CAPITULO
XXVII
UN NUEVO AMOR
Neo, se hallaba recostado,
en la barra del cafetín del barrio, un tango sonaba y esté hacía de segunda
voz; “que el mundo fue y será una porquería ya lo sé; en el 506 y en el 2000 también;
que siempre ha habido chorros y estafaos, Maquiavelo y amargados, contentos,
valores y doblez.
Pero que el siglo 30
es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue; vivimos revolcados
en un merengue y en un mismo lodo, todos manoseados.
Hoy resulta, que es
lo mismo, ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador,
todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.
Serian
aproximadamente las cinco de la tarde; y Diego pasó apurado; ¡Diego, parce!;
dijo Neo, interrumpiendo su canto, ¿qué más hermano? No hombre, por aquí a las
carreras ¿Qué paso pues?, ¿qué es todo ese revuelo qué hay en su casa? Y es qué
he visto mucho movimiento; sí señor, y hace como más de un mes que están en
esas, arguyó el dueño del barsucho. Esté los miró, como queriendo decirles
¿bueno y a ustedes qué les importa? pero enseguida reflexionó; Neo, es un buen
amigo de la familia y no veo problema, en lo que me pregunta; tomó aliento y respondió;
lo que pasa, es que a don Manuel lo tienen recluido en la clínica y vos sabes,
que yo y mamá le tenemos pesar a Hunder Alexander.
Neo suspiró; sí, de
eso me he dado cuenta, Rafaela, digo doña Rafaela, es un alma de Dios ¿y esa
mujer tan bonita y elegante qué hay en tú casa quién es? ; No, esa es la mamá
de Hunder Alexander ¿Cómo así, la esposa de don Manuel? No, pero que mujer tan
linda parce ¿cierto qué sí? no y lo joven que se ve; ¡hay sí! pero Rafaela, tú mamá,
también está muy bien ¿Qué? No, decía que tú mamá es un alma de bien, ¡parce
eso no fue lo que dijo! ; No me hagas caso Diego, son bobadas.
¿Y qué, tomando? No hermano, dos politas nomás,
porque ya me tengo que ir a maciar, ¡pero oiga Diego!, que tangazo tan veraz, sí mano, está bonito, Diego paró la oreja y escuchó.
“No hay aplazaos, ni escalafón; los inmorales nos han igualado, si uno vive en
la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero,
rey de bastos, cara dura o polizón”.
Esas letras de esos
tangos, como que no pasan de moda; sí, pero yo se que voz, estas muy joven, para conocer esté
tango, pero yo me lo aprendí, desde que era pelao; el dueño del barsucho, lió
su tabaco y rió con ganas.
Diego bostezó
cansado; en esas, pasó Lilia, los hombres se la quedaron mirando; ¡hay Diego!,
si quiera que lo encuentro, estoy buscando un supermercado, para hacer unas
compritas y no veo ninguno por aquí; ¿cómo qué no Lilia?, allí arriba, hay uno
muy bueno; Neo se interpuso, pues anda Diego y la acompañas, para que no dejes
a la dama sola; esté se puso coloradito y dijo; sí venga Lilia yo la acompañó;
mientras estos se iban , el dueño del barsucho y Neo, los miraron alejarse.
Esas, no son para nosotros;
comentó Neo; no Neo, pero usted, tiene su guardado; sí viejo man, yo siempre he
estado enamorado, de la mamá de Diego; sí, lo sé; donde ese man, se entere, es
capaz de que ni me vuelve a hablar; no claro que Rafaela, a usted ni la hora se
la da; me la daba hombre , ¡viejo man!, hasta que se caso; usted más que nadie
,sabe porque lo dejo; ¡sí así es!, ¡sí man!, los vicios ; el otro hombre, no
respondió y siguió fumando su tabaco, mientras el tango, seguía sonando; por su
parte Neo, bebió un sorbo de cerveza y se quedó pensativo, mirando, hacía la
casa de Diego y el tango aún no terminaba.
“Que falta de respeto,
que atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón, mezclao
con estraviky va don bosco y laviñoon, don chucho y Napoleón, carnery y san martín;
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, se ha mezclado la
vida y herida por un sable sin remache, ve llorar la biblia, contra un calefón.
Siglo 20, cambalache,
problemático y febril; el que no llora no mama y el que no ufana, es un Gil. ¡Dale
nomás!, que allá en el horno, nos vamos a encontrar, no pienses mal, sentate a un lao, que ha nadie importa, si
naciste honrao.
Es lo mismo el que
labura, noche y día como un buey…[1].
