CAPITULO VII
DE COSAS
Con las bocas resecas,
casi como empedrados urbanos y con las caras largas, como de ciudad orillada,
los transeúntes avanzaban, bajo de un sol sumergido, como un espejo opaco o un
vidrio empañado y a lo lejos, quizás…, sólo quizás, los lobos aullaban.
Éste tipo de mañanas,
son por lo general tristes y amuradas, lo son, un poco antes de levantarse y
hasta en las horas del medio día, a veces, dan la sensación de ser abismos inexorables
y hasta las personas, parecen ser náufragos que se buscan y que nunca se
encuentran.
Después de salir de
la casa de Marta, Antonio se bajo del carro de Adrián, en algún lugar del centro
de la ciudad, tomó un bus y al llegar a su casa, se echo a dormir, pues sentía
mucho sueño; ya al otro día, lo primero que hizo, fue tomar la biblia, y al
leer, subrayó algunos versículos, entonces pensó; ahora si me siento más
tranquilo; aunque esa mujer, la tal Marta, siempre logró enredarme la cabeza.
¡Ba!, yo no creo que
el pastor Adrián practique la hechicería, como quiera que sea, él es un
cristiano, y mientras que ella, pues…, no lo creo, y si lo hace, es para bien,
nunca para mal; cerró la biblia y se fue al cuarto de Verónica; éste se hallaba
vacío y solo, pero el escaparate, en donde ésta guardaba sus cosas, estaba entreabierto.
Antonio lo esculcó,
hasta que se encontró con una cartera negra, sin duda, era la que su madre
usaba, para hacer sus vueltas, esas que hacía, cuando tenía que salir, en fin…,
metió sus manos, dentro y sus dedos rozaron el papel, el fino papel del dinero,
pensó al sentirlo entre su tacto; eran billetes enrollados.
Entonces dijo para sí;
¡verdad que yo le tengo que dar dinero al pastor! y bueno, pues, si es por una
buena causa…,mí mamá no creo que lo necesité tanto ,además Natalia, le da todo
lo necesario, por lo demás no son cristianas, son unas impías y a lo mejor no
sea tanto pecado tomarlo.
Con rapidez, cogió
varios de cincuenta mil pesos y los guardó en sus bolsillos; Lina, pensó,
también necesita y esa pobre si que,
aguanta hambre.
Luego, fue a la
cocina y sacó café de la tetera, ya estaba preparado y además calientico, y se
dirigió a su pieza y allí, cogió un cuaderno, el mismo en el que copiaba cosas
de la biblia y con letras recalcitrantes escribió; Lina Luz Zuluaga, mi adorado
tormento, mi cisne negro, ¡Lina!, ¡Lina! … Despuesito, se acostó boca arriba se
quedó allí, dormido y así le trascurrió ese día al hombre, hasta que le
llegaron las seis de la tarde, se fue a
ver la televisión, a esa hora ya, Verónica había llegado.
Con prontitud, al
verlo le sirvió la comida; Antonio, la comida está lista; éste obedeció y con plato
en mano, se volvió para la sala; al comer, éste hacía un ruido, cada vez que se
metía una cucharada.
Eran las siete de la
noche ,cuando Amanda llegó ; él, se encontraba en la cocina lavando la loza y
al verla , lanzó con rabia los platos y giró su cuerpo de lado y con tal violencia , que hasta casi se cae;
con la cara torcida y retorcida por el odio más feroz la miro; lo que pasaba,
es que cualquier roce con ella, le resultaba
desagradable, entonces, hacía lo posible por no tocarla y si ésta venia
de la cocina y él estaba sentado en la sala, se ponía de pié, lleno de una
rabia y de una cosa como toda rara y hasta se le retorcía la cara
distorsionándosela .
Amanda lo miró y lo
que vio, fue a una culebra retorciéndose, llena de veneno; Verónica, también lo
vio ; pero hizo como si no se diera cuenta de nada; de todos modos, si su hija
le hubiese dicho alguna cosa, le habría respondido; pues no le hagas caso,
¡esas son bobadas!; ¡vos! estate
callada.
Al ver a su hija,
Verónica le sonrió con dulzura y le dijo; bueno Amanda, vaya y saque la comida;
sí, enseguida voy, de una, se metió a su pieza, pensó ; tengo que mandarle estas hojas a Sara Lucía por correo; las puso
sobre el nochero y comenzó a escribir;
cuando conocí a Hiduara Piamonte, no podía concentrarme en lo que me decía ; puesto que era una mujer
muy, muy inteligente, era pues
inevitable que entrara en una relación con ella.
Por lo demás, es ese tipo
de personas que de una, te avasalla el corazón y lo hace para siempre; ¿creo? Y
pensar que todo aquello ocurrió, en un tiempo en que todo era casi inexplicable
para mí, ciertamente así era, pero aunque ahora estoy sola y la lluvia ha comenzado
a caer y la mina de mí lapicero, parece que no me va a alcanzar, ella es la
única persona de mí pasado, que jamás podré alejar de mi memoria; nunca podré
olvidar su asombro y su admiración de la obra creada por Dios, es decir todo;
además de esto, estaba su fascinación por Shelley.
