CAPITULO XXIX
El ENCUENTRO
Era una noche de luna
y estrellas, noche de verano y de canturreos. Adentro, el olor a chimenea se
sentía bullir, se hallaban reunidos, en torno a la mesa del comedor, Diego, Amanda,
Lilia, Ricaurte y hasta los niños.
Doña Rafaela, en
lugar de sentarse, iba de aquí para allá, trayendo y llevando una cosa y otra;
Lilia y Amanda se ofrecieron a ayudarla, pero está no aceptó; en unos segundos,
me siento con ustedes; les dijo.
La comida está
deliciosa, esté pollo tiene un sabor..., tienes que darme la receta; dijo
Lilia; sí, a ratitos sabe como a pavo, dijo Amanda, no sé, aseguró Ricaurte; y Diego
aseveró, es que no es por nada, pero mí mamá; tiene una mano...
Rafaela se sonrió Y
Ricaurte continuó; estoy de acuerdo en todo, exceptuando algo, ¿no creen qué a
las cosas hay qué llamarlas por su nombre?; ¿qué opina usted Amanda? Es posible que tenga razón don Ricaurte; pero
también, hay que entender, que muchas cosas son a veces, una mezcla de dulce y
amargo.
Como el amor por
ejemplo, adujó Diego; es cierto, aseveró está, riéndose; pero sí, muchos
sabores y olores se hallan reunidos en uno sólo, sin que por ello, sean menos
exquisitos ¡y vaya qué está cena lo está! aseguró Ricaurte.
Rafaela, que ya se
había sentado a degustar, se sintió aludida, bueno, bueno, con tantos halagos,
van a hacer que me enoje y me vaya. No son halagos Rafaela; de la misma manera
que no se puede confundir la literatura con la realidad.
¿A qué viene eso
ahora? Preguntó Diego; bueno es que
antes de sentarnos a la mesa, Amanda y yo estuvimos tratando algunas cuestiones
de esa índole. ¿Cierto Amanda? Sí, don Ricaurte y yo tocamos ese asunto; dime
tan sólo Ricaurte; ¡ujm!
Esté continuó, ¡Verán!,
yo creo que entre la realidad y la ficción, tan sólo existe un pequeño tejido;
que si se rompe, ya no sabremos distinguir entre lo uno y lo otro; pero miren, golpeó
fuerte con sus zapatos; eso no quita que esté momento, que estamos viviendo,
pierda su encanto; su haló de dicha.
Todos se rieron;
Rafaela y Lilia se miraron; creo que ya es tiempo de que nos movamos a limpiar
la cocina; así es, dijo Rafaela; sin embargo apeló; ¡hay miren!, yo no sé nada de
literatura, ni entiendo un comino de lo que están hablando; ¿pero qué más
literatura qué la realidad, qué vivimos a diario en nuestro país? y de la
cotidianidad ni se hable; pregúntenselo a mis manos, que trabajan duro, en el
día a día.
Es cierto mamá; ¿alguien
quiere más vino?; está delicioso es lo más viejo, lo más añejó que pude
conseguir en el mercado; llena mí copa hijo y también la de todos, es bueno que
brindemos por estos momentos, por todos nosotros; ¡en hora buena! ¡Rafaela! ,
dijo Ricaurte con gran emoción, brindemos por nuestra amistad, ahora que somos
reales y no solo ficción.
Tienen razón, apeló
Diego; ¡bravo Rafaela! gritaron y aplaudieron todos al unísono.
Luego que hicieron el
brindis; Rafaela preguntó y cambiando de tema; ¿Cómo se encuentra Manuel? En
estos momentos, debe de estar saboreando el plato especial que le enviaste, y
por lo demás, la enfermera que contraté, lo trata muy bien; es decir, le
suministra la droga; sabe que puede comer y que no, por lo general ella misma
se la prepara.
¡A!, y antes de
venirme para acá, me expresó lo feliz que se siente con tú amistad Diego. ¡Qué
bien!, en cuanto puedas, dile que de igual modo, yo también.
Estos tres meses
sucedidos, desde la estadía de Manuel en la clínica, parecía, que les había
sentado bien a todos. Al fin, las mujeres se retiraron a la cocina y los
hombres se fueron a la salita.
Ricaurte sacó su pipa
y aspiró un poco, ¿no sabía qué usted fumaba?, solo lo hago después de una
buena cena como está; luego aspiró despacio y se dejó absorber por esas
extrañas ondas escriturales, deshidratadas, hidratadas, que se deslizaban por
su mente; él no era un escritor, ni tampoco quería serlo; algunas veces lo
había intentado, pero tan pronto quería hacerlo, la cosa se le apartaba de la
mente.
