pagar nada.
Colgó y dijo; bueno don Alfonzo, venga para acá, señalando la camilla, y levantándose de su silla al mismo tiempo; lo hizo acostar, entonces le habló ; ¿me dice qué tiene una sonda? .Sí, es que estoy recién operado,  era para ver si usted me la podría quitar, pues hoy se vence el tiempo para eso; ¿bueno  quién lo operó de la próstata?; un médico muy bueno; oíste Sara Lucía,  ¿cómo es qué se llama?, creo, que fue el doctor Londoño.
A, sí, él es un médico muy bueno, en ese caso, yo prefiero, que sea el mismo doctor, quien le retire la sonda; pero si eso no le va a quitar mucho tiempo, además usted sabe, que las citas con los especialistas demoran mucho; no, yo sólo le voy a tratar el problema del corazón, consulte con un médico general, ya, que yo con esas cosas no me meto.
Por fin salimos del consultorio,  yo noté la decepción en la cara del tío, sentí, lastima por él, pero nada habría ganado ante la ineptitud de ese médico, para retirar una simple sonda.
De inmediato abordamos un taxi; que se desplazó por todo San Juan [2]; ¡oíste Sara Lucía!, ¿por qué no pasamos por toda la avenida del río? vemos los alumbrados y así, yo busco un amigo mío, que vive en el barrio Guayabal [3], toma, ésta es su dirección. El taxista, un hombre jovial,  con muchas ganas de hablar, dijo, mientras me miraba por el espejo retrovisor; no, es en que en Medellín, si somos muy creativos; ¡pero vea!, esos adornos, cuestan un montón de plata, y ya se los vendieron al Japón; así como están se los van a llevar.
Dese cuenta, además, es que a nosotros nos toca pagarle a las empresas, el altísimo costo de la energía, que se consume en navidad; pero muy bonitos si son, con eso, intentan disimular la pobreza extrema que se vive en nuestro país, en nuestra ciudad.
Pronto llegamos a la dirección señalada, allí dejé a mí tío Alfonzo, pues él, lo deseaba y pude observar como su amigo, su esposa lo recibía con gran afecto,  cariñó, de modo que eso me tranquilizó, ya que ellos se comprometieron a cuidarlo.
Al llegar a mí casa, prepare café negro, ya que estaba tiritando de frío,  retomé de nuevo la lectura, según la página que abrí; ya ella, había tomado su cuaderno y vio como el azar, había juntado las palabras los papelitos escritos en diferentes tiempos, circunstancias,  noches distantes,  distintas, hasta formar un cuerpo conexo de vivencias,  de ideas.
Mucho me sorprendí aquella noche, cuando al responder al teléfono, escuché su voz agitada; me preguntó, si podía venir a mí casa, ya que se encontraba cerca, en la casa de su mamá,  que sólo dista a unas cuantas cuadras de la mía. Le respondí, por supuesto que sí.
Fue esa la vez, en que me lo contó todo, pero me tomó tanta confianza, que me abrió su corazón, fue la única vez que me visitó, la noche en que me contó de la pelea con su hermano Antonio, de esa tenaz pesadilla, después de eso, su madre le rogó, que volviera, que regresara a la casa, lo hizo llorando.
Así que ante los ruegos de ésta, dejó su pequeño apartamento, situado en Buenos Aires [4]   regresó. Un día Antonio se le acercó, le preguntó, ¿oíste, voz no tenes plata para qué me prestes?;  ¿cuánto necesitas?, no poquito, ¡a bueno, siendo así! , si te los puedo prestar, porque voz sabes, que estoy sin trabajo, toma; Antonio se alejó con el dinero en las manos, Amanda lo observó irse,  le dijo; ¡se me olvidaba!, por ahí, lo llamó una tal Libia, ¿Libia? A, sí, yo ya hablé con ella.
Trascurrieron los días,  ésta, siguió llevando una vida normal, los amigos la llamaban,  la invitaban a salir, pero pese, al aparente cambio de Antonio, que de soslayo, la seguía mirando con desprecio, una tarde en la que  salió de la ducha, se arregló para salir; Antonio, en uno de esos arranques de saliva, de  odio, le gritó, ¡ya te estas arreglando para irte a andar la calle con tus amigas!; ¿les vas a ir a dar culo?, salivó,  prosiguió; ¡porque yo creo, que con ese modo de ser que vos tenes, nadie te quiere!
Dice Amanda, que sintió a su corazón agitarse dentro de sí,  que sin pensarlo y llevada por un impulso,  en forma rápida, bajo sus bluyines y le mostró el trasero. 
Intenté cambiar el sentido atmosférico, dándole un giro a la conversación; recuerdo que le pregunté, tuteándola, para hacerla sentir un poco mejor; ¿cuéntame algo de tú hermano Antonio?; ¡pues veraz!, mi madre dice, que en su juventud, el tipo fue andariego, que estuvo por los lados de Pereira,  que su odio por los sacerdotes comenzó allí, aunque pudo haber sido en épocas más tempranas.
El caso es que estando en Pereira,[5] llegó a verse muy necesitado, sin saber qué hacer,  después de caminar sin rumbo, por calles y callejas desconocidas, llegó a una iglesia, recién se había acabado la misa, de manera que se apresuró a  llegar a donde estaba el sacerdote,  le pidió ayuda, ya iba a narrar su historia de venturas y desventuras; cuando se apareció el monaguillo,  puso en manos del cura una vasija repleta de monedas; el sacerdote se dio media vuelta  y ya no le quiso prestar atención.
Decidido a insistir se fue detrás; pero el cura, que ya se había olvidado de él, cogió el dinero para contarlo; dice Antonio, que jamás olvidaría esa expresión, porque en la medida que contaba el dinero, los ojos se le habían puesto rojos y un brillo de intensa codicia se los enceguecía , una sonrisa de satisfacción le surcaba los labios. Solo mucho tiempo después Antonio reconocería que en realidad al que vio fue al monaguillo absorto con la ponchera más no al sacerdote.
¡Pero en realidad, lo que tú hermano veía, era al mismo demonio!; dije con una expresión de asombro, no lo sé, yo no dudo de su versión; sólo sé, que no todos los sacerdotes son así.  Después de un silencio agregó, se también, que en su mayoría, todos los seres humanos son capaces de entregarle su alma al diablo, por unos cuantos billetes.
Es bueno, que me preguntes, ya que yo fui, la que pedí estar aquí; así que mi madre, cuando aún era joven enviudó,  sin embargo a los tres años, se enamoró de un hombre llamado Alfredo González, estuvieron mucho tiempo,  de esa unión nací yo.
¿De modo qué ellos son tus hermanos medios? así es, pero a mí padre no lo conocí, porque  se desbarrancó en su automóvil,  la que se ocupó de la familia, de los gastos, fue mi hermana Natalia; ¡entiendo!, dije, mirándola a la cara.  ¿Qué opinas de lo qué te he contado? No lo sé, porque desconozco el punto exacto, en donde él agua se desborda como un río.
           Beatriz Elena Morales Estrada©.


