jueves, 3 de septiembre de 2015

CAPITULO LV (55) AMARGO SABOR


                                                     



(55)
AMARGO SABOR

Días después, Antonio, se había levantado, con un amargo sabor en la boca; la cara se le veía, deslucida, casi insípida, además, estaba, esa mueca de amargura, que siempre traía, la resequedad, parecía roer sus miembros.

Se salió y se paró en el marco de la puerta, ojalá, que pasara Libia, pensó; tengo tantas ganas, de verla, luego adelantó unos pasos y se dejó caer, en los escalones de la entrada.
¿Hum, qué tal ese pastor?, con lo qué me salió; dizque, no era el mismo, con el que había hablado, acerca de hacer, entrar en razón a Amanda; sintió un taco en la garganta y expulsó un salivazo sobre el quicio; ahora, se quiere hacer el bueno y dizque, echándome a mí la culpa.
La responsabilidad, lo ocurrido, es culpa suya y nada más que suya; le remedó, en voz baja, diciéndome a mí eso; bueno, pero al menos, no me cobró la plata, que le debía, aunque ganas, no le faltaron ¿usted tendrá qué comprender, qué yo, no era consiente de lo qué hacía? , hipócrita y d, d, d, dizque pastor, pero mejor, que no me la recibió, bueno, así, se la puedo guardar a Libia, es que ella, si aguanta mucha hambre, ¡pobrecita!, menos mal, ese día llevaba más plata guardada, en el otro bolsillo y le pude dar lo que tenia.
Se colocó la mano derecha, sobre el rostro y luego la deslizó de la frente hacía abajo; ¡Libia!, ¡Libia!; volvió a abrir la boca y su gesto se transformó en fastidio, recogió el lado del rostro, que tenía hundido y lo arrugó, digamos que se le arremangó, hasta llegar, casi a la línea, expresiva de los ojos; en un gesto desdeñoso y despreciativo.
Y exclamó, tal y como si la tuviese, en frente suyo; perra, H P, si, hasta me parece, verla sentada en el murito, volvió a lanzar un salivazo, ¡gas!, dizque, besándose con una mujer, ¡mucha asquerosa!

En esos momentos, salió Jonatán; ¿parce el ñeco, entonces qué?; ¿qué de qué, hombre? ¿Qué se le perdió?; no ñeco, ¿qué hace hay, con esa cara de amargado?, ¿ya va a, comenzar a molestar?; no parce, el ñeco, ¿se va, a tirar una buena conmigo? ¿Haber qué?, me va a traer el taxi, ¿taxi para qué?
¿Cómo qué para qué?; ya nos vamos parce; ¿cómo así?; sí, ya tenemos listas, las maletas; pero no ve, como estoy; si parce, se le notan, los cuadros de la piyama, en los ojos; no, es que, esté ñeco, si vive muy bueno. Del interior de la casa, se escuchó la voz de Cecilia, ¿Jonatán qué le dije?, ¡muévase pues a ver! ; Ya voy, ya voy parcera; ¡qué, qué!, no nada mamá, ya voy; ¡la cucha parce!, que ya se amarró los pantalones, que digo las faldas. ¡Hay parce!, yo, a usted, nunca lo he visto robando nada; pero si, sé, que es, igualito o peor que yo, ¡Ja! ¡Ja!.
Al decir esto, se alejó hacía la calle, para buscar el taxi ; Antonio se paró y se entró para la casa y al llegar a la sala se topó con Cecilia ,que salía con sendas bolsas en las manos, seguida de Miguel, que traía las maletas y que iba diciendo; por lo menos, cuando llegamos nos trajeron el equipaje, nos lo arrimaron de la sede, pero ahora, me toca cargar a mí ¿Oíste, es qué ese pastor, cómo qué te aprecia mucho Cecilia, hacer eso por vos?; esta no respondió y se abría paso por un costado de Antonio; pero este dijo;¿ c.c.c.c. cómo así qué se van?
Sí, ya era hora Antonio, respondió Cecilia; a, a, a, ver yo les ayudo y agarró una de las maletas, que traía Miguel; de ese modo los tres al salir, se encontraron con el taxi ya estacionado.