Lilia y Diego subieron
al supermercado y mientras ella hacía compras, para llevar a la casa de doña
Rafaela, Diego la contemplaba alelado; sin duda, está es una mujer de clase;
mira Diego, ¿qué tal, sí llevamos estos champiñones?; sí, como usted quiera Lilia
¿pero tú crees, qué le gusten a tú mamá?
¡Bu! mí mamá como es
de sencilla, ¡a bueno!, entonces llevemos estos, ¿y a propósito, ahora qué regresé
de la clínica, no había nadie en tú casa? ; ¡hay sí! , dijo el joven bostezando,
es que mí mamá, tuvo que salir, para donde el médico ¿Cómo así, está enferma
Rafaela? No, no, una cita de revisión y nada más; ¡a menos mal! ¿Pero se te
nota cansado?; ¡hay sí!, un poco, es que anoche me acosté bastante tarde; ¿sí y
eso? haciendo un trabajo para la universidad, ¿tú estudias Diego? , sí Lilia,
estoy todo encarretado con unos libros, ¡ve que bien!, ya llevamos suficientes
cosas, ayúdame con el coche, mientras yo pago.
Bueno vamos, al salir
Lilia dijo; cojamos un taxi, ¡no hombre que va! ¿Para ir allí a media cuadrita?;
¿bueno y porqué no? deme esas bolsas Lilia, que yo las llevo, ¡a bueno!,
entonces yo llevo estas pequeñas; ¡aja!
Al llegar a la casa,
Rafaela todavía no había regresado, y mientras Diego, se daba una ducha, Lilia preparó
la comida, cuando está estuvo, llamó al joven, Diego te preparé la comida; ¡no!,
¿para qué se puso en esas Lilia?; para mí, no es ningún problema, además, fuera
de que yo tengo bastante apetito, también quería, darle una sorpresa a Rafaela,
¿sí quieres comemos ya, o la esperamos? , no, la verdad es que yo tengo un
hambre la macha, Lilia se río con ganas, a bueno, entonces voy a servir, Diego
se baño, se cambio de ropa y reapareció renovado.
Su cuerpo despedía un
olor muy agradable, y Lilia quedó matada con ese fragancia, ¡um!, si que hueles
bien Diego, y mientras comían, los ojos de ambos se encontraron por varias
veces, y lerdo que lerdo, departieron sobre muchas cosas, al verlos, se les
veía felices.
Al terminar de comer,
la química, que los enlazaba, era inequívoca, y mientras él, lavaba la loza,
ella la secaba; por un momento, al colocar un plato sobre la mesa, y al Lilia
ir a tomarlo, las manos de ambos se enredaron y se quedaron mirando a los ojos,
casi, casi, estuvieron a punto de besarse.
Luego se dispusieron,
para ver la televisión y Diego dijo, ¿ve qué será, lo qué le pasa a mí mamá, qué
no llega? ¿Bueno, pero ella, anda con Evita? Sí, por supuesto. En esos
momentos, sonó el teléfono y Diego contestó; ¿ay eres tú mamá? nos tenías más
preocupados, ¿a, es qué estas dónde la tía?; ¡hay que rico!, ¿y Evita cómo está?
¿Está contenta, a bueno y te demoras? Llegas tarde, a bueno, no, Hunder
Alexander, está con Ricaurte. Por alguna razón Diego omitió el nombre de Lilia;
bueno madre, un beso, juicio, yo veré, ¡bay!
No, esté caos pequeño
e inhóspito, que parece a veces la vida, es también como un juego de ajedrez y
uno tiene que cargar, con la emoción a cuestas, hoy por ejemplo, por estar con Lilia,
hasta se me olvidó, que Clara Inés existe y que respira el mismo aire que yo;
pero es, que, que pereza, pensar en alguien que no te merece; dijo Diego, en un
tono melancólico.
El muchacho, buscó a Lilia
con la mirada, pero no la encontró, supuso que se había ido a dormir y apagó la
televisión, se asomó al patío y vio una luna amarilla y redonda que lo cautivó,
se dirigió hacía afuera y cuando se iba a sentar, vio la silueta de Lilia, está
se hallaba recostada en las chambranas y parecía absorta, callada y
contemplativa, mirando a la luna, de frente, se veía una estrella; ¡hay, que
noche tan hermosa! ; pensaba Lilia, mientras su pecho se expandía y sus senos
subían y bajaban.
Diego al verla, se le
acercó en silencio y se quedó allí, de pié, casi a un lado, está volteó la
cabeza y se pegó el susto del siglo ¿Diego qué haces aquí? ¡Hay que susto me
diste! ; Lo siento, no fue mí intención asustarte, lo sé, descuida, es sólo que
no pensé que alguien más, estuviera cerca.
