jueves, 3 de septiembre de 2015

CAPITULO LVIII CAPITULO (58) ELEONORA



CAPITULO LVIII
CAPITULO (58)
ELEONORA

Isadora Duncan Benavidez, escuchaba el lento golpear del parabrisas de su carro, de vez en cuando, miraba el semáforo que estaba en verde y una que otra gota de agua, que ante sus ojos se evaporaba en un segundo; en su mirada se notaba un fulgor, daba la impresión de que estuviera escuchando, el sonido de algunos cristales rotos, o tal vez, no era nada de eso, sino tan sólo el eco lejano o el rumor de la brisa en lo alto de las montañas.
El semáforo cambio de verde a rojo y puso en marcha su vehículo, no tenía prisa, total, era una gran ventaja el trabajar independiente, ya había sacado sus grados hacía bastante rato y era química farmacéutica. ¿Qué habrá sido de Diego y de su gente? Se salió del centro y se encaminó a cualquier barrio, del noroccidente de la ciudad.
Se que fui una ingrata al alejarme de ellos y en especial de Sara Lucía, que con tanta bondad me albergó en su casa y me ayudó a curar; sí, si no hubiese sido por ella, jamás habría superado ese episodio tan tenebroso, añoos que no los veo; pero es que de algún modo yo, no pertenecía a ese clan familiar.
Pronto llegó a un elegante sector, estacionó su carro, en frente de su casa, se bajo y abrió la puerta y se introdujo en una confortable sala; se dirigió hacía la cocina y vació un poco de yogur sobre un vaso limpio; encendió la televisión y se puso a mirar las noticias de la noche. Ahora, tenía los cabellos largos, casi caídos sobre los hombros, arreglados a la moda.
Se levantó y se dirigió hacía el baño, con un gesto mecánico se miró al espejo; tienes el cabello largo y hermoso, le pareció escuchar la voz de su amiga Eleonora, decírselo al oído en el baño de damas del laboratorio, ella le respondió con rapidez; me gusta llevarlo corto, puedes llevarlo como quieras, de todas formas siempre, te vas a ver guapa, femenina y al hacerlo, se lo dijo con coquetería, suspiró al recordarlo. Se apartó del espejo y volvió a la cómoda sala.
 Después de ver y escuchar las noticias, se dijo; las noticias son terribles, tal parece que las criaturas humanas están sentenciadas a un holocausto tenaz, dolor sufrimiento, una realidad de cosas que…
Su reflexión,  se vio interrumpida al escuchar el sonido de su celular. Alo, hola, ¿Cómo estas Eleonora? muy bien, ¿mira será que puedo verte ahora? 
Sí, bueno está bien, te espero.
Sin embargo, Isadora apagó el televisor y se dirigió hacía su mesita de noche y extrajo un pequeño diario; lo abrió y nada más clavar su mirada en esté, para que otra vez, el pasado la absorbiera; entonces leyó algo que tenía escrito, he modelado más de mil poemas para ti y ninguno me da la forma exacta, ninguno me sale como quiero; ¡Clara Inés! ¡Clara Inés! Suspiró, levantó, la cabeza y se sentó en el borde de su cama y con el cuaderno abierto entre sus manos y la mirada fija en algún lugar; tú cara misma, es el poema, el poema eres tú, ya que eres quien me lo  inspira.
 De repente expresó; pobre Diego, sé qué, existen cierto tipo de mujeres a las que les gusta permanecer en la memoria  de su amado y, que son incapaces de entregarse, pero que a la final, no dan más que el ideal, lo no realizado.
 Lo más seguro, es que les encanta permanecer en ese plano, le pareció verlo aquella noche, se sentó a su lado y le habló de Clara Inés, que podía decirle yo; nada, nada, si estaba en las mismas, tan sólo le dije, tienes una mujer muy bella, cuídala y es porque creo, que nunca encontraras otra como ella, cuídala, lo sé, me respondió. Sí, recuerdo, que se quedó en silencio, con la mirada fija, puesta sobre algún lugar y después de un rato, me dijo y sabes; la amo, y no te alcanzas a imaginar cuanto, cuanto.   