[1] Sigmud Freud: Padre del psicoanálisis
[2] San Juan: Importante avenida de la ciudad de Medellín
[3] Guayabal: Barrio situado al sur de  la ciudad.
[4]Buenos Aires: Barrio perteneciente a la ciudad de Medellín
[5] Pereira: Ciudad de Colombia

Por favor ; recuerda que esta obrita ya esta registrada, con número de radicaciön y todo. 

               



SARA LUCIA CAPITULO II



CAPITULO II

SARA LUCIA


A Amanda la conocí en cierta ocasión, hace algunos años, cuando estudiaba en la universidad; recuerdo que tuve que ir a recoger unas fotocopias que necesitaba, para preparar un trabajo y se las había prestado a una amiga, la cual a su vez, tenía unos amigos muy agradables, que se reunían algunas veces, en las horas de la noche por los lados de la playa[1] a todo el frente de la desaparecida arteria[2]   entre ellos uno al que le decían Galo, pero cuyo nombre era en realidad Carlos Mario, estaban también los primos ; Marina, Rubén y Mónica. No hice mucha amistad con ellos, dado mí carácter más bien introspectivo, y porque en ese momento, mí atención se hallaba centrada en el estudio. Me sedujo su rostro, de un moreno claro, su piel tostada por el sol; su cara, parecía reflejar una cierta claridad, pero para mí, era algo indescifrable en esos momentos, ya que veía en ella algo que los otros no tenían, era algo así, como un cierto encanto, hasta quizá una cierta fascinación…
Bueno, no  demore con ellos; pero tiempo después y como algo casual los encontré sentados en frente del teatro Pabló Tobón Uribe.[3]
Tal y como lo había pensado, ella era un tanto diferente a los demás; por un momento, me pareció ver, un cierto desamparo, una orfandad, que sin embargo parecía arroparla, pero no era una concha de protección, no, no, se trataba, más bien de algo, que te da calor; de diferente manera Galo era encantador, pasamos juntos toda esa tarde, desde entonces nos hablamos; bueno aunque de un modo esporádico, algunas veces nos encontramos y vamos a caminar y también conversamos de diferentes cuestiones…, la verdad tan sólo íbamos, ya no, ahora las cosas han cambiado.
Sara Lucía se levantó y al hacerlo, camino con lentitud, de tal modo que  sus pasos parecían detenerse en el vacío, o en el tiempo, si quizás era eso…
La tarde se había puesto en el ocaso, y la escarcha había comenzado a caer, en forma de una delgada capa, puso agua en una jarra y se la llevó a su vieja amiga Yocasta; negra azabache, y como una pelambre tierna; ya a estas alturas de la vida casi ciega, pero todavía juvenil y brinco na, esta lamió agradecida la mano que la acarició.
Ella regresó a sentarse de nuevo, detrás de su viejo escritorio y tomó con manos temblorosas, más por la emoción, que por otra cosa, un cuaderno empastado sobre un azul intenso. Este era el color preferido de Diego, suspiró; lástima que ya éste tan desteñido, ¡um! al igual que yo; y se sonrió, con una extraña expresión; aunque tenía los ojos húmedos. Pero sintió un intensísimo dolor en algún lugar; ¡Diego! ¡Cuánto tiempo ha pasado cuanto! y sin embargo…
Bueno Yocasta, a nosotras ya nos lloran los ojos, que le vamos a hacer, por una u otra razón nos lloran, siempre nos lloran. Volvió a levantarse y con el cuaderno entre sus manos, se dirigió hacía el corredor, para sentarse en una silla de mimbre, sus ojos grises, casi azules, permanecieron fijos en un infinito del cielo, de un extraño color rojizo, con unos trazos naranja en los alrededores, bajo la vista y de nuevo abrió el cuaderno, en otra página y dio comienzo a esta lectura.
Nos hallábamos sentadas una al frente de la otra, yo, en una silla mecedora, que pertenecía a doña Bernardina, la dueña de aquella casa, que tenía alquilada, la casa estaba situada dentro del barrio Manrique[4],  y lo único digno de destacar,  era lo peculiar que resultaba la forma en que estaba distribuida.
Se debía esto, a que en el pasado la estructura de las casas, era muy distinta; al llegar el progreso a esté barrio, no sólo acabó con la naturaleza de ese lugar, sino que en lugar de atenuar la pobreza, la resaltó, hundiéndola  bajo la forma urbana.   Ésta se quedó como encerrada; de modo que, para entrar a ella, se lo hacía por un callejón, a cuyos lados se alzaban dos paredes, y dentro de ese extraño corredor había mucho jardín sembrado.
El callejón lindaba con otro corredor, que  podría situar a un visitante desprevenido hacia la entrada principal , cuyo frente estaba compuesto por dos ventanas, y en medio de estas, la puerta, y lo curioso es que , lo único que se podía divisar era uno de los muros, era el más alto, y estaba compuesto de ladrillos; pero, pese a eso, a pesar de esto, la casita resultaba encantadora; parecía una vieja encina reclinada en el tiempo, y raro , más raro aún, el hecho de que una mujer joven como yo, se refugiara en ella.
De donde me encontraba, podía observar a las personas que pasaban sin ser vista, pero no lo hacía para mirar a las gentes; sino porque desde allí, me sentaba a escribir acerca de mí tesis de sociología   ¡A! y el cielo, el cielo que siempre me ha llamado la atención; quizá por mi sed de infinito.
Ella se hallaba de espaldas al callejón, que permanecía cerrado por una puerta alta, de rejas; hablábamos sobre muchas cosas; aunque a veces me leía algunos apartes de su diario. Sí, era una hermosa noche de verano, algunas estrellas, formaban figuras, entre ellas, esa que las gentes suelen llamar la china, en fin...Su voz, la escuché entrecortada y me expresó su dolor así; desde adentro de la casa, escuché, cuando ese hombre, Antonio, le hablaba a mamá ,y le leía un trozo de la biblia, su voz, el apremio con el que hablaba, y esa manera de abordar esa lectura, tan propia de un des configurado, infundía terror y miedo, sí, quizás para alguien que no tuviese un espíritu, lo suficientemente libre, para escaparse de allí.