¿Pero porqué le sucedía
esto, porqué se le venían estos pensamientos? ¿Sabes una cosa Diego? Nada hay más
brutal que la realidad, y aunque lográramos plasmarla en la escritura, no
pasaría de ser sólo eso, una simple ficción y además mira, como han ido siempre
las cosas; Nerón por ejemplo, después de incendiar a Roma; quiere también
incendiar al mundo; dio varias chupadas a su pipa con lentitud y continuó, Diego
lo observaba. Pero no como un niño que describe círculos en la arena, sino como
un loco, un ebrio sediento de poder.
Diego Suspiró y
aunque lo que Ricaurte decía, parecía a simple vista, algo fuera de lo normal; esté
acabó por confirmarlo; así es Ricaurte, Nerón, quiere seguir incendiando al
mundo y Raquel sigue llorando por sus hijos muertos; ¡oh Israel!, ¡Israel! te derramaste
desde la copa más fina y bañada en oro y tan sólo para caer como una de las rameras más bajas; ¡vaya Diego!;
déjame, que yo le agregue el otro pedacito; está bien hazlo. ¿Hasta cuándo
unida a los poderosos de la tierra seguirás desparramando la inocencia?
Sin esperar a que
Ricaurte terminara; Diego remató; ¡hay Israel! , pobre de ti; ¿mira Ricaurte o
yo estoy ebrio o los dos hemos leído el mismo libro? Ni lo uno ni lo otro, a mí
modo de ver, son tan sólo ondas escriturales que se mueven en nosotros, surgen
desde dentro y se confunden en el aire. ¿Dices nosotros? sí, ya sabes, esos
seres como nosotros.
Hablas de un modo muy
gentil; ¿disculpa? que hablas como los gentiles; disculpa soy torpe, pero no
tanto; ¿te refieres a qué hablo de un modo muy aburguesado? De ese nosotros..., sin embargo aunque
generalice no estoy discriminando a nadie; pero es obvió que lo haces, es más,
esas ondas escriturales no se manifiestan, sin una previa asignación de lo
pensado.
Ricaurte sacudió su
pipa y terminó por apagarla; mira Diego, se que te has sentido aludido, pero mí
lio, no es contigo, ni con el nosotros, sino conmigo, en fin; el asunto no es
tan grave, pero intento reescribir el nosotros en…, en mí cabeza, es tan sólo
eso.
Diego abrió la boca
para refutar, pero en ese instante, las mujeres regresaron alegres y
sonrientes; bueno señores, hemos terminado con la cocina; Lilia se adelantó y
dijo. Yo ya regreso, voy a ver como está Manuel, Diego miró y preguntó a su
madre ¿y Amanda, en dónde está?; ¡ay hijo!, creo que hace rato que está afuera,
contemplando a la luna; ¡Ah!
Al salir Lilia;
Chela, le abrió y con afabilidad le dijo; siga, siga; Manuel se encontraba
dormido y mientras la enfermera, organizaba algunas medicinas, Lilia, buscaba
con afán, su vieja y querida guitarra, la que nunca abandonaba; pero antes embadurnó
sus manos con crema; bueno, yo me vuelvo para la reunión, si alguna cosa, ya
sabes; me llamas; váyase tranquila, ahora, no creo que pase nada; mírelo,
duerme como un bebé. Es cierto, ya se encuentra muy bien.
Al regresar a la
casa, encontró a Diego hablando con Rafaela; mamá te digo, que ya has trabajado
demasiado, deja a Meri, que se encargue de todo; es tiempo de que descanses; Lilia
se adelantó, Rafaela perdóname si parezco, una entrometida; pero tú hijo tiene razón.
¿No, cómo se te
ocurre querida?; entonces, en tono alto, propuso lo siguiente; ¿qué tal, si nos
vamos para el patio? hace muy buena luna y además está tarde, acomodé algunos
muebles allí. Bueno vamos; asintieron todos.
Ricaurte y Diego, se
fueron juntos, esté último con la guitarra de Lilia, medio apretada entre su
brazo izquierdo; Lilia y Rafaela se fueron platicando, que si una cosa, que si
la otra, de repente Rafaela dijo; ¡ay Lilia!, voy a buscar un saco para
colocármelo, sé que no hace frío, pero a mí me gusta sentirme abrigada; ve
tranquila.
Amanda reapareció
cerca de Lilia; ¡he, hola Amanda! te hacía en el patio, está se sonrió; ya que
estas aquí, quiero aprovechar, para decirte que me sorprendí mucho, aquella vez
que Hunder Alexander, te tomó de las manos; creo Amanda que te hubiera detestado
para siempre, sino es porque Diego me habló de ti y también por esa salida
rápida para la clínica; no te preocupes Lilia, se que a mí, me habría pasado
igual.
¿Pero sabes una cosa?
tú no pareces una mujer del común, ¿de veras? Pero tú, no te quedas atrás Amanda;
tú, si que te sales de lo común; ¿pero porque? Dijo ella y riose con gran efusión;
mentiras no, anda ven, vamos a disfrutar
de está velada, que denota ser excitante. Vamos pues.
