martes, 17 de marzo de 2015

LA MUJER CAPITULO VI

                                            


                                 

                                                             Capitulo VI
                                                                 La mujer                                             



La Mujer de estatura baja, y de un color de piel morena, caminó de prisa; ¡va, ya va! vestía una falda de color crema y una blusa de un rosa pálido; ropa de casa, tendría un poco menos de la edad promedio. Se acercó y abrió la puerta, ya que el timbre sonaba con insistencia.
Parecía afable, su pelo más rizado que crespo ondulaba de un lado para otro ¡a, son ustedes!, pareció decepcionada; sin embargo repuso; ¡si entren, síganse! ; Adrián no respondió y entró con imponencia, Antonio lo siguió; al entrar se encontraron con una modesta sala; la casa era más bien oscura, pero desde allí, se podían observar algunas habitaciones separadas por un pasillo, más estrecho que ancho; hacía el fondo ,se alcanzaba a mirar la cocina, y un poco más hacía allá, se veían unas escalinatas, que conducían, lo más seguro a un segundo piso, o hasta quizá, tan sólo a una habitación, cuyas ventanas daban hacía la calle; pero estaban  selladas con gruesas cortinas negras.
¡Bueno hombre!, si lo traje aquí, es porque quiero que sepa dónde queda éste lugar y también, por si algo se me presenta y lo puedo llegar a necesitar; haber deme la fotografía; dijo el pastor con dureza; en cuanto Antonio se la entregó; el pastor la tomó, y medio la miró, tan sólo para cerciorarse de que si fuera ella; ¿es reciente no?  Sí como no.
Mire, ella es Marta, la mujer de la cual le hablé, quédese con ella, que yo tengo que hacer algunas cosas, y usted; dijo, mirándola; dele instrucciones, para que sepa qué es lo que tiene que hacer; se alejó ansioso; pero cuando ya iba en la mitad del pasillo se detuvo y volteó la cabeza hacía ellos, dirigiéndoles una mirada ladeada y preguntó; ¿Antonio, cuál es el apellido de Amanda? Es González; ¡vaya!, que apellido tan raro, ¡pero en fin!
Y se alejó riéndose a carcajadas. ¿Qué es lo raro? No le haga caso; él es el raro; dijo Marta encogiéndose de hombros; los dos, que aún permanecían de pie, intercambiaron una mirada; ella, para saber con quién iba a tratar, y éste, buscando la posible hechicera, que lo iba a instruir; siéntese, dijo a secas; Antonio accedió; ¿Y hace mucho qué, conoce usted al pastor? Sí, hace bastante; contestó con cierto dejo de angustia.
Antonio, se quedó pensativo, por unos segundos y luego dijo; aunque parece drástico; en el fondo es un hombre bueno; ¿bueno?  ¿Dígame una cosa, qué entiende usted por bueno? No, y, y, y, yo creo que él, si sabe lo que hace; ¿pues sabe qué? yo también lo creo así; a mí ese hombre me da terror; p, p, p, ¿pero luego, no es usted la bruja? ¡Que atrevido; llamarme bruja a mi!; p, p, p, p, pero si el pastor me dijo que usted es…
No, yo soy la persona que vivo en esta casa y que por cierto, le pertenece al pastor; él me deja vivir acá; a cambio, yo le tengo que hacer cuarto, en todas las porquerías que hace; ¡no, yo no le creo!; ¡pues no me crea!; ¿Pero usted paga arriendo?  Ese es el problema, no pago; ¿bueno pero al menos los servicios?; esos si los pago. ¿Entonces porqué vive acá? pues porque en un principio, él me hizo creer que en verdad era un hombre bueno, y con ese cuento de la iglesia y todo eso que él habla.
