miércoles, 15 de abril de 2015

EL ACOMPAÑAMIENTO CAPITULO XLIX (49)





DEL OTRO LADO DE LA LUNA
                                                        CAPITULO XLIX (49)
                                                    EL ACOMPAÑAMIENTO

No, ese frío, que atravesaba mis píes la otra noche, pero de una manera casi letal; ¡off! y los míos, yo también sentía esa heladez, que proyectaba ese viento tan húmedo y que viene con el invierno. No, y eso que Medellín es calientito; era, porque fíjate, ahora están haciendo unos fríos; no, pero es que no creas, eso de quedarse en el corredor, hasta las dos o tres de la mañana, eso es bastante matador; pero bueno, la pasamos bien ¿o no?
¿Tú no estarás arrepentida de haberte quedado estas noches? ¿hablando conmigo?; para nada y que más, que hemos estado hablando, de lo que me sucedió con Amanda.
Sí, ya, llevamos dos noches, en estas conversaciones y esto, es cosa de nunca acabarse; pero a mí, me agrada; me gusta hablar de lo sucedido; sí, porque eso, te disipa, ¿cierto? Sí, y no sólo, por eso, es que al final, ella significó mucho para mí; por eso estoy aquí.
Y mira, como nos tuteamos, como si fuéramos viejas amigas; sí. es verdad, pero con el qué, si me da, como pena, es con Diego; ¿porqué?, es muy buena gente, es encantador y uno entra, como en lazos fraternales, cuando lo empieza a conocer a fondo; lo sé, pero no es por eso; ¿Es por lo de Clara Inés?, te aseguro que él, no tiene nada en contra tuya.
A, no, y es que no tendría, porque tenerlo; hablando de otra cosa,
¿crees qué en algún momento? ¿se llegue a demostrar la culpabilidad del agente Ronzales?; eso lleva su tiempo, ya doña Marta y yo hemos dado testimonio de todo lo que vivimos, también he declarado, que vi, con mis propios ojos, cuando el agente le disparaba y también, la manera de como esa Irlanda, se le dejó ir al final. Sí, la saña con que la arremetió, la maldad de ese tal general, en fin.
Pero sabes, voy a hacer algo, hablaré con Diego, cuando llegue la ocasión; de mí amor por Clara Inés, no tengo porque sentirme avergonzada, de ser, como soy; ¡así se hace Isadora!; como corre el tiempo, ya han pasado más de tres meses, desde lo sucedido, y parece que Rafaela, la mamá de Diego, se está preparando, para hacerle una confesión formal, ¿sí y de qué se trata? Pues de su relación con Neo, y hasta tienen preparada una reunión, con los más allegados, para el fin de esté mes. Tú iras conmigo, Diego, me pidió que te lo dijera.
Pensativa, se quedó Isadora, pero yo… ¡vamos!, acepta, me ha dicho, que muere de ganas de tratar contigo; no sé, yo…; hazlo; no, esperemos que llegue la ocasión y hay, vemos a ver; a bueno.
Isadora, cerró los ojos y pensó; ha pasado el tiempo y no puedo olvidar, la cara de esa cosa, que se hacía llamar Mauro; Sara Lucía, la miró con pesar, sabía que aunque trataba de hacerle creer, que todo estaba bien; ese recuerdo, la perturbaba, fue por eso, que la invitó a pasar unos días en su casa. Y además, pensó; desde la muerte de Amanda, yo misma, he sentido un hueco, una hondura en el pecho y esta pobre muchacha, todo lo que ha tenido que pasar, sé que tiene miedo, mucho miedo.
Sara Lucía se dispuso, a ponerse de pié, pero Isadora Duncan Benavides; casi pegó un grito, que le fue imposible detener; no, no me dejes sola aquí, entonces Sara Lucía se le acercó y le dijo; sólo iba, por unos cigarros;¿pero si quieres, nos podemos entrar ya?;¿sabes? me he quedado contigo, aquí afuera, porque sé, aunque no me lo hayas dicho, tienes miedo de quedarte encerrada y sola, pero adentro, es más acogedor; pondré muchos cobertores sobre tú cuerpo, para que no sientas frío y dormiré en la cama de al lado y así, no tendrás tanto miedo ¿sí?