Los niños, las seguían
tomados de las manos; ¡ay!, y, el olor a chimenea, se dejaba sentir en el aire.
Al llegar se sentaron
alrededor, de frente, los unos con los otros, mientras la noche los
contemplaba, impávida de luna y de estrellas rutilantes.
Con nitidez la cara
de la noche, se formaba en cada uno de ellos, sin embargo, hasta es posible que
del otro lado de la ventana y atraído por la luz y el calor de hogar, algún
lobo acechara hambriento y celoso.
Tomó Diego la
guitarra y se la paso a Lilia, por unos segundos sus ojos se encontraron, pero
disimularon bien su roce con las palabras. ¿Bueno está guitarra fue traída aquí
para algo o no? No te equivocas Diego, de niña me encantaba cantar y amenizaba,
casi siempre las reuniones de mamá; bueno, cuando no metía las narices en las
conversaciones de ella y sus amigas.
Por unos segundos,
Rafaela expresó su disgusto, no le gustaba que Diego, hablara con ella, pero el
gesto desapareció con rapidez de su cara; después de todo, Lilia era una mujer,
una persona agradable; pensó.
Lilia continuó; y ya
cuando vivía en España, aprendí a tocar la guitarra y a perfeccionar mí voz,
pues me quedaba mucho tiempo libre, Rafaela intervino; ¿es cierto qué en España
no tratan bien a los colombianos? Todos la miraron, como si hubiese salido de
algún otro mundo; ella se dio cuenta y agregó; bueno la pregunta, es porque
muchos de mis vecinos, que tienen parientes allá; cuentan que los tratan muy
mal y por lo demás, es difícil conseguir empleo.
En parte, eso parece
ser así; en mí caso no, ya que mí compañero, estaba muy bien relacionado y
bueno, lo demás ya lo saben; ¡cierto mamá!, deja que Lilia nos sorprenda y nos
deleite con su voz.
Sí, ya don Ricaurte
nos ha contado que canta…, bueno entonces ¡que cante, que cante! repitieron a coro;
Hunder Alexander, aunque no había hecho las paces con ella, se sintió orgulloso
y se acomodó prácticamente a sus píes; Lilia lo notó y pensó; está es la
ocasión, tengo que conquistarlo.
Comenzó a rasgar las
cuerdas de la guitarra, todos se estremecieron; ella dijo, casi deletreando las
palabras; está canción, va dedicada a mí hijo, Hunder Alexander; él, los miró a
todos con la cabeza erguida y mostrando una sonrisa de oreja a oreja.
La autoría de está
canción; aclaró; le pertenece a Facundo Cabral[1];
doña Rafael se encogió de hombros; ¿vaya a saber quién será ese?, pensó.
Entonces, con la voz más melodiosa, que jamás Hunder Alexander había escuchado,
ella su madre, comenzó a dar un canto, a recitar estas palabras; “No crezca mí
niño, no crezca jamás, los grandes al mundo le hacen mucho mal, el hombre
ambiciona cada día más y pierde el camino por querer volar. Al correr el hombre
no puede pensar, que ni el mismo sabe para donde va. Vuele abajo, todos, a ver
todos.
Vuele abajo, porque
abajo esta la verdad, esto es algo que los hombres no aprenden jamás. Diógenes
cada vez que pasaba por el mercado lo hacía muy feliz, porque veía muchas cosas
que el hombre no necesitaba. “
¡Eh¡¡ avemaría¡, se lució,
¡usted canta¡ ; no, y eso, no es nada mamá; ¿se fijó cómo toca esa guitarra? no,
no, es que yo estoy aterrada. ¿Quién es Diógenes mamá? Preguntó Hunder
Alexander, que sin darse cuenta había dicho esa palabra; todos se miraron
expectantes; pero esté con inocencia prosiguió; ¿es acaso algún amigo tuyo? Ja,
Ja, Ja, Ja, Ja; rieron sé todos.
¡Que gracioso eres
Hunder Alexander!; añadió doña Rafaela; él frunció el ceño y de inmediato hizo
un ademán de levantarse; pero con suavidad Diego, le puso las manos sobre el
hombro; ¡e y!, ¡e y! ¡No te enojes hombre!, es sólo un juego.
Al comprender su
imprudencia, Rafaela dijo con sinceridad; a decir verdad yo tampoco, se quién
es ese tal Diógenes; al ver que nadie respondía nada, prosiguió; ¡pero como
nombre feo y raro si tiene! ; ¿mamá te hicieron daño los vinitos?
