martes, 12 de mayo de 2020

HISTORIAS REALES DE LA Mamá GRANDE ©









HISTORIAS  REALES DE LA Mamá   GRANDE ©
Fragmentos

Algunos historias  que me contó  mi madre  Beatriz Elena Estrada, que ella vivió   en su niñez y durante su vida adulta.

                                        MONÓLOGO (MEMORIAS)
Relato

Nosotros vivíamos en el campo, teníamos entre los catorce y los doce años. Después nos fuimos a vivir a la finca de Emilio López; para ese entonces yo tenía unos dieciocho años; éramos varias hermanas; Isaura, Mariana y yo, sí porque Marta vivía en Pueblo Viejo y a nosotros nos gustaba; después de hacer los destinos y atender a mi papá y a mis hermanos salir a columpiarnos ahí, afuera en el corredor. Un día yo me estaba meciendo, entonces él, tu papa  se puso a moverme el lazo y así, hasta que siguió yendo;  porque es que ellos tenían una finca en el plano. Don Roberto y la familia; ahí mismo en donde está ahora, la casa de Cecilia, pero esta casa es nueva; la otra la tumbaron, entonces ellos subían con los amigos; un amigo que tenía; el dueño de una finca que se llamaba la portada y el hombre ese se llamaba Salvador y así; hasta que comenzó a subir cada ocho días, ahí conversábamos entre todos. Estuvo yendo por tres meses, hasta que se fue para Pereira y ya después volvió y me dijo que fuéramos novios. Pero a mí, me habían dicho que conversaba con Isaura los días domingos... Decía pues la gente, ¡yo no sé! y no la subía hasta la casa; ¡jun.!, ¡qué tan jodido que era! Entonces yo le dije, que yo tenía un novio y que lo quería mucho; José Asunción, pero ese no movió un dedo para que nos casáramos. Yo le dije que no iba a seguir con él, porque nunca me había dicho que nos casáramos y él llorando me dijo, que era que no tenía plata; ni siquiera un trabajo.
Pero él sí; Roberto; tu papa me dijo que estaba decidido a casarse conmigo, quiero casarme con usted; aun cuando no tengo plata. Pero una vez que hubo sembrado todo este semillero de hijos  me dejó y se fue; y eso que me dijo, que nunca me iba a dejar. De sus bellos ojos como surcos salieron lágrimas que se deslizaron por sus mejillas y ya luego su mirada perdió se en algún punto lejano y ya no dijo, no quiso decir nada más.

                                             La mujer de negro

Cierta mañana en un pueblo;  relata mi madre, que estando  muy pequeña,  sucedió algo, que la dejó impactada y resulta, que unas parientes de ella,  que vivían en una casa, que tenía en la parte trasera,  una ventana que daba a un precipicio y  esa parte era bastante alta, y abajo pasaba una quebrada  y mientras,  que la entrada principal, si daba  a una calle, un poco falduda,  pero normal y resulta, que la tía mayor, salía de viaje esa mañana, no eran,  sino la tía y otra hermana, no sé,  a  ciencia cierta,  si era hermana,  hija o sobrina;  el caso es que, mientras la mayor,  salía de viaje, la otra,  se quedó dormida y la tía, empaco un maleta con sus cosas  y salió y se fue …
Vea,  lo que pasa, es que esas  casas,  como que fueron construidas en un barranco, dice mi mamá, que para ese entonces,  era muy niñita; en cuanto se fue  la tía; la que estaba acostada,  vio sintió y oyó, a una mujer vestida de negro, con zapatos de tacón; muy hermosa  es que,  era  entrarse por la ventana esa  y que,  con una mirada llena de dulzura,  le sonrió y se acercó hasta su cama, muy  cerca de su cara, como si quisiera cerciorarse  de que si,  la estuviera mirando  y sin medir palabra,  de inmediato, se ocupó en arreglar la cocina, lavo los platos  y dejo la cocina impecable y la miraba desde allá y le sonreía y a continuación barrió la casa y  debajo de la cama y organizo las pantuflas y los zapatos, que dizque,  todo quedo muy ordenadito. Y resulta,  que como a la hora, la tía,  que estaba en la terminal de  buses,   se acordó,  que se le habían quedado unas bolsas de ropa, ya que,  eran comerciantes y toco la puerta y tocaba y nadie le abría y ya cansada y preocupada de tanto tocar,  llamo  a  unos vecinos, y  entre todos tumbaron la puerta y   como le parece,  que se fue para la cama y  la encontró con los ojos abiertos y con la lengua  trabada  y que le preguntaba cosas y ella le movía  los ojos, intentaba hablar,  pero no podía , y hacía así,   mmm, con  los labios, que los tenía pegados, apretados   y  eso,  tuvieron,  que llamar a un doctor y la tía le preguntaba,  que  podía ser eso,  tan raro  y el matasanos, en ese entonces,  como que les decían así, le respondía que no sabía;  lo que le pasaba, que era posible,  que hubiese,  tenido una experiencia muy,  muy fuerte, algo,  que la impresionó fe tal manera, que la llevó



a quedar en estado de shock  y que había,  que darle tiempo a que reaccionara.  La medicó  y después de tres días, fue reaccionando, hasta que contó,  lo que le había acaecido y la tía cuando llegó, si encontró todo en su sitio. Y eso,  fue,  lo que nos dijo  mamá,  que había pasado en ese entonces.
    