Isadora agachó la cabeza; ven Isadora, ven; con un poco de dudas, de si entrar o no, accedió al fin a pararse de la silla, además, sentía que sus dientes chasqueaban.
Cuando entraron, Sara Lucía, cerró la puerta y encendió los leños de su vieja chimenea, Isadora se sentó en la cama y Sara Lucía, puso sobre ella, algunas mantas y le dio a beber una infusión de aromática, en leche caliente.
Para disipar el temblor de su cuerpo, Isadora habló, mientras bebía un poco; A veces, vuelvo atrás y recuerdo el oscuro rincón de mí infancia.
Sara Lucía, se había sentado cerca a la chimenea, para calentarse; la voz de Isadora, se dejó escuchar; asoma ahora, por entre un despeñadero de cosas insólitas, una niña acurrucada en el balcón y en la hora de la aurora. ¿Y qué hacías allí? ; creo, que cantaba, sí eso es, cantaba y miraba el extraño rostro de la noche ¿y cómo era su rostro? ; preguntó Sara Lucía, mientras se acurrucaba sobre un viejo sillón y bebía despacio, una taza de té caliente. ¿Sabes? respondió Isadora, mirando con fijeza la ligereza del movimiento de las llamas en su ondular, el rostro, que solía mostrarme, no era el verdadero; creo que la noche, es como un camaleón ¿Por qué? No sé, alguna vez, abrí mis ojos y descubrí globos de colores.
¡Vaya! no veo porqué ahora, ¿tienes tanto miedo?; dijo Sara Lucía, haciéndose la desentendida; no, tú sabes, que no es, a la noche a quien le temo.
De súbito, Sara Lucía, cambio de tema, bueno, algo recuerdo yo, de mí padre, cierto día, lo escuché leyendo en voz alta, ¿qué era lo qué leía? , a ver, déjame recordar; era algo así, como… Más, como Astros Solares, se alzaron todos mis sueños; y desde entonces, no hago otra cosa distinta, a desandar el camino; ya que aún, no comprendo, porque mis ojos, no han visto lo que ellos anhelaban ver.
Sara Lucía tragó saliva; no sé que era, lo que mí padre quería decir...
Entonces, Isadora dijo; para no dejar, que el agobio, tomara sitio entre las dos.
supongo, que buscaba atardeceres no vistos.
Más animada, Sara Lucía contestó en un suspiro; sí, también lo creo ¿pero y tú? ¿qué más veías en la noche? y al decir esto, sus ojos, se llenaron de lágrimas, sin embargo, hizo un gran esfuerzo, por disimular y no entristecer a Isadora, y es que sintió, un hondo pesar, al acordarse de su padre y de Amanda.
Amanda; pensó y se acordó de algo que le había escrito y lo contuvo en la mente y se lo deletreó para sí; Y entonces, vieron los rayos, que se hallan escondidos, en todos los atardeceres; y quisieron descubrir, cual era su misterio y no lo supieron, por más, que ellos los vieron.
¿Qué más veía yo? Prosiguió Isadora, no, lo que tengo ahora, son huellas, ¿Qué huellas? Dijo Sara Lucía, mientras cogía un cigarrillo, pero no lo encendió, tan sólo, jugueteó con él y se lo dejó entre los labios, es algo así, como esto; Y el universo de tus ojos, se pobló de colores y de sonidos… Y como está, se quedara callada, la ánimo, ¿sí y qué más? o como, esto otro; mirando, me quedó mirando y aparece tú rostro; tú cara, que aún me sigue calcinando, entre los huesos.
Sara Lucía, se quedó pensando un ratito y preguntó, ¿Cómo es Clara Inés? Ahora si, encendiéndolo, al hacerlo vio, o, le pareció ver, el rostro de Amanda; bueno ella es, dijo, la otra, en un tono, casi alegre, mientras, depositaba la taza, sobre la mesita de noche; en esos momentos, se escucharon unos rasguños en la puerta y antes de que Isadora, se asustara, Sara Lucía, se apuró a abrir la puerta.
