viernes, 23 de marzo de 2012

ELLA



                                                                           ELLA

 Ligera, despeinada, adaptable como el plástico; encantadora como una tienda de mascotas, casi como una dama japonesa, así era ella y reía divertida; consciente de la atracción que ejercía sobre el serio y sombrío bailarín; visitante de las alturas; que en su tenue y melancólica mirada no alcanzaba a comprender que estaba a punto de descalabrar se, de perderse en la falacia más transversal y loca de lo que en ese momento creía que era el amor ; mientras que a su vez, Marina sentía cómo su amiga Lola la tomaba de gancho y juntas comenzaron a alejarse; y él sintió que se quedaba solo, vulnerable y vulnerado y cada vez se achicaba más y más atrás de las espaldas de estas. En la lejanía suburbana ella volteo a mirar y sólo vio un punto inconcluso; entonces hizo un mohín y le dijo a su amiga; he tenido ganas de un vestido como ese, ¿còmo cuál? como ese, el de la vitrina de enfrente !es divino!, se te ha de ver genial; ven déjame que te lo compre, moviendo sus caderas armoniosas, ella se desplazó con fluidez; cerró sus ojos y se representó a sí misma vestida como ese maniquí; luciré sensual para ella, pensó, mientras lucía la más roja de sus sonrisas. Ya dentro del almacén, la mujer que atendía respondió con formalidad, mientras pensaba, a esta tonta le podré sacar muy buena comisión; son cuatrocientos cincuenta mil y un adelanto de estas rosas que tienen espinas, ¿perdón?, le dijo Lola sin verla, no le escuché lo último que dijo, ni falta que hace, dijo Marina; Lola la miró y la sintió sensual, embelezada la siguió con los ojos y azúcar morenita resaltó el color de su cuerpo. Le importaba un pito si Lola tenía o no dinero para pagar o si se quedaba enchilgada hasta las nalgas. Ven querida, quiero que te lo pruebes y lo luzcas para mi. Le sonrió ella de nuevo coqueta y filial o al menos eso fue lo que le hizo sentir a Lola; me ama, se estremeció, le daré lo que quiera; hasta el reloj de oro que me regaló mamá; le daré y le daré...; ¿te gusta?, preguntó Marina; mientras meneaba con deleite el culo de lado a lado. !Pero por supuesto! te ves, te ves, ¡hay no!, creo que me voy a desmayar, !tontita!; tu ve a cambiarte, que yo me encargo de todo. entonces cuchicheó a la del almacén, lo que sucede es que no llevo efectivo y no quiero que mi amiga se de cuenta. tiene usted suerte, hoy hacemos un descuento especial y además le daremos todo a crédito; sólo necesita unas cuantas referencias comerciales y ¡bla, bla!, eso es todo.

Mientras tanto ella suspiraba frente al espejo, me queda muy bien, le pediré además los zapatos que hacen juego con mi vestido  y lo luciré esta noche, para Rubi; me ha de ver encantadora; suspiros, suspiros. Sabes Lola, me hacen falta unos zapatos que hagan juego con mi vestido. !claro querida!, ¿te gustan estos o aquellos?, ¿quizás ambos?, !mua!, beso en la mejilla, gracias Lola, eres increíble; divina tú, mi azúcar morenita, quiero que te derritas en mi boca esta noche.  Tontita, mira que nos pueden escuchar. ¿Quién la mujer que nos atiende?, total que importa, ojala y todo el mundo sepa cuánto nos amamos; tu sabes que es así, pero por mis hijos no quiero que nadie se entere, !okey, okey, ve a cambiarte que yo me encargo de todo. entonces ella le sonrió con la misma mirada de siempre, al salir Lola la cogió de gancho, pero ella la retiró con suavidad; !sabes! es que me tengo que ir; mis hijos, tu sabes aùn están en edad escolar. ¿Tan pronto?; pero yo tenía entendido que te quedarías conmigo esta noche; !ay tan linda, ojalá!, chao, me tengo que ir, mis hijos me esperan. Lola, mira que te quedaste sola; que idiota eres, bueno ni modo, me tomaré unas cuantas cervezas; Lola se dirigió al bar Roma y se sentó en una mesa; que jartera, no tengo ganas de irme para mi casa. ¿Le sirvo algo?,  sí gracias camarero, tráigame una cerveza, hoy es la hora feliz, porque no la espera, pues no sè, por lo pronto sírvame, mejor media de guaro, y así Lola bebió y fumó y cuando la hora feliz llegó le trajeron una media más; cortesía de la casa, gracias; y entonces en el centro del bar con su vestido nuevo; ella apareció taconeando y deletreando con sus nalgas ¡te quiero Ruby, te adoro Ruby...!, Ruby la llevaba de gancho, se sentaron en una mesa, justo frente a la pobre y despelucada Lola, que apretó las sienes, abrió y cerró los ojos; y dijo, !no puede ser!, mi reinita y se estaba besando con otra y además lleva el traje que le compré; y sintió que un vértigo la hundía en un atroz marasmo; una sonsera aguardientosa se le espantó de pronto  y sintió en la mitad del pecho afilarse una espada; pero antes de que se pusiera de pie y atropellara como un toro sobre ellas; él apareció de pronto, venía del otro lado, de la zona suburbana, aunque era un bailarín de las alturas, enloqueció por ella y cómo no hacerlo, si ella bailó desnuda para el, bajo una luna amarilla y solitaria y también con sus tetas del color de la canela deleitó su boca y la amó. Él traía en su nada tenue y melancólica mirada la hondura de los mares, la náusea del olor de la mierda y antes, antes de que Lola hiciera su auténtico movimiento de furor, la arrancó de entre los brazos de Ruby y se lanzó a la cuerda más alta que vio y cargando con ella bailó y bailó; hasta que ambos cayeron y cayeron más descalabrados que nunca; huesos, venas y arterias rompieron el aire y sólo los cuerpos quedaron desmadejados, desparramados por el suelo; entonces Lola y Ruby se batieron en franca contienda, pero ya no había nada que hacer, nada que recoger.

Beatriz Elena reservados © Derechos  todos

                                                             Beatriz Elena Morales Estrada

Extraído de mi obrita Silencio De Alas;
Derechos de autor reservados

 Publicado por  Poetisa y escritora Colombiana; Beatriz Elena Morales Estrada  en 12:22 

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