                                                 Esa noche

Ella a cada rato iba a hacerme la visita y yo la atendía lo más de bien; le servía unos almuerzos lo más de buenos. Hasta que un día me tocó irme a vivir a otra ciudad. A Manizales y me fui a esa casa, a donde Elena, la hermana  de  mi suegra y se me hizo muy tarde y me tocó amanecer allá; entonces me puso a trabajar y a la madrugada me hizo levantar para que le moliera un maíz. ¡Pero no pegué los ojos esa noche! Eso era una bulla, arrastrando cadenas; ella y el marido que era ciego, pero ese hombre, qué demonio que era. Trabajaban dizque arreglando o desbaratando matrimonios. Ni un trago de agua panela me dio.
Un día me fui a buscarles una leña a mi suegra y ella, la hermana andaba por ahí y como sabía en donde guardaba yo mis cosas; se fue y me robó una foto de él y la puso cabeza abajo y la chuzó con puros alfileres. Entonces Matilde, una hermana de él, que en paz descanse, la descubrió. Vio la foto y se puso a decir que yo era una malvada; pero mi suegra aunque no me quería, era justa. Yo llegué y eran como las ocho y tiré la leña y me puse a prender el fogón, porque no había ni agua panela, y  mi suegra se alegró tanto; entonces me defendió y dijo; ella no fue, ella no es; antes, miren que acaba de llegar. Sí, porque yo partía con un hacha la leña, con mis pobres bracitos que ya no daban más. Puse la cayana y la Matilde se vino a buscarme pelea. Con ella no se meta, los siento mucho pero mi nuera no es; a la que si vi rondando por ahí, fue a la Elena. Entonces la Elena se defendió y comenzó a decir un poco de cosas, fue cuando cayeron en cuenta que esa mujer me aborrecía. Después, a los ocho días volvió y yo estaba remojando la ropa; le dije a Tulito; ¡vaya! dígale a su tío que le preste la peinilla para yo peinarlo y después se va para la tienda a ver si le fían un jabón, para lavar esta ropa. Tan pronto escuchó que yo dije peinilla, se fue a decirle a mi suegra. ¡Vea! ahí está, dizque prestando una peinilla para matarme. Ella era coja, entonces le dije, porque se subió al balcón y comenzó a insultarme; ¡Vente para acá que aquí te espero! y ese tío de Tulito que se cagaba de la risa. Y todo lo que me hizo trabajar esa noche.

                                                La piedra

    Un día estaba yo a dieta de Pairo, ¿era Pairo? sí, creo que sí y me asome por la ventana y mire para allá, para esa montaña de la sierra, cuyo cañón llegaba a la quebrada, una quebrada que había hay, ya para entrar a la playa, un poco más allá , de la vuelta de medina , más allá de la casa de salvario vallejo , en la playa, junto al bar campestre, donde, coge uno la travesía, para meterse a la sierra y cuando vi, que bajaba una piedra grande, prendida, como si echara candela y atravesó la carretera , paso al otro lado, por entre unas casitas que había y se clavó en una peña grandotota , y que estaba, en ese plano del potrero y pasando por entre, esos ranchitos y no los tumbo fíjate. Lo más de raro. 

                                                   Cigarro 

Un ocho de diciembre, estando yo, de dieta y a los ocho días, de haber nacido Eugenia, me salí para el corredor , que era de barandas , y serian entre las nueve y las diez de la noche , la casa en esa parte, era como falduda y estaba hay mirando al cielo ; cuando vi que venía bajando por el cañón de la sierra , ahí, más debajo de esa cordillera, en donde estaba el tabor ; un tabaco, sí, porque aparecía como una cosa, en forma de tabaco , con la punta prendida; o sea, en la parte de atrás y de adelante, llevaba como un foco prendido y medio se paró, se detuvo en el aire, no estaba muy alto ; aunque siempre, sí.. .
Pero al alcance de la vista y dio tres vueltas así; aquí, ella mostró con las manos; como en forma de elipse… Y lo que pasa, es que venía derecho y al llegar, encima de la playa, dio tres vueltas en forma circular, y de allí se desvaneció, con rumbo a la montaña y se perdió… 
Esa noche estaban de visita unas mujeres y me provoco, me dieron unas ganas de salirme; y ahí, fue done aprovecharon, para robarme dos abrigos, uno negro y otro café, me abrieron el closet. 
Nota: en la sierra, toda la vida, se han hecho avistamientos. Se han visto ovnis.

                                                   Sombra
 
Cuando estaba chiquita, nosotros vivíamos, en una casita de barro, la tierra era colorada y teníamos un patio largo, y esa noche estaba haciendo una luna, que parecía de día, más linda; cuando vi, como una sombra, de una mesa de corredor, que venía por el aire, una sombra cuadrada y se veía reflejada en el suelo, mire para arriba y venía esa sombra también ahí...
Beatriz Elena Estrada

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