CAPITULO XXI El MATRIMONIO
Y mientras en el
sueño de Amanda, su mano, se deslizaba, por el papel blanco de la noche; Sara
Lucía, aplastaba con todo el peso de su silla y sin darse cuenta a una
lagartija ¿quién por Dios, escuchara, el grito de todas las palpitaciones, y de
todos los dolores qué se ocultan en el mundo?
Yocasta gemía, como
una cachorrita, tratando de sacar con sus patas delanteras, algo que estaba
debajo de la silla de su ama.
Al verla así, se puso
de pié y corrió la silla hacía un lado, inclinó la cabeza y vio a la
desbaratada lagartija; Lamento lo sucedido Yocasta; dijo y se agachó, cuando
comprobó que la lagartija, estaba bien muerta, se tranquilizó; bueno, al menos
ya no sufrirá, pensó.
Se sentó y los
recuerdos se agolparon en su memoria; se vio a sí misma, vestida de blanco, con
su cabello rubio y un poquitín ondulado, entrando a la iglesia, radiante y
llena de felicidad, ¡estaba tan enamorada!
Efraín Rosales
Trejos, abogado, dueño de sí, hombre exitoso y ambicioso ,que escaló posiciones
,y que gozaba de un gran prestigio, había sido el afortunado, como decían los
amigos; duraron al menos tres años de novios, lo conoció en la universidad
,poco después de graduarse, al principio, no le prestó mucha atención, pero
poco a poco la conquistó, la halagaba ,
la llenaba de flores, de una cosa y la
otra, hasta que se la fue ganando y ella aceptó ser su esposa ,las familias
estuvieron de acuerdo.
La iglesia estaba
repleta, todas las cabezas voltearon a mirarla, él se hallaba en el altar,
vestido con un frac negro y una camisa blanca; la distinguida socióloga, Sara
Lucía, camina nerviosa y emocionada, hacía su destino; éste volteó la cabeza y
al verla, se fue a recibirla, se encontraron en la mitad de la nave.
Las voces de
admiración de los presentes, se dejaron escuchar; ¡oh! ¡Aaaaa!, que bonita
pareja. Una mujer rolliza y de piel blanca, vestida con elegancia, murmuró; es
apenas para mí, ella está por debajo; en cambio; Efraín que hombre tan
distinguido.
Al encontrarse se
besaron y juntos continuaron su camino hacía el altar, se acomodaron frente al
sacerdote, que los miraba con admiración. La parte superior del altar se
hallaba, adornada con flores, que estaban distribuidas en jarrones, pero
situadas en partes estratégicas, los arreglos eran elegantes, pero más bien
tratados con sencillez, se resaltaba el
buen gusto; pero el olor del perfume
fino de Efraím se confundía con el olor de las estas; Las mujeres retozaron y
ellos suspiraban.
Como Sara Lucía, le
insistiera a Amanda para que fuera a la boda, se acordó y la buscó con su
mirada, ella, al darse cuenta le respondió, levantando su mano derecha, aunque
después de esto, Sara Lucía, no la volvió a ver. A los recién casados, un
fotógrafo encargado, les hizo varias tomas y al finalizar, los acomodó, para
hacerles algunos retratos; la pareja rebosaba de alegría.
Después de dar el sí,
los esposos salieron y algunos familiares, les arrojaron, algunos granos de
arroz, como era la costumbre; un primo de Efraín, se le acercó y le dijo;
¡ahora ya es suya hermano!, ya nadie se la puede quitar, este sonrió,
frotándose las manos; ahora ya es mía, ¡gracias hermano!, ¡no hombre, te lo
mereces!; suspiró.
De aquel matrimonio,
ahora sólo quedaban los retratos y algunas fotos dispersas y hasta rotas y
desgastadas, Sara Lucía, tuvo dos hijos, con el tiempo se casaron y se fueron a
vivir a Europa. Pero Sara Lucía, prefirió quedarse viviendo en su tierra,
dedicada, a sus investigaciones, con los años, se separó de su esposo y se
volvió a vivir a aquella casa, que tenía alquilada, desde sus tiempos de
estudiante y de desempleada, casa que también abandonaría después, para irse a
vivir, por los lados de los monjes, en Envigado[1].
Con Efraín, vivió
momentos felices, duraron juntos hasta que Catherine cumplió los cinco años;
tal parece que la idealidad del matrimonio, sólo cumple su papel, en el
inconsciente colectivo; pensó, sí, como un valor abstracto de lo ético y de lo
moral, de manera tal, que esto sucede, cuando el amor real desaparece, dando
paso a la costumbre y esto se convierte, tan sólo en una mentira; su pecho se
expandió y se rió, diciendo a media voz; ¿la memoria?, bueno al menos una de
ellas, es rezagada ,le gusta ponerse a
mirar en el pasado.
Cuando se caso,
Efraín, tenía un hijo de catorce años, al que se llevaron a vivir con ellos;
con el tiempo, éste adolecente se convirtió en toda una pesadilla y no supo
cómo tratarlo, se le salió de las manos.
Una mañana, estando
dedicada a los quehaceres, pues la señora que le ayudaba, se había enfermado,
lo encontró en su escritorio, ¿hola Milton, qué haces? La miró con ira y le
arrojó el diario de Amanda a sus píes, ¿con qué te complaces en leer y escribir
cosas, de esos miserables guey?; se sorprendió mucho y lo miró levantarse,
salir y tirar la puerta con gran violencia ¿y éste? Se encogió de hombros, se
agachó, lo recogió y lo guardó dentro de una gaveta, de su escritorio.