Entonces, con énfasis, hasta con rabia le dijo; ¡oiga, vea, mire!, lo que dice aquí, en esté otro libro; que los sacerdotes deben de ser casados. Ella, con una voz lenta, pero tranquila, le respondió; pues yo conozco uno que es casado y tiene hijos, ¿de dónde?  Cuando los padres no se casan, no tienen hijos, todos son unos maricones, una partida de homosexuales.
A estas alturas el tipo, ya se estaba limpiando la saliva, con el dorso de la mano, por exceso de resentimiento, de odio acumulado; al llegar a este instante, Amanda se quedó callada y sus ojos se detuvieron en algún punto, detrás mío, en algunas flores y matas del jardín.
Encendí un cigarrillo, para acompañarla, en lo que creí, era una especie de letargo; pero al mismo instante ella pareció regresar de esa ondulación o lejanía y reanudó la conversación; me quedé a dormir allí, en la casa de mamá, pero tuve en las altas horas de la noche, una horrible pesadilla; en todo caso, esto fue algo siniestro, algo que sólo una mente maligna lo puede planear.
¿De qué se trata? , dije aterrada, ella se sonrió con dulzura; bueno, es que soñé, que me hallaba en un lugar muy conocido, era algo así, como una tienda y, que tan sólo estaba iluminada por unas bombillas, que daban destellos amarillentos en horas avanzadas.
Entonces apareció un hombre, que ya conocía y me preguntó, ¿Por qué se vino a vivir tan lejos? Bueno, mire, es que si usted viviera más cerquita, le podrían mandar la comida, o hasta llamar por teléfono, no le respondí nada y subí cuesta arriba, por toda la vía principal y llegué hasta un punto, en donde esta se quiebra; pero en lugar de seguir hacia el lado opuesto, me detuve en donde un señor que vende  papitas fritas, coloca su puesto, y ya luego volví a bajar, pero siempre sobre esa misma vía, y de regreso a esa misma tienda.
Era como si algo me forzara a hacer esos movimientos, no sé; suspiré y exhalé el humo del cigarrillo ¿estás cansada? para nada, sigue, sigue; entonces, una supuesta amiga que pasaba por allí, se me acercó, me saludó y me preguntó ¿está usted trabajando? , no le respondí; con detenimiento reparé en ella, ya que algo, llamó mi atención y muy dentro experimenté, el gran desprecio, que esta mujer sentía por mí; nada le dije y ésta se alejó, y se perdió en el desierto de la noche, y seguí hacía abajo, y al instante volví a encontrarme con el mismo hombre.
¿Bueno, y quién era ese? , nada más, ni menos, que mí hermano Antonio, curioso ¿no? , sí, es posible, el caso, es que yo seguí caminando sola, adentrándome más en esa oscuridad, que parecía querer tenderme una celada; llegue casi hasta el otro barrio; está parte ha sido siempre muy sola, y aún durante el día; ¡válgame Dios que sí!, y hacía un costado, se ocultaban algunas casas, pero del otro lado era zona verde, casi toda sembrada de árboles.
No bien hube avanzado un poco, cuando alcancé a ver a un hombre muerto, tendido boca arriba, allí mismo, a la orilla de la carretera, por donde suben los buses; sí, el hombre era joven, como de unos veinte a veinticinco años, era trigueño, pero, más bien, tirando a claro; se le podían ver los ojos cerrados y ,en esos momentos, apareció otro hermano mío, uno que es casado, apareció allí, de pronto, entonces le dije; mire han acabado de matar a este hombre.
Pero, ¡oh sorpresa!, justo en esos momentos, ese hombre comenzó a moverse, a desesperarse; a la vez  que decía; ¡hay los ardores de la carne! y surgió entonces otro escenario; más allá, y como en un extraño ritual, demasiado aterrador, para ser descrito aquí, se ven sentadas en un sillón, a dos mujeres; una de ellas, es una niña blanca, y a su lado una mujer de unos treinta años, ambas de cabellos largos y rubias; la mayor exclama; ¡hay los ardores de la carne¡. A su alrededor, se veía ya, tal y como si estuvieran dentro de una habitación, unas paredes que parecían ser blancas; estaban manchadas de sangre…
En esos momentos, la luna reapareció de entre las nubes, sentí frío y me estremecí, ella continuó; sí, era una escena horrible; entonces mí supuesto hermano, me miró sonriente y me preguntó ¿Qué, acaso, no le gusta el exorcista?; con horror le respondí que no, y eché a correr. Sin embargo, alguien, o algo me seguía, lo que sentía a mis espaldas era una sombra, una cosa siniestra.
Por fortuna, conocía otro camino; así que hice una travesía y, me introduje por un pasadizo; cuyas paredes se estrechaban más y más, queriendo aplastarme, experimenté un poder, muy seguro era el mal, bajo la forma de aquella oscuridad. Pero en fin, como pude, sacando fuerzas desconocidas, logre salir, y me escape, cuesta arriba por una calle diferente.
Un pájaro nocturno atravesó con rapidez, por encima de nosotros el espacio, quizás en busca de algún refugio; ¡tremendo!, ¡tremendo!, le respondí.
Mucho tiempo después de eso, volví a visitar a mí madre, y me quedé a pasar algunos días. Una noche, baje al primer piso, buscando algo que necesitaba; allí, estaba él, Antonio, mi hermano mayor; se hallaba sentado viendo la televisión, su presencia invadía, o parecía llenar todo esa parte de la casa, de una atmósfera pesada, o al menos, esto era lo que se sentía.
