miércoles, 25 de marzo de 2015

CAPITULO XXXII EL SECUESTRO







CAPITULO XXXII





EL SECUESTRO
                                                                 
                                                                 CAPITULO XXXII

Duncan Isadora, terminaba el último semestre de química farmacéutica; sus padres Vivían en el Líbano Tolima, y ella ansiosa de conocer se vino para Medellín[1]; se puso a trabajar como vendedora de cosméticos y luego, con un poco de suerte, se colocó en el gran almacén; con eso se terminó de pagar sus estudios; Pronto saldría de vacaciones, lo más seguro es que se iría a visitarlos. Recordaba aquella noche en que vio por última vez a Clara Inés, de está guardaba su imagen, su voz y sus palabras.
No la había vuelto a ver, después de que está se casara; aunque sabía donde hallarla; cada vez que la llamaba, le respondía con cariño, pero siempre le decía; no te alcanzas a imaginar la cantidad de trabajo que tengo; ¿porqué no me llamas la otra semana? Y hay vemos a ver, cuando es que podemos hablar.
Y lo hacía, en verdad lograba verla, tan sólo diez o veinte minutos máximo, tan ocupada se mantenía y aún cuando, no parecía desagradarle la compañía de Isadora, su interés era poco; ella jamás daría su brazo a torcer, su matrimonio y su trabajo estaban primero.
Podrían haber pasado siglos enteros y la Pilarica no habría hecho nada, por esta relación, conocía y sabía de su  bisexualismo, pero su condición social, no le permitiría jamás, inmiscuirse en está relación, o en cualquier otra que se saliera de los límites de lo permitido
Lo días, las semanas, los meses rebasaron el tiempo, en que el corazón, acumula pesares y ausencias, desamores, que no se resuelven ni siquiera con la muerte, son esos entredichos, los que quedan en la memoria, acertijos imposibles de resolver.
Dio un suspiro y en lugar de dirigirse, a tomar su buseta, como lo hacía cada tarde; pues era mujer de costumbres; se desvió de su ruta y se dio a la tarea de darse una vuelta por el parque San Antonio[2], que se encontraba cerca. A Clara Inés la conoció en un aula de clases; de algún modo, entre ambas, se dio ese tipo de atracción que se instala a veces desde el silencio; y que es obvió para esas dos personas; porque se siente hasta en la mirada, que anuncia o se enuncia en ciertas complicidades que juguetean entre los dientes y por entre la piel; en esos roces de los cuales, sólo el alma es capaz de dar cuenta en sus momentos secretos.
Entonces la vio, le pareció verla como en aquella ocasión; alta y delgada, en frente de ella; Isadora tomó su mano, esa mano delicada y la retuvo entre las suyas, mientras ella la miraba sonriendo, era  el amor, que se deslizaba secreto, amor imposible; luego se la llevó hasta sus labios y la beso con fervor; a partir de allí, la seguiría buscando y ella aceptaba sus llamadas, pero nunca quiso pasar de ese punto; a la final nunca se supo si era por temor; o porque en verdad como se presupone; eran los enhiescos prejuicios los que no se lo permitían.
Y así fueron pasando los días y las noches; pero por fortuna para Isadora el tiempo ya se había normalizado y la lluvia ya no se metía en el verano; ni esté se entraba en ella.
Aún está temprano; se dijo, mirando su reloj, se sentó en una de tantas bancas que había por allí; y se puso  a contemplar el cielo y, como que le dio, por hacer está composición; la escribí en la universidad, pensó.
Y si mí memoria, no me engaña, es más o menos así; estoy aquí, agazapada, detrás, del otro lado, como una sombra…, no, a ver, es está ¿Cuál? No, ya no la recuerdo ¡Va! el amor es una tontería ¿cómo te atreves a meterte dentro de mí; y a pasearte delante de mí cara?
