miércoles, 15 de abril de 2015

CAPITULO XLVI (47) LO PRESENTIDO


                                                
                                                         
                 
                                                              CAPITULO   XLVI (47)
                                                           
                                                               LO PRESENTIDO

Eran las horas de la media noche y en la casa de Rafaela reinaba un elocuente silencio; quizá hasta cargado y descargado de imágenes sin sentido.
Exhausto, Diego dormía y de repente, un vientecillo suave, casi como aleteo de mariposas, pareció plegarse a la contextura externa de sus ojos, como estaba boca arriba, se dobló y se volteó hacía la orilla, aún llovía y está lo acobardaba y lo hacía, re-acomodarse en el sueño; de repente se acordó de ella, se levantó y encendió la luz.
La nutrida y a la vez, hambreada tierra, parecía corroborar en su seno, la apretada forma de los cuerpos, que la componían.
Diego, buscó entre sus cuadernos algún repliegue o hasta un algo, un mapa de señales y  encontró una nota, que un día cualesquiera ella, había olvidado en su casa, al leerla, se estremeció y esto era lo que decía; y toda la mañana, caía una lluvia delga-dita, menudita, a mí, la verdad, no me choca la lluvia, a mí me gusta y no me aburre.
Por el contrario, cuando la siento llegar; me pongo a escribir y mí pecho, se llena como de una dicha, es tanto así, que siento, como un aleteo de pájaros ingrávidos; aunque bueno, el verano también me gusta.
Pero es ella, la que me despierta un algo, no sé; es por eso, que cuando la siento en mí, me mueve como una cosa mágica, me pongo a ver los charcos, que se hacen en el jardín, en los jardincillos y las pequeñas ondas, que las gotas  generan en su caída y bueno, también cuando rebotan en el pavimento, ¡esto es genial!
Sí, a mí me gustan, me gustan mucho esas gotas, yo las llamaría Gotzilas; primero, cuando pensaba en Sara Lucía y viéndola fumar, me gustaba fumar también, mirándolas caer. Ya no fumó, no me gusta, porque el humo asfixia.
Entonces mejor, prefiero mirarlas y escucharlas y me quedo así y nada como oírla caer, sobre los tejados, ¡ay! es que, ese sonido que se produce, cuando choca con las cosas; su sonido es inigualable, sí, no hay ninguna duda, la lluvia es una presencia y escucharla, es como sentir los pasos de alguien, que se aproxima en silencio. Sí, esto es así, al menos para mí. Pero cuando escucho esos rayos secos e intempestivos, esos truenos feroces, ¡hay!  , No, hay,  si me da mucho miedo.
Entonces desconecto todo y me quedó allí, esperando a que acabe, quizás, todo acabe pronto, sí, sin duda así será.
Diego sonrío, le gustaba ese escrito y su contenido, de seguro pertenecía, a la época, en que recién se conocieron; ¿sí será? Entonces, con infinita ternura, al recordar; dijo; ¡ay Amanda!; siento que no he hecho nada por ti, te he dejado sola, en el último instante.
Se estrujó la cabeza y sin poderse contenerse, se puso a llorar, ¡Dios!, ¡Dios!, y se derrumbó, poniéndose de rodillas sobre el suelo, luego, inclinó el cuerpo hacía adelante, hasta tocar el suelo con la frente; que inmerecida suerte la mía, que in nombrado dolor;  y así, recogido como estaba, gritó; sentía algo dentro del pecho, en algún lugar, el caso es que le dolía, le dolía tanto; ¡Dios ábreme la puerta! ; ¡Qué me abras te digo! y golpeaba con sus puños sobre el suelo, y contra la pared que se hallaba cercana.
Diego lloraba y ya no lo hacía por él; ¡mí hermanita!, ¿Qué habrá pasado contigo? ¡Dios!, ¡ábreme las puertas!; ¡qué me abras te digo!, ya te lo advertí, sí no lo haces, me tomaré por asalto tú casa. Aquí, se incorporó un poco, tenía los ojos enrojecidos y se recostó a la pared, cambiando de posición, sí, ya lo sé, sé qué eres muy poderoso.
Y lloró, y aun lloró más, hasta que sus lágrimas, chorrearon su camisa, su pantalón y casi llegaron hasta el suelo y su pecho se fue expandiendo, en pequeños suspiros, suspiros, que al final, lo cubrían y hasta lo arropaban.
