CAPITULO
XXXII
CAPITULO XXXII
Duncan Isadora,
terminaba el último semestre de química farmacéutica; sus padres Vivían en el Líbano
Tolima, y ella ansiosa de conocer se vino para Medellín[1];
se puso a trabajar como vendedora de cosméticos y luego, con un poco de suerte,
se colocó en el gran almacén; con eso se terminó de pagar sus estudios; Pronto
saldría de vacaciones, lo más seguro es que se iría a visitarlos. Recordaba
aquella noche en que vio por última vez a Clara Inés, de está guardaba su
imagen, su voz y sus palabras.
No la había vuelto a
ver, después de que está se casara; aunque sabía donde hallarla; cada vez que
la llamaba, le respondía con cariño, pero siempre le decía; no te alcanzas a
imaginar la cantidad de trabajo que tengo; ¿porqué no me llamas la otra semana?
Y hay vemos a ver, cuando es que podemos hablar.
Y lo hacía, en verdad
lograba verla, tan sólo diez o veinte minutos máximo, tan ocupada se mantenía y
aún cuando, no parecía desagradarle la compañía de Isadora, su interés era
poco; ella jamás daría su brazo a torcer, su matrimonio y su trabajo estaban
primero.
Podrían haber pasado
siglos enteros y la Pilarica
no habría hecho nada, por esta relación, conocía y sabía de su bisexualismo, pero su condición social, no le
permitiría jamás, inmiscuirse en está relación, o en cualquier otra que se
saliera de los límites de lo permitido
Lo días, las semanas,
los meses rebasaron el tiempo, en que el corazón, acumula pesares y ausencias,
desamores, que no se resuelven ni siquiera con la muerte, son esos entredichos,
los que quedan en la memoria, acertijos imposibles de resolver.
Dio un suspiro y en
lugar de dirigirse, a tomar su buseta, como lo hacía cada tarde; pues era mujer
de costumbres; se desvió de su ruta y se dio a la tarea de darse una vuelta por
el parque San Antonio[2],
que se encontraba cerca. A Clara Inés la conoció en un aula de clases; de algún
modo, entre ambas, se dio ese tipo de atracción que se instala a veces desde el
silencio; y que es obvió para esas dos personas; porque se siente hasta en la
mirada, que anuncia o se enuncia en ciertas complicidades que juguetean entre
los dientes y por entre la piel; en esos roces de los cuales, sólo el alma es
capaz de dar cuenta en sus momentos secretos.
Entonces la vio, le
pareció verla como en aquella ocasión; alta y delgada, en frente de ella; Isadora
tomó su mano, esa mano delicada y la retuvo entre las suyas, mientras ella la
miraba sonriendo, era el amor, que se
deslizaba secreto, amor imposible; luego se la llevó hasta sus labios y la beso
con fervor; a partir de allí, la seguiría buscando y ella aceptaba sus
llamadas, pero nunca quiso pasar de ese punto; a la final nunca se supo si era
por temor; o porque en verdad como se presupone; eran los enhiescos prejuicios
los que no se lo permitían.
Y así fueron pasando
los días y las noches; pero por fortuna para Isadora el tiempo ya se había
normalizado y la lluvia ya no se metía en el verano; ni esté se entraba en
ella.
Aún está temprano; se
dijo, mirando su reloj, se sentó en una de tantas bancas que había por allí; y
se puso a contemplar el cielo y, como
que le dio, por hacer está composición; la escribí en la universidad, pensó.
Y si mí memoria, no
me engaña, es más o menos así; estoy aquí, agazapada, detrás, del otro lado,
como una sombra…, no, a ver, es está ¿Cuál? No, ya no la recuerdo ¡Va! el amor
es una tontería ¿cómo te atreves a meterte dentro de mí; y a pasearte delante
de mí cara?
Después de que Sara Lucía,
le insistiera a Amanda de que la llevaba hasta su casa; terminó por rendirse; ¡vamos!,
deja que te lleve hasta la casa de tú mamá; además vivimos en el mismo barrio
¿no? Me temó que hoy Sara Lucía, no va a ser posible; aún es temprano y quiero
mirar a las gentes que caminan por hay; además algo muy fuerte en mí pecho, me
empuja hacía el parque San Antonio.
Recordó que había
quedado de salir con Diego; pero a última hora, doña Rafaela le había dicho,
no, mira hija a Diego lo llamaron está mañana, para que se presentara en la
universidad, no sé si a presentar un examen o que y además, también tiene que
esperar llamada de Bogotá está noche, ya sabes de quien.
Sara Lucía no te
pongas así, nada va a pasarme; vamos a hacer una cosa, llévame tan sólo hasta
el parque y yo te prometo que en cuanto llegue a casa, está noche yo te llamaré.
Cuando llegaron al sitio;
Amanda descendió del carro al que había subido, tan sólo para no desagradar a
su amiga, sin embargo después de caminar tres pasos se devolvió y le dijo; no
arranques todavía; contigo hoy he pasado una tarde maravillosa y no olvides esto,
que voy a decirte; tarde o temprano el universo preguntara por ti y por mí y
preguntara por todos nosotros. ¿Pues qué habremos de responderle?
No sabremos de
nosotros, hasta que llegue aquel día, en que el universo nos devele nuestro
verdadero rostro y también los rostros que hemos dejado perder en la nada, en
el vacío. ¡Esta bien Amanda! pero también deberías visitarme, ya que nunca lo
haces; con tristeza ella respondió; lo intentaré, por ahora, adiós Sara Lucía;
adiós no, dime tan sólo hasta pronto; ¡unjo!
Al alejarse, Amanda
comenzó a andar en circulo y así fue llegando, hacía un costado del parque, la
parte que da hacía el sur; sin darse cuenta, se sentó al lado de una joven
mujer; en ese instante, un gatito maulló, la mujer al oírlo, bajo los ojos con
lentitud y los colocó sobre aquel gatito, que las miraba como queriendo
decirles algo; estas se estremecieron.
El gato maulló con
desesperación, y al instante un hombre vestido de negro, trató de cogerlo por
la cola; es mí gato dijo, mostrando los dientes, el gato le mando un zarpazo,
en un intento por huir, pero una red cayó sobre el animal, se la había arrojado,
otro hombre que tenía unos extraños tatuajes sobre sus brazos; Amanda le alcanzó
a distinguir tan sólo una luna invertida.
Con infinita
tristeza, el gato maulló dentro de la red, en la que estos hombres lo llevaban,
Amanda reaccionó levantándose, pero ya estos, se alejaban con rapidez, ¿Porqué
querrán ese gato? Preguntó, la joven mujer con asombro.
Amanda se dejo caer
en la banca presa de un extraño desasosiego ¿le sucede algo? Preguntó su
compañera de banca, en un tono conciliador. No, no es nada, es tan sólo, que no
me gustó, que esos hombres se llevaran así a ese indefenso animalito.
Bueno, a mí no me
gustan los gatos, pero tampoco estoy de acuerdo en que les hagan nada, en
cambio a mí, sí me fascinan, en términos generales pienso que los animales son
los mejores aliados del ser humano; cuando así hablaba, Amanda, reparaba a su
vez en el rostro de su interlocutora.
Como no lo hacía de
un modo, que fuera a incomodarla, está no se molestó; sin duda los animales
deben de ser seres muy especiales, por ejemplo yo me crie entre animales, mis
padres tienen una finca, viven en el Líbano Tolima y yo recuerdo que ellos, los
tratan con especial dedicación; aunque claro, mis intereses son del todo
distintos.
Los preferidos de mis
padres, son sin duda los perros; se que ellos tienen un excelente olfato para
la casa, después de guardar silencio Amanda exclamó. ¿A, son perros de caza?;
pero no crea, los gatos tienen también un extraordinario sentido del olor, a mí
me consta que ellos, se extasían con esté y hasta parecen saborearlo cuando lo
aspiran.
¿Sí? Sí, porque abren
la boca y parece que inhalaran, ¡vaya!, usted como que sabe mucho de animales,
yo frente a ese asunto me doy por vencida; no crea ,es simple, tan sólo los observo.
Ambas hicieron una
corta pausa, que fue interrumpida por está última, ¿bueno pero usted cómo qué
es muy joven?; pues no lo crea, voy a cumplir veintiséis, además estoy a punto
de graduarme en química farmacéutica.
Por el modo, en cómo
se expresó la joven; a Amanda no le quedó más remedio, que exclamar en tono jocoso;
¿a es usted doctora? ¿Lo dice usted con burla?; ¿no, cómo se le ocurre?; pues a
mucho honor; disculpe, no era mí intención ofenderla, y creo que lo mejor es
que me vaya; al decir esto, hizo el ademán de levantarse, pero dos hombres, las
abordaron, tenían una Biblia en la mano; o al menos eso, era lo que parecía;
buenas noches hermanas; ¿cómo han estado?
Y sin darles tiempo a
responder, prosiguieron; las invitamos a que lean la palabra de Dios, todavía
están a tiempo hermanas, de alejarse del oprobio y del pecado.
El otro hombre agregó,
¡hermanas¡ Dios las ama, Amanda se quedó asombrada, porque sentía que esos
hombres las miraban de una forma, que no le gustaba para nada, sin embargo logró
levantarse e intentó que el hombre se hiciera de lado, para poder pasar, pero esté
le suplicó; deme cinco minutos hermana, tan sólo cinco y ya te puedes ir.
Impotente, vio como los hombres proseguían; en la Biblia dice que las mujeres,
deben someterse a la voluntad de sus maridos y vivir sojuzgadas a estos.
Con aire santurrón,
el otro afirmó, así es como tiene que ser y las que no se someten, pues que se pudran
en el infierno; sí y también dice la palabra, de que la mujer no tiene porque
llevar el cabello corto.
Y si esto es así,
dijo el otro ¿porqué algunas mujeres se lo cortan? ¡Hermanas!, ¡hermanas!, las invitó
a nuestra sede, tomen, está es nuestra dirección y recuerden ¡Dios las ama!
¿Pero de qué hablan
esos idiotas?, reaccionó la mujer y ya, a punto de levantarse, entonces los
hombres sintieron temor y se alejaron con rapidez, Amanda la miró sorprendida;
pues no esperaba esa reacción en una persona que parecía tan tranquila; ¿de qué
están hablando esos idiotas?
De que nosotras,
somos unas pecadoras y de que ellos, son unos santurrones; fíjate, tú tienes
los cabellos cortos y bueno, yo también. Olvidando su falso aire de
superioridad, la joven se levantó y les gritó; palurdos, partida de zoquetes.
Estos voltearon a mirar
y apresuraron sus pasos, mostrando temor, Amanda la observó y la vio alta, las
mejillas se le veían encendidas, casi exaltadas, los puños apretados, mientras movía
las manos amenazadora, casi como rasgando el aire; pero ya al ratito, a los
segundos, sus brazos cayeron indefensos.
Sin poder evitarlo, Amanda
río y río con tanta hilaridad, que bueno, pues cualquiera se molestaría por esto;
y ella, la joven reaccionó de inmediato, ¿se está usted burlando de mí? a la
vez que apretaba su bolso de color marrón, en su brazo y ya lista para irse. Aguarde,
aguarde, por favor no se vaya, se lo ruego, no me rió de usted, sino de mí, o
bueno de las dos, que se yo, de todo un poco, del el modo como lo trágico se
conjuga, o se nutre de lo cotidiano inverosímil.
La verdad no le
entiendo nada; bueno mejor; pero no se vaya, sin que al menos sepamos quienes
somos; con aire dudoso, la miró, ¿pero no estará usted loca, verdad? Por supuesto que no, ojalá y lo estuviera; la
chica terminó por sentarse y es que, después de todo, Amanda tenía algo de lo
que era imposible prescindir.
Me llamo Amanda González;
dijo sentándose y yo me llamo Isadora Duncan;
después de un receso; Amanda sugirió; hace frío aquí en el parque, ¿si usted gusta
podemos caminar un poco?; bueno, está bien, aunque ya se ha hecho un poco
tarde, ya que mañana, debo madrugar, pues hoy hubo cambio de turno.
¿En dónde trabaja usted? Aquí, aquí mismo en
el éxito de San Antonio. Y así se fueron caminando, hablando de tonterías y se
enrumbaron hacía la calle de bolívar; pues era por allí, en donde la Duncan tomaba la buseta, el
reloj de Isadora marcaba las siete en punto.