Pero; dije y entonces agregó; pero,  Clara Inés, siempre a estado hay y siempre estará, es sólo un ideal, le respondí ¿y eso qué importa? para mí, ella es más real que cualquiera.
Nos amo es cierto; pero ya ves, no se decidió a tener nada con ninguno de nosotros, me sumí en silencio elocuente y luego dije, incluso ni nosotros somos reales, ella si, me aseguró; es posible, pero vive sumergida en sus quehaceres y aunque de lejos nos desee, y nos atraiga con sus pensamientos,  lejos vive y de espaldas a nuestro amor; y aunque nos persigue todo el tiempo y ella lo sabe; jamás dará un paso al frente y ¿sabes porqué? ¿Por qué? Preguntó; porque no es más que una cobarde.
Me miró con una honda tristeza ¿y tú la amas? me puse de pie y le dije; no más que tú; también él se puso de pie y me dijo; y aunque sé, que nos ama a su manera, a su modo, un sólo amor permanece en ella.
 ¿Quién podrá ser? Dijo; ¡hum! ¡Qué se sabrá!
 ¿Quien podrá estar dentro del corazón de una mujer y más de una como ella?; le dije, cierto,  así es; me respondió. Luego se quedó pensando, de cualquier modo, ame a quien ame de nosotros dos, ella jamás se atreverá a aceptarlo y sabes porqué, ¿no porqué? ; Pues porque ella, ella… 
¿Ella qué Diego?
 ¿No, sabes qué Isadora? Dejémoslo así, dejémoslo así.
Sí,  es lo mejor, antes de que a alguien, le de por desaparecernos de esta escena, está bien. En ese momento el timbre de la puerta, se dejó escuchar; ella miró por ultima vez el diario y lo puso sobre la cama y con rapidez se dirigió a abrir y una muchacha alta y delgada apareció en el marco de la puerta, ¡hola! Isadora, ¡hola!, y sin ninguna timidez se introdujo, mientras Isadora cerraba la puerta, y puso el bolso sobre uno de los muebles.
Con coquetería se acarició sus cabellos castaños claros y tomó las manos de Isadora; ven le dijo y entonces se metieron en la habitación, al ver el diario, Eleonora le preguntó ¿y ese diario? No, la cosa es simple, lo leía cuando tú llegaste; ya; los ojos cafés claros de Eleonora, perecieron brillar con una serenidad no postergada, supongo qué allí, se encuentra escrito lo de  ¿tú amor trascendente por Clara Inés?  Supones bien, ¿y qué vas a hacer? Nada;  ¿lo tendrás allí por siempre?
Y como ésta, guardara silencio, le dijo, a mí puedes contármelo, no soy una muchacha, tengo veinte cinco años y te amo como a nadie.
  ¿Sabes qué haré? ¿Sí dime? Aunque a veces, quisiera ponerlo todo patas arriba, para que los gallos finos y los pusilánimes, se mordieran la punta de su lengua, hasta sangrar; creo que tan sólo esperaré, a escuchar un rumor de hojas secas en la alborada, o quizás hasta el delicado tintineo, de unos pasos deslizándose sobre la alfombra ¡Ay querida mía!; pues entonces, tendrás que esperar por siempre.
De cualquier modo, nosotros siempre esperamos y lo qué, nos sobreviene, casi siempre es un final no deseado; podría ser, pero yo estoy aquí; no me refiero a ti; ¿entonces?  Me refiero a la vida misma; ¡mira!, acabemos con esto, de una vez ¿quieres? Calma Eleonora, calma; estoy calmada; ¡ya lo veraz! ; ¿Sabes?, el aire esta llenándolo todo, lo sabemos, aunque no lo vemos ¿y? .De repente el viento se detiene, como si alguien, hubiese estado conteniendo la respiración.
Al decir esto Isadora, estaba muriéndose de la risa y se aproximó a Eleonora y zúas; la tomó con suavidad por la cintura, la empujó hacía la cama, y entonces la boca de Eleonora recibió un cálido beso y el rumor de los pasos se alejó, y él cabello de Isadora dio brillos, destellos de solecito. 
Un buen final para nosotros murmuró Eleonora.
                                                     