Se acurrucó con las manos entre las rodillas y se fue adormeciendo. Sí, no cabe la menor duda, diría Diego, después; hay que evacuar, de dentro de nuestro cuerpo, toda la materia física. Bueno, al menos, una parte de ella; se nos hace  necesario transmutarla, perder peso, sólo así, es posible que el alma entre en un estado de levedad.
Es posible liberarse también, de un mundo que vive cargado y recargado de imágenes, ¡pero claro! habría que hacer una diferencia, entre esas imágenes que tienen que ver con el verdadero discernir. ¿Cuáles?
¿Se tratara de todas esas imágenes, qué la sociedad en qué vivimos, quiere hacer qué se nos entren hasta por los poros de la nariz?
Pensaría Diego; tiempo después, mientras se afeitaba la barba; sin duda, tendré que hacer, que me remienden el trasero, se encontraba ahora de pié, con una toalla limpia colgada al cuello, y con otra, que lo envolvía de la cintura hacía abajo, y con los píes sin las arrastraderas. Se sentía ahora, más reconfortado, volteó la otra mejilla y se rasuró del otro lado.
 Prosiguió ensimismado; sin duda, las gentes, que sólo ven películas de violencia y se obsesionan por ellas, son personas que tienen una mente muy primaria, muy pobre, ¿es ese un patrón mental  generalizado? No lo sé. ¡Hum! es extraño, que esté pensando estas cosas; murmuró.
Lilia golpeó con suavidad; ¿ya estas despierto? Sí, adelante, dijo, mientras sacudía con delicadeza la máquina de afeitar, sobre la porcelana del lavamanos, ¡buenos días amor! susurró melosa y se le acercó, apretándole la espalda, él se sonrió y le preguntó, ¿dormiste bien? Y se volteó quedando pegadito a ella, entonces la abarco por la cintura, besándola en los labios, tan sólo tuvo que inclinarse un codo, y al parecer ambos disfrutaron ese beso al máximo.
Te extrañé tanto, dijo ella; yo también pero, sí, lo sé, has estado muy preocupado, repuso Lilia y de inmediato cambio con rapidez el tema; mira, son casi las once ¿quieres qué te prepare el desayuno?  ¿Tan tarde y en serio quieres hacerlo?, claro qué sí, vístete y te vienes para el comedor.
Rafaela estaba muy callada y cuando Diego,  salió en busca del desayuno, ya vestido con ropa de calle, apagó el televisor y se fue hacía la cocina, pero él, antes de sentarse le preguntó, ¿mamá ha llamado alguien? Está se hizo la de la oreja sorda y llamó, ¡Mery! ¡Mery!, ven que te necesito; ¿qué se habrá hecho esta muchacha?
Diego se la quedó mirando y dijo en voz alta ¿qué le pasa? y se encogió de hombros; ¡ven vamos! desayuna, antes de que se enfrié; ¡sí claro! ¿Y tú ya te desayunaste?; sí, pero te acompaño en la mesa; una vez se hubieron sentado, esté dijo,   ¡hum!, ¡rico!, ¡Qué delicia!, lo sé, respondió Lilia sin ninguna modestia, me alegro que te guste, lo preparé pensando sólo en ti y se  sonrió; pero a la vez una leve sombra se aposentó sobre su mirada. ¡Vamos!, prueba un poco, tú también; vamos Lilia;  insistió esté; ¡no!, no quiero; esté poquito y ya; bueno,  un poco, ¡eso es!
Se sintió satisfecho Diego, lo que acababa de comer más parecía un almuerzo y estaba bastante reforzado. ¡Menos mal!, con esto, podré pasar todo el día sin comer más.
Lilia quiso levantar los platos, pero Diego dijo, ¡no deja! yo lo haré, y se quedó mirándola, como si la viera, por primera vez y con sorpresa, le preguntó ¿vas a salir?, ¿yo, por qué? Bueno no sé, es que estas muy linda y además, pareces vestida con ropa de calle y de un modo sobrio; está se rió y él, impaciente volvió a decir ¿cómo así, qué no lo sabes?; bueno eso depende de ti; ¿sucede algo?
Desde la cocina, Rafaela escuchó y salió, es mejor que se lo digamos ya; Lilia asintió, ¡está bien!, ¿decirme qué? fue entonces, cuando algunos recuerdos, de la noche anterior le llegaron en breves instancias.
Después de quedarse dormido, la vio, a ella, a Amanda; se que conversamos mucho, aunque tengo la sensación de que esto no ocurrió anoche, sino hace muchas noches atrás, se que, cuando anegado en llanto me doblé en el piso, me quedé profundo, al menos, es lo que creo, y me contó muchas cosas y me mostró, el lugar a donde iba y hasta me hizo sentir un gran alivió; una tranquilidad inusual se apoderó de mí, puso sus manos sobre mí cabeza y se despidió.