Después de que Sara Lucía, le insistiera a Amanda de que la llevaba hasta su casa; terminó por rendirse; ¡vamos!, deja que te lleve hasta la casa de tú mamá; además vivimos en el mismo barrio ¿no? Me temó que hoy Sara Lucía, no va a ser posible; aún es temprano y quiero mirar a las gentes que caminan por hay; además algo muy fuerte en mí pecho, me empuja hacía el parque San Antonio.
Recordó que había quedado de salir con Diego; pero a última hora, doña Rafaela le había dicho, no, mira hija a Diego lo llamaron está mañana, para que se presentara en la universidad, no sé si a presentar un examen o que y además, también tiene que esperar llamada de Bogotá está noche, ya sabes de quien.
Sara Lucía no te pongas así, nada va a pasarme; vamos a hacer una cosa, llévame tan sólo hasta el parque y yo te prometo que en cuanto llegue a casa, está noche yo te llamaré.
Cuando llegaron al sitio; Amanda descendió del carro al que había subido, tan sólo para no desagradar a su amiga, sin embargo después de caminar tres pasos se devolvió y le dijo; no arranques todavía; contigo hoy he pasado una tarde maravillosa y no olvides esto, que voy a decirte; tarde o temprano el universo preguntara por ti y por mí y preguntara por todos nosotros. ¿Pues qué habremos de responderle?
No sabremos de nosotros, hasta que llegue aquel día, en que el universo nos devele nuestro verdadero rostro y también los rostros que hemos dejado perder en la nada, en el vacío. ¡Esta bien Amanda! pero también deberías visitarme, ya que nunca lo haces; con tristeza ella respondió; lo intentaré, por ahora, adiós Sara Lucía; adiós no, dime tan sólo hasta pronto; ¡unjo!
Al alejarse, Amanda comenzó a andar en circulo y así fue llegando, hacía un costado del parque, la parte que da hacía el sur; sin darse cuenta, se sentó al lado de una joven mujer; en ese instante, un gatito maulló, la mujer al oírlo, bajo los ojos con lentitud y los colocó sobre aquel gatito, que las miraba como queriendo decirles algo; estas se estremecieron.
El gato maulló con desesperación, y al instante un hombre vestido de negro, trató de cogerlo por la cola; es mí gato dijo, mostrando los dientes, el gato le mando un zarpazo, en un intento por huir, pero una red cayó sobre el animal, se la había arrojado, otro hombre que tenía unos extraños tatuajes sobre sus brazos; Amanda le alcanzó a distinguir tan sólo una luna invertida.
Con infinita tristeza, el gato maulló dentro de la red, en la que estos hombres lo llevaban, Amanda reaccionó levantándose, pero ya estos, se alejaban con rapidez, ¿Porqué querrán ese gato? Preguntó, la joven mujer con asombro.
Amanda se dejo caer en la banca presa de un extraño desasosiego ¿le sucede algo? Preguntó su compañera de banca, en un tono conciliador. No, no es nada, es tan sólo, que no me gustó, que esos hombres se llevaran así a ese indefenso animalito.
Bueno, a mí no me gustan los gatos, pero tampoco estoy de acuerdo en que les hagan nada, en cambio a mí, sí me fascinan, en términos generales pienso que los animales son los mejores aliados del ser humano; cuando así hablaba, Amanda, reparaba a su vez en el rostro de su interlocutora.
Como no lo hacía de un modo, que fuera a incomodarla, está no se molestó; sin duda los animales deben de ser seres muy especiales, por ejemplo yo me crie entre animales, mis padres tienen una finca, viven en el Líbano Tolima y yo recuerdo que ellos, los tratan con especial dedicación; aunque claro, mis intereses son del todo distintos.
Los preferidos de mis padres, son sin duda los perros; se que ellos tienen un excelente olfato para la casa, después de guardar silencio Amanda exclamó. ¿A, son perros de caza?; pero no crea, los gatos tienen también un extraordinario sentido del olor, a mí me consta que ellos, se extasían con esté y hasta parecen saborearlo cuando lo aspiran.
¿Sí? Sí, porque abren la boca y parece que inhalaran, ¡vaya!, usted como que sabe mucho de animales, yo frente a ese asunto me doy por vencida; no crea ,es simple, tan sólo los observo.