Pero si fuera para eso entonces, utilizaría la casa que tiene allá, en Campo Valdez[1]   ¡si usted viera que casota! ¡ A!pero es que esa casa no es de él; además yo la conozco, ¿pero si no es de él, entonces de quién?; ¿Cómo qué de quién? pues de la señora; pero viene a ser lo mismo; es posible, pero doña Leticia, esa si, que es una señorona, y ella, no puede saber nada; bueno, pero es que al fin y al cabo, él lo que hace, lo hace por una causa noble.
¡Um, cómo se ve qué usted no lo conoce!, lo que él hace, lo hace, porque es el mismo demonio, o le entregó su alma, en todo caso, lo que sé, es que dentro de él, se mueve una cosa muy mala, y creo que usted va por el mismo camino ¿yo?; claro, ¿o me va a decir, qué usted, no sabe lo qué hace? P, p, p, p, pues, él me explicó, que todo era por el bien de Amanda.
¿Dígame una cosa, usted en realidad cree eso? , y ya sin esperar a que éste, le respondiese; agregó, ¿Será qué en el fondo es cómo él? Antonio no respondió, se limitó a sonreír, aunque algo dentro le gritase, todavía estas a tiempo; éste desoía ésta voz y además se sentía apocado, ante la personalidad del pastor; bueno, dijo ella mirándole; ¿Al menos si trajo el dinero? ; ¿dinero? ¡Sí hombre la plata! , la plata que se necesita, para comprar todas esa cochinadas que ese hombre me encargó que comprara; p, p, p, p, pero sí, si, si, el pastor a mí no me dijo nada; pues va a ver, como se lo dice cuando salga, pero allá usted, ¿Desea tomar algo?
No, no; a bueno, siendo así, permiso yo me retiro a mí habitación; ¿pero se va ir y me va a dejar aquí? ; ¿A, y qué quiere qué haga?, yo tengo cosas que hacer; no, venga explíqueme lo de la plata, no, eso que se lo explique él, lo que es yo me retiro.
Antonio miró a su alrededor, y sin saber porque, comenzó a sentir miedo; la mujer lo miró con el rabillo del ojo, y pensó; cómo se ve qué, éste palurdo, no sabe ni a dónde está parado; aunque tampoco es digno de compasión; mire, le voy a decir que es lo que voy a hacer, yo me voy a ir, a rezarle a la virgen, y sacó unas llaves que guardaba en su falda, y que tenía pegada de un ganchito; entonces abrió, fastidiada por la presencia de éste, que mirando hacía todos lados, se había situado a sus espaldas.
Entonces al entrar, iba a cerrar la puerta, pero Antonio suplicó; ¡venga no me deje aquí! ; Y prácticamente se le metió a la pieza, éste parecía ser, el único sitio de la casa, que se veía más acogedor; bueno está bien, siéntese por allá, ¿o es qué va a rezar conmigo?; ¿yo? , ¡Sí usted, y si no, váyase o siéntese por hay! ; No, es que lo que pasa, es que nosotros no rezamos, sino que oramos.
Sí yo sé, como es la movida, pero yo tengo mí manera de hacer las cosas; entonces se aproximó hacía un extremo de la habitación, en donde tenía una  virgen con una lámpara, que de inmediato encendió; Antonio que se había sentado en un taburete, que estaba situado detrás de la puerta; dijo, con gran indignación; ¡e avemaría!, ¡d,d,dizque alumbrando una estatua!, con razón, se habla tan mal de los católicos; ¡mire a usted qué le importa!, yo estoy en mi casa, y usted no tendría que venir aquí, a fregarme la vida; ¡su casa! ¡Ja Ja!  ¡A sí!, allá usted, pero eso no es debido; usted no es el más indicado, para decirme a mí lo que es debido o no es debido.
Impaciente Marta miró el reloj ; y cambio el tono de su voz, venga, venga para acá; lo que pasa es que a partir de esté momento, se van a sentir cosas muy raras en está casa, y éste es el único lugar seguro por el momento, y lo que deberíamos hacer es pedirle a Dios, que lo que ese hombre allá arriba está haciendo, le sea truncado; vea señora, creo, que voy a tener que contarle al pastor, lo que usted está haciendo; hágalo; a ver, si solucionamos de una vez esté problema; ¡vaya!, interrumpa lo que esta haciendo ;de inmediato Antonio cambio de tema; no, lo que pasa es que  a mi, me parece que usted está en un error, ya que a la virgen, no se la debe de venerar; con paciencia, Marta le dijo; vea, le cuento una cosa, ella, no le quiere quitar el puesto a Dios, por el contrario, es una de sus más fieles colaboradoras.
Tomó aliento y continuó, los sectores protestantes no creen en la Iglesia Católica, ni en la virgen, ni en los rituales que allí se ejecutan, ¡pero vea le digo una cosa!, esos rituales son muy, pero muy validos para combatir al demonio.
¿Bueno y es qué el demonio si existe? ; ¿Qué si existe?, ¡he avemaría!, ¡Dios nos ampare!; bueno además, he oído decir que las gentes lo invocan, para pedirle cosas; ¿eso es cierto? .Y lo duda ¿Qué cree qué, está haciendo el pastor arriba? ; ¡Y dele con el pastor! ; ¿O usted es péndejo o es qué sé hace?, además, si lo que quiere es que le diga, que si les concede cosas sí, sí lo hace, pero a que precio, vea, yo trabajé cuando joven en una fabrica, y allí conocí un señor, que a toda hora se mantenía hablando de que el negrito esto, de que el negrito aquello; hasta que un día le pregunté, ¿oiga don Fulano, quién es, ese tal negrito, qué usted menciona tanto?
Pues el diablo misiá, no ve que yo hice un pacto con él, y algunas veces viene y hasta me reemplaza aquí, en la fabrica; ¡he!, ¡yo no le creo eso!, le dije; pues le va a tocar misiá, porque ya mismo se lo voy a demostrar; entonces pegó unos gritos, ¡negrito, negrito!, ¡venga que lo necesito! ¡Y ese señor qué dice así! ¿Y cómo le parece, qué se va apareciendo un hombre igualito a él? ¡Y ahí mismo va diciendo!; ¿Para qué soy bueno Norberto?; ¡no si usted viera ese susto que me dio!, ¡hay mismo salí y me fui corriendo toda despavorida!
Marta tomó la camándula entre sus manos y se sentó sobre el borde de la cama y pensativa agregó; pero no era yo, la única que contaba esas cosas, había mucha gente que le había visto cosas raras. Antonio sintió un poco de dudas; ¡a, yo no le creo! ¡Eso son puros cuentos suyos! ; ¡Ojalá, ojalá y lo fueran!
¿Bueno y a todas estas, qué tienen qué ver los sacerdotes con esto?; ¡pues vea!, ¡cómo le parece que un cierto día!, ¡un sacerdote de aquí! ¡de aquí de la comunidad! se hallaba celebrando la misa y vio, ¡él vio!, que entró una señora de éste mismo barrio, muy elegante, una mona blanca; y ya se tenían sospechas de que ella tenía nexos con satánicos, de modo que, se fue haciendo la disimulada y se fue metiendo por un costado, songo zorongo, hasta que se metió a la sacristía, la parte de adentro y todos nos dimos cuenta, y como no, si estábamos en plena misa; pero el padre se puso un dedo en la boca y con gestos que nos hacía, nos dio a entender que la dejáramos.
Preciso, ella volvió a salir y se sentó a oír la misa; pero claro, ya se había robado las hostias, las tenía en la cartera, Antonio la miraba con atención y Marta observó la cara de fastidio que tenía y ese lado hundido hacía un ángulo; sin embargo continuó, cuando la ceremonia se acabó, el padre con mucha maña, se fue siguiéndola, hasta que ella se entró a una casa y en un descuido el padre también se metió, ¿y qué fue lo qué vio? ; había un poco de personas, según lo que éste nos contó después, como treinta o más, y eso creo, que gritaban y maldecían a Dios.
En ese momento un viento, no muy fuerte golpeó la puerta; ella prosiguió, en el fondo quería comerse el tiempo, olvidarse que estaba allí; los niños no estaban, los había llevado para la casa de una de sus hermanas, no quería que el pastor los viera y comenzara a acusar en contra de ellos.
Incómodo, Antonio la aleccionó; y ya ¿Eso es todo?, Marta lo miró de frente y pensó, éste Mequetrefe no es dignó de confianza, pero en fin; dentro de ese lugar, tenían un altar, y sobre una mesa un niño amarrado.
¿Bueno y es qué ese muchacho no gritaba?; ¡no hombre!  porque lo tenían dopado; en el altar habían puras velas y muchos cirios negros como los que tiene el pastor allí arriba; éste abrió la boca para decir algo, pero enseguida volvió a cerrarla; y, en los alrededores tenían pilas bautismales, como las que tienen en las iglesias y todas estaban llenas de entrañas de niños; la mujer se llegó hasta el altar y arrojó las hostias  a una de las pilas, entonces todos hicieron una fila y al llegar allí, escupían sobre estas , al mismo tiempo que proferían toda clase de maldiciones e improperios al nombre de Jesús.
En el altar se encontraba un tipo encapuchado, todo vestido de negro. ¡Eso habían espadas, cuchillos, unas estrellas y unos símbolos todos raros!  ¿Y ese tal padre qué? ; ¡Aguarde y vera!, y cómo es que, él, se tira a ese púlpito, en donde estaba ese hombre gritando, gritando para que todos lo oyeran, ¡sí, maldigan, maldigan a Dios y tírenle escupitajos!
Entonces, se dejó escuchar la voz del padre; ¡alto!, ¡alto!, y con el rostro lleno de furor; ¡atrás!, ¡atrás blasfemos!, sométanse a la voluntad de Dios y entonces convocó la Sangre de nuestro Señor Jesucristo y, dicen los que lo vieron que su rostro, resplandecía y que había tanta fuerza en su voz, que todos se llenaron de terror.
Contemplaba Antonio extasiado la cara de Marta, que parecía vibrar, babeaba y tenía la boca abierta, cuyo cementerio aún no dejaba sentir su hediondez. Ella prosiguió, entonces paso algo insólito, el encapuchado retrocedió hacía una pirámide de fuego, que estaba detrás del altar y desapareció envuelto en llamas y con unas risotadas tremendas.
Muchos huyeron, pero otros se quedaron y parecían despertar de un letargo y se decían los unos a los otros ¿Pero qué estamos haciendo aquí? Otros se arrodillaron y le pidieron perdón a Dios, al mismo tiempo que le suplicaban al padre que los ayudara, que lo que, pasaba era, que ellos no sabían que estaban haciendo allí.
Antonio la miró ahora, con los ojos muy abiertos y le dijo; ¡usted si habla muchas bobadas Señora! ; ¡Para qué inventar todo eso!, ¿Es qué cree qué con eso me va a convencer de qué me cambie para esa Iglesia? No, es sólo que las personas, que hemos experimentado cierto tipo de cosas y que sabemos, porque sabemos, que eso es cierto, no dudamos un sólo segundo, en recurrir a la iglesia y a la Madre de Dios para pedir su auxilio.
¿Y bueno, qué paso con esas personas? ¿Cómo curioso usted, no? los que le pidieron ayuda al padre, a esos se los llevan a un lugar especial y por tres días los amarran a unas pilastras, estilo romano y ellos mismos piden que los azoten, ya qué, según cuentan, ellos deben seguir los mismos pasos, que sufrió nuestro Señor Jesucristo. ¡Jum!, gestualiso Antonio; ¡en verdad, yo no sé!, ¡si los padres los azotan!, lo que si sé, es que ellos oran; yo sigo pensando lo mismo, eso es puro cuento.
¿Dígame una cosa, usted sabe qué es lo qué hay en el Cielo?, ¿es decir lo único qué no hizo Dios? Sorprendido con la pregunta, Antonio no supo que decir; ¡y, y, y, yo no sé!; pues las Llagas Santísimas de Nuestro Señor Jesucristo, ¿peero porqué dice eso? Pues porque fuimos nosotros, la humanidad  quienes  se las causamos; bueno una parte de nosotros y  fíjese, que al mismo tiempo es por estas, que todos somos sacerdotes, basta tan sólo, tener un corazón piadoso de verdad y con eso, podemos conjurar hasta el mismo mal.
¿Pero cuénteme, está usted bautizado en la Iglesia Católica?; ¡claro que lo estoy!; éste, guardó silencio por unos segundos y atemorizado, preguntó a la mujer ¿No siente usted cómo un olor a flores de muerto?; que si lo siento, ¡he Avemaría, Claro que sí!, ya comenzó todo, ¡Dios se apiade de nosotros! ; estando en esas, la puerta cerrada de la habitación se abrió de un sólo golpe en seco y la veladora se apagó al instante, y algo así, como un remolino acompañado de un viento frío, entró por la sala, derecho hacía las escalinatas que se hallaban en el fondo del pasillo.
Arrodillado ante un altar, que contenía la imagen de un ídolo renegrido, y de ojos que chisporroteaban; éste hombre hacía invocaciones a Lucifer, rezaba ese tipo de oraciones, que son contrarias a la luz, tenía varios cirios negros encendidos y en medio de estos, una foto de Amanda de cabeza hacía abajo, previamente rociada con un líquido amarillo y que exhalaba un olor a mata podrida; ¡ve y atorméntala!, ¡poséela, sedúcela y tómala para ti! ; has que se convierta a los nuestros, a cambio yo te ofrezco el alma de esté cuerpo que he tomado.
Amanda, Amanda  debe pagar por haberme rechazado y por haber preferido a una mujer, por lo tanto, toda mujer que ella ame, quiero que se la alejes,  !maldita¡ que pague y toma , toma posesión de ese hombre Antonio; en eso la puerta de esa pieza sellada se abrió de golpe y una risa estruendosa, acompañada de muchas otras, preguntó ¿ me llamabas Adrián, o debó decirte Casimiro ,mí antiguo servidor? dime cómo quieras Maestro; ¿Y para qué, molestar ahora?
Maestro esa mujer, Amanda; sabes bien, que esa mujer es prohibida, su nombre no figura en la lista negra,  inténtalo que yo …; ¡silencio!, no oses decirme lo que tengo que hacer, quiero que me sacrifiques inocentes , muchos, muchos, que me hagas sacrificios de Sangre y que convenzas a muchas personas, para que le roben el bautizo a los niños, de manera tal, que entre más almas vengan hacía mí, mucho mejor ; quiero vengarme de Dios; por haberse fijado, en estos seres tan mediocres, y por haberlos preferido a mí, dándoles lo que a mí me corresponde.
Estos seres son tan fáciles de dominar, no es sino, que se les prometa cosas temporales y renuncian al todo, por una simple regalía, aunque sepan, los horrores que van a sufrir, prefieren engañarse a si mismos, o dejarse engañar.
Te demostraré que no te aman a ti, son infieles, basura son, aman la guerra y prefieren derramar su propia sangre, mí papel es seducirlos y ellos solitos, se dejan arrastrar.
De inmediato las risotadas resonaron en la habitación, yo soy el padre de la mentira, yo hago, que ellos se enfermen o que prefieran siempre estar mal y acongojados, conozco muy bien sus debilidades y de ellas saco mis ventajas. Y tú cuídate muy bien de complacerme, o ya veraz.
Todo volvió a normalizarse allí, y Adrián quedase solo, sin embargo, ese pesado huracán descendió de nuevo las escalinatas y se desvió hacía el cuarto de Marta, en busca de Antonio, pero tan pronto llegó a la puerta se detuvo, metiendo un berrido ! atrás¡ ¡atrás!, gritaba Marta, aquí no puedes entrar; ¡maldita, esa alma me pertenece!, ni lo sueñes, ninguna alma es tuya; poco a poco el espíritu retrocedió, ya verás; en los sueños es que yo actuó; vete.