Casi siempre, el lado derecho, de su cara, que parecía hundido, bosquejaba un gesto de repudio, de ira; tenía sus pies atravesados a lo largo de la sala. Caminé por el medio, rápido, intentando no tocarlo; pero tropecé con uno de sus pies; ¡perra!, gritó,  al mismo tiempo, su cara llena de odió y su boca salivando, se distorsionaba en un gesto provocador, sus ojos parecían un vidrió negro.
¿Qué hiciste entonces? bueno la verdad sea dicha, en algunas ocasiones me he comportado de un modo  muy primario, y traté de darle un puño en plena cara, porque sentí, sentí, a mí corazón agitarse y no me pude contener; pero creo, que en realidad no debo pegar muy duro.
No obstante, el insulto no se hizo esperar, ya que me repitió; ¡perra que te torciste!, ¡qué te pasaste para el otro equipo! estaba tan absorta escuchándola, que no me di cuenta del tiempo trascurrido; miré, el reloj de la pared, faltaban quince minutos para las tres de la mañana.
Después de aquello, y por mucho tiempo, no volví a saber nada de ella; pero ya, por petición mía, me había dejado su diario; así, que me entregué por completo a su lectura, claro que, sin olvidar mí tesis central.
De modo que apenas entraba de la calle, al regresar de la universidad, lo retomaba, y en está ocasión, al abrirlo en una página cualquiera encontré esto; yo amo a Dios, por ser él, lo qué es, porque en su esencia, se encuentra ese acto sumo de la creación, que no es otra cosa que él amor, y éste amor es inimaginable más no por eso menos veraz. Eso, para mí, es la bondad y la frondosidad, de alguien en continuo movimiento.
Y también, porque él, ha sido capaz de trascender, en su misma trascendencia, todos y cada uno de los espacios de la materia….  ¿Pero qué es esto?, susurré,  decidí continuar en las otras líneas, y esto fue lo que encontré; desde luego, esto sucede, creo yo, después de haberla sufrido y padecido hasta el polvo, de los polvos y claro, tenemos una máxima expresión; y es el hecho del sacrificio, del único, entre los únicos, y ese fue, el día en que Jesús, fue puesto en la cruz por los judíos.
De manera tal, que el porvenir de Cristo, es una cosa infinita, y no hablo de repeticiones; pero si de un rostro, que alcanza el nuestro..., en todo caso éste hecho, que abarca hasta el último suspiro, que exhaló Cristo en la cruz, denota la física del espíritu, de éste, como redención  de un cuerpo, de un mundo, que incluso va más allá de la carne. Habría que resaltar la  muerte de Jesús, como un hecho  invaluable, de gran significación y sentido, con lo cual, el espacio entre vida y muerte desaparece, para dar paso a la inauguración de la vida; ¡He ahí el hombre!, ¡he ahí el árbol de los árboles!
De este modo con Jesús, al donar su sangre, el espíritu retoma su centro; sus dones han bajado desde lo alto, para instalarse en las más hondas raíces de la tierra y la escritura asciende, abriéndose pasó, desde el estiércol y las raíces podriditas y aunque parezca que no, el árbol de la vida, el que está situado en medio del Edén, el que guarda el misterio o el enigma, se abrirá para aquel; sí, aquel, que descubra en ese acto, lo que sólo el amor puede develar.
Quizá millones de años luz, después de que nuestros genes hayan avanzado lo suficiente y haya sido la tierra muchas tierras. Y si tenemos en cuenta que la serpiente se halla colgada, por su propio gusto de cabeza hacia abajo, ¿quién sabe cuántos ciclos más, tardemos en comprender y en sentir?…
Vemos pues como Jesús, con su acto se ha convertido en el ombligo del mundo y nosotros con nuestros genes nos hemos, ¿convertido? , Bien es cierta esa expresión tan conocida; “porque en pecado me concibió mí madre”[5]; y si esto, es así, ¿hemos de permanecer en esté estado? , ¿Acaso es más fuerte la acción de la gravedad, o el peso de la tierra? No podemos olvidar en todo caso, que Jesús se ha hecho carne, que él es el verbo del que habla la palabra,  aunque está, habita entre nosotros, hay que procurar develar y desvelar.
Al pie de página tenía una nota que decía; Por espacios de la materia, entiendo yo, también a todos esos hechos y circunstancias que nos rodean, y que de alguna manera, se hallan inmersos dentro del mundo aparencial, de las formas y de las cosas. Entonces, siguió hablando de Dios, escribiendo sobre Él, en la medida en que creía, que se acercaba a la forma perfecta, del Dios creador, del Dios padre, en la medida en que toda su finitud, estaba plasmada en la forma armoniosa de sus pies.
Luego lloró, se sentó a llorar con amargura y deletreó ésta frase, ya dicha antes por alguien que no recordaba; los dioses han muerto, los dioses han muerto; sí, aseveró ella, los iconoclastas, los pérfidos, los impuros de corazón los han asesinado; desde entonces vagan errantes como sombras, que ríen en la inútil forma de lo temporal.
¿Pero a qué dioses se referirá? no pretendo inmiscuirme en su vida, pero lo que es a mí, me encanta leer éste diario, será sólo, una simple curiosidad, en todo caso, esto de ocuparse de Dios, dentro de una sociedad, que ha perdido la capacidad de oír, de ver, y hasta de sentir, y que tan sólo se ocupa de conseguir dinero fácil; esté asunto, pues, bueno, a mí, no deja de sorprenderme.
Pero creo que los intelectuales de la época, habría que  resaltar sólo  algunos; su ingenio para hacerse notar; podrían considerar que pensar en Dios, es hacerle el juego al sistema; pero ese Dios, real y existente, no tiene que ver, no exactamente con lo instituido.                             