¿No desea qué nos
tomemos algo?; sugirió Isadora, ¡sabe Amanda! yo nunca bebo, pero me parece que
hoy es diferente, bueno yo tampoco, es que tome mucho, tan sólo dos o tres
tragos nada más; claro dependiendo de la ocasión. ¿Entonces porqué no nos tomamos
algo para calentarnos? , ¿Sí, pero en dónde?; haber, estamos a medio paso, de
aquel café, ese es un lugar sano; ¡hay!, ya sé; es ese, en donde colocan pura música
para planchar; sí, es que ese, es un lugar para el recuerdo, a pues bueno
vamos, a mí no es que me choque, respondió Isadora.
Al entrar y cuando se
sentaron, una mujer joven las atendió; Isadora pidió un trago de vino dubonett
y, Amanda optó sólo por tomarse un café, y sí, la música se escuchaba baja;
sonaba un tango; el lugar era amplió y en verdad se podían ver, distribuidas
las fotos de artistas, de cantantes antiguos; algunos como Carlos Gardel; en fin,
el sitio era ideal para conversar.
Sin embargo, una vez
les sirvieron el pedido y después de medio saborear el vino, se escucharon
explosiones fuertes, las personas que se encontraban departiendo dentro del
lugar, se asustaron mucho, algunos, los más curiosos se asomaron y otros se
quedaron rezagados adentro, pero por segunda vez, volvió a escucharse otra explosión,
¡y hay si!, que las personas no sabían que hacer.
Amanda reaccionó,
levantándose y tomando a Isadora del brazo, intentó arrastrarla hacia afuera;
pero está sólo atinó a decir; es mejor que nos quedemos aquí; al parecer las
explosiones, vienen de más arriba; sí lo sé; dijo, muy nerviosa, pero es que
acabo de ver, a esos tipos que se robaron al gato. ¿Sí? ; Sí, entraron después
que nosotros y nos estaban mirando muy raro, es mejor que tratemos de irnos; al
terminar de decir esto, se hallaban en la puerta de afuera. Nadie se acordó de
pagar, ni de cobrar.
Esos hombres, me dan
muy mala espina; ¿en dónde están?, yo no los veo; sí, mírelos, hay vienen y
justo detrás de nosotros; entonces corrieron, buscando llegar hasta San Juan[3],
los hombres apresuraron el paso, pero ya no eran dos sino más, quizás cuatro.
Uno de ellos dijo; no
las pierdan de vista, aprovechemos la coyuntura; de todas formas, las tenemos
donde queríamos; pero recuerden, que el maestro sólo pidió una; que importa, así
matamos dos pájaros de un sólo tiro.
Por su parte ellas corrían,
mira un taxi, tratemos de que pare; ¡taxi! ¡Taxi! pero fue imposible que esté
parara. El conductor avisado por el fuerte ruido, no deseaba detenerse por nada
del mundo.
Fue el instante que
aprovecharon los persecutores, para lanzarse como lobos al acecho. De la parte
de abajo y antes de pasar la calle, se hallaban otras dos mujeres, junto con un
hombre de estatura media, y de constitución gruesa.
Despavoridas, las
pocas gentes, que todavía se encontraban en el centro; corrían de un lado para
otro, una camioneta salió de uno de los parqueaderos de la calle Bolívar[4];
al verlas avanzar, el trió les cerró el paso y los que las estaban siguiendo,
las tomaron a la fuerza; mientras que las rociaron con un líquido, tratando a
su vez, de arrastrarlas hacía la camioneta, que se había a travesado en el
lugar preciso.
Amanda intentó
forcejear, mientras que Isadora, halaba pelos y mordía brazos; pero al final
pudo más, la fuerza de todos y el líquido inhalado, hizo sus efectos con
rapidez, de modo que todo se dio en fracciones de segundos y sin saber cómo, ni
cuando; ya ellas habían sido sometidas por esas seis u ocho personas.
Al instante la
camioneta arrancó, desplazándose por todo san Juan, de manera tal, que todo les
quedó de papayita; además ya ellos, hacía tiempo que tenían avisada a Amanda;
fue un rastreo de meses y al fin, la oportunidad, se les había presentado; sólo
que Isadora, quizás, se hallaba a esa hora, en el lugar equivocado.
