CAPITULO VIII
GALO
Caminando despacio,
sin afán, bajo del sol; en el cual, subyacen todas las cosas; venia ella desde
el teatro Pabló Tobón Uribe, buscando la Artería, al llegar vio que el lugar
estaba casi vacío; para el caso me da igual, pensó; miró hacía unas jardineras
de cemento, que se hallaban ubicadas en una especie de calzada entre las dos
avenidas.
A todo el frente de
la Arteria, entonces se compró una cerveza, y se ubicó en ese lugar; los carros
bajaban y subían, de un lado y del otro, desgastando un poco más, las
posibilidades de vida en el planeta; un hombre joven ya había escogido también
ese lugar, para beberse en silencio un trago; permanecía absortó en sus
pensamientos, o al menos eso era lo que parecía.
Esta se sentó cerca,
pero sin mirarlo, no tenía ganas de relacionarse, pero él si; al verla, tocio
un poco para llamar su atención, ella en cambio sacó una libreta de notas y se
puso a ojearla; el joven insistió; ¡pero qué letra tan bonita tiene usted!, le
dijo, ignorando alguna ley que por cierta lógica impide, mirar por encima del
hombro de un cualquier otro; ella respondió afable; ¿le parece?
Pero sabía, que esto
era, sólo un cumplido para poder llamar su atención y de cualquier forma, le
parecía fastidioso tener que hablar con un desconocido; tan sólo quería pensar
en cualquier cosa, en lo que fuera y en última instancia, mirar sin ser vista,
levantó la cabeza para mirar a su indiscreto vecino y se encontró con un rostro
de tez blanca y cabellos castaños y sobre de éste, unos lentes de cristal suave
y delgado, lo miró unos segundos y sintió por un momento, que éste era un
estudiante despistado y lejano, o hasta quizás otro, que no encajaba dentro de
ésta urbe nada provinciana, como nos llamaban los de la capital.
Fue en esos momentos,
que paso un negro muy bien plantado; en tono confidencial éste le dijo; me
encanta ese tipo, tiene unas patotas; el tipo que por cierto iba muy bien
vestido, quizá era un empleado de clase media le dijo, mirándolo; ¿qué tal Galo
cómo estas?, ¡muy bien y tú!; ¿de
película y vas a estar por aquí ahora? ¡Claro que sí!; bueno entonces más tarde
te caigo.
Cuando éste hombre se
fue, ella se rió divertida; ¿de modo qué te encanta? Sí así es, y dentro de un
momentico, vienen unos amigos, para que no te vayas ¿sí?, y charlamos un rato,
nosotros siempre nos parchamos aquí.
No sé, si llegan y
estoy aquí, pues bueno, pero cuéntame, ¿A ti porqué te dicen Galo? Bueno, a mí
me dicen así por cariño, pero mi nombre es Carlos Mario ¿y el nombre tuyo cuál
es? Amanda, ese es mi nombre; Galo se quedó sorprendido y como ella lo notara;
le dijo es muy convencional para la época, pero es mi nombre.
Por si no lo has
notado, el mío también lo es; pero bueno, eso que importa, ¿porqué sabes una
cosa?, me caíste lo más de bien, aquí vienen muchos estudiantes y algunos son
muy engreídos; ¿vos crees eso?, en su mayoría la gente que viene, por estos
lados es proletariado, no liase, hay gente así.
Estaban en esas, y al
instante llego Mónica, acompañada de Rubén y de Marina cruz; éste era el componente
de amigos, de la barra que se reunía Alrededor de Galo.
Trascurrieron así los
días y ambos jóvenes continuaron viéndose; cierta tarde se citaron como a eso
de las tres y cuando Amanda llegó, ya Galo la estaba esperando; ¿quiubo, porqué
tardaste tanto? , no es, que estaba haciendo una vuelta para ver, si entro a
estudiar; aunque no sé; ¡estudiar qué va!, pero si a voz te gusta.
Con afán, Galo cambio
de tema, imagínate que hoy estoy como aburrido; ¿sí y eso? ; No, es tan sólo,
que tengo ganas de tomarme unos vinitos, ¿voz no? ; sabes, yo también estoy
como aburrida; entonces Galo dijo; se me ocurre una idea hagamos una vaca y nos
compramos una botella de vino; ¿oíste, no está como muy temprano?, ¡ven, a esta
parcera, ya se las va a dar!; ¡no, hagámosle pues!