Se acercó un poco y riéndose
preguntó; ¿Qué pensaste qué era? no, ni modo que te diga, que creí, que eras un
espanto; ambos se rieron con ganas; ¿y qué pensabas, cuándo mirabas la noche? ;
No, no miraba la noche; ¿a no? no, miraba el cielo; ¿y? ; Bueno, y nada Diego,
es sólo que a veces creo, que algo pasa en el cielo ¿y eso te preocupa? no, es sólo
que soy una romanticona, y al decir esto, hizo el intento de alejarse; no
espera; dijo, tomándola de las manos, pero, como ella, se le quedara mirando,
de inmediato se apartó un poquitín, que pena Lilia; ¡no hay porque Diego! ; ¿no
te desagrada? ¿Qué? bueno estar aquí,
conmigo y mirar juntos, la…, Bueno la luna.
Lilia suspiró; no, no
me desagrada, por el contrario; entonces, la tomó de las manos y se las acarició,
y luego se la llevó, hacía el centro del patío; estaba puesta allí, una silla
grande y se sentaron, la enlazó por la cintura, y está se reclinó en su hombro,
al poco rato, ya el amor, había hecho hochas, puesto que los besos, no se
hicieron esperar.
A partir de ese
momento, se vieron a escondidas, más que todo, porque Lilia, presentía que a
Rafaela, no le caería bien la noticia, y mucho menos a Hunder Alexander, ¿Cómo
podría él, entender estas cosas? Es que ni supo, en que momento se dieron, ni
porque; y para acabar de ajustar, en medio de semejante situación y con Manuel,
grave en la clínica, ¡yo no sé que voy a hacer!, pensó.
De igual manera, a
Sara Lucía, las cosas se le pusieron peludas, porque recibió un telefonazo,
como a eso de la una de la mañana, desde la casa en donde se hospedaba su tío
Alfonzo; hay Sara Lucía, su tío parece que ya se murió, dijo una voz angustiada
desde el otro lado del auricular; ¿porqué? ¿Qué paso? No, es que, como le
parece que está en la cama, dormido o privado, y no he hecho sino llamarlo y tocarlo
y nada que se despierta, ¡vengase para acá! ¡Vengase rápido!
Medio agitada, y más
asustada que nunca, Sara Lucía, salió a la calle, en busca de un taxi, pues, en
esos momentos no tenía automóvil, y era un día, en el que los rumberos del
barrio, festejaban de lo lindo, en cada esquina había un combo con su yerbita
alimentando el aire.
No, esto, es más
peligroso, que un horno a todo su potencial; pensó; sentía miedo, pero era
conocida por los parceros, como vecina del barrio, así que pudo salir airosa;
nada que consigo un taxi, ¡a, es que a esta hora!, ¡si que es bien difícil! Dijo un poco exasperada, de modo que salió a
la avenida y bueno, de puro chiripazo, como que bajaba uno y le puso la mano y
el carro se detuvo y de inmediato la llevó hacía su destino y preciso; el
hombre, el tío, estaba ido por completo, privado, más del otro lado que de esté,
no se le sentía, ni respirar, el mismo taxi, que la trasportó, los llevó a
urgencias de la clínica, lo atendieron rápido.
Aunque claro, hubo
que gestionar y hacer vueltas, lo entraron y lo acostaron en una camilla y
después de un rato, Alfonso comenzó a despertar, pero no podía dar del cuerpo y
lo llevaron al baño, ya que fue lo primero que pidió.
Y nada que el tío,
podía hacer sus necesidades, así que una enfermera ,lo más de bonitica y hasta
jovencita se puso unos guantes y lo ayudó , colocándole los dedos por el trasero,
fue la única manera, sí tía Ester; de esté modo, fue como sucedieron las cosas;
la hermana de Alfonzo la escuchaba consternada.
Y entonces, al poco
tiempo, le dieron de alta y como Alfonzo, vivía en una población cercana, Ester,
su hermana, dispuso que se lo llevaran para un ancianato, ya que era muy
difícil, según ella, hacerse cargo de él.
¿Hay tío Alfonzo, cómo
así, qué se lo van a llevar para un ancianato? Sara Lucía, usted sabe, que yo
no me amaño por aquí, y sé, que a usted, no le choca que yo me quede, pero
usted sabe, como quiero, yo a mí hermana, pues con ella, he estado toda mi
vida.