Anonadado lo recordó todo y mientras esto sucedía, sus ojos estaban fijos en algún sitio; Lilia lo miraba, luego retornó sus ojos hacía ella y dijo ¿Cómo fue? Las mujeres se cruzaron una mirada un poco asombradas, hasta que Rafaela dijo; no te podemos decir como fue, pero lo que si podemos decir, es que un general   del ejército declaró por las noticias que… Aquí Rafaela guardó silencio; ¿pero qué?, ¿qué mamá?
Bueno, repuso Lilia, el tal coronel, general ese;  dijo que estaba encargado de dirigir la operación, para atrapar a unos bandidos y que en la redada, fueron capturadas varias personas, hizo una pausa, dijo que en su mayoría todas participaban de una orgía, y  mientras que a su vez, se consumía toda clase de droga; ¡al grano con esto!  Dijo Diego, impaciente.
Rafaela continuó, una mujer, que tiene todas las características de ella, resultó muerta, al parecer estaba drogada y por cuestiones de celos o no sé, otra la asesinó a quemarropa.
Boquiabierto se quedó esté; ¡no! , ¡No!, esto no puede ser cierto; pero Lilia, continuó; esta mujer, declaró, lo hice, porque ella, estaba muy drogada y se volvió como loca y me atacó, casi me mata, fue en defensa propia.
No, esto no pudo ser así, aquí alguien ha inventado una gran mentira; ¡puede ser!, respondió Rafaela, ¡puede ser! ; No mamá, estoy por completo seguro, porque la conozco y sé porque lo sé, que ella, no era así; sí hijo, ¿pero y las noticias?; ¿acaso no sabes, qué por todos los días de los días, en qué crió Dios los cielos y la tierra, los seres humanos se han emponzoñado con  la maldad? ¿Y lo qué algunos de ellos hacen, no es otra cosa, que tapar la verdad? mientras que  otros, se han debatido en si, creer o no creer; la razón a menudo, niega aquello que es tan evidente, no lo acepta, porque es más fácil mirar, lo que se tiene delante de los ojos.
Diego, se quedó callado por unos segundos y pensó; pero si estoy hablando como ella, sin embargo, volvió a aludir en voz alta, estas lo miraban, sin atreverse a decir nada; y el mundo entero se alimenta de eso, se reduce a eso, a nada más; pero existen cosas, muchas, que aunque la razón, no las acepte, están hay. Por lo tanto, yo digo que el mal existe y saca partido de nuestra ingenuidad; como por ejemplo invertir y tergiversar la verdad, enredando las cosas, hasta el punto de manipular la existencia humana.
Al decir esto, lo hizo, sin aspavientos, sin brusquedad, Rafaela no respondió, se fue para la cocina y se puso a llorar a moco tendido, pobre cito mí hijo; las cosas que el dolor, le hace decir.
¿Le sucede algo doña Rafaela? sí Mery, es que mí hijo se ha vuelto loco, con la noticia esa; la de esta muchacha Amanda, yo también la vi por la televisión, ¡que pesar!,  y no parecía; ¡calle la boca! , que no la oiga él.
De otro lado Lilia, le preguntó ¿qué hace la diferencia querido? La diferencia, eso se hace investigando; ella se acercó hacia  él, y acarició sus cabellos; ¡ay Lilia!, ella era, como mí hermana, dijo sollozando.
Ya regreso; dijo Lilia, y se dirigió hacía la cocina, para buscar a Rafaela, tranquilízate, ¡no te lo tomes tan a pecho!, Creo que es la mejor manera, de asumir un dolor y pensándolo bien, quizás, lo que dice tiene sentido.
Preferiría verlo llorar como una magdalena; creo que ya lo ha hecho, y no sé porque, pero presiento que ya lo sabía; ¿lo de la muerte de Amanda?; sí.
Diego cogió el teléfono y llamó a Sara Lucía, pero no la encontró, hasta dejó, que esté repicara una y otra vez; cuando Lilia regresó, le dijo; me voy; no espera, voy contigo, ¿bueno, si tú quieres Diego?, ¡no!, no lo hagas, no es necesario; ¡hijo! deja que lo haga; además, ¡como podrás ver! , Ya esta arreglada, ¿no es cierto Lilia? Sí.

No lo digo por eso; sino porque me preocupas tú mamá,  ¡hay hijo!, yo siempre me las he arreglado sola, además, Mery está aquí;  ¡no pues por mí! , encantado de que vayas conmigo Lilia, ¡ay!  Pensé que no lo dirías; ¡está bien!, entonces vamos. Cuando iban saliendo, Lilia dijo, ¡espera un momento!, olvidé mí cartera; momento que aprovechó para ir al baño y retocarse el maquillaje, impaciente él, miraba el reloj.

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA

RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia     

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