miércoles, 25 de marzo de 2015

CAPITULO XXXIII EL ENCIERRO



CAPITULO XXXIII

EL ENCIERRO 

Con brusquedad, Isadora y Amanda fueron introducidas a un cuartucho estrecho y maloliente y por cierto oscuro y frío; las arrojaron como carne de cañón a los perros hambrientos y ya luego, echaron llave; ¡por sí las moscas!; dijo la mujer, con su voz ronca; ¿qué tanto haces mujer? Preguntó Sergio, de inmediato se retiró, sin responder y se alejó por un oscuro pasillo.
Adentro, Amanda se dijo, menos mal no estamos amarradas, con dificultad, se pegó a las paredes y apoyándose, se levantó y poco a poco, sus ojos, se fueron adaptando a la oscuridad, se sostuvo por unos segundos y con las manos rastreó, para ver si encontraba un suche de luz; ¡Dios mío! ¡Ayúdame! voz sabes, que me aterra la oscuridad  y mientras su cuerpo temblaba, sus dientes castañeaban, un sudor frío, comenzó a invadirla, se sostuvo a más no poder y con la cara pegada de la pared.
Escuchó que en el suelo, Isadora se quejaba ; deseó acurrucarse en un rincón y echarse a llorar, ya que sentía que toda su fortaleza ahora, se adelgazaba hasta convertirse en algo frágil, endeble como las partituras de un sonido o como las rasgaduras de algo que desaparece de pronto.
En todo caso, algo así, se sentía dentro de ese aire y también como el sonido de un jumbo jet ultrasónico, sí, era como eso, que se escucha de pronto y que, zúas en un santiamén, se desaparece en el espacio, porque de un movimiento ágil rápido, casi como un león, ella arrojó todo su miedo y su terror y palpando con sus manos, dio por fin con lo que estaba buscando, lo oprimió y la luz artificial se expandió.
Se acuclilló junto a Isadora, que con asombro abría sus ojos, ¿cómo estas?, ven déjame ayudarte a levantar; tengo el estómago revuelto, ¿pero en dónde estoy? antes de que Amanda le respondiera, la debilidad que Isadora sentía,  se le hizo tan insistente, que pidió a gritos un baño; con rapidez Amanda la llevó al único sanitario que había, y que constaba de una ducha y de un lavamanos pequeño.
Tan pronto Isadora, colgada de la espalda de Amanda llegó al sitio, se soltó y de una, trasbocó todo lo que llevaba adentro; déjeme sola; dijo Isadora.
Amanda se retiró, quedando dentro del pequeño cuarto, en donde fuera de verse, unas paredes mugrientas y un catre pequeño, con un colchón puesto y tendido con una colcha, como esas, que se usan en las camas de los enfermos, no se veía nada más; al menos está limpia; suspiró.
¡A!, y además de estas cosas, se veía también una ventana que estaba sellada. La voz de Isadora se escuchó diciendo; ¿esto tendrá agua? , no lo sé, prueba a ver; sí ya, ya está saliendo.
Entonces, se juagó la boca y se lavó los ojos, que le habían quedado llorosos, por el efecto orgánico; pero se sentía un poco mejor.
Al verla salir, Amanda le dijo, venga siéntese aquí en el catre, está accedió, pero miró con pánico todo y optó por sentarse. Amanda no sentía su cuerpo, ni ella misma se daba cuenta de su estado; tenía las manos y los píes como témpanos de hielo.
En cambio si se dio cuenta, como Isadora comenzó a temblar y como sus dientes se dieron a la tarea de chasquear.
Se sintió Amanda, sin saber que hacer, al verla así, pero al final tocó su frente y se dio cuenta que ardía en fiebre, Isadora se acostó en posición de feto y metió sus manos dentro de sus rodillas; Amanda se preguntó y ¿ahora qué vamos a hacer? mordió sus labios hasta casi hacerlos sangrar, mientras pensaba, mía culpa; es mí culpa; sí, si no la hubiera invitado a caminar, ella no estaría aquí.