Escúchenme todos, expuso
Ricaurte, basta ya de pláticas y démonos gusto, escuchando a la señora Lilia; está
noche amigos, es de inspiración; pero antes te diré Alex y a usted Rafaela, que
Diógenes fue un hombre pensativo; es decir que pensaba. Pero además, añadió Amanda;
ese fue un hombre que sabía cómo usar un poco de sal.
¡A¡ dijo Hunder Alexander;
¡Jun¡ ;dijo doña Rafaela; y cuando Lilia ,iba a dar un bosquejo de su voz; Evita
dijo, espera un segundo, ¿qué es estar inspirado Ricaurte? Bueno pues… ¡hombre!,
es eso, que la señora Lilia está haciendo; ¿ay, es algo así, como una cosa
dentro del pecho? Sí, así es, creo que es algo así; ¿no es cierto Amanda?
¿Me devuelve usted la
pelotita Ricaurte? Evita ya lo dijo,
simple, tan simple como el viento, como esté instante pequeño.
¿Sí, pero háblame más,
acerca de lo qué para ti significa?; ¿Vaya, y era usted, el qué tan sólo,
quería escuchar a Lilia?, añadió sonriente Diego; esté hizo un gesto con la
mano, como dando a entender, que lo esperaran tan sólo unos segundos.
¡Que remedio!; dijo
ella; te daré gusto, para mí es algo así como un poco de posesión, un poco de
frenesí; de sentido de pertenencia y también el tratar de ahondar en la tradición.
¡Basta! ¡Basta! a mí
esas conversaciones me dan dolor de cabeza; me disculparan, pero es momento tan
sólo de escuchar a Lilia.
¡Por supuesto!, dijeron ellos, nosotros también;; ¡sí, que cante!, ¡que
cante!; bueno vamos a escuchar un tema de Silvio Rodríguez[1]…,
está vez, fue Rafaela la que interrumpió; esperen un poco, está sonando un teléfono;
sí, es el de Ricaurte ; que pena, debí de haberlo apagado; no importa, contesta,
contesta; sí diga;¿Cómo?, ¿qué dice?, cálmese Chela; es para usted señora Lilia;
ten, ten la guitarra Diego; ¿sí, pero dime qué pasa?; ¿ pero cómo? Salgo ya, de inmediato; entonces se levantó
diciendo Manuel sufrió una recaída. ¡Mí papá! ¡Mí papá! vamos te acompañamos; sí
vamos; dijeron a coro; está no respondió y salió volada; bueno, ya sabíamos que
esto podía pasar; expresó Ricaurte.
Siquiera vino señora Lilia;
ya llame la ambulancia; estaba dormido, en apariencia, todo estaba controlado;
pero de repente, se despertó desvariando y vomitando algo café, el hígado, ¡usted
ya sabe! Sí, sí no te preocupes, lo de la cirrosis, los doctores ya me lo
habían dicho.
La voz de Manuel se dejó
escuchar; ¡Lilia!, ¡Lilia!; el sonido era bajo, como débil y hasta apagado;
¿Manuel cómo se siente? No Lilia, mal,
estoy muy mal; pero no se preocupe por Hunder Alexander, yo se que él, es todo
un hombrecito y lo va a superar; tranquilo, no se esfuerce; sí, sí, es que
quiero decirle esto, antes de que todo se torne oscuro; y es que estos meses,
bajo su cuidado me he sentido muy bien; Lilia trató de desenredar, su mente, ¿meses?,
se preguntó; Diego; murmuró y pese a su estado, Manuel la escuchó.
Hunder Alexander, que
se había quedado rezagado, porque Rafaela lo había detenido; entró hablando
alto con su vocecilla; ¡papá! ¡Papá! ; Hijo, Hunder, no te pongas así; ¡hijo!;
dijo mientras esté lo abrazaba; perdóname por no haber sido un buen padre.
¡Llegó! ¡llegó!, ¡ya llegó
la ambulancia señora Lilia!; ¡muy bien! entren, por aquí; Cojan la camilla, ordenó
un hombre blanco, y Diego que estaba afuera les dijo; yo les ayudo y así entre
dos hombres y Diego sacaron a Manuel, con mucho cuidado y lo colocaron en la
camilla y luego lo subieron al carro de la ambulancia, bajo la mirada de los
demás; el niño se acurrucó junto a la
pared y Lilia, aprovechó para apretar su cabeza, contra su vientre, él se quedó
allí quieto, pero luego se separó.
Bueno vámonos ya; con
él, sólo puede ir una sola persona y la enfermera; Lilia y Chela se subieron de
inmediato. El carro se marchó y Hunder Alexander explotó en llanto, Diego lo
apretó entre sus brazos.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA.
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
[1] Silvio Rodríguez cantautor de origen cubano.
[1] Facundo Cabral cantautor de nacionalidad argentina; canción; vuele
abajo.
DIOGENES LAERCIO; filosofo y pensador ; perteneciente
a l periodo de los presocráticos
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