[1] la Playa: Importante avenida de la ciudad de Medellín
[2] Arteria: Un lugar de encuentro, un sitio de reunión que estaba situado en una vía de la cuidad
[3] Teatro Pablo Tobón Uribe: Importante teatro de la ciudad de Medellín;  se encuentra situado en la cabecera de la avenida la playa
[4] Manrique: Barrio perteneciente a la ciudad de Medellín
[5] Cita bíblica; se refiere a una expresión del apóstol Pabló; empero la autora lo cita con la finalidad de traer a colación la situación desmedida con la que el ser humano se deja llevar por sus egos; sus ruindades; sin tener en cuenta  su relación con Dios, con los otros… En todo caso los egos y la carne podrían tener una relación de inmediatez. Referencias más cercanas; Romanos  VII y VIII, versículo 25; antigua versión de Casiodoro de Reina,( 1569)



RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

CAPITULO PRIMERO-- DIEGO

                                                

                                   

                                   CAPITULO I

                                         Diego

Le gustaba subir caminando, por esa parte de Envigado que llaman la loma del Chocho[1], sobre todo le fascinaba esa zona verde que queda por los monjes.
Desde allí pensaba en su querida ciudad, a la que solía comparar con una montaña; una montaña, murmuraba, una montaña y lo es, con todo lo que eso implica, eso y más, mucho más.
Pero en otras ocasiones, la llamaba también, la ciudad de fuego, entonces tomaba nota y escribía; jauría de perros en la montaña, eres como una dolorosa agonía que me quema, eres también murmullo de aguas que brotan como desde la boca de un volcán dormido.
Tomaba aire y continuaba sus disquisiciones acerca de la reina caída[2]., Serás la ciudad derruida, pero no pertenecerás a un solo lugar y el mal prevalecerá en ti y para ti, ya qué en tú seno, has dado a luz a parías que te apuñalan por la espalda.
Aquí los perros saltan sobre uno y casi sin dejar huella; después de un largo suspiro, termino de hacer sus anotaciones y con sumo cuidado, las colocó dentro de su morral, miró el camino a seguir y justo en esos momentos podía ya ascender la loma, el resto que faltaba, qué era un corto trayecto para coronar la parte alta, que estaba poblada de una extensa vegetación sembrada de pinos.
Entonces en un acto de euforia, se desnudó los píes y sintió debajo de ellos, al contacto con el suelo, ese goce infinito de sentir la tierra, el suave liquen musgoso que al parecer le hacía cosquillear por entre los dedos, la piel mudada de la noche.
Se entregó así, a ese placer finito, casi infinito de esa humedad recién bañada de lluvias; deseaba a toda costa, impregnarse del olor de todas esas plantas, de esa espesura verde, y así dejar que en su cuerpo germinara, brotará al igual que de ella, de la receptiva, de la frondosa, la supremacía de todo su ser, de su vida, que siempre lo había embargado con muchos dolores.
Pensó en Clara Inés y sintió ganas de que su amor, él de ella, fuera el único lugar en donde pudiera resguardarse, el único sitio que lo cobijara y que lo hiciera olvidar de todos los peligros qué creía él, lo acechaban; era como un niño en brazos del desamparo.
Paso todo el día, recogiendo frutos silvestres, danzando y cantando, a la par que él día desteñía sus tonalidades y las cubría de un color amarillo, de un verde biche, de un verde de arreboles.
Hasta llegó a convencerse, de que un papagayo, especie atípica en nuestras montañas y que se hallaba en lo alto de un frondoso árbol, deslumbrando con todos sus colores, era una especie oculta de la unidad más secreta y musical, pero pensó; raro que un papagayo ande por estos lares, las gentes que trabajan contrabandeando con los animales son un peligro para la vida.
Detuvo su mirada en cualquier otro lado y se quedó extasiado, contempló por última vez todo aquello que lo rodeaba, luego sacó su reloj y miró la hora. ¡Hay verdad!, que me quedé de encontrar con Amanda; entonces comenzó a desandar el camino.
Al regresar, se sintió húmedo, y el olor de unas guayabas que llevaba en su morral lo invadió y supo que eran casi una porción de su ser; y esto, debido a que consideraba que la naturaleza y él, eran uno, uno. Como ya no le quedaba tiempo de bajar hasta su casa, se fue derecho para la de Amanda, al llegar se sentó en la parte de afuera, en el corredor y sobre el muro, que rodeaba la casa de ella; la esperó, ya que al observar vio que se hallaba conversando con Darío, un vecino, evangélico convertido, hacía poco más o menos dos años; además tenía que entregarle un libro.
Alcanzó a escuchar cuando ella le decía; mire, lo que yo pienso es qué Dios es la forma perfecta de la materia; Diego pensó; según eso, la materia creó a Dios; ¡pero qué cosa tan bárbara! ; Además, ¿qué es la materia?  Al parecer obtuvo una respuesta rápida, la materia es todo lo tangible e intangible que ocupa el universo; iba a seguir con sus divagaciones, pero siguió atento a lo que Amanda estaba diciendo.
 O en otras palabras más apropiadas, la materia es una de las formas perfectas de Dios, y ojo, que dije, una de las formas, no que ella es Dios. Hizo una pausa y continuó; en cuanto a Jesús, que es lo menos etéreo del padre, al que llamamos Dios, creo que él, era diferente a mucha gente de su tiempo e incluso de ahora; ¡Vaya! suspiró Diego.
Entonces Darío apeló, ¿no sé qué quiere decir con eso?, pero lo más seguro es que usted, está tratando de confundirme; no, usted es quien vino a tratar de convencerme, de que debo pasarme para su iglesia; es que quiero que usted y toda su familia sean salvos; pero se ve, que está intentando hacerme tramoya.
¡Además entienda!, nuestra iglesia es la verdadera, nosotros no somos una religión, creemos en Jesús y le concedemos mucha importancia a la congregación; es necesario que nos congreguemos, él que usted, y las personas asistan a nuestro culto es muy importante.