                                                               Escena fase siguiente :

Trascurrieron los años como bandidos camuflados, al amparo de las sombras; después de la muerte de Lilia, desde entonces él, no volvió a pensar en ninguna mujer, una mañana se despertó llorando y su pecho, su ser, hallábase aún en agonía, entonces entre si, se dijo, mis mujeres me dejaron y ya, no podré escribir sobre ella, acerca de mí ella y para colmo, ni siquiera he vuelto a ver a Sara Lucía. ¡Ay Lilia! por los recuerdos tuyos, allá en el lugar de siempre, es que te lloraré como a mí amor único y por los ojos tuyos, que siempre brillaron tan sólo para mí.
¡Ay!, es imposible vivir y no recordarte, pero también es casi imposible, dejar de escuchar el ruido de los carros, ¡miserable de mí! , ya jamás volveré a ser el mismo; en esos momentos Hunder Alexander irrumpió en la habitación; ¡Diego!, ¡Diego!, préstame tú espada, es qué estoy ensayando, para hacer una presentación de una obra de teatro ¿una obra de teatro? Sí, qué tiene de malo; y sin darle tiempo de nada, tomó, con arrebatada emoción la espada, de donde Diego la guardaba, la espada no emitió ningún brilló, pero se hizo liviana, muy liviana.
Hunder Alexander gritó; ¡Tomen!, ¡tomen!, alzando al aire la espada, esto es para ustedes, habitantes de lunas llenas, y para ustedes los vástagos de la oscuridad, caricaturas de la noche; ¡yo os atravesaré de lado a lado, y con esta espada invicta, os destruiré!; Diego lo miró extasiado, ¿Cómo hiciste eso? esa espada pesa ¿Qué cómo? , Pues con las manos Diego, con las manos.
  ¿O es qué, acaso, no ves ya?; dijo picante Hunder Alexander; no soy tan viejo como crees, yo no dije eso, pero levántate perezoso, que una mujer ha venido a verte ¿una mujer? Sí, alguien vino a buscarte y no sabes lo guapa que esta; ¿Quién podrá ser? no conozco a ninguna; no yo no deseo hablar con nadie.
Con está sí, dijo Hunder Alexander, aún sosteniendo la espada, y esgrimiéndola de nuevo, y a su vez decía; Esqueletos nada gratos a la vista, que deambulan como exhibiendo sus miserias y que vagan errantes, llenos de pensamientos infecundos, son ustedes muertos, muertos que quieren estar entre los vivos.
¿Qué sentido tienen tus palabras Hunder Alexander? ¿no las entiendo, porqué es qué quieres jugar, con la espada invicta?; Diego, no hagas esperar a está dama, no seas bobo, es cierto que en el pasado, te odie, pero después de todo, siempre te he querido como a un padre, y por lo demás, esa mujer está divina, bueno, apenas es para ti.
Trátese de quien se trate, dile que no estoy, y que no me hallo en ningún lugar y que ni siquiera estoy, en el más cercano sueño; ¿ni siquiera por curiosidad deseas saberlo? No, además aún, no me respondes la pregunta; te la responderé en tanto tú, me preguntes al menos, el nombre de la dama ¿estas jugando conmigo? Sí y no ¿Qué dices? ¡Hum! está bien, dímelo; te lo diré, pero antes te responderé la tal pregunta; yo no juego con la espada invicta, como tú la llamas, juego con las palabras, ya que, detrás de estas, se oculta lo sagrado. Por lo demás, aunque parezca que, lo que dije, no tiene ningún sentido, si lo tiene.
Sentándose en la cama Diego dijo; pero esto no es ninguna obra de teatro; claro que no, el teatro imita, la vida no, pero las cosas cobran sentido, en tanto tú, se lo des, sí es cierto, bueno, muero de curiosidad por saber el nombre de… ¿Quién es?  Nada más, ni menos que tú gran amiga, Sara Lucía; al decir esto, colocó de nuevo la espada en donde estaba: ¿Sara Lucía? Dijo Diego colocándose de pie,  casi de un salto.
Entre tenla, mientras me baño y dile que en dos minutos salgo.
No te preocupes que Rafaela y Verónica la están atendiendo; años sin verla, dijo Diego y se apresuro a bañarse.
 Mientras Diego se duchaba, un olor a siempre vivas lo inundó  y una voz desde el agua comenzó a susurrarle; he ido desprendiendo pétalos de rosas para ti, pétalos más suaves que el rocío de la mañana y con mis ojos, ojos del color de la canela y con mí piel, mí piel hecha de fuego y mí alma traslucida de silencios he velado por la instancia secreta de tú alma.
Y he querido asirte a mí, desde la ahuecada boca de la tierra; si he querido asirte a mí, sin arandelas, sin el estorbo de las formas caducas y he llorado por los besos que bebí de tú boca y hasta me he quedado sin cuerpo, para tú cuerpo ser.
Pero te he visto desprenderte también, como se desprende la aurora de la mañana y como se sueltan los pétalos de las flores, cuando son espolvoreadas por el viento.
Estas palabras tan sólo son para ti y como los ahuecados labios ya sin carnosidad se desprenden de los huesos y  como está agua que no te lastima , yo te desprendo de mí, para que corras en pos de lo que ahora sueñas, voz de mujer es la mía, no la desoigas , pues tuya es y de nadie más.
Juraría que escuché la voz de Lilia susurrarme al oído; estoy seguro, hasta me pareció que la veía; decía Diego frente al espejo, Lilia, Lilia querida; y después de un trecho salió, ya arreglado y con la barba recién afeitada y se dirigió hacía la sala en donde las mujeres hacía rato que platicaban. Al verlo, Sara Lucía exclamó, Diego, al fin sales. No lo puedo creer, tú de nuevo aquí y después de tantos años. Verónica y Rafaela se miraron conmocionadas a punto de llanto, pero de felicidad.
Mery se quedó a espiar y el llanto estuvo a punto de delatarla, pero lo contuvo y dejó que se deslizara, así como quien sale del cuarto oscuro en puntillas, evitando toda exhalación peligrosa.
Por fin, la fisura de la felicidad abrió el rostro de tú hijo; una fisura no, lo que veo es expandirse una risa de júbilo por todo su ser; Ja, Ja, Ja, se rió Verónica, pero no sabes lo contenta, que me he puesto al verlo reír.
 ¿Pero donde andabas? Después de la muerte de Lilia te desapareciste y ya nadie supo más de ti; no sabes cuantas veces te llame sin encontrarte, los ojos de Sara Lucía se detuvieron en el rostro de él, pareció contemplarlo por primera vez, Diego seguía hablando, entonces está se levantó y le dijo;  ¡hay Diego! , lo lamento tanto, tanto, tuve que irme, pues mis hijos me necesitaban ¿te necesitaban? Sí, uno de ellos se enfermo y bueno, tú sabes, además quería alejarme de todo esto, olvidar; nunca llamaste.
Ella lo miró, no parecía un reproche, lo sé, nunca lo hice, pero jamás los olvide, en especial a ti Diego, además me dio muy duro la muerte de Amanda y bueno, luego la de Lilia; éste inclinó la cabeza. Diego sé qué me fui en el momento en que más me necesitabas, pero mira, ya estoy de vuelta, somos buenos amigos o ¿no? sí claro que si, entonces se abrazaron; de un modo extraño ambos sintieron un vuelco en el corazón; pero se separaron como si nada ¿Dónde estuviste? En Europa; ¿la pasaste bien? sí, claro que si, pero llega un momento en que todo eso te cansa y, yo añoraba estar aquí, mis hijos están casados ya y…Aunque, claro ellos querían retenerme, al decir esto; Sara Lucía volvió a sentarse; pero en verdad mí vida se encuentra es aquí, Diego se sentó en la silla de enfrente, pero cuéntame tú ¿Cómo van tus cosas? Lograste al fin ¿olvidar a Clara Inés?
No respondió de inmediato, pero suspiró hondo, se puso de pie, se colocó las manos en los bolsillos y se paseó despacio, digamos mejor, que aunque siempre supe que era y es un espejismo; es ella quien obcecadamente  sigue allí, sigue ahí, no importa cuanto tiempo lleve, no importa si está casada y no importa cuantos hijos tenga.
Sara Lucía suspiró, tú ya no tienes remedio Diego; él ignoró lo dicho y prosiguió; pero me he dejado acariciar por el viento, me gusta cuando me despeina y se que al hacerlo, es una mujer quien lo hace, son las manos de ella, es ella quien da forma a mis cabellos. Por  lo demás Clara Inés, es la otra, la que nunca será capaz de entregarme su amor, aunque lo desee.
Sara Lucía bostezó y preguntó ¿y si su amor, hubiese sido para Isadora Duncan?; es lo mismo, ella jamás, se habría atrevido a entregarle su amor por más…
Al verla bostezar, le preguntó ¿te aburro?, no para nada; bueno pues siendo así, no me queda más remedio, que donarte mis palabras y mí presencia; está dejó, que su pecho se  expandiera con un suspiro, luego se levantó y dijo, bueno pues; ya te he visto, ahora me voy. Con disimulo Rafaela y Verónica que escuchaban desde el comedor; dijeron casi para sí, ¿irse? No, eso no puede ser; tenemos que hacer algo.
¿Irte? No, eso no puede ser; recién acabas de llegar; quédate a almorzar ¿sí?; bueno está bien, lo haré con una condición; ¿cuál? Necesito qué me ayudes a reparar mí casa, coger unas cuantas goteras y rehacer la chimenea; ¿a era eso? Lo haré, claro qué lo haré; dijo Diego de muy buen humor; siendo así, no tengo nada que objetar.
Rafaela y Verónica palmotearon sus manos a lo parce, con contento y regocijo. ¿Dónde estará está muchacha? Mery ven; sí señora voy de inmediato; ayúdanos que tenemos que sazonar el almuerzo; claro que sí; dijo, meneando sus caderas. 


   
 BEATRIZ  ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia     

1 comentario:



  1. Te estaba leyendo
    ¡Me encantas! ¡Uff! Amo tus escritos ¡Eres una GENIA!
    ¡Transmites! ¡Conmueves!
    Anónimo

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