Tomaron la ruta que
los conducía hacía el Teatro Pabló Tobón Uribe y luego se desviaron hacía un
costado de éste; un letrero se veía tangible, estanque Toni, compraron una
garrafa de vino tres patadas, un vino ordinario, pero muy fuerte, y que se
acomodaba a los bolsillos de ellos y ya luego se sentaron frente al Teatro,
pero sin perder de vista la fuentecilla, que medio los ocultaba , Galo destapó
la botella y le ofreció a Amanda, ésta bebió y el líquido recorrió todo su
cuerpo dándole una agradable sensación; de igual modo Galo bebió; después de un
silencio prolongado, el joven interrumpió.
¿Se puede saber, qué
eran, esas notas qué tenías ese día? El
sol era fuerte a esa hora, caía casi que directo sobre la piel como un horno al
aire libre. De un modo indirecto ésta respondió; ¡sabes!, Medellín, es un
lugar, esto es un lugar, el mundo es un lugar; ¿Qué es lo qué me quieres
decir?; dijo Galo, mientras bebía más vino; nada, y eso que estaba leyendo, son
unas bobadas que escribo, cosas que me pasan y otras que pienso; ¿cómo por
ejemplo?
Pues algo así, como
que yo no existo, sino quizás en las líneas de eso, que yo estaba leyendo;
¿sabes una cosa?, yo nunca he escrito nada, nunca me ha provocado, eso que lo
hagan los demás. Cambiando de tema, ¿Qué hubo del negrote aquél?; estuve con él anoche, la pasamos rico
y hablando, pero ya tengo otro, uno que me ha gustado siempre y ya llegó de
España; sí, ¿y quién es? En estos días te lo voy a presentar.
Ésta, se quedó
pensativa mirándolo; aunque no hablaba de sus inconveniencias, esto la afectaba
en mucho, o en algo, ¿voz porqué estás cómo tan pensativa? tómate el otro vino;
y así, entre un vino y otro, terminó contándole a Galo sus problemas con
Natalia y Antonio;¿ sabes qué?, no te dejes molestar, conseguite un apartamento
y te vas a vivir sola; no, ahora estoy sin trabajo y me queda difícil; Galo se
puso pensativo, hasta que al fin dijo; de lo que me contaste acerca de tú
hermano Antonio; se me quedó una cosa, fíjate que soy también receloso con los
curas; ya que cuando tenía catorce Años, me sentía muy confuso acerca de mi
sexualidad, o acerca de mi manera de ser.
En ese tiempo vivía
con Adíela mí mamá, en el barrio Kennedy en Bogotá[1];
pero por el acento vos, no pareces de allá; no, sino que mí mamá vivió un
tiempo en la capital y yo recuerdo, que me dio por ir a la parroquia, para
hablar con el cura; entonces le dije, que yo sentía que me gustaban los hombres
y no las mujeres; ¿sabes qué me respondió? No; pues, esto fue lo que me dijo;
usted niño, lo que tiene es una aberración muy grande; ¿y eso qué quiere decir?
Eso quiere decir que usted tiene una deformación en el alma, lo que tiene que
hacer es confesarse y hacer penitencia, arrepiéntase niño.
Yo salí de allí más
preocupado de lo que entre, de puro milagro no fui y me suicide; desde entonces
no volví a buscarlos para nada. Ésta se sonrió y se bebió otro trago de vino;
también yo he tenido experiencias desagradables con algunos de ellos, un día
andaba por los lados de Guayabal e igual me hallaba muy preocupada por lo de
mis hermanos, entonces trate de hablar con el párroco y me dijo, que estaba muy
ocupado, sin embargo me preguntó ¿Dónde vive usted?, cuando le dije donde , me mando a que buscara
al párroco de ese lugar y dijo; lo que pasa es que yo no estoy obligado a
atender a nadie que no sea de mí parroquia .
De repente se
apareció una amiga de Galo; éste al verla le dijo; ¿ve y voz qué estás haciendo
por aquí? No, sino que salí más temprano de la universidad y aproveche para hacer
una vuelta que necesitaba, sentate; voy de afán; ¡hacele hombre que ahora te
vas! ante tanta insistencia, tocara, pero sólo por un ratito; ¡ven a ésta!,
sabiendo que yo sé, que a voz te gusta sentarte aquí; nadie dice lo contrario;
mira Sandra, te presentó a Amanda; ¿hola qué tal?, ¡mucho gusto! pero bueno,
desde que llegué los vi muy concentrados, ¿cuéntenme de qué se trata? En pocas palabras
ambos le relataron, su tema de conversación. Pues les cuento, a mi me paso algo
parecido, pero no ya con los sacerdotes, sino con unos pastores; contanos, pero
antes tomate éste vinito.