Esa noche, Efraín
regresó, con el entrecejo fruncido; melosa se le acercó y le preguntó ¿Qué te
pasa mí amor? Mientras, que a la vez
trataba de darle un beso de bienvenida; la rechazó con brusquedad, se
retiró de su lado, se quitó el saco, se desabrochó su camisa de marca y se
preparó para ponerse el pijama; nerviosa preguntó de nuevo ¿bueno qué te pasa
amor? Milton me refirió lo sucedido ésta mañana, me dijo que le habías gritado,
tan sólo porque estaba sentado en tú escritorio; mira Sara Lucía, el muchacho
está pasando por una edad difícil, eso lo sé; sé trata tan sólo de que tengas
un poco de paciencia; y la tengo, créeme.
El hombre carraspeo
un poco, mientras se colocaba el camisón de dormir y en cuanto, a lo otro,
Milton es todo un varón y no tiene porque recibir esas malas influencias, ¿a
qué te refieres? A esas porquerías, que lees y que escribes, pero querido, tú
sabes que eso es parte de una investigación que estoy haciendo; puedes
investigar, sobre otros asuntos; querido, eso no tiene nada de malo, esas cosas
existen en nuestra sociedad y no podemos, descalificar a esas personas; claro
que sí, eso es una abominación; dijo, mirándola con recelo.
Mira, esa es la forma de ser de ellos, esas personas son así,
porque esa es su naturaleza; ¡hay mira!, soy abogado y no tengo tiempo para
esas estupideces, dedícate tú a lo tuyo, que yo me dedicaré a lo mío.
Así que se marchó con
rumbó a la habitación, pero se devolvió y le dijo; ¡a!, y en cuanto a mí hijo,
no vuelvas a meterte con él.
Ella abrió la boca
para responder, pero él se alejó y se sentó en la cama, se quitó los zapatos,
su celular sonó y se puso muy nervioso, lo contestó, pero temía, que ella se
fuera detrás; ¡sí claro que podemos vernos mañana!, ésta bien, hablamos.
Luego, se recostó en
la cama y se puso a leer un periódico, que había traído bajo el brazo. Aquella
noche, Efraín durmió, dándole la espalda, mientras ella, recordaba, cuán
distintas eran las cosas, cuando eran novios, todo lo de ella, le encantaba o
al menos eso era lo que le hacía creer, ¡claro!, el tipo había ido cambiando,
mostrando su lado oscuro.
Ese fue para ella, el
comienzo de una larga autopista, de desavenencias y de soledades; que no
conducían a ninguna parte o tal vez a todas; y al final se durmió. Poco tiempo
después, supo que su esposo, tenía una amante, a la que prefería.
Para olvidarse de
Efraín, retomó otra página del diario y allí, según la lectura, don Fernando
dirigiéndose a amanda en un tono de
seriedad, pero con una simpleza tal, le expresaba lo siguiente; ¡vea! Yo le tengo más fe, a las oraciones
metafísicas que le hago a Dios todos los días, que a los rezos que se hacen
dentro de una iglesia; ¿Por qué lo dice?
no, es que la iglesia, nos ha dicho muchas mentiras; muéstreme, dígame algo
específico sobre eso.
Por ejemplo, el mito
de Yema ya; ¿se refiere a nuestra señora de la regla? Sí; ¿de qué se trata? Bueno, se cuenta que
Olofi, dio a Obatala una esposa, a quien llamo Oddudua; Obatala se representa,
como un hombre a caballo, vestido de blanco y sosteniendo una lanza en la mano.
Oddudua se
representa, como una negra sentada, amamántando a un niño; es la diosa de la
maternidad y tiene un santuario en badagry Nigeria; así que de la unión de
Obatala y Oddudua nacieron, un hijo Aganyu
y una hija, Yema ya Aganyu[2] Aganyu y su hermana Yema ya se casaron y
tuvieron un hijo, que se llamo Orungan y era tan hermoso y lleno de talento,
que su padre enfermo de envidia y murió.
Cuando Orungan se
hizo hombre, se enamoró de su madre y la forzó a tener relaciones incestuosas;
consumida por el dolor, la diosa maldijo a su vástago, quien pronto murió y
después subió a una montaña elevada, en donde murió de pena; al morir, su
abdomen estalló y dio nacimiento póstumo a catorce de los dioses del panteón
yoruba.
Don Fernando, sacó un
cigarrillo y le ofreció a Amanda, con un gesto, ésta le dijo que no; él, lo
encendió y bebió un sorbo de su café; ¿y entonces?, preguntó Amanda; al
reventar su vientre, las aguas que fluyeron de su cuerpo causaron el diluvió
universal.
De los huesos de Yema
ya, nacieron Obalufom e Iyaa, el Adán y la Eva del mito yoruba y propagaron la
raza humana, los catorce dioses que nacieron de Yema ya fueron; Aye shaluga,
Chango Chanepana Dada, Oba Ochosi, Uchú Oke, Oloum Olosa, Orun Oshun, Oya
Orisha oko.
A bueno, pero es que
eso, sólo es un mito; no, eso fue verdad y yo le creo más al mito yoruba que a
los curas; ¡Aaaa! , no pero, ¡yo si me siento bien en misa! ; yo no, porque no
les creo a los curas y en realidad, lo que a mí me interesa es que Dios y
Jesucristo estén conmigo, ¡nada más!; ¡a bueno!, no, pero yo si me siento bien, escuchando la misa, se que
los curas ,en algunos casos son arrogantes y abusan del poder que la iglesia les
otorga, pero en la misa si siento la presencia de Dios; ¡no pero es que usted
no sabe que el Vaticano es un estado!, a ellos lo único que les interesa es el
dinero y nada más.
Sara Lucía, se paró
de la silla, en donde había estado sentada y se puso a mirar las montañas,
estas se delineaban como viejas estepas, verdosas, pero no inamovibles; algún
día ellas también se derribaran, pensó.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
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