Es bueno que usted vaya y descubra quien es Dios; en realidad, mire Darío, es muy sencillo, a Dios se le descubre de muchas maneras, y no sólo yendo a su iglesia, además, los caminos por los que cada ser humano llega a Él, son muy diferentes para cada uno de nosotros, en cada caso es distinto. Esto es, que somos seres singulares y que atravesamos procesos vitales diferentes; ¿no sé, dé qué me está hablando usted? Los católicos no veneran al verdadero Dios, tan solo son unos idólatras.
Amanda suspiró, en esté caso no le hablo de la diversidad de iglesias, sino del Dios uno, me explico, cuando nosotros entendemos que es el Dios uno, de inmediato encontramos, mejor dicho, sentimos la perfecta conexión entre Él y todo lo qué está vivo, ¿cómo así?; o sea, todo aquello qué está contenido en el alma; yo le hablo es de un Dios vivo.
Darío, la miraba, clavaba sus ojos en ella y estos relampagueaban de vez en vez; en todo caso, continuó ella; de allí surge un don o sea la abundancia, que no es otra cosa qué la generosidad; es el comprender, no ya, una simple obra de caridad.
Pero es que nosotros no creemos en las obras, ¿eso para qué?, rezongó éste; ella continuó; el que tiene da, más el que no tiene pues…ahora bien, si usted Darío cree que asistir a su culto es la única verdad, eso está bien para su caso, porque en parte todos tenemos algo de razón, por lo demás hay personas, en su mayoría todas son gregarias ya que necesitan sentirse acompañadas; pues solas no se sienten alguien.
Amanda suspiró, y Diego pensó, la solidaridad, quizás es eso; entonces Amanda prosiguió, lo que quiero decir, es que tan sólo logran expresarse por medio de un ritual externo; ¡no sé qué decir!, dijo Darío mojándose los labios; Amanda se sonrió y agregó, Aunque admito que según lo qué uno quiera hacer en la vida, dependiendo de eso; una sola golondrina no hace verano.
En todo caso, dijo Darío; ya más seguro de si mismo, ustedes los católicos, lo único que hacen es adorar imágenes, no conocen a Dios; bueno no siempre es así, ya que todos somos diferentes ¿no cree usted? Así que no podemos exigirle a él, que haga humanos en serie.
Después de un suspiro aseguró, y eso de tener imágenes, es lo de menos, bueno; mientras no se intente reemplazar la imagen real, por un simple icono. ¿Imagen real?; dijo anonadado Darío; sí, lo que es, lo que es, por una simple apariencia, por lo demás, las imágenes de la virgen o de los santos, si se toman tan solo como lo que son, como un simple recordatorio de lo que en verdad es; no tienen ningún inconveniente. Es decir, si las miramos pensando en aquellos seres, que marcaron la trascendencia y que conservaron su origen y que de alguna manera fueron inspirados por el espíritu.
Para él que ésta en lo uno y en lo posible permanece en él, no importándole que a veces se le resquebraje el ser, le es posible todo y si se ora con fe, tanto mejor. Darío preguntó ¿no importa qué sé esté frente a un ícono? ¡Usted es ridícula!, la biblia dice y se lo voy a demostrar; con un gesto iracundo, Darío tomó la biblia e intentó abrirla. No es necesario, sé lo que dice acerca de las imágenes, pero en nuestra sociedad, si que pululan iconos e imágenes de diversas categorías, por ejemplo usted ve mucha televisión, ¿No es así?, ¿bueno sí, y eso qué tiene, qué ver?, mucho, ya que yo misma lo he visto extasiarse viendo telenovelas.
Pero no es usted nada más, muchos hombres lo hacen; y riéndose agregó, así que el asunto no es solo cosa de mujeres; tonterías, ¿eso qué tiene qué ver?,  Claro que sí y no es que esté en contra de ese sistema ;bueno, eso es algo en lo que uno se entretiene; muy bien ,quizá ese sea uno de los problemas, pero en realidad hay algo que si puede marcar la trascendencia y ¿eso para qué?, es que eso, tiene que ver con el develar, el discernir acerca de las formas aparenciales de las cosas.
Diego bostezó y entre murmullos dijo y eso, se logra por medio del pensar o de aquello que nos es revelado. Darío alegó; todo eso, que está expresando usted, no es más que el resultado de una mente calenturienta y alocada. Yo si he leído la biblia y allí no se habla de esas cosas tan raras; es posible que haya estudiado mucho, pero de Dios nada sabe; lea, estudie la biblia, yo estoy dispuesto a ayudarle a entender; Darío, sintió la saliva debajo del paladar, y luego prosiguió; puede ser, que así cambié esas ideas tan raras, se convierta y siga por el buen camino, ya que de verdad usted es una persona extraviada; en ese momento, Diego, que permanecía muy atento, dijo; en un tono que parecía muy patán;¡ todo el peso de esa sin razón!, ¡recaerá sobre tus miserables nalgatorios!; asombrados ambos, voltearon a mirarle; sorprendido e indignado Darío replicó; no conocía esa faceta suya Diego, y por lo demás, no sería más educado ¿si a las nalgas, las llamara usted  derrière?
Este soltó una risotada y agregó, bueno, podría ser, en el caso, de que usted fuera una mujer, Darío entrecerró los ojos, al igual que si fuese un pájaro herido; mientras que a su vez, lanzaba una imprecación, que apenas si pudo escucharse por entre el croa de sus dientes, de su enfurecida boca; ya sabía yo, que los dos estaban locos, pero quiéranlo o no, yo tengo la razón; de esté modo habló, y era tal su ira, que se sacudió los zapatos con tal violencia, para quitarse hasta la más mínima partícula del polvo de ese lugar.
