lunes, 29 de junio de 2015

CAPITULO XLOV (44) LAS DUDAS








CAPITULO XLIV
LAS DUDAS
¡Ay! ayúdeme a colocarme de píe; Amanda, que casi, no puedo mover este cuerpo; estoy por completo molida, ¡eso es! Gracias; afirmó Marta, que había estado sentada en el suelo, luego miró hacía Isadora, que yacía aún, sobre la cama, en un estado de euforia; menos mal que está, se mantiene despierta; sí, pero eso fue, por la pizca del polvo que usted le dio; sí, así es; ella respondió desde la cama ¿saben qué? con eso qué me dieron, me siento muy animada y hasta siento valor para decirles una cosa, ¿Qué es? Pues, que debemos hacer entrar en razón a Amanda, ¿y porqué? Pues mire la época en que estamos; bueno sí, ¿y eso qué?, pues que ella y usted, todavía creyendo en cosas que tan sólo en la edad media ocurrían.
Al decir esto, se levantó y se sentó a la orilla de la cama; es qué eso, de que existe una deidad oculta y que es enemigo de Dios…, eso de qué el diablo existe, eso, no es más que una execrable mentira.
¡Por Dios!, expresó Marta, ¿y usted porqué cree qué estamos aquí? bueno, a lo mejor esos facinerosos, tan sólo nos quieren jugar una broma; o van a pedir un rescate por nosotros, ¿qué se yo?
Tres días con sus tres noches y está, todavía no aprende, hasta a sentido la presencia de tan horrible espíritu; ¿sabe qué?; yo no creo en esas cosas, esas son puras invenciones, que diablo, ni que ocho cuartos, lo único que sé, es que esos, son unos locos asesinos, pero diablo no; no creo.
Mientras, hablaban Amanda recogió la comida que habían dejado y la arrojó por el sanitario, dejando los platos en el lavamanos; si está comida, no se la comieron es mejor botarla, pensó y con sigiló se dirigió hacía la puerta y zúas, está se abrió con facilidad, por un brevísimo trecho, miró hacía afuera; no hay nadie; se dijo.
Así, que se aventuró a salir un poco, llegando hasta el sitio, el lugar en donde escondían los trabucos viejos; miraré para ver, si no hay nadie y llamaré a las muchachas, casi silabeó entre sus dientes; pero un hombre que estaba entretenido viendo pasar gente, volteó la cabeza para mirar, trató de esconderse y sintió que unas manos férreas, la agarraron y la metieron al cuartucho y de inmediato le taparon la boca; chist, no haga ruido.
Los pasos del hombre, resonaron en el pasillo, hasta esos momentos, las mujeres, que no se habían percatado de nada, notaron, su ausencia y el guardia, que había visto la puerta entreabierta, la empujó con brusquedad; ¿y su compañera?
Ellas, que estaban más sorprendidas que el guardia, no supieron que responder; mientras, en el cuartucho, una voz de hombre le decía; no haga ruido, si quiere salvar su pellejo, tenga, póngase esto y de inmediato le puso una túnica negra, que tenía también capucha; con rapidez salieron al pasillo, en el que no había nadie, ya que todos estaban en el auditorio, gritando con ardor; arránquenle la ropa, ¡desnúdenla!, ¡desnúdenla!
¿Quién es usted?; no alce la voz, venga rápido y la llevó a grandes pasos y la metió a la cocina, se quitó la capucha, no, sin antes cerrar la puerta, era un hombre de unos treinta años, medio acuerpado, me llamo Sergio y también estoy en peligro ¿no es usted el segundo en mando?, sí, pero el segundo en mando, y el primero mando es, en realidad don Adrián y no yo; ¿cómo es eso? no, quien nos manda a todos es don Mauro, o don Adrián, ya que él, es el maestro ,¿pero y entonces Adrián? Digo, el verdadero. Sencillo; como ese tal pastor, lo invocó, el maestro tomó posesión de su cuerpo, lo hizo su segundón, mientras lo usaba, pero ya lo tiene prisionero, además aseguró, que ese cuerpo estaba muy débil y ya no le servía ¿estaba apoderado de ese cuerpo? Sí, pero eso es temporal; claro, que yo, le he escuchado decir, que ese tal pastor, era un antiguo servidor suyo; según lo que dice, no hay un segundo en mando, no, eso es sólo para deslumbrar a los feligreses; ¡a, ya veo! ¿Y el tatuaje qué tiene en su brazo? ¿Qué pasa con eso? No, sólo quería saber; también tengo uno aquí, en el tobillo, mire; y orgulloso, mostró una figura con alas; es el maestro; dijo.