Ambas hicieron una corta pausa, que fue interrumpida por está última, ¿bueno pero usted cómo qué es muy joven?; pues no lo crea, voy a cumplir veintiséis, además estoy a punto de graduarme en química farmacéutica.
Por el modo, en cómo se expresó la joven; a Amanda no le quedó más remedio, que exclamar en tono jocoso; ¿a es usted doctora? ¿Lo dice usted con burla?; ¿no, cómo se le ocurre?; pues a mucho honor; disculpe, no era mí intención ofenderla, y creo que lo mejor es que me vaya; al decir esto, hizo el ademán de levantarse, pero dos hombres, las abordaron, tenían una Biblia en la mano; o al menos eso, era lo que parecía; buenas noches hermanas; ¿cómo han estado?
Y sin darles tiempo a responder, prosiguieron; las invitamos a que lean la palabra de Dios, todavía están a tiempo hermanas, de alejarse del oprobio y del pecado.
El otro hombre agregó, ¡hermanas¡ Dios las ama, Amanda se quedó asombrada, porque sentía que esos hombres las miraban de una forma, que no le gustaba para nada, sin embargo logró levantarse e intentó que el hombre se hiciera de lado, para poder pasar, pero esté le suplicó; deme cinco minutos hermana, tan sólo cinco y ya te puedes ir. Impotente, vio como los hombres proseguían; en la Biblia dice que las mujeres, deben someterse a la voluntad de sus maridos y vivir sojuzgadas a estos.
Con aire santurrón, el otro afirmó, así es como tiene que ser y las que no se someten, pues que se pudran en el infierno; sí y también dice la palabra, de que la mujer no tiene porque llevar el cabello corto.
Y si esto es así, dijo el otro ¿porqué algunas mujeres se lo cortan? ¡Hermanas!, ¡hermanas!, las invitó a nuestra sede, tomen, está es nuestra dirección y recuerden ¡Dios las ama!
¿Pero de qué hablan esos idiotas?, reaccionó la mujer y ya, a punto de levantarse, entonces los hombres sintieron temor y se alejaron con rapidez, Amanda la miró sorprendida; pues no esperaba esa reacción en una persona que parecía tan tranquila; ¿de qué están hablando esos idiotas?
De que nosotras, somos unas pecadoras y de que ellos, son unos santurrones; fíjate, tú tienes los cabellos cortos y bueno, yo también. Olvidando su falso aire de superioridad, la joven se levantó y les gritó; palurdos, partida de zoquetes.
Estos voltearon a mirar y apresuraron sus pasos, mostrando temor, Amanda la observó y la vio alta, las mejillas se le veían encendidas, casi exaltadas, los puños apretados, mientras movía las manos amenazadora, casi como rasgando el aire; pero ya al ratito, a los segundos, sus brazos cayeron indefensos.
Sin poder evitarlo, Amanda río y río con tanta hilaridad, que bueno, pues cualquiera se molestaría por esto; y ella, la joven reaccionó de inmediato, ¿se está usted burlando de mí? a la vez que apretaba su bolso de color marrón, en su brazo y ya lista para irse. Aguarde, aguarde, por favor no se vaya, se lo ruego, no me rió de usted, sino de mí, o bueno de las dos, que se yo, de todo un poco, del el modo como lo trágico se conjuga, o se nutre de lo cotidiano inverosímil.
La verdad no le entiendo nada; bueno mejor; pero no se vaya, sin que al menos sepamos quienes somos; con aire dudoso, la miró, ¿pero no estará usted loca, verdad?  Por supuesto que no, ojalá y lo estuviera; la chica terminó por sentarse y es que, después de todo, Amanda tenía algo de lo que era imposible prescindir.
Me llamo Amanda González;  dijo sentándose y yo me llamo Isadora Duncan; después de un receso; Amanda sugirió; hace frío aquí en el parque, ¿si usted gusta podemos caminar un poco?; bueno, está bien, aunque ya se ha hecho un poco tarde, ya que mañana, debo madrugar, pues hoy hubo cambio de turno.