Como quiera que sea,
el destino, las había señalado como parte de su estrategia; esas estrategias,
que fluyen clandestinas entre las rizadas constelaciones de la vida y sí; allí
estaban metidas y mientras el carro se desplazaba; una mujer, les había puesto
un pañuelo en la boca, al parecer, tenía cloroformo, o algo por el estilo.
Atrás, iban tres
personas, dos hombres y una mujer, que no dejaba de mirarlas con resentimiento,
mascullaba, en voz baja; ¡malditas! casi me arrancan los ojos; uno de
los hombres, rió con malicia ¿y qué quieres? yo en su lugar también, habría
hecho lo mismo, con tal de no dejarme atrapar, ¡Ba! dijo está.
Ellas por el
contrario, inmovilizadas y con los miembros entumecidos, por la fuerza extra,
que la adrenalina les había infundido, no atinaban a pensar en nada.
No llevaban ni una
hora, de haberse desplazado por la avenida, cuando la camioneta, se detuvo en
seco, Amanda tuvo su momento de lucidez y a pesar de sentirse atontada, no se dejó
doblegar, en su interior, permanecía despierta; es posible, que estemos dentro
del corazón mismo de la ciudad, puesto que no hemos, avanzado mucho.
Con esfuerzo movió
los dedos, lo suficiente, para tocarse, el lado de la cabeza, que al parecer
,le sangraba un poco, pues en el forcejeo, había recibido un golpe y por lo
demás, sentía una resequedad en su garganta, pero la que más le preocupaba era
Isadora; volteó a mirarla y la vio tan indefensa, allí, tirada a su lado;
entonces pensó ¿y ahora qué haremos señor?; es culpa mía; si no hubiera
invitado a está joven a caminar, no estaría en estas.
Una voz chillona, habló
con cierto tonito de autoridad; bájenlas y llévenlas pronto a la habitación,
que queda cerca del salón de los rituales; la que hablaba, era una mujer de
estatura baja, delgadita y su rostro, era pálido y daba una luz amarillosa, al
resplandor de la bombilla que iluminaba el garaje.
Uno de los hombres,
el que tenía los tatuajes en el brazo exclamó; bueno, menos mal, ya las
tenemos, porque si no, ¿quién sabe, cómo habría reaccionado el maestro?; la
mujer de la voz ronca, escupió sobre el baldosín; no, es que si no salen, habríamos
tenido, que sacarlas como fuera; a la ¡verraca mija!; contestó el hombre y se rió
insidioso, Irlanda, lo miró con malacara.
Otro de los hombres, exclamó;
menos mal, que a esos terroristas, les dio por poner bombas ¿porqué sino, quién
sabe, qué habría pasado?; además, no, nos convenía, hacer escándalos y es que, estas
dos, son como bravitas; ¡malditas! volvió a expresarse la mujer, de nombre Irlanda
En esos momentos llegó
otro hombre, al verlo todos guardaron silencio y en tono severo exclamó; ojalá
nadie, los halla visto, porque ya saben
las consecuencias que eso podría acarrear; despreocúpese señor, en la
confusión, nadie, se dio por enterado, además, lo hicimos todo muy rápido; eso
espero.
Usted Rosalía, vaya preparando,
las pinturas y la nueva placa de la camioneta; sí señor; respondió, haciendo un
gesto de exageración, al inclinar la cabeza, en una falsa reverencia, uno de
los hombres sugirió ¿no sería mejor, qué desguazáramos la camioneta? , ¿Sabe qué
tiene razón?, siendo robada y habiéndola utilizado para eso, es mejor, que,
hagamos así y salgamos de está, de una buena vez; sí señor, como usted diga.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
[1] Líbano Tolima; Líbano es un
municipio colombiano situado en el departamento del Tolima. Medellín ciudad de
Colombia, situada en el departamento de Antioquia.
[2] PARQUE SAN ANTONIO: lugar de
descanso, perteneciente a la ciudad.
[3] San Juan: Avenida de la
Ciudad .
[4] Calle Bolívar: Es una Avenida o una calle del la Ciudad
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