¿Yocasta cómo pude olvidarte? Menos mal llegaste, ya que si no, habría salido a buscarte; meneando su cola, está entró, mira que eres andariega, lo más seguro es que estabas por hay, perdida en el bosque, la perrita, se hecho a sus píes y se quedó mirándola, como si le dijera; ya no saldré más; Isadora, suspiró aliviada; por un momento pensé…
Bien, respondió Sara Lucía; continua por favor, no ella es, clara, su cabello es negro, sus ojos son traslúcidos, uno la mira y ve, ¡hum!
El silenció se hizo total, ya que Isadora, se acurrucó entre las cobijas y se fue quedando dormida, Sara Lucía, se levantó de su silla, en la que se había vuelto a sentar, intentando, no hacer ruido, miró a Yocasta y está también dormía.
¡Que bien!, pensó y tomó el cuaderno, en donde permanecían los escritos de Amanda y leyó algo como esto; Y ahora me pregunto, sin la calcinación del sol, a mis espaldas ¿Pero qué es el presente? sino, sólo está lluvia qué cae, mojando mí cabeza, mí cabello negro y rebelde.
Los sonidos de las llantas de los carros, contra el pavimento mojado y aún más, la lluvia al caer, hace ruido al pegar, sobre las ramas y sus hojas y parece que, se derrite sobre ellas y sobre la corteza de sus tallos y sobre la maleza y la tierra fértil e in fértil, sobre los gusanos y las larvas de las larvas y más abajo, debajo de la tierra, germinan las semillas, que un día subirán hasta trepar por las hondas raíces de los árboles, hasta convertirse en arboledas, que los in fértiles destruirán y cortaran de un tajo .
De un tajo, destruirán la vida y querrán, en nombre del progreso, pisotear las semillas y construir casas, como palacios y hechizados y henchidos, inflados, llenos de arrogancia, se entregaran a la lascivia y a los lujos y a los deleites y a su vez, pasaran por encima de los pobres, de los humildes.
Se alimentaran de placeres, pero se quedaran sin placenta; entonces querrán, como ladrones comer del fruto prohibido, pero pronto vendrá la noche. ¿Pero qué es lo qué saben ellos de la noche?
Engrandecidos duermen y no se dan siquiera cuenta, que están ahí tos y hartos de sus horrorosas placentas, palidecerán de pronto, ya que de repente, les llegaran las plagas y el comején arruinara sus palacios y hasta sus camas, se derrumbaran.
Entonces él que es, surgirá de entre las sombras y a todos, los que se engrandecieron en su maldad, los pasara a espada o los tragara el abismo.
¿Entonces qué es el presente? Sino, tan sólo esta lluvia qué cae sobre mí cabeza, inundando mí frente…
Por eso, para algunos, latirán inconclusos, los sonidos de la noche, porque para él que no oye, ni ve, todo se le pierde en sutiles banalidades.
Más el que oye, prolongara su existencia más allá, de las cosas y en su rozarse con ellas, entrara más acá del silencio.
Cerró el cuaderno y se dirigió hacía su cama, se puso la piyama, pero no se durmió, ya que en su cabeza giraron toda clase de ruidos, pudo escuchar los grillos y hasta las cigarras cantar y pensó, la noche tiene su sonido propio, un sonido homogéneo y delgado que puebla el aire.
Al fin, sus ojos cedieron y fueron tragados por una oscuridad sin fin, no obstante adentro, muy adentro, la luz se instauraba en donde las cosas, se rehacen y pueblan los sueños.
A las diez de la mañana, el gallo de la vecina, volvió a cantar, sí, porque es, que esté gallo, es de los que cantan, desde las doce de la noche, al escucharlo; Sara Lucía se despertó y se sintió más renovada, y un olor a siempre vivas, le llenó los pulmones. No hay nada mejor, que a uno, lo despierte el canto, de un gallo por la mañana; pensó.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA.
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

CAPITULO XLIX (49)
EL  ACOMPAÑAMIENTO

No, ese frío, que atravesaba mis píes, la otra noche, pero de una manera casi letal; ¡off! y los míos, yo también sentía esa heladez, que proyectaba ese viento tan húmedo y que viene con el invierno. No, y eso que Medellín es calientito; era, porque fíjate, ahora están haciendo unos fríos; no, pero es que no creas, eso de quedarse en el corredor, hasta las dos o tres de la mañana, eso es bastante matador; pero bueno, la pasamos bien ¿o no?
Tú no estarás arrepentida, de haberte quedado estas noches, ¿hablando conmigo?; para nada y que más, que hemos estado hablando, de lo que me sucedió con Amanda.
Sí, ya, llevamos dos noches, en estas conversaciones y esto, es cosa de nunca acabarse; pero a mí, me agrada; me gusta hablar de lo sucedido; sí, porque eso, te disipa, ¿cierto? Sí, y no sólo, por eso, es que al final, ella significó mucho para mí; por eso estoy aquí.
Y mira, como nos tuteamos, como si fuéramos viejas amigas; sí, es verdad, pero con el qué, si me da, como pena, es con Diego; ¿porqué?, si es muy buena gente, es encantador y uno entra, como en lazos fraternales, cuando lo empieza, a conocer a fondo; lo sé, si no es, por eso; bueno, ¿pero si es, por lo de Clara Inés?, te aseguro que, no tiene nada en contra tuya.
A, no, y es que no tendría, ¿porque tenerlo?; hablando de otra cosa, ¿crees qué con el tiempo, se llegue a demostrar la culpabilidad del agente Ronzales?; eso lleva su tiempo, ya doña Marta y yo hemos dado testimonio de todo lo que vivimos, también he declarado, que vi, con mis propios ojos, cuando el agente, le disparaba y también, la manera, de como esa Irlanda, se le dejó ir al final. Sí, la saña con que la arremetió, la maldad de ese tal general, en fin.
Pero sabes, ¿qué voy a hacer?, hablaré con Diego, cuando llegue la ocasión, de mí amor, por Clara Inés, no tengo, porque sentirme avergonzada, de ser, como soy; ¡así se hace Isadora!; como corre el tiempo, ya han pasado más de tres meses, desde lo sucedido, y parece que Rafaela, la mamá de Diego, se está preparando, para hacerle una confesión formal, ¿sí y de qué se trata?  Pues de su relación con Neo,  y hasta tienen preparada una reunión, con los más allegados, para el fin de esté mes. Tú iras conmigo, Diego, me pidió que te lo dijera.
Pensativa, se quedó Isadora, pero yo… ¡vamos!, acepta, me ha dicho, que muere de ganas de tratar contigo; no sé, yo…; hazlo; no, esperemos que llegue la ocasión y hay, vemos a ver; a bueno.
Isadora, cerró los ojos y pensó; ha pasado el tiempo y no puedo olvidar, la cara de esa cosa, que se hacía llamar Mauro;  Sara Lucía, la miró con pesar, sabía que aunque trataba, de hacerle creer, que todo estaba bien; ese  recuerdo, la perturbaba, fue por eso, que la invitó a pasar unos días en su casa. Y además, pensó; desde la muerte de Amanda, yo misma, he sentido un hueco, una hondura en el pecho y esta pobre muchacha, todo lo que ha tenido que pasar, sé que tiene miedo, mucho miedo.
Sara Lucía se dispuso, a ponerse de pié, pero Isadora Duncan Benavides ,casi pegó un grito, que le fue imposible detener; no, no me dejes sola aquí, entonces Sara Lucía se le acercó y le dijo; sólo iba, por unos cigarros;¿pero si quieres, nos podemos entrar ya?;¿sabes? me he quedado contigo, aquí afuera, porque sé, aunque no me lo hayas dicho, tienes miedo, de quedarte encerrada y sola, pero adentro, es más acogedor; pondré muchos cobertores sobre tú cuerpo, para que no sientas frío y dormiré en la cama de al lado y así, no tendrás tanto miedo ¿sí?
