En esos momentos,
sonó el teléfono, éste dejó escuchar un sonido, más agudo, que grave, pero fue
un sólo golpe en seco ¿ve, quién será a estas horas? debe de ser la amiga de
Antonio. La figura del hombre, casi ya, como una huesa menta, apareció
corriendo, salió a cuantas podía; Natalia lo vio y manifestó en voz alta ¿no, qué
ese ya se había ido? Ahorita, casi se mata por pasar a toda prisa.
Antonio abrió con
rapidez la puerta, y se encontró de frente con la cara de Libia, que era
amplia, con unos ojos grandes y expresivos, más bien bajita, y además culi chiquita,
tirando más a fea que a bonita; al verlo,
se sonrió complacida; buenas noches Antonio; buenas noches Libia ¿Cómo le ha
ido? Bien y ¿a usted? venga éntrese, bueno, pero sólo un momentico.
¡Ve, como se puso de
bonita Libia, se ve tan linda! ¿Sí, le
parece? Usted sabe Libia que sí; yo la admiro mucho, usted para mí, es casi una
heroína.
Después de una corta
pausa, el hombre suspiró y le dijo; ahora subí a buscarla y no la vi; yo no le
dije pues, que bajaba, que yo venía aquí; así, pero… ¡vea Antonio!; como le
parece, que hace rato que estuve en la iglesia, se armó la grande
¿Sí y porqué? Es que
usted no sabe, que el pastor se me acercó y me dijo; ¿Libia, usted, porqué no
deja esa amistad con Antonio? ¿Cómo así, y porqué le dijo eso? es que mejor
dicho, le voy a decir la verdad, es que usted es muy visajoso Antonio ¿pero
visajoso porqué? preguntó éste, levantando la voz; ¿Cómo qué porqué? No ve, que
a cada rato, lo ven por allá abajó, esperándome.
Antonio bajo la
cabeza, ¿se acuerda esa vez, qué nos quedamos de encontrar? ¿Así, la vez qué usted me llamó? Sí, ese día mí
marido, lo vio dando vueltas por ahí, por la casa; entonces se fue para la
iglesia y les contó a todos, que usted es que se mantenía, pistiándome.
¿Y es qué yo no puedo
ir por allá, porqué siempre va a ser, para esperarla a usted? Livia guardó silencio,
es evidente; pensó.
¿Bueno y al fin,
usted qué le respondió al pastor? Yo le dije; ¿y usted porqué me dice eso
pastor? Es que además, yo lo conozco hace tiempo y me parece, muy buena
persona; ¿sabe qué me respondió? Para que me entienda mejor Libia, ¡fíjese que,
lo que Antonio quiere de usted, es otra cosa! ¿Otra cosa? no, yo, no lo entiendo
pastor; para que me entienda; le voy a hablar claro, lo que él quiere de usted,
es comérsela.
Sorprendido Antonio, reviró
¿cómo así, y es qué él está en mí mente, para saber qué, es lo que yo pienso? Sí,
fíjese, es que la gente es muy metida y yo, les he dicho siempre, que lo que
usted y yo tenemos es una amistad muy bonita y nada más; al decir esto Libia se
acordó, que desde un principio, ella siempre estuvo dispuesta a sacar partido,
es decir una retribución económica.
Pensativo Antonio, la
miró; como me ilusionaba al principio, todas las cosas que me decía; y suspiró
y le dijo; espéreme un momentico, que ya vengo, le voy a leer, algo que
escribí; bueno, pero acuérdese que estoy de afán; no, es que yo no me demoro
nada. Y dicho y hecho, fue y regresó con rapidez, trayendo el cuaderno en donde
anotaba cosas; cuaderno, que con el tiempo abandonó.
Leyó en voz alta,
para que ella lo escuchara; Una vez temí, que jamás encontraría a alguien a
quien querer de verdad; quería a alguien perfecto, al menos para mí; una manera
especial de amar, una forma sincera de escuchar, sin temor de reír y de llorar;
ternura y comprensión, alegría y estimulo, alguien que llenara mí corazón de
dicha; tal vez esperaba mucho…
¡Hay que lindo!;
¿pero es qué sabe qué? ; es que usted y yo nunca hemos tenido relaciones, nunca
nos hemos acostado; ante los ojos de Dios, yo soy inocente de todo lo que la gente
dice; Antonio suspiró, sí Libia, yo reconozco que usted es una mujer muy digna;
sí, pero eso es lo que ellos no creen.
No, claro, que el
pastor no sabe, que yo a usted la quiero, con un amor muy puro y con seguridad
la gente le ha llenado la cabeza de cuentos, por eso, por eso es que no he vuelto
tanto, como al principio. Además acuérdese, dijo ella con énfasis, que la
biblia dice que una mujer debe de estar sometida a lo que le dice su marido y
aunque yo no tengo nada con Danny, lo tengo que respetar.
Éste la miró y pensó;
ésta pobre debe de tener hambre; entonces le dijo; no espéreme un momentico
aquí, que ya vuelvo; ¿no, pero éste para dónde va? ¡No ve qué ya me tengo que
ir! ; ¡no espéreme! ; y salió a cuantas tenía, derecho para la cocina y le preparó
café con leche caliente y lo colocó sobre un plato de porcelana fina y reblujo a ver que más encontraba , y le agregó
bizcochuelos de mantequilla y de regreso a la sala, el café, se le derramó
dentro del plato y, entonces se devolvió ,lo lavó ; pero esta vez el café se le
regó sobre la mesa; entonces avanzó con cautela, para evitar un nuevo derrame y
se lo entregó a Libia ¿ no, pero usted para qué se puso a molestarse?
No, tómeselo, que es
con mucho gusto; Libia lo recibió y saboreó despacio, cuando ésta terminó,
Antonio la tomó de las manos y así platicaron mucho rato, hasta que Libia exclamó
¿Qué hora es ?, ¡hay no, ya me tengo que
ir, hay no, cómo ésta de tarde!; ¡anda asómate a ver, si no viene nadie de la
iglesia ,para yo poder salir!; aguarde pues y vea, tomé la platica que le
prometí y mientras le daba los billetes
de a cincuenta mil; le decía , pera ti, mí bella dama.
Pero por dentro
pensaba; porque para mí eres el cisne negro de ésta historia; Libia guardó la
plata en uno de los bolsillos de su eslas; y Antonio aprovechó para tratar
de besarla en la boca, lo hizo por
varias veces y ésta opuso resistencia, ladeando
la cabeza; cuando ésta se fue, pensó; no, yo a ésta mujer la idolatró; incluso,
me importa más, que mamá y que Natalia mí hermana.
Luego, se encerró en
su pieza, que estaba impregnada de un olor a hollín viejo; de nuevo cogió su
cuaderno y rellenó dos páginas enteras, con el nombre de Libia; y luego añadió;
para ti, mí bella dama, porque para mí, eres el cisne negro de esta historia.
De repente, se acordó
que Amanda lo había visto algunas veces, intentando besar a Libia y él, se
había quitado con rapidez; sí, es que si no, esa mujer es capaz de ir con el
chisme a quien sabe quién y pobrecita Libia; a lo mejor la meten en un problema
por culpa de esa perra y no quiero, que, después hablen de ella, lo que no es.
Poco a poco, las
luces de las bombillas se apagaron y todo quedó en silencio, ya avanzada la
media noche, un aguacero torrencial se dejó sentir, golpeando con fuerza sobre
los tejados, sobre las terrazas, lavando a su vez las calles con cierta e
impetuosa laboriosidad.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia
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