Sí, lo sé, pero sé
que la idea de irse para ese lugar, no es buena; ¡hay mija! ,será, mientras me alivio,
porque a mí me da pena, con mis amigos de guayabal, el otro día, me llevaron,
para que me quitaran la sonda y hasta me pidieron la cita, ¡pero es que con
tanta droga que yo tomo!; Alfonzo se quedó pensativo; y lo más seguro es que,
me tomé la pastilla, que no me correspondía y por eso fue que me quedé como
muerto y ellos no pueden estar pendientes de mí; ¡es verdad! y eso acarrea
muchos gastos , ¡sí mija!
Desde ese día, Alfonzo
se sumió en un profundó letargo, al otro día vinieron por él y se lo llevaron y
fue muy triste, Sara Lucía, lo contempló irse; ¡bueno mija!, gracias por todo y
prométame que va ir a visitarme; se lo prometo tío, la otra semana voy.
Cuando se fue, a Sara
Lucía, le rodaron las lágrimas por la mejilla; ¡hay que pesar de mí tío! , y yo
sin un peso; pensó, ¿cuándo será qué saco mis grados?
Para mitigar su dolor,
se puso a leer de nuevo ese cuaderno empastado; lo abrió en esta página y Amanda
se hallaba conversando con don Fernando, ¿hola qué tal, Amanda cómo le va? Bien
don Fernando ¿y cómo va ese futbol? Amanda, no era amiga de esté juego, pero sabía
que a esté hombre, le gustaba verse los partidos de futbol, así que, quiso
hacerle una deferencia.
Esto pareció
agradarle, puesto que se rió y dijo; y ganamos, en el último partido ganamos; a
que bien; ¿bueno nos tomamos un cafecito para esté frío? Sí, venga bajemos, que
allí venden bueno y barato; ambos se rieron; dos cafés negros por favor, ¡huy,
pero si que está caliente!; sí rico; bueno, vea lo que le traje para hoy ¿sí,
de qué se trata? Hoy, le voy a hablar, del Elegua; todos los santeros, convienen
que después de Obatala, el más poderoso de los Orishas[2],
es el malicioso y formidable Elegua, la
fuerza feroz del Chango, el talento de Ogun para la guerra, la influencia de Yema
ya y de Oshun en asuntos familiares o económicos, según la tradición serán nulos
a menos que se haya conseguido, la buena voluntad del Elegua.
Los poderes temibles
de esté Oriha, se explican con otra leyenda de Olorun olofi[3],
resulta que en cierta ocasión, el padre eterno, estaba muy enfermo y era víctima
de un mal misterioso, que no lo dejaba trabajar en los campos. Todos los oris has, habían intentado curarlo, pero sin
ningún resultado.
El Elegua, aún era un
niño, pero pidió, que lo llevaran con el creador, ya que aseguraba, que sabía cómo
curarlo; lo llevaron a la presencia de Olofi y allí delante de esté, mezcló un
brebaje (Ogbo)[4] con
algunas hierbas y se lo dio a tomar a Olofi, el padre de los Dioses.
Esté recuperó la
salud y toda su fuerza en pocas horas, y de gratitud, se llevó a Elegua; y ordenó
a los demás oris has, que a partir de ese momento, Elegua sería el primero, en
ser honrado, en cualquiera de sus ceremonias
Don Fernando, que ya
se había terminado el café, buscó en su pantalón y sacó una cajetilla de
cigarrillos y le ofreció a Amanda, está negó con la cabeza y mientras esté encendía
ella dijo; ¡vaya!
Esté aspirando el humo dijo; es que la cosa es
seria ¿y entonces? No, también, le dio una llave para que abriera todas las
puertas y lo hizo el propietario y el guardia de todos los caminos, así que, el
poder del Elegua, quedó establecido desde ese tiempo. ¡Aaaa! ¡Que bien! ; dijo Amanda
suspirando; ¿bueno y qué piensa de lo qué le he contado? No con respecto al
mito, me parece muy bonito y dale con lo
del mito; está riose; pero con respecto a la montaña de sorte, pues… ¿sí
dígame? A ver, ¡vea le cuento! en un
claro de la noche, he visto el rostro de Dios y, me parecería muy teso que él, muy enojado me dijera de pronto; has cambiado mí
rostro por el rostro de esas gentes sin
moral. ¿Sin moral?, Sí, mire don Fernando, la brujería, usted sabe…
Sara Lucía, que
estaba sentada, sintió una opresión en el pecho y unas tremendas ganas de
llorar y a su vez, como una tristeza insólita que la invadía; dejo el cuaderno
a un lado, sin saber que le pasaba, el llanto la inundó y duro así, por un buen
rato, al momentico, siendo ya, como las cuatro de la tarde, recibió un
telefonazo.