Isadora agachó la cabeza; ven Isadora, ven; con un poco de dudas, de si entrar o no, accedió al fin, a pararse, de la silla, además sentía que sus dientes chasqueaban.
Cuando entraron, Sara Lucía, cerró la puerta y encendió los leños de su vieja chimenea, Isadora se sentó en la cama y Sara Lucía,  puso sobre ella, algunas mantas y le dio a beber, una infusión de aromática, en leche caliente.
Para disipar, el temblor de su cuerpo, Isadora habló, mientras bebía un poco; A veces, vuelvo atrás y recuerdo el oscuro rincón de mí infancia.
Sara Lucía, se había sentado cerca a la chimenea, para calentarse; la voz de Isadora, se dejó escuchar; asoma ahora, por entre un despeñadero, de cosas insólitas, una niña acurrucada, en el balcón y en la hora de la aurora. ¿Y qué hacías allí? ; creo, que cantaba, sí eso es, cantaba y miraba el extraño rostro de la noche ¿y cómo era su rostro? ; preguntó Sara Lucía, mientras se acurrucaba, sobre un viejo sillón y bebía despacio, una taza de té caliente. ¿Sabes? respondió Isadora, mirando con fijeza, la ligereza del movimiento de las llamas en su ondular, el rostro, que solía mostrarme, no era el verdadero; creo que la noche, es como un camaleón ¿Por qué? No sé, alguna vez, abrí mis ojos y descubrí globos de colores.
¿Vaya, no veo, porqué ahora, tienes tanto miedo?; dijo Sara Lucía, haciéndose la desentendida; no, tú sabes, que no es, a la noche a quien le temo.
De súbito, Sara Lucía, cambio de tema, bueno, algo recuerdo yo, de mí padre, cierto día, lo escuché leyendo en voz alta, ¿bueno y qué era, lo qué leía? , a ver, déjame recordar; era algo así, como…  Más, como Astros Solares, se alzaron todos mis sueños; y desde entonces, no hago otra cosa distinta, a desandar el camino; ya que aún, no comprendo, porque mis ojos, no han visto lo que ellos anhelaban ver.
Sara Lucía tragó saliva; no sé que era, lo que mí padre quería decir, ¿pero supongo, que  buscaba atardeceres no vistos?, repuso Isadora, para no dejar, que el agobio, tomara sitio entre las dos.
Más animada, Sara Lucía contestó en un suspiro; sí, también lo creo ¿pero y tú? ¿qué más veías en la noche? y al decir esto, sus ojos, se llenaron de lágrimas, sin embargo, hizo un gran esfuerzo, por disimular y no entristecer a Isadora, y es que sintió, un hondo pesar, al acordarse de su padre y de Amanda.
Amanda; pensó y se acordó de algo, que le había escrito y lo contuvo en la mente y se lo deletreó para sí; Y entonces, vieron los rayos, que se hallan escondidos, en todos los atardeceres; y quisieron descubrir, cual era su misterio y no lo supieron, por más, que ellos los vieron.
 ¿Qué más veía yo? Prosiguió Isadora, no, lo que tengo ahora, son huellas, ¿Qué huellas? Dijo Sara Lucía, mientras cogía un cigarrillo, pero no lo encendió, tan sólo, jugueteó con él y se lo dejó entre los labios, es algo así, como esto; Y el universo de tus ojos, se pobló de colores y de sonidos… y como está se quedara callada la ánimo, ¿sí y qué más? , o como, esto otro; Mirando, me quedó mirando y aparece tú rostro; tú cara, que aún me sigue calcinando, entre los huesos.
Sara Lucía, se quedó pensando un ratito y preguntó, ¿Cómo es Clara Inés? Ahora si encendiéndolo, al hacerlo vio, o, le pareció ver, el rostro de Amanda; bueno ella es, dijo, la otra, en un tono, casi alegre, mientras, depositaba, la taza sobre la mesita, de noche, en esos momentos se escuchó unos rasguños, en la puerta y antes de que Isadora, se asustara, Sara Lucía, se apuró a abrir la puerta.