¿Quiénes son esos hombres, porqué nos seguían? no lo sé, pero es mí culpa; sí, usted me metió en esto ¿porqué? no, yo no; es tan sólo que no debí de haberla invitado a caminar.  No, usted esconde algo más; ¿porqué lo dice? sí, fue usted la que me metió en esto; le aseguro que yo, jamás le haría daño ni a usted, ni a nadie; de algún modo se que usted me utilizó.
Tocó de nuevo la frente de está y exclamó; ¡Dios mío! pero si está arrobada  por la  fiebre; ¿qué haré? Isadora se fue adentrando en un desierto que ardía, quemándola por dentro, sus dientes chasqueaban sin cesar y sólo se le escuchaba ya decir; Clara Inés, Clara Inés.
Pese al encierro, Amanda lograba escuchar ruidos, voces, pasos acallados. Pero de repente todo cesó y ese sitio, pareció sumirse en un lugar fuera del tiempo.
Marcaban las doce en punto, en el reloj de Isadora, Amanda se lo quitó y se lo guardó, se lo colocó dentro del bolso, tomó su pulso y lo sintió acelerado, buscó y le encontró un pañuelo; entonces lo lavó y lo mojó colocándoselo en la frente varias veces; no sabía que más hacer; resiste Isadora, resiste, le susurraba.
Pero fue, en esos momentos de aparente calma, que la cerradura de la puerta comenzó a girar despacio, era como si del otro lado, una mano intentara abrirla sin hacer ruido.   
Dejó el pañuelo a un lado, apretó los dedos de sus pies dentro de sus zapatos y se puso a la espera, a un lado de la puerta, pero sin saber que hacer; entonces, una silueta delgada entró y con mucho cuidado volvió a cerrar. Se le veía cubierta con una túnica negra.
Amanda contuvo la respiración; estaba dispuesta a morir, si fuese necesario, no dejaría que nadie la ultrajase y mucho menos a esa pobre chica, que estaba allí por su culpa. Entonces se abalanzó sobre la sombra y casi la desjarreta, a no ser, porque escuchó una voz conocida que le decía, ¡soy yo!, ¡soy yo!, ¿no me reconoce?, mientras que a su vez dejaba al descubierto su cabeza.
¿Usted, pero qué hace aquí? ¿Y además cómo se le ocurre, ponerse esa capucha? ¡Chit!, ¡silencio!, hable más bajo, que nos podrían escuchar; ¿no, yo no entiendo qué hace usted aquí?, tiene que explicármelo.
La que hablaba era una mujer, con precaución se dirigió a la puerta y puso su oído para escuchar, menos mal, no hay nadie; porque todos están en el auditorio exaltando al demonio y haciendo sus cochinadas.
Explíqueme ¿de qué se trata, todo esto?, ¿venga y esa qué hay allí, quién es? es una pobre chica, que resultó siendo una víctima más; ¿pero usted sabe algo, no es cierto?  Sí, y se lo voy a explicar; dijo aproximándose a la cama; no la toque, ni lo intente; tranquila Amanda, que no le voy a hacer daño.
¿A, no, pero entonces, qué hace aquí y vestida así? ¿A ver, es qué, cómo se lo digo?, vine a ayudarlas; trabajo para el pastor Adrián y le escuché decir que habían secuestrado a dos mujeres; ¿pero quién es ese hombre?  Es el maestro de está organización y el que los manda a todos; ¡hay mire!, yo no entiendo nada y si es verdad que vino a ayudarnos ¿porqué, no nos saca de aquí ahora? lo haría, si afuera no estuvieran esos hombres montando guardia.
Créame, vine a ayudarlas, y ya di aviso a las autoridades; sólo espero que me crean, y además está muchacha tiene fiebre; mire, yo traje estas esencias y esta pomada, sabía que las podían necesitar. ¿Pero si usted trabaja para es tal Adrián?; sí, pero no, es lo que usted cree; vea úntele esto, en las sienes y dele a oler un poquito en la nariz y vera, como se la va ir bajando esa fiebre.