Y es que no bien,
había trascurrido, apenitas dos semanas, cuando ya la estaban llamando del
ancianato; una voz fría anunció, su tío Alfonzo murió; está se quedó de una
pieza, ¿murió, cómo así, a qué horas fue eso? , A las tres de la tarde; Ya voy, ya salgo para allá; la verdad es que
el sitio, en donde tienen a mí tío, si está bien lejos; y para acabar de
ajustar, que trancón tan verraco, ¡más rápido señor!; el taxista repuso; ¡no
señora!, ¿pues cómo? ¡No ve, que está es una hora pico!; y ¡no hay por dónde
sacarle el cuerpo a todo esta carrerio!
Después de un rato, Sara
Lucía exclamó; ¡al fin!, casi que no llegamos, déjeme aquí señor; con gusto, ¿qué
le pago? Miré tome y deje así; es usted muy amable señora; por nada, esa puerta
café, esa debe ser, voy a timbrar; ¡ring!, ¡ring! ¿Es usted la pariente del
señor Alfonzo?; ¿sí en dónde lo tienen? Está en esa habitación, del lado
derecho, y la policía ya viene para acá, ¿bueno y dónde está la encargada? Un
momento se la llamo.
¿Es usted la sobrina
de don Alfonzo? Sí yo soy ¿y cuénteme, cómo murió? Vea, la otra semana se cayó
en el baño; y a raíz de eso venia como mal; ¿bueno y usted porqué no aviso? No,
yo tengo mucho personal para atender y eso me queda muy difícil; ¡no, pero que
descarada! cuando lo trajeron se comprometió a cuidarlo; ¡claro que lo atendí! antes
le quite ese diazepan que se estaba tomando; ¿Cómo? No se lo quitó el
especialista, para venir a quitárselo usted; ¡eso es muy dañino! no liase, pero
él, estaba acostumbrado a tomárselo desde niño, y quitárselo era como causarle
la muerte.
¡Hay vea señora!, yo
no quiero seguir discutiendo con usted, si quiere, vaya véalo, está en esa
habitación; Sara Lucía, se dirigió al lugar reseñado, y dijo con enojo; pero
eso si, todo el platal que cobró cuando lo trajeron, ¡descarada!
¡No, Dios mío! ¿Qué
es esto? ; Alfonzo se hallaba acostado de lado en la cama, al estilo feto, las
rodillas juntas y la mano izquierda entre las piernas, la otra, la mano derecha,
la tenía debajo de la cabeza, como reclinado a ella, esté lado de la cara, se
le veía, en apariencia sereno, pero tenía los ojos abiertos.
Sara Lucía lo miró y
no pudo evitar el chorro de lágrimas y lloró; ¡pobre tío! ¡No sabe cuánto lo
siento! ¡Cuánto! trate de venir, pero se me dificultaron un poco las cosas,
pero usted sabe, que yo lo apreciaba en gran manera, ¡perdóneme!, sí, por no haber
llegado a tiempo.
Estuvo así un buen
rato, hasta que se salió de la pieza y se fue para un patío y se fumó un
cigarrillo, al terminarlo, volvió a entrar, se le acercó, todavía estaba
caliente, y sin saber porque, intentó voltearlo del otro lado; mejor no lo
hubiera hecho, porque lo que vio, la dejó sin habla.
Lo tomó con ambas
manos, esté quedo casi de frente, pero la expresión que tenía, era de espanto,
parecía como si el horror se hubiese apoderado de él, en el instante de morir o
hasta quizás unos segundos antes; ¿Dios mío, qué sería lo qué vio? ¿Qué pudo haber
sido? Se preguntó y lo soltó espantada; el cuerpo ya sin vida se dejo caer, de
nuevo hacía un lado, rígido, dejando ver tan sólo el lado amable, que tenía
cuando ella entró.
Ya al mucho rato, llegó
la policía y lo prepararon para llevárselo para el anfiteatro, debían averiguar
la causa de su muerte. Después de eso, Ester y una de sus hijas vinieron y se
lo llevaron para enterrarlo en el pueblo.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA.
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
[1] TANGO; Cambalache, autor enrique santos discepulo; música popular de
argentina.
[2] LOS ORISHAS; los que honran e invocan el espíritu de los Dioses.
[3] Uno de los Dioses, se dice que formaba parte de Olodumare, según la
leyenda africana el Dios de los cielos; o principio creador.
[4] (Ogbo) según parece es una medicina, hecha a base de plantas
medicinales.
[4] Uno de los Dioses, se dice que formaba parte de Olodumare, según la
leyenda africana el Dios de los cielos; o principio creador.
[4] (Ogbo) según parece es una medicina
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