 ¿En dónde trabaja usted? Aquí, aquí mismo en el éxito de San Antonio. Y así se fueron caminando, hablando de tonterías y se enrumbaron hacía la calle de bolívar; pues era por allí, en donde la Duncan tomaba la buseta, el reloj de Isadora marcaba las siete en punto.
¿No desea qué nos tomemos algo?; sugirió Isadora, ¡sabe Amanda! yo nunca bebo, pero me parece que hoy es diferente, bueno yo tampoco, es que tome mucho, tan sólo dos o tres tragos nada más; claro dependiendo de la ocasión. ¿Entonces porqué no nos tomamos algo para calentarnos? , ¿Sí, pero en dónde?; haber, estamos a medio paso, de aquel café, ese es un lugar sano; ¡hay!,  ya sé; es ese, en donde colocan pura música para planchar; sí, es que ese, es un lugar para el recuerdo, a pues bueno vamos, a mí no es que me choque, respondió Isadora.
Al entrar y cuando se sentaron, una mujer joven las atendió; Isadora pidió un trago de vino dubonett y, Amanda optó sólo por tomarse un café, y sí, la música se escuchaba baja; sonaba un tango; el lugar era amplió y en verdad se podían ver, distribuidas las fotos de artistas, de cantantes antiguos; algunos como Carlos Gardel; en fin, el sitio era ideal para conversar.
Sin embargo, una vez les sirvieron el pedido y después de medio saborear el vino, se escucharon explosiones fuertes, las personas que se encontraban departiendo dentro del lugar, se asustaron mucho, algunos, los más curiosos se asomaron y otros se quedaron rezagados adentro, pero por segunda vez, volvió a escucharse otra explosión, ¡y hay si!, que las personas no sabían que hacer.
Amanda reaccionó, levantándose y tomando a Isadora del brazo, intentó arrastrarla hacia afuera; pero está sólo atinó a decir; es mejor que nos quedemos aquí; al parecer las explosiones, vienen de más arriba; sí lo sé; dijo, muy nerviosa, pero es que acabo de ver, a esos tipos que se robaron al gato. ¿Sí? ; Sí, entraron después que nosotros y nos estaban mirando muy raro, es mejor que tratemos de irnos; al terminar de decir esto, se hallaban en la puerta de afuera. Nadie se acordó de pagar, ni de cobrar.
Esos hombres, me dan muy mala espina; ¿en dónde están?, yo no los veo; sí, mírelos, hay vienen y justo detrás de nosotros; entonces corrieron, buscando llegar hasta San Juan[3], los hombres apresuraron el paso, pero ya no eran dos sino más, quizás cuatro.
Uno de ellos dijo; no las pierdan de vista, aprovechemos la coyuntura; de todas formas, las tenemos donde queríamos; pero recuerden, que el maestro sólo pidió una; que importa, así matamos dos pájaros de un sólo tiro.
Por su parte ellas corrían, mira un taxi, tratemos de que pare; ¡taxi! ¡Taxi! pero fue imposible que esté parara. El conductor avisado por el fuerte ruido, no deseaba detenerse por nada del mundo. 
Fue el instante que aprovecharon los persecutores, para lanzarse como lobos al acecho. De la parte de abajo y antes de pasar la calle, se hallaban otras dos mujeres, junto con un hombre de estatura media, y de constitución gruesa.
Despavoridas, las pocas gentes, que todavía se encontraban en el centro; corrían de un lado para otro, una camioneta salió de uno de los parqueaderos de la calle Bolívar[4]; al verlas avanzar, el trió les cerró el paso y los que las estaban siguiendo, las tomaron a la fuerza; mientras que las rociaron con un líquido, tratando a su vez, de arrastrarlas hacía la camioneta, que se había a travesado en el lugar preciso.
Amanda intentó forcejear, mientras que Isadora, halaba pelos y mordía brazos; pero al final pudo más, la fuerza de todos y el líquido inhalado, hizo sus efectos con rapidez, de modo que todo se dio en fracciones de segundos y sin saber cómo, ni cuando; ya ellas habían sido sometidas por esas seis u ocho personas.
Al instante la camioneta arrancó, desplazándose por todo san Juan, de manera tal, que todo les quedó de papayita; además ya ellos, hacía tiempo que tenían avisada a Amanda; fue un rastreo de meses y al fin, la oportunidad, se les había presentado; sólo que Isadora, quizás, se hallaba a esa hora, en el lugar equivocado.