Y sí, ¡claro!, digo,
que ese fue, un tiempo inexplicable para mí, aunque todo parecía moverse bajo
del encanto de una rústica luz; la luz de las estrellas, las que para muchos
son, sólo parte de un pozo vacío…
Bueno y además a mí,
me encantaban, no es si no verlas, para saber, cuan solas se hallan en la
inmensidad; bueno, tal vez no tanto…, quizás, los solos, seamos nosotros ¿no? Pero
sí, hay estábamos, platicando, sobre todo, o casi todo, lo que sucedía en el
mundo.
Con asombro,
contemplábamos las cosas y estas nos contemplaban a su vez; era todo tan…, cómo
les dijera, el caso, es que yo, me sentía tan pequeñita, bajo de aquella
inmensidad, pero todo a su vez daba un calor…, y, lo mejor, lo mejor era, que
el otoño, no se veía llegar por ninguna parte y por supuesto, yo no estaba mal interpretando,
las señales del tiempo, o de un tiempo, de los tiempos; un tiempo universal y de un tiempo muy particular y, además con Hiduara Piamonte, ella sí, sí, que
se sentía feliz, al lado mío, era mi amiga con ella platicaba de muchas cosas
acerca de mi joven y brillante enamorado Ronaldo al que siempre ame y me amo y
del cual la vida o las circunstancias me alejaron. También me contaba acerca de
sus hombres en fin…
Así que febril y
apasionada cantaba y escuchaba canciones hasta el amanecer; ardía en mí, por
aquellos días el frenesí de la mirada de las cosas en uno y sobre uno y como
ella, estaba entre ambas; la ensoñación, el soñar, se hacía cada vez mejor. De
modo que ese encuentro nuestro, fue todo un deleite, un deleitarse uno con las
cosas.
Y, pues, ahora digo,
o pienso que, aunque la imaginación nos llegue y el deseo nos consuma y la
realidad parezca desviarse a propósito hacía esto y aunque lo hondo, el amor y la persona amada están allí, es
mejor guardárselo, para desviar la atención de aquellos, que como lobos feroces
andan en busca de novedades.
Nunca más volví a verte
amiga, aunque en mí corazón siempre
estarás y hubiese preferido morir, a que
murieras tú, aquella mañana; cuando tú auto, se estrelló contra el mundo; ese ruin
mundo, que me lanzó hacía el vacío, como en verdad me lanzó, cuando moriste en
ese accidente de carretera. Fue entonces cuando te cayeron esas volqueta das de
tierra encima. Sara Lucia Suspiro ¿no serias tu Amanda quien se desbarranco
contra el mundo o a la inversa? Luego continúo en la lectura.
Y ya luego vinieron
los hechos y la interpretación de estos y están también, esas cosas que tú me
decías, incluso las otras, las que no pronunciabas. Sí, ya sé que estos asuntos
parecen traídos del pelo, pero tú, si sabías, si qué sabías como era lo lo que
en realidad pasaba a nuestro alrededor. Si claro que si, querida Hiduara
Piamonte.
Escribo estas
palabras, tan sólo para que tú, Sara Lucía, las leas y luego las destruyas con
tus manos; pero sí, no te olvides que son tan veraces, como cualquier hecho,
que se nos presente como un fundamento, como algo factible de cualquier
realidad.
Y ve, Sara Lucía, que
digo bien, las destruyas con tus manos o las echéis luego, en el fuego de la
chimenea. Y hasta quizás tú, querida Sara Lucía, puedas rehacer el mundo, ya
que yo nunca pude, ni podré hacerlo. ¡Pero es que nadie puede!
Y sí, las cosas
fueron así; Hiduara Piamonte murió; pero yo sigo aquí, recordándola, como si aún
existiera y hablando con ella de vez en vez; es como si, en la distancia sus
manos, esas manos que fueron creadas, se lanzaran al viento y lo acariciaran y
tan sólo, para encontrar el vacío del aire, en esas distancias recorridas, y
pobladas de cejas, de ojos, de bocas y hasta de ojeras y de cabelleras
despeinadas.
Al igual que yo, habla
con el vacío o, a la final, ni siquiera ese vacío del aire, sea sólo un vacío
¿y lo qué ella indaga, cuándo habla con el viento, sea hasta quizá algo más…?
¿Más qué Amanda, más qué? ¡Um! ¿Qué querría decir con eso?
Estas cosas me hacen
pensar, que el oficio del tiempo es robar nuestros rostros y nuestros cuerpos,
para luego desnudar los y arrojarlos en una esquina perdida de la esperanza, de
lo que ya no se nombra, porque Hiduara Piamonte nunca existió nunca en verdad.
Amanda suspiró, se
levantó de la mesita que había estado usando como escritorio, cerró la puerta y
se fue para la cocina; pero pensó ¿porqué se escriben estas cosas? Bueno, pues porque el tiempo es devenir y la
vida es eso ¿no?
Por favor recuerde que esta obrita ha sido ya
reseñada y registrada en derecho de autor
Y tiene número de
identificación. Gracias
Beatriz
Elena reservados © Derechos todos.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
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