¿Tomando tan
temprano? , ¡Pero en fin, presta!,
¡um!, ¡como fuertecito!, en
cierta ocasión me tocó acompañar a mí novio; ¿novio?; bueno marido, que más da;
¡a eso si!; el caso, es que como es fotógrafo, tenía que tomarle unas fotos a
unas muchachas, pero como estaban en el culto, teníamos que esperar que éste se
acabara.
Al terminar éste, mí
novio se dio a la tarea de hacer su trabajo, de modo que yo me puse a curiosear por allí, la gente ya
se había estado yendo, pero cuando estaban en el culto, me fijé que la gente
tenía momentos de éxtasis, a veces lloraban y hay, era, cuando un señor pasaba
recogiendo una colaboración.
De manera tal, que me
dio por mirar detrás de una cortina y vi al pastor, contando el dinero con una
sonrisa de satisfacción tan grande, que parecía que se le extendía de oreja a
oreja; el hombre estaba tan concentrado que ni me vio.
Pero deseo
preguntarles algo, ¿ustedes porqué resultaron hablando de estas cosas? Bueno el
hecho de que nosotros estemos contando esto, es porque tenemos necesidad de
expresar lo que sentimos; replicó Amanda; bueno, siendo así, cómo les parece
que otro día, si fue que me dio por
acompañar a una señora de nombre Sagrario; ¡ um¡ , ¡pero qué nombrecito¡, ya
Galo, deja de interrumpir, bueno, pero les aseguro, que yo no necesito
justificarme para hablar de lo que tengo que hablar; dijo Galo, riéndose a
carcajada suelta.
Esa señora me pidió
el favor de que la acompañara y por cierto, esa mujer es muy pobrecita, fuimos
pues a una tal iglesia evangélica, porque tenía dos niñas y los pastores de esa
iglesia, le habían conseguido un patrocinador del extranjero, que les mandaba
cierta cantidad de dinero para ayudar a las niñas.
La pastora nos
recibió muy formal y le dijo a Sagrario; vea, le vamos a dar cuarenta mil y
usted nos firma éste recibo, me fijé y vi que no le pusieron ninguna cantidad y
les dije, ¿pero van a dejar ese espacio vacío? Sí, es que esto lo llenamos mi
esposo y yo. Entonces Sagrario cayó en cuenta y les dijo, pero es que según
tengo entendido a cada niño le corresponden ciento cincuenta mil, y usted sólo
me ésta dando esto y además, que yo sepa, en está iglesia siempre hay bastantes
niños; bueno, mire, vea, usted puede pensar lo que quiera, nosotros tenemos la
conciencia tranquila, ¡vea a ver si le sirve así, o si no usted vera!
¿Qué hora es? Dijo
Sandra un poco apurada; Carlos Mario; Galo quiso saber un poco más. ¿Y qué hizo
Sagrario?, ella se mordió los labios, acordándose de su situación tan precaria y
no le quedó más remedió que aceptar; ¡bueno muchachos hay los dejo!, ¡después
nos vemos chao!
Amanda que había
estado mirando, la fuentecilla de agua ovalada, comentó; estas cosas son hechos
aislados acerca de lo que son o podrían llegar a ser las religiones
organizadas, pero que en parte muestran una realidad que subyace detrás de todo
eso. ¿Cuál es esa realidad? Y sin esperar a que ésta respondiese prosiguió, la
de que los pícaros, siempre se han aprovechado de los más débiles, y de los más
pobres; se rio Amanda con un dejo de tristeza, a decir verdad, una sombra negra
e infecunda se ha cernido siempre sobre el mundo y cada vez se agiganta más,
dentro de los corazones y las mentes de los hombres, porque son gentes que no
quieren o no saben escuchar a su corazón.
¡A! , pero esa
sombra, es invisible y certera y seguirá así, hasta que nuestros ojos cerrados
a la luz, a la única y verdadera luz, que pueda iluminar el mundo no se
abran; ¡pero ve, esta, como ésta ya ,
toda trascendental!, ¡eso es, que ya te están haciendo dañó los vinitos!, ¿o no
Amanda? Luego Galo, se quedó como anonadado y dijo; pero hablando en serio, voz tenes razón, por ejemplo, yo que te digo que no me gusta estudiar, también me
doy cuenta, que la mayoría de las gentes no hacen nada para interrogar o
preguntarse, aunque hay cosas que saltan a la vista; aunque uno sea de un mirar
precario.