¿Quién? El maestro, nos prometió poder, dinero, cosas; todos lo hemos visto, si viera como se manifiesta, con un viento fuerte y hace mucho frío, todos le decimos con cariño el negrito; ya veo; dijo despectiva, ¿y ha recibido lo qué le prometió? No, todavía no; pero él, nos aseguró, que pronto nos llegaría y no somos los únicos, aquí también, llegan jóvenes, son rebeldes y es que ellos dicen que Dios, no le ha cumplido a la humanidad.
Al decir esto, el hombre rió nervioso y al hacerlo, mostró una boca, a la que le faltaba un diente; ¿qué esperan ellos?; no pues, poder, mujeres, cosas con las que puedan sobresalir en esté mundo ¿entonces usted, porqué me ayudó? La verdad, no lo sé, estaba allí escondido, deseando que nadie me viera y cuando usted paso, sentí el impulso de ayudarla.
Como quiera que sea, yo no puedo abandonar a mis amigas; ¿pero no se da cuenta, qué si vuelve, la pueden agarrar y está vez nadie la podrá sacar?; es cierto, tendrá, que ayudarme a salir. No, usted tiene que arreglárselas sola, yo, ya no le puedo ayudar, le aconsejo que se mezcle entre las personas y cuando ellos salgan, lo haga también, porque la entrada está vigilada; en ese momento la puerta, se abrió y ellos apenas si alcanzaron a cubrirse, por fortuna, era Rosalía, que traía el rostro demudado y se la veía pálida y temblorosa.
Sergio se destapó la cara, ¿pero qué rayos le sucede?, se llevaron a doña Leticia; esté se encogió de hombros, total, le tenía sin cuidado, máxime sí, esta era, la causa de sus problemas; ella continuó; la van a sacrificar, acabé de mirar y la tienen en el altar principal.
¿Quién es doña Leticia?, ella es la patrona, bueno era, dijo Sergio; no, es la esposa de don Adrián; respondió Rosalía, ¿pero bueno y ésta quién es?, a, es una de las prisioneras; ¿no la reconoce? ; Así, ya, ya la recuerdo; ¿pero qué hace aquí? a, no, usted me pidió, que le trajera algo que pudiera servirle y la traje a ella, pues sí, eso esta bien, ¿pero no trajo nada más?
Sí mire, está túnica; ¿bien y no trajo un teléfono?, nada, por ninguna parte, encontré celulares y no me podía exponer, a que me vieran, a, pero mire, también traje esto; ¿sí y qué es?, una espada ¿una espada? Rosalía ni la miró, ¿eso para qué? ; tiene una piedrecilla incrustada en medio de la empuñadura, a lo mejor eso vale plata; Amanda la vio y pensó; esa empuñadura tiene la forma de una cruz.
Sergio la depósito sobre la mesa; ¡pero pesa!, además, esto me quema, tuve que cogerla con un trapo, mire; en efecto se le veía la mano colorada; ¿una espada, eso de qué podría servirnos ahora?; dijo desalentada, Rosalía.







Amanda se acercó y dijo, ¿me deja verla?; sí claro, es suya, si quiere llévese la; barbulló Rosalía; la cogió y la levantó, la piedrecilla dio un destello; sorprendido Sergio dijo; ¿usted cómo lo hizo? ¿Cómo hice qué? respondió con naturalidad; desalentado dijo; olvídalo.
¡hum!, he tirado tanta droga, que ya no sé, ni lo que veo, ni lo que siento. Amanda la escondió debajo de su túnica, y se la amarró con la correa, Rosalía impaciente agregó; ¡no!, tengo qué hacer algo por la pobre…En esos momentos, se escucharon voces, y ellos se colocaron la capucha, una de las prisioneras ha escapado; búsquenla.
Rápido, métase al auditorio; dijeron Sergio y Rosalía; váyase, pero antes, Rosalía se asomó con sigilo, no hay nadie, rápido váyase y así lo hizo, por fortuna, el auditorio estaba cerca, Sergio y Rosalía se miraron, ¿y ahora qué?
Por uno de los costados y en medio de varios encapuchados, se introdujo Amanda, pasando desapercibida; desde el altar, Irlanda vociferaba; no podemos comenzar el ritual, ¿hasta qué no sepamos, qué es lo que está pasando?, el hombre corpulento y que se hacía llamar Rogelio, respondió; todavía, tenemos mucho tiempo, la ceremonia, puede comenzar a las doce, dejémoslos, que se diviertan, con está mujer.
¡Desnúdenla! ¡desnúdenla! gritaban; con voz de mando, el hombre se dirigió a algunas personas, de los que estaban adelante, ustedes vengan, pongan a esta mujer sobre la mesa y amárrenla de los pies y de las manos y no la desnuden todavía, luego descendió los escalones y se retiró hacía la salida, pasando por en medio de esas gentes, que efervescentes, casi aullaban.
Las voces y los rumores cargaban el ambiente; con la cabeza cubierta y pese al intenso sopor, Amanda miraba perpleja aquella escena; Leticia forcejeaba, intentando zafarse, todo fue inútil, los hombres, la sometieron y la acostaron boca arriba, sobre la mesa.
Pobre mujer; musitó dentro de sí; pero se estremeció aún más, ante la terrible abominación, que tenían en el altar, alumbrada con dos extrañas lámparas y cirios, de a dos en dos, repartidos hacía cada lado, se veía una figura estrafalaria.
Era un a estatua de gran tamaño, era la misma figura, que Sergio tenía tatuada, en su tobillo izquierdo, los ojos de eso, parecía reír y destellaban color sangre, sangre, sangre, parecía pedir.
¡Sacrificios de sangre!, ¡sacrificios de sangre! , gritaba la sedienta turba, la mortecina expresión, de la cara del ídolo, destellaba complacida, al oír, los sórdidos gritos; debajo de la cosa, se veía una expresión, que rezaba; adórenme como a Dios y serán recompensados.
¡Qué cosa horrible!, asquea, y retiró su vista de allí, lo más rápido, que sus reflejos se lo permitieron. Al apartar la vista, de está macabra visión, pensó; las imágenes de Dios, por más desfiguradas que estén y aunque son, tan sólo pobres imitaciones, que no logran captar su magnificencia, son preferibles mil veces, a una cosa tan espantosa, como esa.
El escenario estaba vestido, con gruesas cortinas de color oscuro, recogidas hacía ambos lados; sobre el suelo, estaba trazado un círculo grande, muy bien hecho y dentro de esté, otro más pequeño y encerrado en este último, se veía un triángulo y en uno de sus ángulos un trípode. Ya en la base opuesta, se veían otros tres círculos y en la puerta de afuera del triángulo, y a cada lado de su base una cruz invertida.
Dentro del círculo pequeño, el gato yacía acostado, dentro de un letargo catatónico, y es que respiraba en pequeños y estremecidos brincos. Ya en la parte de atrás, fuera del circulo, se encontraba un hombre mayor y a su lado tres jóvenes; todos estaban sentados, sólo que los jóvenes vestían de blanco y tenían cubierta la cabeza, tanto el más viejo, como ellos estaban descalzos; el veterano sostenía, entre sus manos, una espada bastante filosa.
Son los acólitos y el hombre de la espada, es el operador, el encargado de cortar la cabeza de las victimas, dijo una voz a su oído, acercándose le, está, no respondió, pero se tensó un poco; la voz continuó, ¡ve aquello!; ¡allá! , es la pila bautismal y dentro, se encuentran hostias consagradas, por los sacerdotes negros y contiene también, pedazos de carne de niños abortados.
Ya lo sé, dijo fastidiada Amanda, sintiendo la revoltura en la boca de su estómago, ¿pero no parece?, ¿Por qué? es que, la noto nerviosa; ¿acaso es su primera vez?

¿Porqué lo dice?, dijo, intentando darle una tonalidad segura a su voz; bueno, es la única en la sala que tiene la cabeza cubierta, nosotros como espectadores podemos llevarla destapada, ella se perturbó, al mismo tiempo sintió que la estrujaban, era la turba que palpitaba y se amontonaba una sobre otra.
El continuó; a menos claro, que no desee que la descubran; ¿descubran, a qué se refiere?; bueno, es que aquí, llegan gentes muy importantes, de esas, que ocupan puestos públicos, entre otras. Pero una vez que se comulga y se bebe ese extraño líquido, uno se llena de euforia y la ropa, ya no es imprescindible.
En cuanto tengamos oportunidad, nos sentamos; no, es que esto, está repleto; sí así es, pero yo prefiero, quedarme de pié, así puedo observar con minucia, todo lo que sucede; ¡que galga!, ¿de modo qué, no se piensa perder ni un sólo detalle ?el hombre río, eso me gusta.
Amanda lo miró, era de mediana estatura, de complexión gruesa, entre los cuarenta y los cincuenta, con un bigotito pequeño, pero poblado, llevaba anteojos.
Tal parece, qué es usted, una persona muy observadora ¿en qué?
¿Se desempeña? ¡Vaya! que perspicaz, sí, así es, soy antropólogo y centro mí investigación, en esté tipo de cosas, pero aquí entre nos, no creo mucho en eso del diablo.
Esta reflexionó, tal vez, pueda ser un aliado; él continuó, la primera vez que vine, no vi nada comprometedor, es decir, nada fuera de esa ridiculez que esta, en el escenario y la práctica del sexo, qué es algo que hacen hasta enloquecer, esta es la segunda vez que vengo.
Y como le digo, lo único medio interesante, es la embriaguez y la euforia de estas gentes; ya veo, ¿pero usted probó del brebaje qué dan para tomar? No, la verdad que no lo hice, no en esa ocasión, y es que me tuve que ir temprano; ¡Aaaa!
En esos momentos, Irlanda comenzó a tambalearse como una borracha; ¡es el maestro!, ¡es el maestro!, de inmediato, se hizo un silencio casi total, en el que sólo se escuchaba la enronquecida y extraña voz de Irlanda, dos hombres la sostenían de cada lado y la sentaron en una silla que tenía forma de extraña y se sentaron en el suelo, a sus pies.
Irlanda, la portadora de tan extraña voz, quedo-se quieta, por unos segundos, hasta que comenzó a gritar, ¡ya viene!, ¡ya viene!, lo presiento, llega antes de la hora prevista.
Y entonces, en esos momentos, se sintió un ventarrón y se escucharon ruidos de cadenas arrastrando y delante de estas iban, como una multitud, de almas prisioneras.
Un frío inundó todo el recinto, atravesando la piel casi que, congelándola; nadie, osó proferir palabra y el altar tembló como si algo o alguien se hubieran instalado allí.
Casi con la boca abierta, petrificados, se quedaron algunas de esas gentes, entre ellos, el profesor y lo más tenaz sucedió , cuando Isadora, que también, había sentido el fenómeno, apareció en la entrada; la llevaban con las manos atrás y amarrada y la boca tapada con una tira, que le impedía gritar o pronunciar palabra; el hombre que se hallaba, junto Amanda, dijo; ¡mire!, ¡mire!, aquí está pasando algo, que no había visto; Amanda, vio el horror, en los ojos de Isadora y su corazón se compungió en demasía.
Con ayuda de otros hombres, Rogelio la arrojó a los pies del ídolo y luego se postró ante esté, entonces unas carcajadas resonaron en la instancia, los más osados se atrevieron a mirar y la figura, la que estaba en el altar, pareció parir algo, algo que se materializó, en la figura de Mauro; bienvenidos a mí mundo; dijo; más veo, que ni están los que son, ni son los que están.
Rogelio desde el suelo, replicó, ¿qué quieres decir señor de la noche?, todas las almas que están aquí, te pertenecen; cállate, no te pronuncies sin mí autorización.
Perdón señor; dijo plegándose al suelo; Mauro continuó, Yo soy el dueño del mundo y los del mundo, los que gobiernan, piensan que son ellos; ilusos, pues me muevo entre los hombres y hago lo que me place. Esa es mí gran venganza.
¿Querrás decir tú pobre venganza?, murmuró Amanda entre dientes; ¿dijo algo?, preguntó el profesor, que parecía temblar y se hallaba pálido y demudado; nada, olvídelo.
Mí gran venganza, farfulló más alto, yo manipulo sus mentes y les hago ver lo que quiero que vean; esa es mí gran ventaja y la de que, muchos creen, que soy tan sólo un mito, pero yo soy, más que eso y me alimento de sus porquerías, a, pero soy real, y entre ustedes vivo.
Existes, es cierto, pero eres, sólo un espíritu, una pobre sombra que, sólo busca notoriedad; volvió a refunfuñar Amanda.
Ser un espíritu, es lo que más ventaja me da, sobre los que no creen en mí, y aunque soy la negación de aquel a quien envidio y me envilezco con mí maldad, pronto reinaré y haré que muchos sean mis esclavos.
Esta vez Amanda habló bajo, mirando al tembloroso hombre, que ahora parecía chasquear los dientes, puede que así sea; porque en su mayoría, la raza humana es débil y ciega y viven de la portada de revista.
Me complazco en despertar sensaciones y los más bajos instintos, les ofrezco sexo, sexo, lujuria y les creo necesidades que no tienen, en fin, que todos van a quedar rendidos a mis pies.
Poder y placeres es lo que queremos; gritaron, y lo tendrán, todo lo tendrán, ¡Ja, Ja, Ja! y rió, como sólo el mal, sabe reírse de los incautos y de los ilusos.
¡Lo ven!, ¡lo ven!, aseveró el espíritu; es cierto, te deslizas a sus espaldas y les susurras cosas, sin que ellos se den cuenta. Pensó Amanda.
Aunque les dijeras que soy una amenaza y que como espíritu voy de aquí para allá, haciendo de las mías, nadie te creería, tan sólo pensarían que estas loca, el mundo real, el mundo, lo que esta ante los ojos, es lo que prevalece y por lo demás, tan sólo, soy un personaje oscuro y hasta rimbombante, surgido de la mente más mediocre que puedan conocer, ¡Ja, Ja, Ja!; de una pretenciosa que quiere acomodarme en una novela.
¡Ja, Ja, Ja! ; Que pretenciosos son algunos; ¡no!, les digo, lo que he visto, y oído, de tus propias palabras inocuas; eres un ser rastrero y de lo más vil, que existe en esté universo; así es, no lo niego y mí arte es el de seducir por medio de las palabras.
Vendrá un tiempo; dijo el ente, en que la humanidad querrá hacerlo con todo lo que se mueve, hasta con las maquinas y dirán; nosotros somos los dueños de nuestras sensaciones, son nuestros instintos y nuestros deseos lo que nos mueve.
¡Ja, Ja, Ja! ; ¡Pobres ingenuos!; sí pobres, arguyó ella ¿pero ustedes tienen derecho a sentir placer, no es cierto? Sí, sí, es lo que queremos; no es goce, ni placer lo que les das, tan sólo les haces creer eso, porque mediante el sensualismo, es que los seduces para poder engañarlos y atrapar sus almas, pero en realidad, has manipulado esas mentes, creándolos artificios, encantamientos, y falsas ilusiones.

¡Qué viva el maestro! ¡qué viva! ; Gritó la turba en el máximo sopor y mientras la cosa hablaba, un acólito vestido de negro, repartía botellas del líquido, que todos en su mayoría bebían; mira lo que les das, tan sólo a beber porquerías; y aunque jamás he negado, ni negare el derecho, que estos tienen, a ejercer su sexualidad, esta no debe confundirse, con lo que se gesta aquí.
Soy el que soy; eres el que no eres, el que no será; soy el gran cerebro, el que los mueve; llévate a los tuyos, deja a los demás en paz.
Que ilusa eres, ¿has olvidado, qué está es mí gran venganza?, sexo quieren y tendrán lo qué él, les niega; mira, que eres oportunista; ¡Ja, Ja, Ja! esa es, mí herramienta más útil; sólo en la mente de un idiota, podría caber semejante estupidez; ¡Ay!, pues esos, son idiotas; es cierto, ya que te creen a ti, porque han olvidado, quien es el creador; Él y sólo él.
Y dirigiéndose a la turba enajenada, la cosa, les dijo; Dios es un engañador, les prometió cosas, que nunca les ha cumplido; ¡mentira!, Dios no les ha negado nada; si así fuera, la humanidad, jamás se habría reproducido, pero él quiere para ustedes, la procreación verdadera, busquen el camino de la luz; al darse cuenta que era inútil y que la turba, jamás escucharía, no esa turba; pensó, volvió a dirigirse al ente; además, estos ignoran, donde los llevas, a un lugar de lamentaciones y de padecimientos continuos; he vislumbrado uno de esos lugares. Es un sitio desértico y un sol calcínante como el fuego, lo penetra, sólo buitres negros, como el azabache, custodian la entrada de ese abismo sin nombre.
Nada de goce, nada de placeres; tú lo has dicho y con precisión podría decirte que existen lugares peores en el universo; ¡Ja, Ja, Ja!
El mal los ha creado; no, sus mentes y sus recónditos y ocultos odios y temores, son los que han dado píe a que esos sitios existan; el pecado.
El pecado existe, porque tú y tus ángeles se han rebelado y han salido fuera de la voluntad divina. No, Él les quitó el goce original y por eso me tienen a mí.
Dios no les ha quitado, ni negado nada, tú eres el tirano; el que a toda costa quieres que estos, hagan a la fuerza tú voluntad, mediante artimañas que parecen atractivas; Dios no les a quitado, ni negado nada, al contrario, les ha dado todo, un cuerpo, cuerpo que no tienes y esa, esa es una de las razones, por las que vives envidioso del hombre, ya que, tan sólo tienes un rabo.
Es cierto, mugió y rugió, la cosa, y tembló de ira y de inmediato dijo, mirando a Irlanda; ¡quítenla!, ¡quítenla!, al instante unos hombres la bajaron y la dejaron en el suelo, Mauro se sentó en la silla, no sin antes darle una patada a la mujer.
Comiencen la profanación; dijo, coman y escupan las hostias consagradas y beban el vino que los entorpece; ¿vino, llamas a eso vino, imbécil?
Y aquella que no bebiese, esa, tráiganmela, es aquella que tiene la capucha puesta; todos los que todavía conservaban un poco de sentido, la voltearon a mirar; por su parte ésta, tornó a mirar al hombre que tenía a su lado, pero él, yacía en el suelo, desmadejado. ¡Hum!, esté no soportó el impacto, mejor así. Y las palabras del no ente, aún resonaban, dentro de una acústica grave.
Con resolución, con firmeza, se destapó la cabeza, Isadora exclamó; ¡Amanda! los que habían depositado a Irlanda en el suelo, bajaron para tomarla prisionera.
En sus caras, se observaba la lascivia, el infecundo deseo de las larvas, de miles de ellas que los rodeaban. Amanda se movió, se puso en camino y al avanzar dijo; que nadie me toque, yo subiré por mí propia cuenta.
Al pasar junto a Rogelio, le dio un puntapié tan fuerte, que esté gritó, acurrucándose del dolor; al hacerlo, la casulla que traía puesta sobre su cabeza, en forma de cabra y con una cruz invertida, se le cayó, rodando por el suelo; ¡esta perra!, ¡perra!, me pegó en la espinilla; levántate tonto y despierta a está otra;
¿Cómo es posible qué siendo hecho a imagen y semejanza de Dios; te arrastres así, ante una cosa qué vale menos que tú?
Terminó de subir los dos peldaños que la separaban, el atril, del nivel del suelo; al pasar junto a la pila, miró dentro de ella y verificó lo dicho por el profesor, pero con un detalle extra, eso, despedía un olor apestoso.
Entonces se plegó hacía uno de los costados, procurando quedarse fuera del círculo, y sin recostarse a ninguna parte.
El techo, no parecía demasiado alto, aunque de hecho lo era, no obstante, la parte de arriba, encima del lugar en donde ella se encontraba, dejaba ver o penetrar unos rayitos, no se sabe a ciencia cierta, de que estaban hechos; si de luna, de estrellas o de sol.
Los jóvenes y el cortador, parecían sembrados en su sitio, sentados de la misma manera y como si no se generara ningún pensamiento en ellos. Los acólitos respiraban de tal forma que hacían pensar, en unos pechos agitados, quizá hasta febriles.
Tan sólo el hombre mayor, jadeaba como si estuviese al acecho de algo o de alguien; presa de un terror casi insuperable Isadora la miraba, está se inclinó y le sonrío; tranquila, tú saldrás de aquí, luego se puso de pié y miró hacía Leticia, que anonada temblaba y sin vislumbrar ninguna respuesta en su mente.
Entonces el no ente, habló y al hacerlo, se recogían en su voz, las vibraciones más amorfas, que subían del abismo y que no tenían un sonido, ni siquiera equiparable en lo más mínimo a los que son emanados de la forma más imperecedera, la de aquel, que es.
Ahora; dijo, dirigiéndose a ella, estas en mis dominios y mira eso, todo eso; al instante muchas ciudades aparecieron ante sus ojos, un color amarilloso, casi tirando a oscuro, las envolvía; la cosa continuó, poder, riqueza, dinero, dominio sobre todo y todos; ¡ve!, esas otras ciudades y sobre el mar, esos altos edificios, me pertenecen.

Pero también tuyas serán, si así lo quieres, tan sólo tienes que cerrar los ojos y ya; en silencio observó todo eso y mucho más y sin titubear dijo; ¡va! no entregaré mi alma por un plato de lentejas.
Al escucharla decir esto, Mauro adquirió la forma de una mujer sexagenaria, y que tenía un color de piel blanco, las arrugas surcaban su cara y llevaba un vestido negro escotado, la luz de una bombilla eléctrica, la rodeaba y bajo esa forma, le habló, muchas más cosas; estos están condenados; pero tú, te salvaras, si accedes a mis peticiones; al mismo tiempo, le hacía ver muchas joyas, dinero y una estatua de oro, a la que los hombres rendían pleitesía, fueron tantas cosas, que al parecer la memoria se las dispersó en alguna parte.
Y como viera que no le hacía caso, se levantó, adquiriendo su estado habitual; es decir, la de ser un espíritu opaco, cuya forma, rebasaba todos los límites de la fealdad.
Un escalofrió le atravesó la piel, al mismo tiempo, que una irradiación parecida, a la que sale de la mente de un hipnotizador, intentaba sustraerle la voluntad; ¡tienes que hacerlo!, ¡tienes que hacerlo!, ¡tienes que dármelo perra! ; Ella sentía, una cosa dulce y a la vez empalagosa, una cosa muy fuerte, era la que intentaba apoderase y someterla; la intención de eso, era violentarla y poseerla, mediante la meloseria.
La magia del no ente, se desplegaba, con todo su poderío, en contra de la voluntad de esta ; se veía alzarse, con toda intencionalidad, envolviéndola ahora aquí, ahora allá, sin embargo, ella se sobrepuso con toda su interioridad y luchó, luchó contra esa pesadez, que le generaba eso, luchó en contra de ese sopor, que le instaba a dormirse y a cerrar los ojos; entonces con firmeza, se arrancó la túnica y la lanzó sobre el espíritu, diciéndole; Dios es más poderoso que tú ; al instante eso, se retiró y el frío que le erizaba la piel se le quitó.
La cosa se repuso y se dirigió a los presentes, bajo la figura de Mauro; para ese momento, hacían ya una larga fila, tan sólo para recibir, de las manos de Rogelio, las hostias negras y consagradas y para beber más del bebedizo, que los inducia a lo inimaginable, a hacer toda clase de vejámenes y de fechorías.
Mauro gritó, señalándola, ésta debe morir y todos gritaron ¡que muera!, ¡que muera!, más sacrificios de sangre para el maestro; entonces el espíritu, levantó las manos y los que habían bebido y comido de esas cosas, fueron contados, entre los que ya no son; porque por si mismos adquirieron el número de la bestia; es decir se hicieron menos de lo que eran, rebajándose a un estado inferior.

Esta es nuestra misa negra, hacemos todo lo contrario, a lo que hacen, en esa otra misa, para oponernos a todo lo que sea de Él.
Fue aquí, en donde dieron rienda suelta, a las cosas más atroces e innobles y las larvas aplaudían y aún así, no se saciaban, ni se saciaran nunca, porque un fuego arde en sus negros vientres.
¡Ve!, que te acuestes con un hombre, con uno de ellos, el que quieras, el que más te guste; nada respondió está, puedo obligarte, ¿eso es lo qué quieres?; nada puedes en contra mía, ya que en mí, tienes a una rival fuerte. Y los presentes, los que aún podían mirar, gritaban queremos sexo y más sexo.
Los demás enloquecidos y llenos de rencor, procedieron a escupir y a maldecir a Dios y una mujer, gritó; ¿qué es lo qué ha hecho el hombre y no Dios, y qué esta, entre el cielo y la tierra?