Ellos se miraron sonrientes y Diego se acercó a Amanda, para saludarla , ¿cómo has estado? y sin esperar a que  le respondiera agregó; en realidad, si no fuera por esas yoidades tan ruidosas y prepotentes y que se hallan recónditas; quizá hasta el mundo sería un poco mejor;  ¿cierto, pero de dónde se te ocurrió, esa expresión? no, tan solo, pretendía avergonzar a ese grandísimo tonto; pero en fin, tremenda decepción, se va a llevar ese hermano tuyo Antonio; cuando sepa que ese tal Darío, no pudo convencerte, de que te convirtieras a ellos; o lo que ellos llaman la salvación; bueno, eso es algo inevitable, nadie puede obligarte a dejar de ser, lo que tú eres, ni a dejar de pensar en lo que tú crees.
También pienso lo mismo, Diego se sonrió; ¿recuerdas, cuándo nos conocimos? lo recuerdo bien, fue dentro de la facultad de arte y de eso ya, llevamos bastante; sí, más o menos unos cinco años; ¡cierto!, ¡así es!; él se quedó lelo, mirando el rostro de ella, recordaba con viveza muchas cosas que habían compartido juntos.
Y yo he aprendido a quererte como a mí hermana, ¿té acuerdas de aquella ocasión?; ¿cuál?, aquella, en la que coincidimos en ese sueño, sí, fue la noche en la que soñé viendo una biblia abierta y dentro del cual, experimenté una sensación extraña, más no intranquila; era como si algo me empujara a leerla; fue casi lo mismo que me paso a mí; ¿recuerdas qué té dije, qué soñé qué íbamos caminando por unas calles del centro? ¡Sí claro!
¡Que cosa más rara! te lo juro Amanda, experimenté en mí cuerpo algo, no sé; se estremeció, pero prosiguió, y a su vez, era como si muchos peligros raros, desconocidos nos amenazaran y entonces desapareciste y ya no volví a verte; sí fue, según me contaste, algo así, como un ruido de explosiones y viste muchos soldados. Es cierto, fue cuando escuché esa voz extraña, pero amable, que me decía, dígale a Amanda que lea la biblia y que trate de interpretarla; bueno, intentemos no pensar en eso, aún cuando pareciera, que hay algo sobrenatural en todo esté asunto.
No intento ser trascendental, pero creo que, se trata de darnos a entender algo; bien, dejemos eso; ¿más bien porqué no entras?; sí claro, que rico y antes aprovecho para descansar; ¿dónde andabas?; caminando, ya sabes que me gusta hacerlo; ¿pero cuéntame, cómo van tus cosas?; dijo Amanda, mientras empujaba la puerta y ambos terminaron de entrar.
De eso deseaba hablarte, de Clara Inés, ya que hoy, he estado pensando mucho en ella, ¿de veras?, agregó ésta, que ya se desplazaba con sendos vasos de jugo, Diego recibió el suyo desde el mueble, en donde se hallaba sentado, y mirándola prosiguió; sí, veras, ella es muy linda, pero creo que con respecto a nuestra relación, está un poco indecisa; soy al parecer, él que, más ama en está relación; Diego bebió un gran sorbo y lo saboreó con deleite, sus ojos, iban de la alegría al asombro; soy yo, él que, desea con intensidad abrazarla.
 Hizo una pausa y continuó; pero cuando no estamos juntos, siento que es ella, la que me sigue, es como si todo su ser, lo proyectara sobre mí, siento que me piensa, que me piensa mucho; ésta, que había estado de pié se acomodó cerca, pero sin interrumpirlo. Es tanto así, que aún, sin querer y antes de que se me cierren los ojos y casi vencido por el sueño, me escucho llamarla, pronuncio su nombre una y otra vez, y lo mismo, me sucede al despertar, la llevo en mí corazón; lo dijo, tocándose el pecho, con ambas manos, él vaso, reposaba, sobre la mesita del centro aún sin terminar.
Amanda, lo miró con fijeza, y luego exclamó; ¡pero vaya!, eso sí, que es amor querido; uno tiene tiempos así, ¿no?, éste no respondió, entonces ella entonó estas palabras; pero el corazón de una mujer, es como una paloma, que palpita dentro de una mar inmensa; ¿porqué lo dices? No, porque las mujeres somos así; éste le respondió. ¡A!, pero, cuando una mujer es amada y ella respira de nuestra boca y nuestros labios, la besan de los píes a la cabeza y saboreamos sus mamas y sentimos sus pezones henchidos por el amor…
Ella no lo dejo terminar, sino que dijo; es entonces Diego, cuando su corazón palpita y hasta parece como si fuese, el sonido de las alas de muchas palomas; sí, así es Amanda y parece que se estuviera volando dentro del espacio y hasta  del universo entero. Riese Amanda de está ocurrencia, pero preguntó; ¿estas seguro de qué, no estas pasando, por un simple enamoramiento?; no, no lo creo, con eso qué siento. ¡A!, en ese caso, ten en cuenta que, el amor verdadero, es algo difícil de hallar en está época.
Sí Diego, el amor, es la esencia más, más inefable qué pueda existir; hay que ir detrás, porque sucede, que a veces, se nos suele escapar, como por entre los dedos, se nos escapa la vida; guardó silencio unos segundos, y luego, musitó en voz baja; aún cuando corras en pos de él, no puedes alcanzarlo, es como un sueño que no logras corporizar. Esté pensativo respondió; alguna vez  te escuché decir, que para algunos pensadores, la vida es como un río que corre, y que por más que hagas, el río no se detendrá.
Pero también, te escuché decir, que si te quedas sentado viéndolo pasar, uno se podría perder de pescar, de hallar, lo que se encuentra dentro de ese fondo; ésta respondió con cierto dejo de nostalgia; sí, aunque a veces, al provocar las ondas, al arrojarle piedrecillas, él río te arrastrara de todos modos y aunque trates de avanzar de frente a la avalancha de seres, que ciegos se arrojan por un despeñadero, parece que ésta, te arrastrara con ella.
Mira, mejor voy a leerte, estos versos, que escribí en mí cuaderno, ¿sí, dime?; Desbordase la vida, en una esquina de cualquier avenida. Ésta tarde, la vieron pasar, lozana como una flor al sol; ella iba hambrienta, con una boca feroz de estrellas que no cesan; está noche también la verán pasar, vestida color rosa, sobre un rostro constelado en el abismo; ella respondió, ¿provocará llorar al verla?,¿ llorar quizás, como un niño, en el instante de su auge o como un anciano en la plenitud de su hora?; ¡bravo!, ¡bravo!; aplaudió Diego, tú si sabes, a lo qué me refería.



