martes, 24 de marzo de 2015

LA VISITA CAPITULO XV

                                        
                                                          



                                                             CAPITULO XV                                                     
                                                                 LA  VISITA
                      
En esos momentos, sonó el teléfono, éste dejó escuchar un sonido, más agudo, que grave, pero fue un sólo golpe en seco ¿ve, quién será a estas horas? debe de ser la amiga de Antonio. La figura del hombre, casi ya, como una huesa menta, apareció corriendo, salió a cuantas podía; Natalia lo vio y manifestó en voz alta ¿no, qué ese ya se había ido? Ahorita, casi se mata por pasar a toda prisa.
Antonio abrió con rapidez la puerta, y se encontró de frente con la cara de Libia, que era amplia, con unos ojos grandes y expresivos, más bien bajita, y además culi chiquita, tirando  más a fea que a bonita; al verlo, se sonrió complacida; buenas noches Antonio; buenas noches Libia ¿Cómo le ha ido? Bien y ¿a usted? venga éntrese, bueno, pero sólo un momentico.
¡Ve, como se puso de bonita Libia, se ve tan linda!  ¿Sí, le parece? Usted sabe Libia que sí; yo la admiro mucho, usted para mí, es casi una heroína.
Después de una corta pausa, el hombre suspiró y le dijo; ahora subí a buscarla y no la vi; yo no le dije pues, que bajaba, que yo venía aquí; así, pero… ¡vea Antonio!; como le parece, que hace rato que estuve en la iglesia, se armó la grande
¿Sí y porqué? Es que usted no sabe, que el pastor se me acercó y me dijo; ¿Libia, usted, porqué no deja esa amistad con Antonio? ¿Cómo así, y porqué le dijo eso? es que mejor dicho, le voy a decir la verdad, es que usted es muy visajoso Antonio ¿pero visajoso porqué? preguntó éste, levantando la voz; ¿Cómo qué porqué? No ve, que a cada rato, lo ven por allá abajó, esperándome.
Antonio bajo la cabeza, ¿se acuerda esa vez, qué nos quedamos de encontrar?  ¿Así, la vez qué usted me llamó? Sí, ese día mí marido, lo vio dando vueltas por ahí, por la casa; entonces se fue para la iglesia y les contó a todos, que usted es que se mantenía, pistiándome.
¿Y es qué yo no puedo ir por allá, porqué siempre va a ser, para esperarla a usted? Livia guardó silencio, es evidente; pensó.
¿Bueno y al fin, usted qué le respondió al pastor? Yo le dije; ¿y usted porqué me dice eso pastor? Es que además, yo lo conozco hace tiempo y me parece, muy buena persona; ¿sabe qué me respondió? Para que me entienda mejor Libia, ¡fíjese que, lo que Antonio quiere de usted, es otra cosa! ¿Otra cosa? no, yo, no lo entiendo pastor; para que me entienda; le voy a hablar claro, lo que él quiere de usted, es comérsela.
Sorprendido Antonio, reviró ¿cómo así, y es qué él está en mí mente, para saber qué, es lo que yo pienso? Sí, fíjese, es que la gente es muy metida y yo, les he dicho siempre, que lo que usted y yo tenemos es una amistad muy bonita y nada más; al decir esto Libia se acordó, que desde un principio, ella siempre estuvo dispuesta a sacar partido, es decir una retribución económica.
Pensativo Antonio, la miró; como me ilusionaba al principio, todas las cosas que me decía; y suspiró y le dijo; espéreme un momentico, que ya vengo, le voy a leer, algo que escribí; bueno, pero acuérdese que estoy de afán; no, es que yo no me demoro nada. Y dicho y hecho, fue y regresó con rapidez, trayendo el cuaderno en donde anotaba cosas; cuaderno, que con el tiempo abandonó.
Leyó en voz alta, para que ella lo escuchara; Una vez temí, que jamás encontraría a alguien a quien querer de verdad; quería a alguien perfecto, al menos para mí; una manera especial de amar, una forma sincera de escuchar, sin temor de reír y de llorar; ternura y comprensión, alegría y estimulo, alguien que llenara mí corazón de dicha; tal vez esperaba mucho…
¡Hay que lindo!; ¿pero es qué sabe qué? ; es que usted y yo nunca hemos tenido relaciones, nunca nos hemos acostado; ante los ojos de Dios, yo soy inocente de todo lo que la gente dice; Antonio suspiró, sí Libia, yo reconozco que usted es una mujer muy digna; sí, pero eso es lo que ellos no creen.
No, claro, que el pastor no sabe, que yo a usted la quiero, con un amor muy puro y con seguridad la gente le ha llenado la cabeza de cuentos, por eso, por eso es que no he vuelto tanto, como al principio. Además acuérdese, dijo ella con énfasis, que la biblia dice que una mujer debe de estar sometida a lo que le dice su marido y aunque yo no tengo nada con Danny, lo tengo que respetar.
Éste la miró y pensó; ésta pobre debe de tener hambre; entonces le dijo; no espéreme un momentico aquí, que ya vuelvo; ¿no, pero éste para dónde va? ¡No ve qué ya me tengo que ir! ; ¡no espéreme! ; y salió a cuantas tenía, derecho para la cocina y le preparó café con leche caliente y lo colocó sobre un plato de porcelana fina y reblujo  a ver que más encontraba , y le agregó bizcochuelos de mantequilla y de regreso a la sala, el café, se le derramó dentro del plato y, entonces se devolvió ,lo lavó ; pero esta vez el café se le regó sobre la mesa; entonces avanzó con cautela, para evitar un nuevo derrame y se lo entregó a Libia ¿ no, pero usted para qué se puso a molestarse?
No, tómeselo, que es con mucho gusto; Libia lo recibió y saboreó despacio, cuando ésta terminó, Antonio la tomó de las manos y así platicaron mucho rato, hasta que Libia exclamó ¿Qué hora es ?,  ¡hay no, ya me tengo que ir, hay no, cómo ésta de tarde!; ¡anda asómate a ver, si no viene nadie de la iglesia ,para yo poder salir!; aguarde pues y vea, tomé la platica que le prometí  y mientras le daba los billetes de a cincuenta mil; le decía , pera ti, mí bella dama.
Pero por dentro pensaba; porque para mí eres el cisne negro de ésta historia; Libia guardó la plata en uno de los bolsillos de su eslas; y Antonio aprovechó para tratar de  besarla en la boca, lo hizo por varias veces y ésta  opuso resistencia, ladeando la cabeza; cuando ésta se fue, pensó; no, yo a ésta mujer la idolatró; incluso, me importa más, que mamá y que Natalia mí hermana.
Luego, se encerró en su pieza, que estaba impregnada de un olor a hollín viejo; de nuevo cogió su cuaderno y rellenó dos páginas enteras, con el nombre de Libia; y luego añadió; para ti, mí bella dama, porque para mí, eres el cisne negro de esta historia.
De repente, se acordó que Amanda lo había visto algunas veces, intentando besar a Libia y él, se había quitado con rapidez; sí, es que si no, esa mujer es capaz de ir con el chisme a quien sabe quién y pobrecita Libia; a lo mejor la meten en un problema por culpa de esa perra y no quiero, que, después hablen de ella, lo que no es.
Poco a poco, las luces de las bombillas se apagaron y todo quedó en silencio, ya avanzada la media noche, un aguacero torrencial se dejó sentir, golpeando con fuerza sobre los tejados, sobre las terrazas, lavando a su vez las calles con cierta e impetuosa laboriosidad.                  
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

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