¿Yocasta, cómo pude olvidarte? Menos mal llegaste, ya que si no, habría, salido a buscarte; meneando su cola está entró, mira que eres andariega, lo más seguro es que estabas por hay, perdida en el bosque, la perrita, se hecho a sus píes y se quedó mirándola, como si le dijera; ya no saldré más; Isadora, suspiró aliviada; por un momento pensé…
 Bien, respondió Sara Lucía; continua por favor, no ella es, clara, su cabello es negro, sus ojos son traslúcidos, uno la mira y ve, ¡hum!  El silenció se hizo total, ya que Isadora, se acurrucó entre las cobijas y se fue quedando dormida, Sara Lucía, se levantó de su silla, en la que se había vuelto a sentar, intentando, no hacer ruido, miró a Yocasta y está también dormía.
¡Que bien!, pensó y tomó el cuaderno, en donde permanecían los escritos de Amanda y leyó algo como esto; Y ahora me pregunto, sin la calcinación del sol, a mis espaldas ¿pero qué es el presente, sino, sólo está lluvia qué cae, mojando mí cabeza, mí cabello negro y rebelde?
Los sonidos de las llantas, de los carros, contra el pavimento mojado y aún más, la lluvia al caer, hace ruido al pegar, sobre las ramas y sus hojas y parece que, se derrite sobre ellas y sobre la corteza de sus tallos y sobre la maleza y la tierra fértil e in fértil, sobre los gusanos y las larvas de las larvas y más abajo, debajo de la tierra, germinan las semillas, que un día subirán hasta trepar por las hondas raíces de los árboles, hasta convertirse en arboledas, que los in fértiles destruirán y cortaran de un tajo .
De un tajo, destruirán la vida y querrán, en nombre del progreso, pisotear las semillas y construir casas, como palacios y hechizados y henchidos, inflados, llenos de arrogancia, se entregaran a la lascivia y a los lujos y a los deleites y a su vez, pasaran por encima de los pobres, de los humildes.
Se alimentaran de placeres, pero se quedaran sin placenta; entonces querrán, como ladrones comer del fruto prohibido, pero pronto vendrá la noche. ¿Pero qué es lo qué saben ellos de la noche?
Engrandecidos duermen y no se dan siquiera cuenta, que están ahí tos y hartos de sus horrorosas placentas, palidecerán de pronto, ya que de repente, les llegaran las plagas y el comején arruinara sus palacios y hasta sus camas, se derrumbaran.
Entonces él que es, surgirá de entre las sombras y a todos, los que se engrandecieron en su maldad, los pasara a espada o los tragara el abismo.
¿Entonces qué es el presente, sino tan sólo esta lluvia qué cae, sobre mí cabeza inundando mí frente?…
Por eso para algunos, latirán  inconclusos, los sonidos de la noche, porque para él que no oye, ni ve, todo se le pierde en sutiles banalidades.
Más el que oye, prolongara su existencia más allá, de las cosas y en su rosarse con ellas, entrara más acá del silencio.
Cerró el cuaderno y se dirigió hacía su cama, se puso la piyama, pero no se durmió, ya que en su cabeza giraron toda clase de ruidos, pudo escuchar los grillos y hasta las cigarras cantar y pensó, la noche tiene su sonido propio, un sonido homogéneo y delgado que puebla el aire.
Al fin, sus ojos cedieron y fueron tragados por una oscuridad sin fin, no obstante adentro, muy adentro, la luz se instauraba en donde las cosas, se rehacen y pueblan los sueños.
A las diez de la mañana, el gallo de la vecina, volvió a cantar, sí, porque es, que esté gallo, es de los que cantan, desde las doce de la noche, al escucharlo, Sara Lucía se despertó y se sintió más renovada, y un olor a siempre vivas, le llenó los pulmones. No hay nada mejor, que a uno, lo despierte el canto, de un gallo por la mañana; pensó.                          
                                               
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
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