[1] La loma del Chocho:  Lugar situado en Envigado; Municipio de Antioquia  
[2] Reina Caída: Metáfora, compara la ciudad, que a la larga son todas las ciudades del mundo con aquella que se menciona en la biblia.

  

miércoles, 30 de abril de 2014

DEL OTRO LADO DE LA LUNA (PROLOGO)

                                       


                                                                 PROLOGO


                                                  DEL OTRO LADO DE LA LUNA

GENERO NOVELA
LIBRO -TOMO - PARTIDA
10-250-456
Fecha de registro:09 -Julio- 2010
Novela escrita entre los años 2000 y 2010

                                                   
                                                              PRESENTACIÓN

                                                 
                                                     A Propósito De Esta Novela

He estado pensando como hacer el prólogo de está novela; novela que comencé a escribir en el año 2000 y que al parecer es cosa de nunca acabar; cosa terrible ¿no? y es porque quiero comenzar ya con algo nuevo,  ¿nuevo?
¡Pero caramba! es cosa de corrija ahora acá, ahora allá; en fin… Pero sí; por estos días ha venido mí sobrino Esteban, que por cierto tiene siete años y le gusta meterse al computador y me ha llamado la atención, el ver, que casi siempre está viendo, algunos videos de Cristiano Ronaldo y bueno de Maikop Jackson  ¡A!  El fenómeno Jackson, (o la contra imagen).
 Y en uno de estos videos; “el perfecto player 2008” [1]hay un tema de una canción, cuya pregunta es “Qué es la vida “le he preguntado ¿Esteban qué es la vida? De una me respondió, “un espejismo, una ilusión” ¿y, un juego? Agregué. Sí continuó él, y se puede perder o ganar; es cierto,  pero  lo que uno no  puede perder son sus sueños, ir tras de ellos;  sí,  y yo también tengo muchos sueños. ¡Qué bien!,  ¡adelante!, ¡sigue adelante! Y sí, eso es lo que pasa, ese es el  asunto, y lo que ocurre en el filo de una escritura y de está a la que nos referimos, tiene mucho que ver con la vida y con su andar, en sus diferentes  acepciones, oscilaciones.
Eso es la escritura; ¿qué digo? Más, muchísimo más, y en ésta novela, lo que ocurre en la vida de los personajes, si  bien,  en cierto modo todo es  una ficción; ellos  no están menos exentos de las cosas, que puedan ocurrir en la vida y en la vida dentro de una sociedad tal…  A cualquiera de nosotros le podría ocurrir ¿no?  Son seres inquietos, quizá un poco inusuales, qué se preguntan y plantean cosas, que están expuestos a ser el blanco de muchos otros, de otros. Son perfiles, semblantes de siempre, no sólo de ahora, y quizá el tema central de esta novela esté basado en la pregunta, en las preguntas  y de donde se pueden extraer palabras, conceptos, (¿conceptos?)  Como Dios, el hombre, las religiones, la imagen, las imágenes,  el bien, el mal, etcétera; son personajes actuales, algunos tan efímeros como un suspiro, y otros que permanecen de principio a fin.
Es una historia, (pero también podría ser una metáfora) que ocurre ahora, por estos días, en pleno siglo XX, XXI  ¿Qué  se yo? En todo caso, en el pos-modernismo o lo que queda de este.  
 Sí, pero es que esto, no es ninguna maravilla, ninguna época es una maravilla, solo se vive la época que a uno le toca vivir ¿Qué más se le va a hacer? Pero lo que uno si debe vivir con absoluta certeza, es  en el cumplimento de una misión. No de un deber ser, sino de un llamado específico en relación con lo que a uno le corresponde ¿no cierto?
Ahora bien, ¿Será qué todo esto, es el resultado de un imaginario oscuro y clandestino? ¿De una imaginación voraz y desocupada? ¡Um! ¿Qué dirías tú querido lector?  ¡A! pero cierto, tendrías que leer ¿y no sé, si querrías aventurarte a hacerlo? todo viaje requiere un disponerse uno a algo y eso, eso siempre trae sus riesgos, pero vale ¿no?
 En todo caso hay una demanda, un llamado, un designio, un alguien  que  inhala y exhala y  un corazón  tac, toc, tic toc. ¡Y es qué claro!, él ser es eso, bueno, suponiendo qué sé esté de acuerdo con esto; ¿no? Si se parte de esa primicia, el ser, lo ontológico, lo que de ello, hay en uno;  se diría que en la escritura se atiende es a eso, a ese llamado del ser…  ¿del ser? y bueno pues, en esas es que ando y como decía más arriba, hay una mezcla de lo ficticio con lo  real en todo esté asunto.
 Es una historia o muchas dentro de una misma y eso recorre como la rutina, la atmósfera que envuelve al ser humano y qué suponiendo, suponiendo qué se esté partiendo de lo real, y lo “real”  al pasar  al plano de  la literatura, se convierte en eso, una ficción y nada mas…Pero la ficción, no lo olvides querido amigo, también se puede convertir en lo real.
Pero como quiera que sea todo esto; es menester aclarar que mí sueño no es por supuesto que lo escrito en está novela se haga realidad, lejos estoy de tales cosas; más podría decirse qué ello si podría ocurrir,  aunque   yo no lo quiera.
¿Pero entonces qué es la literatura? No sé, quizás  tendríamos que descubrirlo en la sombra que desciende hacia las cosas, cuando estas se ocultan, se  guardan en las azoteas y en el aire de las ventanas y de sus casas, en la irrupción del día o de los días y en la cabeza destartalada de los amantes que la buscan, ¿es la imaginación? ¿Son los libros? , ¿Son las palabras…?  ¿Es estar detrás de estas? ¿Será?   ¡No  sé!  ¡Tú lo sabrás!
 Gracias  2009 09 21
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia



[1]  He tomado como referencia para esté prólogo, el tema de la canción de uno de los videos de Cristiano Ronaldo, que aparece en la  Internet, el perfecto player 2008  ¿Qué es la vida? video, que conocí apenitas ahora, cuando  ya la novela estaba escrita, pero además el fanático de Cristiano Ronaldo es mí sobrino, para nada soy amante del fútbol; aunque este es un  juego que se puede tomar como uno de los tantos ejemplos, en relación con la vida.
 Con lo que significa la vida y pues, bueno la vida es un asunto serio ¿no?  Pero la palabra juego, puede prestarse a malas interpretaciones, no obstante está es, en juego la vida misma. Por lo demás es muy probable que este video, el tema de la canción, este inspirado en la obra de Pedro Calderón de la Barca, la vida es un sueño ¿Qué es la vida?  “Un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción” No hago referencia a ningún intérprete en especial, puesto que la  cantan varios autores, por ejemplo Martillo vago.

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia