lunes, 26 de octubre de 2020

La Mamá


 

 La Mamá 

                                                 Parte 10

Durante el tiempo que he escrito estas cosas,  el calor   hostiga  inclemente , abriéndole paso    a la delirante  y es que  no cesa de caer sobre  estos lugares,  sobre esta, que  es llamada la ciudad de la eterna primavera,   pródiga  y despampanante la lluvia. Tal  como mujer  pariendo con premura y según la hendidura del pecho o el movimiento de las constelaciones. 

 Serpentea  algo dentro  a veces como un fuego,  otras   como una   mar de tristeza, que pareciera ser desconcierta,   y  una laguna húmeda, humectada como  germen de vida, voraz  en la búsqueda   del abecedario  de las cosas y   es entonces cuando  los oscuros  túneles,   son inundados  por el  aire;  dando comienzo  al origen. Mientras el orbe  gira en pos de un nuevo rumbo ya trazado.   

Con noches  de frío, que como filo  se entra  en las casas, en las habitaciones,   penetrando  los huesos  y hasta los dientes.  Pareciera ser,  que la primavera se esfumó  de estos cielos,  huyendo despavorida, en búsqueda de  nuevas auroras,  fundando  quizá la desesperanza   en nuestro  corazones  y  no hallamos un agujero de luz, en medio de lo que parece  ser una grande  noche;  dada la actual situación.   Afortunadamente estas  siniestras,  siempre son pasajeras,  y aunque pareciera ser algo fuera del común,  hasta neseciaras  de cuando en cuando.

Mientras  me miraba estando  en ese cuarto   en penumbra, boca arriba   y quizá  al fondo,  una o algunas personas,   deduzco   eso ahora;   que podrían  ser    doctores o algo así  y esa sangre  bien pudiera ser de la mujer que me parió; dado  que  no recuerdo nada  más, solo me veo a mi misma , sobre esa plataforma , que no era una cama, que era más alta que está.

 Es curioso que no recuerdo nada más de esas instancias primeras.

Y volviendo de nuevo al Ortab  y a esos potreros llenos de vibrante naturaleza  y al dulce cariño  de mi madre y  de  mi hermano querido Oirad;  el cual,  fue   como un padre para mí; y   saltando  a esa visión de ese lugar, que tenía  en la misma casa ;  ahí en la orilla,  atrás en la otra esquina,  como un cuarto muy oscuro , quizá lleno de trebejos y más allá como un lavadero, o algo así; y mucho más lejos,  en la misma  dirección,   por  la carretera,  estaba  la otra  casa; la de una señora llamada Fara  y había en la familia ,  otro niño,  más grande que yo, pero  de una condición muy  especial y  él hacía como unos carros grandes de madera y hasta le  ponía llantas   y era muy bueno jugar con eso , él   jugaba con esas cosas y a veces nos ponía atrás  y se tiraba a rodar como por una falda;   se sentía como si se estuviera en otro planeta; claro, el planeta de los niños, quizá felices. Un día ocúrreme  lo siguiente; yo  chiquitica, que iba a saber  de esas cosas; pero por allá,  por eso potreros abiertos; me cogió este niño y me puso boca abajo y comenzó a hacer lo que ya sabemos; y gracias a Dios,  en ese momento pasó la tal Fara  y comenzó a gritar, no me acuerdo que gritaba : el caso es que fue y le dijo a mi mamá,   según contó  ella,   dado que yo se lo  pregunté, indagando ya grande : Por allá arriba están  esos  hijos suyos haciendo cochinadas; y bueno yo siempre tuve la creencia de que Oyacot,   me había castigado; pero  al parecer no fue  él,   sino mi madre; nadie es perfecto y ella aunque era una mujer muy buena, era una campesina  maltratada  psicológicamente por  su marido y creo,  que hasta  también físicamente;  el caso es que,  fueron por nosotros y a  mí me encerraron en ese  lugar oscuro y me metieron una pela de padre y señor mío; mi mamá.   Yo le pregunté a  Alefiol,   si se acordaba de cosas  y me dijo que no, que ella no se acordaba   de nada, solo lo que me contó  y ya ¿Y yo porque si me acuerdo?  Bueno  más que todo, están  esos momentos marcados,  por el dolor o emociones fuertes. Pero si,  tengo buena memoria de antes y de ahora.  No sé cuánto dure   hay dentro, pero si me veo, veo a esta niñita  solita,  llorando y con mucho miedo, mucho y ese  silencio tenaz y hasta el diablo estaba hay.  

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES

 

 

 

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