Yo volveré más tarde, está túnica es un disfraz, con ella puesta, nadie me reconocerá; ya que esto es lo que usan ellos para hacer sus rituales, créame, no tengo tiempo de darle más explicaciones, pero le aseguro que volveré.
¡A!, y no deje que nadie vea, que usted tiene esas cosas, escóndalas, las puede necesitar más adelante, es una contra para los brebajes y cochinadas que les pueden hacer tomar. Usted tiene que llamar a la policía; lo haré, escucho voces, cállese.
Un hombre y una mujer, pasaron hablando en vos alta; vamos hermano, de prisa que los rituales ya comenzaron; sí, aunque hoy, hay poquiticos adeptos, y es que lo más importante, viene pasado mañana. ¡Así es hermano!
Cuando estos se alejaron, está la inquirió de nuevo, ¿cómo consiguió las llaves? vi en donde las ponía esa mujer, una tal Rosalía. Bueno me voy, voy a dejar la puerta abierta, sin llave y voy a intentar robarme dos túnicas más, que traeré para usted y su amiga.
El problema es la salida, y sé que para entrar las gentes llegan vestidas con ropa de calle, aunque usan una contraseña, bueno ya veremos que se puede hacer.
¡Vaya apresúrese!, ¡haga algo por favor! ¡Sí ya voy! y antes de que la mujer se retirara del todo; Amanda la llamó; doña Marta, no nos olvide; ¿no, pues cómo mija? espere y vera y salió ajustando con mucho cuidado la puerta, para no cerrarla y para no ser escuchada.
Al salir Amanda tomó la pomada y con dudas la sostuvo entre sus manos; bueno será intentarlo y confiar; entonces le aplicó un poco en las sienes; pues de no intentarlo Isadora podría haber terminado carbonizada, tan alta era la fiebre que tenía.
Amanda, se quedó cabizbaja y hasta pensativa por un ratito ¿quién será esa tal Clara Inés? Isadora fue reaccionando poco a poco y la fiebre fue cediendo, hasta llegar a un nivel más bajo.
¿Qué hace usted hay y toda cabizbaja? en lugar de estar buscando la manera de que salgamos de aquí; ¡pero que bueno! ya esta usted mejor, esa pomada que me dio Marta es como con la mano. ¿Quién es Marta?
Entonces ,sólo entonces, Amanda se dio cuenta que la cabeza se le iba a reventar y sintió deseos de vomitar, pero al punto no pudo hacerlo, aspiró de la esencia que Marta le había dado y sintió que se mareaba, sin poder resistirlo se dirigió al baño, se sintió flotando en una especie de vacío, acompañado de un  sudor frío que se apoderó de ella, pero no vomitó, sólo sintió que algo en la boca del estómago se le removía y fue cuando al fin ,una bocanada de agua , una tras otra se le salió y la hecho dentro de la taza  del sanitario, hasta hacerla sentir sin entrañas; era cosa de nunca acabar, hasta que al fin sintió un alivio.
Bajó el agua del sanitario y está descendió limpiándolo todo. Se secó la boca con un pañuelo desechable que llevaba entre sus ropas y salió un poco más tranquila. Poco a poco el dolor de cabeza cedió.
Tan pronto salió, ya Isadora se hallaba sentada a la orilla de la cama; ¿ahora mismo, me va a decir quién es Marta? Hable más bajo, que nos pueden escuchar; mire que estamos en mucho peligro; ¿y cree qué no lo sé?, si todo esto es por su culpa.
A mí, no me culpe por eso, ¿se olvida qué usted también deseaba caminar? Bueno, no, pero… ¡pero nada!, aguarde, escucho pasos, apaguemos la luz.
¿De modo qué aquí es dónde están encerradas las mujeres, las que van a sacrificar pasado mañana? Así es, respondió una voz de mujer tirando a ronca y se dio a la tarea de reírse a las carcajadas; ¡como nos vamos a divertir!; pero pronto estas voces se evacuaron en el pasillo.
La habitación quedó en penumbra, ya que de algún modo la mortecina luz de afuera, se filtraba por las hendijas; venga Isadora le cuento, Marta es una aliada, eso es lo que creo; vamos a esperarla, se que ella volverá; ¿y cómo es qué usted la conoce tanto? Bueno, es una historia larga de contar; a bueno pues, dígamelo ahora.
Es que ella es la señora que le lava la ropa a mí mamá y la que hace el aseo una vez por semana. No, ¡pero que bonito! toda la familia involucrada en esté secuestro; le aseguro que no tenía ni idea, de que ella estaba por estos lugares.
Además no es que la conozca muy bien; se por mí madre que es una señora muy pobre, que tiene una hija adolecente, que fue abusada y que tiene dos niños. Bajo otras circunstancias, Isadora se habría estremecido, pero ahora no, no tenía corazón para nada más.
¡Hay mire!, yo no sé lo que pueda estar pasando con usted y con su familia y con esa señora, lo que si sé, es que me tengo que ir de aquí.
Mire, yo a doña Marta la he tratado poco, pero algo me dice que ella es buena, al punto Isadora, fue diciendo y haciendo, porque se levantó de donde estaba sentada; ¡espere!, vamos a esperarla, ella dijo que regresaría; ¿y usted le creyó? Claro que sí; mire, hace un momento, usted ardía en fiebre y ella trajo algo, y yo se lo unté y es por eso que ahora está usted de pié.
¡Va! no le creo nada; y rebelde se lanzó hacía la puerta; pero Amanda le dijo; no cesaba usted de nombrar a una tal Clara Inés; está frenó en seco; sí, se ve, que usted la ama mucho; bueno, es lo que creo; Isadora se devolvió compungida; yo bueno, pues…, ¿sabe qué?; no se avergüence por eso; yo también sé lo que es amar a alguien y si se trata de una mujer, le aseguro que no hay ninguna diferencia.
Por lo demás, está persona puede ser su hermana, ¿o yo qué sé? Isadora se sentó en el catre en silencio; Amanda le inspiraba confianza; y nunca se lo había dicho a nadie; bueno sí; es la mujer que yo amo; pero...; tranquila, usted va a poder salir de aquí y pronto podrá estar con ella.
Ese es el problema, lo que sucede es que Clara Inés, es una mujer que nunca se va a atrever a tener una relación conmigo, así sienta algo. De repente, Amanda se puso de pié y colocó su oído en la puerta, ya que le pareció escuchar algo; ¿pasa algo? No, me pareció sentir como algo que se deslizaba hay afuera, pero no.
Por un momento ambas guardaron silencio; escuche Isadora, se que Marta va a regresar, si no lo hace, en quince minutos nos iremos usted y yo; como sea pero aquí no nos vamos a quedar.
Entonces Amanda se acordó de algo; ¡ay!, ahora qué lo recuerdo; ¿Qué es lo qué recuerda? que en determinado momento y estando en la casa de mí madre, Marta se me acercó y me dijo; ¿cierto qué su apellido es González? Sí, así es ¿por qué? Vea lo que pasa, es que yo no vine a está casa por casualidad; ¿cómo así, qué es lo qué usted me quiere decir?  Mire yo no sé, si usted conoce a un hombre que se hace llamar Adrián Betancur.
Adrián, Adrián, sí ya lo recuerdo, pero es tan poco lo que traté con ese; pero sí, fue un pretendiente mío cuando yo era joven; es sólo, que no le pare muchas bolas ¿y a qué viene eso ahora?
El caso es que él me contrató, para que me hiciera amiga suya, ¿la contrató y para qué?  Además yo nunca tuve nada con ese tipo; comenzando porque era mayor que yo, y tenía una mirada de buitre que daba miedo. ¿De qué se trata todo esto?
Mire, yo sé que estoy metida en un lio, pero es que usted no se alcanza a imaginar, y es que ese hombre, me obliga a hacer cosas; al decir esto, la voz se le adelgazó.
Haber, primero me dice que la contrató y ahora que la obliga; ¿Cómo es eso? Señorita Amanda; lo que pasa es que usted, no sabe quien es, en realidad ese hombre; al decir esto, la voz se le quebró de nuevo en la garganta y las lágrimas fluyeron de sus ojos.
El la odia a usted, no se alcanza a imaginar cuanto; durante muchos años, guardó ese sentimiento en su corazón y siempre estuvo esperando a que alguien le abriera un puente, para llegar a usted.
¿Un puente? Sí, y ahora lo ha encontrado a través de su hermano Antonio; ¿y qué tiene que ver él, en todo esto? pues que también la aborrece a usted. Bueno, sí, yo eso lo sé; ¿pero de allí a qué quiera hacerme daño?
¡Vea Amanda! ; Aunque usted no lo crea, ese hombre Adrián, pertenece a una agrupación que se hace llamar los adoradores del nuevo milenio. No, según tengo entendido, ese hombre es un pastor evangélico; Marta sacó un pañuelo y se limpió las lágrimas; no que va eso es sólo una coartada, como lo de la Biblia, tan sólo lo hacen para embaucar a las gentes.
¿Quiere decir qué juegan con la palabra de Dios? Es que ni siquiera les interesa, pero la utilizan en primera instancia, para atraer a las gentes y hacerles creer, lo que no es. ¿Pero son evangélicos?, no, no lo son; pero se hacen pasar por ellos.
Tengo entendido, que ese hombre, es pastor en la misma iglesia a la que asiste Antonio. Sí así es y le reitero eso sólo es una máscara que usa para tapar la hediondez, que le perfora el alma. Lo que usted me está diciendo es muy grave; sí que lo es.
¿Y bueno, si es así porqué no lo denuncia a la policía?; ya lo he hecho, pero ni siquiera me paran bolas, además, esas gentes de las que le hablo son muy peligrosas, usted no sabe de lo que son capaces, no sólo, son capaces de matar, de torturar y de lo que sea, también practican la magia negra.
¡Vea!, yo no creo en eso de la magia negra, todo eso es parte de un imaginario colectivo. No, sé equivoca usted, no es nada que tenga que ver con la imaginación, yo por ejemplo, sé muchas cosas que me enseñó mí madre, secretos, pero esas cosas, sólo las utilizaba para hacer el bien.
¿No sé qué entiende usted por el bien o por el mal?, pero déjeme decirle, que lo que usted está diciendo es un asunto rebuscado.
Créame por favor, le estoy diciendo la verdad, hay personas que practican esas cosas y para eso existen los libros y cuando los viejos brujos se van muriendo, esos libros quedan expuestos a otras personas, en general son los hijos, los que siguen practicando, pero el uso de esas cosas depende de las personas.
No le creo ni media palabra de lo que me dice; no sea obcecada Amanda. Pero el satanismo es otra cosa, es una religión; ¿podría ser, pero qué interés puede tener ese hombre en mí, y a estas alturas de la vida? ¡No crea!, usted es joven y atractiva; pero el hombre ese; se halla alimentado por la sed de venganza y por lo demás, necesita víctimas propicias para ofrecerle a ese ser.
¿Bueno, pero cómo es eso de qué a usted la obligan?, uno, no hace nada de lo que no quiere; vea, sí me obligan; ya que me chantajea con sacrificar a mis dos nietecitos, me dice, le aseguro que si no me colabora, le sacrificaré a sus dos nietos y se los ofreceré a mí maestro.
Marta volvió a sentir un nudo en la garganta, se esforzó por contener las lágrimas y la voz se le enronqueció; le dije, miro su cara angustiada y pienso que puede tener razón; ¿pero en ese caso, qué puedo hacer yo? En esté caso, se lo digo para que esté prevenida.
¿En verdad, si ha dado avisó a las autoridades? , claro, con decirle, que un día los llamé y no me identifiqué por temor; pero les di todos los datos, con pelos y señales y les dije que ellos, cambiaban de escenario con frecuencia.
Pero la tal policía, no se apareció por ninguna parte, en cambio Adrián si me hizo el reclamo; como usted vuelva a llamar a la policía, le juro que la mato, vieja sapa.  Bien, suponga qué le creo; ¿qué pruebas concretas tendría para demostrármelo?
Marta se quedó pensativa y luego arguyó; bueno pruebas, pruebas no; pero si tengo, una cosa para decirle; ¿qué sería? ; ¿Yo no sé, si usted, se habrá percatado de ello; si  lo habrá sentido?; ¿Qué es?; es que, como la mayoría de las gentes a quienes les hacen eso, no se dan siquiera cuenta.
¿Bueno y qué es?  ¿Recuerda el día treinta, del mes séptimo? No, no recuerdo nada especial; más o menos como unos tres o cuatro meses; Amanda suspiró, haber, ¡uuko!, no, nada especial que yo sepa. Vea le refresco la memoria, se trata de una pesadilla que tuvo ¿una pesadilla?  Sí, algo tenebroso, tuvo que haberle ocurrido, mientras dormía.
Una pesadilla, haber, ¡hay sí! ahora que lo recuerdo, sí tuve una; ¿pero cómo lo sabe usted? No, yo no es que sepa con exactitud, lo que debe haber sentido, pero lo que si sé; es que, más o menos por esa fecha, fue que comenzaron los rituales y las invocaciones al demonio, para que fuera a perseguirla.
¿Cómo así? esto es cosa de locos; pero es la verdad, usted tuvo que haber tenido un sueño muy feo, ese sueño, fue inducido por la mente malévola y las malas intenciones del Adrián.
¿Se trata de algo así, como una sugestión hipnótica? Sí, pero con algunas diferencias que no lograría precisarle en estos momentos; ¿no? No, pero si podría preguntarle ¿no sintió cómo una presencia, cómo una cosa fea, detrás de usted?
Amanda se estremeció; sabía que se trataba de esa sombra, que la había acosado por varias noches, en las que había sentido, sin estar dormida, que algo llegaba hasta su cama; un ser horroroso, maquiavélico; no obstante no le dijo nada, y siguió en la indagación; ¿explíqueme qué es eso del hipnotismo?
Es que... ¿Cómo se lo digo señorita Amanda? ; ¿Por qué me dice señorita? Es porque yo la respeto; me he dado cuenta que usted es un ser, que tiene algo distante de los demás; ¿distante? ; Sí, y es que tal vez Dios, le tiene reservado algo, aunque no sé que es.
Amanda le replicó; ¿sabe qué?  Mire lo único que uno tiene seguro en la vida es la muerte, así que  déjese de adulaciones tontas y continúe; ¡está bien! dijo Marta bajando la cabeza; Amanda habría dicho; lo siento; porque sentía compasión de ella, pero quería saber hasta que punto, podría llegar en todo esto.
Vea, yo no soy una persona muy estudiada, lo único que sé, es que el mal existe, y que si una persona está dormida, el diablo puede ir a donde ella y la puede hacer soñar cosas, ¿la puede inducir para qué sueñe algo? sí, incluso, existen personas que tienen una mente muy fuerte y pueden hacer eso, es decir, que se proyectan a la persona en cuestión; Amanda murmuró; ¿entonces eso explicaría lo de la tal presencia; la de esa sombra? Sí, y es que también hay otra forma de hacer soñar cosas a las personas; ¿sí y qué es? se trata de los rituales en donde se invoca al mismísimo, se le ofrecen cosas, bien sea el alma de una persona, o de niños; en fin...eso me suena como inverosímil; vamos, déjese de dudas, yo se que usted, tuvo que haber sentido alguna cosa; sí yo sí sentí, que una cosa fea me perseguía.
 Sí, porque yo misma vi cuando el tal Adrián estaba invocando al espíritu del mal, para que fuera a atormentarla, es más le cuento que las gentes que trabajan la magia negra, hacen toda clase de cochinadas y  son hasta capaces de matar al que sea ¿cómo así? ¡Hay mija!, es que usted no sabe que para esas personas  no existen límites, ellos hacen lo que sea.
 Y si alguien por ejemplo, se encapricha de usted, lo que hacen es fumarle tabaco, entre otras cosas para agarrarla o amarrarla  y eso dizque desespera tanto, que se tienen que ir, ahí mismo, para donde el fulano que la esta invocando. ¿Con qué la cosa, con el malo es así?; sí así es, el mal existe y está encarnado en ese ser y bueno, hay personas, como la que le digo, que tienen el alma corroída; hasta su hermano Antonio; ¡no ve!