Entonces el ente se alejó haciendo un gran estruendo, acompañado de sus legiones; miró Marta y Antonio yacía desmadejado en el suelo, ésta se apresuró a despertarlo, no sin antes dar gracias a Dios y a la virgen por su protección; sabía que Adrián estaba por bajar y no quería que descubriera su habitación, y tomara represalias contra sus nietos, ésta era la causa real, por la cual  fingía colaborarle, pero en verdad nunca había hecho mal a nadie.
¡Hay  si mí hija regresara pronto de Venezuela! , me prometió que me iba a sacar de aquí, para una casa mejor, claro que ella no sabe nada, de lo que en realidad pasa aquí, pero yo creo, que tiene sospechas; ¡hay, hace tanto tiempo que se fue!
¡Antonio, Antonio despiértese! ; ¿q, q, q, qué paso aquí? Levántese, venga salgamos; con gran esfuerzo lo ayudó a levantarse, éste hombre era puro hueso, y, a ella también le pareció que sólo era un tronco hueco, que en todo caso pesaba más que el bulto de cemento, que estaba ubicado en la parte de afuera; éste volvió a preguntarle, ¿Qué paso?, lo único que recuerdo, es que el bombillo se apagó; usted se desmayó, camine salgamos de aquí y siéntese en la sala.
No bien hubo sentado a éste hombre, en uno de los muebles, se apresuró a cerrar con llave la puerta. Dos horas o hasta más, estuvo recluido Adrián en el cuarto sellado, se quitó la capucha negra, apagó los cirios y cerró, no cerro con llave; ya que no lo consideraba necesario; no confiaba en Marta, pero sabía que ella tendría que hacer lo que le dijera, o si no, ya sabría, lo que le haría a sus nietos, se apresuró a bajar, justo en el momento, que Marta se había acomodado en un mueble en frente de Antonio.
¡Antonio venga a ver que nos vamos!; por hoy, no lo necesité, más adelante le tocará seguir viniendo a hacer lo que yo hago; luego miró con dureza a Marta, ¡hay de usted! De usted si, no hace, lo que le dije por teléfono que hiciera a las doce en punto de la noche y a las tres y quince de la mañana; ¡ya sabe! tiene que subir al cuarto, y hacer las invocaciones de rigor.
¿Y otra cosa, ya Antonio le dio la plata? Yo le dije, pero él no tiene; ¿no tiene, y usted qué se creyó, qué yo le voy a trabajar gratis?; p, p, p, p, pero usted no me dijo nada; recuerde qué usted fue, el que me buscó; por hoy, se lo voy a pasar, pero debe conseguirme el dinero, de aquí a la semana entrante; aquí lo miró desafiante ¿Y de cuándo acá, yo le tengo qué decir qué me de plata? Eso por lógica se entiende, es usted  quien debe de  tomar la iniciativa y dármelo.
 ¿Y, Y, y, y, y cómo cuánto seria?  Pues por ahora, serian por  hay, unos trescientos mil pesos; ¿c, c, cómo?; Antonio pegó el gritó, Marta lo miró asombrada; ¡p, p, p, p, p, p, pero es qué usted sabe pastor, que yo no mantengo ni un peso!  ¿Y es qué acaso no limpia la iglesia? Con el dinero que le paga el pastor Roberto Suárez le alcanza.
Antonio iba a protestar, pero Adrián salió a toda prisa y se dirigió hacía su carro, encendió el motor sin esperar a Antonio, que corría detrás suyo; ¡p, p, p, p, pastor espere!; de mala gana accedió y lo espero y pronto se alejaron, Marta los vio irse y suspiró aliviada; de ningún modo haré lo que me dice; pensó.



[1] Campo Valdés, barrio perteneciente a la ciudad de Medellín


Beatriz Elena reservados © Derechos  todos.

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

                           BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA


No hay comentarios:

Publicar un comentario