Como quiera que sea, el destino, las había señalado como parte de su estrategia; esas estrategias, que fluyen clandestinas entre las rizadas constelaciones de la vida y sí; allí estaban metidas y mientras el carro se desplazaba; una mujer, les había puesto un pañuelo en la boca, al parecer, tenía cloroformo, o algo por el estilo.
Atrás, iban tres personas, dos hombres y una mujer, que no dejaba de mirarlas con resentimiento, mascullaba, en voz baja; ¡malditas! casi me arrancan los ojos; uno de los hombres, rió con malicia ¿y qué quieres? yo en su lugar también, habría hecho lo mismo, con tal de no dejarme atrapar, ¡Ba! dijo está.
Ellas por el contrario, inmovilizadas y con los miembros entumecidos, por la fuerza extra, que la adrenalina les había infundido, no atinaban a pensar en nada.
No llevaban ni una hora, de haberse desplazado por la avenida, cuando la camioneta, se detuvo en seco, Amanda tuvo su momento de lucidez y a pesar de sentirse atontada, no se dejó doblegar, en su interior, permanecía despierta; es posible, que estemos dentro del corazón mismo de la ciudad, puesto que no hemos, avanzado mucho.
Con esfuerzo movió los dedos, lo suficiente, para tocarse, el lado de la cabeza, que al parecer ,le sangraba un poco, pues en el forcejeo, había recibido un golpe y por lo demás, sentía una resequedad en su garganta, pero la que más le preocupaba era Isadora; volteó a mirarla y la vio tan indefensa, allí, tirada a su lado; entonces pensó ¿y ahora qué haremos señor?; es culpa mía; si no hubiera invitado a está joven a caminar, no estaría en estas.
Una voz chillona, habló con cierto tonito de autoridad; bájenlas y llévenlas pronto a la habitación, que queda cerca del salón de los rituales; la que hablaba, era una mujer de estatura baja, delgadita y su rostro, era pálido y daba una luz amarillosa, al resplandor de la bombilla que iluminaba el garaje.
Uno de los hombres, el que tenía los tatuajes en el brazo exclamó; bueno, menos mal, ya las tenemos, porque si no, ¿quién sabe, cómo habría reaccionado el maestro?; la mujer de la voz ronca, escupió sobre el baldosín; no, es que si no salen, habríamos tenido, que sacarlas como fuera; a la ¡verraca mija!; contestó el hombre y se rió insidioso, Irlanda, lo miró con malacara.
Otro de los hombres, exclamó; menos mal, que a esos terroristas, les dio por poner bombas ¿porqué sino, quién sabe, qué habría pasado?; además, no, nos convenía, hacer escándalos y es que, estas dos, son como bravitas; ¡malditas! volvió a expresarse la mujer, de nombre Irlanda
En esos momentos llegó otro hombre, al verlo todos guardaron silencio y en tono severo exclamó; ojalá nadie, los halla visto, porque  ya saben las consecuencias que eso podría acarrear; despreocúpese señor, en la confusión, nadie, se dio por enterado, además, lo hicimos todo muy rápido; eso espero.
Usted Rosalía, vaya preparando, las pinturas y la nueva placa de la camioneta; sí señor; respondió, haciendo un gesto de exageración, al inclinar la cabeza, en una falsa reverencia, uno de los hombres sugirió ¿no sería mejor, qué desguazáramos la camioneta? , ¿Sabe qué tiene razón?, siendo robada y habiéndola utilizado para eso, es mejor, que, hagamos así y salgamos de está, de una buena vez; sí señor, como usted diga.
 BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia


[1]  Líbano Tolima; Líbano es un municipio colombiano situado en el departamento del Tolima. Medellín ciudad de Colombia, situada en el departamento de Antioquia.

[2] PARQUE SAN ANTONIO: lugar de  descanso, perteneciente a la ciudad.

[3] San Juan: Avenida de la Ciudad.
[4] Calle Bolívar: Es una Avenida o una calle del la Ciudad

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