Bueno Antonio, me despide de Verónica y de Natalia, les dice que muchas gracias por todo; s.ss, sí como no, yo les digo; mientras, Miguel acomodaba las maletas en la parte trasera, le decía a Antonio; ¡bueno hombre!; hay, nos estamos hablando y procure que mamá y Natalia se pasen para la iglesia; es que lo que pasa, es que, eso, es como muy difícil, con ellas; sí es cierto, muy difícil, quitarles esas ideas tan arraigadas que tienen.
Ya dentro del carro, Ceci apresuró al conductor; vea si no le pita, mí marido se queda hay; el hombre, entendió el mensaje y se movió a subirse, antes de que el carro se pusiera en marcha, Jonatán le gritó a Antonio; ñeco mijo, cuídese, que ya parece un muñequito; Ceci, dijo, ¡verdad Miguel! , ese Antonio como come, y tan flaquito. Sí ¿Quién sabe qué le estará pasando?
Reseco es que está, acabó diciendo Jonatán; pero eso, debe de ser, alguna parcerita que lo animó, le aceitó los fierros y lo dejó hay, mirando pa el páramo; ¿Qué es eso, de qué le aceitó los fierros? Lo enchufó, lo hizo, quedar ganoso papá, eso es lo que quiero decir; Miguel se encogió de hombros.
Jonatán dijo entre dientes, si al menos, ese parce abriera los ojos; pero no, ese parce no tiene resortes para eso; ni para eso, ni para nada más; acabó diciendo Cecilia con firmeza; al escucharla decir esto, Jonatán se quedó de una pieza, ¡uf¡ parcera; Miguel se limitó a sonreír.
Cecilia cerró los ojos y se entregó a sus pensamientos; si Carlos hubiera querido, lo habría dejado todo, todo por él, y entonces, una lágrima furtiva, estuvo a punto de convertirse en una lluvia; pero como pudo, se la tragó, e hizo que se devolviera hacía, quien sabe que oculto lugar.
Convencí a Miguel, para que nos quedáramos tanto tiempo, tan sólo para estar con él, me prometió que, como pastor iba a hablar con Miguel y se lo iba a decir todo, así lo trasladaran para Cafarnaúm.
Miguel habló en voz alta; ¿Y qué te pareció, él discurso qué dio el pastor Carlos anoche?; pero ella fingió estar dormida, esté prosiguió, ¡como raro el tipo!, anoche a pesar, de que sabía que nos marchábamos, ni por ventura, se le dio por acercársenos. ¡Miserable!, pensó ella, me mintió, tan sólo para tenerme en sus brazos, y tantas y tantas horas de amor, que le regalé; Miguel continuó, pero bueno, debemos comprender los, como pastores que son, la gente los admira tanto y tanto; que no es raro, que tengan el ego inflado y alguna que, otra aventurita con alguna tonta, que no dude en caer.
Entonces pensó, ¿será qué sospecha algo?; ¡claro que tienes razón!, pero ya no más, de ahora en adelante, me dedicare a ti, y a Jonatán ¡y que Dios me perdone!
Por su parte Jonatán, después de una larga pausa, comenzó a ensoñar y se acordó, de lo que había estado hablando, con la psicóloga de su colegio; ¿si cuénteme Jonatán? Sí, pues como le decía, yo estuve saliendo mucho, pero ya no volví ¿y eso? No vea, es que, le voy, a decir la verdad, yo iba mucho a donde las perras, ¡aja!, pero ya no volví, ¿y eso? No es que yo, le tengo mucho asco a las viejas, ¿sí y eso porque? , es que cuando ellas, se vienen; a mí, me da mucho fastidio; ¿entonces a usted no le gustan las mujeres? No a mí, sí, me gustan, pero es que les tengo mucho asco; vea, que el otro día, hice eso, con una pelada y después de que salimos, era dándome besos y yo, era que me vomitaba; con decirle que llegué a la casa y bote, todo lo que tenia adentro ¿y entonces? no es que, con decirle, que no volví, a comer carne, por hay, en tres días o más, ¡gas!

Hay lo único distinto, es que uno, chupa teta, pero nada más… Jonatán, se puso de pié y cogió el espejo de la pared, y se observó el rostro, de un lado, luego del otro; y ya luego, la parte de atrás.
Esto era algo, que hacia con frecuencia; al observarlo, se resaltaba su tez blanca, y un cabello casi indio, grueso, muy negro, pero engrasado, también sus ojos eran negros, rasgados y sus cejas gruesas y espesas, también del mismo color.

No es que vea, hoy día, todas las peladas se lo maman, a todos los hombres que conocen, todas, todas, son así; entonces, cuando ellas, lo besan a uno; a uno lo que le están dando, es a comer semen; semen de puros manes, una señora por mí casa, se alimenta es, de eso, ella dice, que eso, es muy bueno ¿Sí será verdad?, la psicóloga sólo dijo, ¡ups! ; Y éste, al ver que no respondió, de una forma clara para él, avanzó en la plática; ella se lo chupa, es al marido.


La psicóloga que estaba escribiendo, lo hojeaba, de vez en vez y éste prosiguió, la mujer es, sino un hueco y tan creídas que son; vea, es que uno ve, unas peladas, en el centro y son todas creídas y lo qué, le provoca a uno, es ir entre varios y violarlas y dejarlas por hay tiradas; ella levantó la mirada, y la puso sobre de él; éste, se río nervioso; ¿no es qué sabe qué? con el tiempo, voy a dejar de fumar marihuana y me voy, a entregar es al señor ; no si, es que vea , yo me voy a quedar mejor sólo
¿Y es qué sabe porqué fumó marihuana? porque yo tengo, dos dientes malos y me duelen mucho y para que no, se me acaben de dañar, mentira es para que no me duelan tanto; tengo que fumar eso, por hay dos o más veces a la semana…
Ya luego, se quedó somnoliento, hasta que el taxi se detuvo.

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA

RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

CAPITULO LV

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