¿Según lo qué me dice, se trata de la manipulación a distancia de la mente de una persona?, ¿y esto significa que pueden influir en lo que se sueña, en las acciones, y hasta en los deseos? Sí, algo así; ¿haber si doy en el clavo? Llegan es al inconsciente de la persona, ¿pero bueno, eso quiere decir, qué uno tendría que tener un mente muy débil, para dejarse influenciar de semejante manera?
Se quedó pensando en ello Marta y respondió, no; sino que como la persona esta sana; no sabe que es lo, que está pasando; ¿no hay forma de darse cuenta entonces? Lo que pasa, es que es muy difícil, pero si hay algo, se trata de desarrollar o de despertar una conciencia más territorial.
¿Cómo darse cuenta, en dónde está parado uno? Sí, pero eso es válido sólo para lo mental, para los sueños proyectados; ¿por qué? Pues porque la magia negra es muy fuerte, eso es una cosa muy mala, es tanto así, que cuando le fuman el tabaco a una persona, se la entregan es, al demonio, porque rezan algo así; “por el alma, el cuerpo y el espíritu de fulano, que llegue rendido a mis pies”; no eso es una cosa muy fregada.
¡Um!, como complicado el asunto; pero déjeme ver si le captó, ¿lo qué me quiere decir, es que espiritualmente uno, debería estar preparado, para afrontar estas cosas?; sí, sí, sería como, que la persona fuera capaz de meterse por dentro de ella misma; pero como le digo, la magia negra no se quita tan fácil.
Amanda se quedó pensando y ya luego dijo; Ya veo, ser capaz de meterse dentro de uno mismo y mirar, haber, que es lo que está pasando; ¿es eso? ; creo que si.
Después de un corto flas; volvió a decir, sí, es eso, aunque de todas formas esas energías son demasiado poderosas y si llegan a alguien, que no sea capaz de mirar más allá de sus narices; pues… ¡hay nos fregamos!
Bueno, ahora que usted lo menciona, yo si tuve un sueño, que me caló hondo, todo el tiempo sentí una cosa fea detrás de mí; ¡lo ve! ; Sí, pero fue también como si un sexto sentido me previniera de un peligro latente.
Sí esa noche, él, estuvo haciendo unos rituales; sacrificó a un animal  y ofreció su sangre y se la dio a beber a una mujer rubia y a una niña que lo acompañaron y ya luego la roció en las paredes y se las entregó como chivos expiatorios al demonio; sé que también invocó el espíritu de un joven que había muerto hace poco.
¿Y usted cómo se dio cuenta de todo eso? ¡Jum!, ¡avemaría! ; No ve que yo vivo en esa casa; ese día tenía una foto suya, la que consiguió por medio de su hermano Antonio, la pegó con alfileres y la puso cabeza abajo, sí, es que el mismísimo estuvo en su casa esa noche.
Esta, miró a Isadora; pero sentía que un sudor frío le escurría por la espalda y también mojaba su abdomen; Isadora le preguntó ¿y ese sueño, no lo conocía nadie? No nadie, exceptuando una amiga a la qué se lo conté.
Pues hay está la respuesta, lo más seguro es que ella se lo contó; ¡uuko!, no lo creo; la amiga de la que le hablo, es muy sería; por lo demás, ni siquiera se conocen.
De todas formas, yo había estado tratando de reflexionar acerca de ese asunto, de ese sueño, que por cierto no ha sido el único; pero esa sombra que presentí y que vi, porque en realidad la vi; no es algo mental, ni se trató de un sueño producido por mí inconsciente, la cosa era real y verídica y estaba fuera de mí, eso se hallaba dentro de la habitación y para colmo a mis espaldas.
Incluso sentí, como acariciaba mis cabellos y mis sienes obligándome a entrar en un sueño profundo.
¿Esa cosa era lo más de rara entonces? Sí, y yo no me lo imagine; a lo mejor era su inconsciente que le estaba jugando una mala pasada. No, esa sombra no podría ser el espectro, de un padre que me oprimía y mucho menos una proyección de mí otro yo.
Irritada Isadora se levantó de nuevo; mire, de todas las locuras que me esta contando, yo lo único que sé, es que vamos a morir si no hacemos algo para escaparnos; por lo demás, parece usted desconocer un libro que se llama la interpretación de los sueños de Sigmud freud; si salimos con vida de aquí, le recomiendo que se lo lea; ¿pero qué generosa es usted?
Pero tiene razón, Marta se está tardando demasiado y es mejor que tratemos de salir ahora mismo. Después de mirar unos segundos a Amanda, Isadora exclamó, ¡perdone Amanda!, es que no tengo cabeza, para pensar en otra cosa y bueno, no es que piense que es usted una mujer poco instruida. ¿Instruida? ¿Qué es eso? Pero razona bien, el inconsciente nos gobierna y no desconozco ese trabajo; no obstante, hay cosas que están más allá de ese inconsciente,
Algo se templó, en el aire enrarecido de ese cuartucho, después de un silencio, Amanda dijo, en tono de fatiga; tengo el cuerpo por completo molido; ¿usted no?  Ahora qué lo dice, ¡por Dios! tengo mucho miedo, vámonos de aquí; también yo, también yo Isadora.
La puerta está sin llave, salgamos cuanto antes; entonces se precipitaron hacía la salida, pero algo inesperado sucedió; la puerta fue empujada de un modo brusco y por una milésima de segundos, no pegó en la frente de Isadora, que ya estaba a punto de alcanzarla.
¡Déjenme! , decía Marta, mientras forcejeaba entre los brazos de un grandulón, que la llevaba, la hallaba como a un costal. Detrás, una mujer de baja estatura, ayudaba, empujándola con aspereza.
La mujer decía; vieja zorra, ¿creyó qué no nos íbamos a dar cuenta?  Y mirando hacia adentro, gritó; ¡tomen!, aquí les traigo compañía, lesbianas asquerosas y ojo con intentar escapar, porque les cortamos la cabeza. Entonces el hombre arrojó a Marta; falto poco, para que está se diera de bruces contra el suelo.
Por su parte Isadora, se lanzó sobre la mujer; está fue la  vieja que casi me mata; la que me dio un golpe en la cabeza; al ver como su compañera era agredida, el grandulón abofeteó el rostro de Isadora y por poco le hace sangrar boca y nariz.
Con viva sorpresa, Amanda miraba las cosas acontecidas en un segundo y se adelantó unos pasos, hacía el hombre; ¡déjenla! ¡Déjenla!, par de energúmenos; Irlanda, la mujer de la voz ronca y cuyos ojos, destilaban veneno, levantó su mano para golpearla; pero con un movimiento, que rasgó el aire como un cuchillo; Amanda detuvo el golpe en seco; mientras que a su vez, la miraba con una extraña fijeza. La mujer sintió tal horror, que casi se tambaleó y retrocedió amilanada.
Bueno, quizá habría ocurrido algo más, si no es porque un tercero y hasta un cuarto hombre intervinieron; ¡déjenlas ya!,  es posible que al sumo sacerdote, no le agrade que se las llevemos maltrechas.
A duras penas la mujer y el grandulón se aplacaron un poco; la mujer sentía que las piernas le temblaban y sentía además, que Amanda, poseía un don; una fuerza escondida y algo como el acero, la hirió por dentro; entonces la odió aún más; ¿quién será esté ser?
Antes de que se fueran, Isadora que se acariciaba el rostro lastimado; le gritó a Irlanda; si no fuera, porque estas con esos hombresuchos, ya te habría apretado el pescuezo como a una gallina vieja.
Con furia los hombres cerraron la puerta, dejando  a unas mujeres, maltrechas, adoloridas; que se encontraron de nuevo a solas, dentro del oscuro silencio, de un cuartucho que las oprimía, concertando en sus corazones un ahogo, una impotencia y un sabor a hiel en las bocas cenicientas.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

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