Galo bebió otro sorbo
y dijo; como esa cuestión de la iglesia instituida, iglesia que casi siempre se
ha puesto a favor de los más poderosos y en muchos casos ha sido su cómplice...
Cómplice en sus fechorías.
Después de una larga
pausa, en la que en silencio bebieron, la voz de Amanda dejo se escuchar; querido Carlos Mario, eso de que tengo razón, me hace pensar en que la razón,
no es sino un sumidero de yoidades y prepotencias, que por eso mismo, se han
convertido casi en un sentido común, y es tan común decir yo, yo.
Para pensar en ella,
sin prepotencia, cabría pensar en un agujero negro, situado entre dos blandas
masas y por el cual, a casi nadie le gustaría atravesar.
Con la boca abierta,
como papando el aire se quedó Galo, de una sola pieza. Ella continuó; nuestras
opiniones deberían ser muy bien digeridas, para así poder convertirlas en una
excelente materia orgánica; por lo demás, no hemos de juzgar como malos a todos
los sacerdotes, ni como buenos a todos los pastores, pero que en cuanto a los
sacerdotes, a los pastores y a toda esa gente que predica…, Galo que ya había
vuelto a cerrar su quijada la interrumpió.
En su mayoría son
unos odiosos resentidos y oportunistas. En todo caso, arguyó Amanda los
sacerdotes son los seres sesgados, que andan por el mundo y los gobernantes y
los que dirigen éste mundo son las gentes que tienen los ojos enrojecidos y no
les cabe más que está expresión; la codicia es el demonio; mejor dicho el
demonio es la codicia.
Ella miró a Galo,
pero éste de nuevo estaba con la boca abierta, casi babeando, entonces agregó;
los que gobiernan y han olvidado su destino, no son más, que armas que el mal
utiliza para forjar sus maquiavélicas ambiciones; al ver, al ensimismado
muchacho, con sus ojos puestos en el agua que subía y bajaba, la joven se
apresuró a llamarlo y éste con la mirada un poco dispersa y sin darse por
enterado le preguntó.
¿No notaste qué esta
Sandra tiene unas enormes nalgas? no, no me fijé; ¡me da un pesar, pobrecita!,
casi no puede caminar, porque estas, la arrastran hacía abajo; ¿ve, pero no qué
soy yo, la qué ya está prenda? ¡Veni
mejor cantemos ésta canción!
Por entre el aire que
rasga mis narices, por entre la piel húmeda del viento que hiela, se filtra
como un todo tú recuerdo, se acrecienta tú imagen querida. Para ésta hora
agonizante, vana de toda esperanza, todo recuerdo es inútil, todo lo amado se
aleja, ¿o seré yo, quién se aleja? Por entre los días y los hondos Tejidos de
Penélope, mí vida se desliza, como en una larga espera; neblina de un Amor
fantasma que me susurra al oído un no me olvides.
Pero yo no soy
Penélope[2],
ni quiero serlo, soy la vagarosa, la andante; marino en alta mar, tú me sigues,
tú vos, es la de la sirena, tú voz tiene
el sonido del viento y tú corazón el contenido y el oleaje de la mar; tú voz es
mujer, mujer cuyos trazos en el cielo elocuentes son, y elocuente tú, y tú
lenguaje mudo del amanecer.
¡ Sobria, que letra
tan sobria¡ y así, se pusieron a danzar, y a bailar, alrededor de la fuente
ovalada; porque las palabras se hicieron agua
y se hicieron lluvia y la lluvia
lo inunda todo y ella corre y llega lo más seguro , a donde están las cosas que
ya no vemos.
Trascurrieron algunos
minutos y unas señoras eleganticas, que pasaron por allí, murmuraron; ¡ve, mira
estos locos!, pasemos por el otro lado, porque de pronto nos pueden hacer
alguna cosa, al rato y en el correr de las minutas del reloj, unos hombres que
los vieron, les gritaron; ¡se la fumaron bien verde estos vagos!, con gentes
como esas, el mundo jamás progresara.
Beatriz
Elena reservados © Derechos todos.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
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