lunes, 29 de junio de 2015

CAPITULO XVII (17)



CAPITULO XVII

(17) 

La citica

Después de mucho tiempo Isadora todavía seguía llamando a Clara Inés, ésta aceptó que se vieran en la universidad; ¿porqué no vamos a mí casa, queda por aquí cerca? Clara  Inés miró el reloj y dijo; pensándolo mejor,  tomemos ese café, en una de las cafeterías de aquí de la universidad; ¡bueno está bien!, ¡como quieras!; cuando llegaron a la cafetería, Clara Inés pidió una taza de café con leche y lo bebió acompañándolo de un chocolate; que deleitó comiéndolo gustosa; extraña mezcla, pensó Isadora, que se tomó sólo un café Clara Inés, la miraba y le sonreía; de lejitos se podía ver la química que las enlazaba, hablaron alrededor de máximo quince minutos.
Antes de que Isadora se fuera; Clara Inés le dijo, sabes me voy a casar ¿a casar? dijo Isadora, disimulando la sorpresa; ¿supongo qué es con ese muchacho, qué vi el otro día? ; No, es con un profesor ¿profesor? es que lo conozco hace mucho tiempo y es además amigo de mi  familia y bueno… ¡Aaaa, pues qué bien!; si  me caso en diciembre, pero tú me puedes seguir llamando y nos podemos tomar un café  de vez en cuando, ¡a bueno, me voy, chao!
Isadora se despidió, pero lo que sintió, fue algo así, como un latigazo que la fustigaba muy dentro; ¡qué cosa terrible!, ¡no friegue!, dijo y se alejó rumbo a la salida principal, cabizbaja,  pensativa;  después, se sintió como los sauces, que sin gritar lloran,  hasta le pareció que su cuerpo podría tener la similitud de un árbol, cuyas ramas son movidas hora aquí, hora allá, por corrientes de viento.
Al llegar a su casa, aunque tenía una tristeza en el alma, pensó; bueno, por lo menos la vi,  eso me produce un contento; aunque eso no es suficiente. Entonces  se le dio por escribir en sus notas, lo siguiente, ¡Ay!, ésta indecisa e incoherente luna  que no entiendo, tampoco entiendo ésta lluvia, que lo arrasa,  lo destroza todo, no es esta luna, ni ésta lluvia lo que quiero.
Pero si,  habitas en mi memoria, porque me nombras, si,  sé que me llamas a escondidas, como en esa extraña mezcla de café y chocolate.
Nuestros corazones viven reunidos, pero sólo una vez, cada cien años, nuestros cuerpos se encuentran para platicar… ¡No que bobada la mía!, ¡off!, dijo y se quedó en silencio, un poco rezagada con su memoria, con las cosas que pensaba.
Diego se estrujaba las manos de frío y caminando por uno de los pasillos, las había visto departiendo, muy cerquita, la una de la otra; quiso acercarse, después de todo era su novia; pero se puso a repararlas y vio que era la misma joven del otro día,  a Clara Inés los ojos le brillaban.
No se atrevió, porque al verlas así, le pareció que invadía, como en aquella otra ocasión, un espacio que no le pertenecía, entonces lo supo, su corazón le dio un vuelco.
Pero, es que además nunca le hizo el reclamo, por lo del profesor, esperaba que ella se lo dijera; sin embargo como seguían juntos y no la notaba cambiada, pensó, que aquello podría haber sido algo pasajero.
Miró el cielo, eran más o menos, las once de la mañana y al mirarlo, vio, que el sol se hallaba escondido, era como si de pronto se hubiese sumergido dentro de un espejo empañado, ya que todo estaba rodeado de una neblina gris, opaca.
Se sentó en frente de una  fuente, a esperar que fuera la hora de entrar a clase  mientras contemplaba el agua; pensaba,  me es imposible no escuchar este sonido, como un levante de murmullos, o un tañer de campanillas parecido al roce de las palabras, que se entrelazan, son como plumillas dentro del aire, hasta  el agua parece ser una materia incorpórea, o algo así.
¡Hay!, no sé qué hacer con esté devenir de cosas, que fluyen y refluyen,  esta Clara Inés que no me dice nada, ¡ay no!, que vacío tan grande siento y que desesperación en el pecho; ¡hum!, tengo una clase  ahorita.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos, cuando vio a la profesora que se dirigía rápido, hacía el salón de clases; ¡he quiubo pues Diego!, dijo sin detenerse, éste la siguió, la mujer era delgada, alta, caminaba rápido, con un movimiento, que tal vez, era el resultado de una actividad intelectual y física intensa; al entrar al salón de clases, ya estaba más o menos lleno.
Diego se ubicó en uno de los asientos, que todavía estaban desocupados,   la profesora se preparó para dar clases, sus ojos eran negros, éste, se puso de pie y la abordó; profe estoy inquieto por la clase de ayer, ¿haber qué sería Diego?  Me preocupa la cuestión del culto a la imagen; sea más específico.
Es una tontería, ¿sí qué es?  ¿No, vea, a usted le gustan las imágenes? ¿Se refiere a la imagen cómo tal? No, me refiero a las imágenes de los cuadros; ¡Aaaa!, no Diego, en mí casa, casi no tenemos cuadros, yo prefiero las paredes sin imágenes y mí esposo también; ¿y la imagen, la qué está relacionada con la palabra,  con el lenguaje?, en ese instante llegaron más alumnos y se le acercaron a preguntarle cosas, de manera que a Diego, no le quedo más remedio que volver a sentarse.
La profesora inicio la clase, con el siguiente tema, Diego, la observaba con atención,  vamos a hablar hoy de la dialéctica del salto,  que es aquella que tiene que ver con lo que se podría llamar,  la angustia originaria o la angustia de la nada;[1] una de las alumnas preguntó; ¿bueno y en qué consiste la, dialéctica[2] del salto? , en la obra que estamos estudiando, hay una angustia en dirección del destino; si mire es la angustia que va en dirección de la culpa, que está en la concepción judía de la religiosidad, es la angustia del bien o del mal, de todas formas, vemos, como esto, tiene un  carácter fenomenológico; a ya, replico la estudiante.
Diego pensó, pero también, ¿hay una angustia de la nada o qué se yo?; al terminar la clase, el muchacho se dirigió a la cafetería y se bebió un tinto y luego se puso a estudiar, marcó su celular y Amanda le respondió, y le contó, que iba para donde su amigo Galo; se alegró por ella,  de nuevo  se concentró en sus asuntos.  

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia




[1] se refiere a la obra de Soren  Kierkergaar: el concepto de la angustia, temor y temblor. Ninguna pagina en especial.  Ver la angustia de Abraham en el momento de dar el salto hacia…
[2] La dialéctica: es un método de razonamiento, de cuestiona miento y de interpretación.

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