Entonces el no ente, maldijo; ¡cállate perra!, y lanzó sobre ella, miles de serpientes, que le a travesaron el sexo y le salían por la boca, y fue que esta pensó; que sí decía eso, ofendía a Dios y no al Diablo.

Las llagas de nuestro señor Jesucristo; es por ellas y por su sangre, que vencido en mí y en muchos estas, respondió Amanda; ¡cállate!, ¡cállate!, y al escucharla decir esto; muchos se revolcaban como cerdos y gemían de dolor.
Pero cuando estaban en eso; vino otro espíritu y le dijo, en tono coloquial, a Amanda, haga lo que todos, ofrézcale sacrificios de sangre y vera como la deja en paz; Mauro aprovechó, para estimular a los presentes; dejen de revolcarse y sigan, sigan en lo que estaban, ella que había mirado, para ver que espíritu, le había hablado, no vio a nadie, pero igual, respondió; nunca, nunca.
De nuevo el no ente, se acercó y le hablaba en un tono bastante seductor; ¿no te gusta aquel? mira, ese de allá, tiene la forma de tú amigo, de Diego; entonces el hombre, se le acercó y comenzó a acariciarla, y el espíritu dijo; hazlo y te perdonaré la vida.
Al sentir lo empalagoso de esas caricias y dado, el fastidio que le ocasionaban, fingió, haciéndole creer que iba a acceder a sus peticiones, y le dijo al espíritu; ¡ven!, acércate tú también y esté, se acercó y entre ambos comenzaron a lamer le sus cabellos; dijo entonces, al espíritu, ¡ven!, dame tus manos, y el espíritu, que ya sonreía de placer y se relamía gustoso, porque se dijo; ya esta es mía ,se las entregó, pero al instante, fue lanzado, junto con el hombre a un abismo que los tomó prisioneros.
Sin embargo, como todavía no era el tiempo, el espíritu fue autorizado para salir, encendido en ira, regresó aquel espectro, que quería robar, la forma humana y de nuevo arremetió contra ella, tienes que hacerlo, ya que sí no lo haces, morirás.
Pero esta nada le respondió, mientras tanto, la turba enceguecida seguía gritando; ¡sangre!, ¡que se derrame la sangre!; ¡que muera está! ; dijo Mauro, porque todo aquel que no ha derramado su semen y toda aquella que se niegue a recibirlo, debe pagar con la muerte, te voy a llevar conmigo.
Muerto estas y todo, lo que dejas a tú paso es muerte y destrucción, mira a esos, les has robado el hálito de sus mentes, y se sacian del horrible hedor de un agujero negro y como ya te lo dije; tú nada tienes y hambreado estas del cuerpo humano. Es por eso, que tienes que robarlo e intentas poseerlos y aunque el cuerpo, sólo es una vestidura, lo necesitas, para poder tener contacto.
Entonces, lo que estaba en Mauro, levantó sus brazos para golpearla, pero ella lo frenó, diciéndole; ¡detente!, ten mucho cuidado; al instante, Mauro retrocedió y dijo; no creas, yo también tengo lo mío. Lo sé, como incubó también tienes tacto, pero no puedes poseer, lo que no se deja.
Pero igual tengo a estos; ¡valiente gracia! , ya que los embaucas, obligándoos con trucos, con brebajes, sortilegios y encantamientos, para que tengan sexo, con demonios y cuando lo hacen, se te entregan y hasta pagan por horquetearse encima de ti, porque no saben lo que hacen.
Tan sólo un infecundo deseo, los recorre y cuando se dan cuenta de su error, ya es demasiado tarde, esos son los posesos y los endemoniados, que se llenan de larvas; en fin, que ya no hayan, la manera de quitarse de la cabeza las falsas ilusiones creadas por ti. Ya que en realidad eso, es el sexo, una ilusión; ahora, que el amor es otra cosa.
Y una mujer, de entre los que estaban allí, una, que tenía una cruz colgada del cuello; pero que en la parte superior de esta, llevaba una esfera, significando el vacío, o sea el alejamiento de Dios en si misma, y qué invocaba al mundo inferior, gritó obsesa; ¡no sabes lo qué te pierdes!, es lo máximo, ¡nada como un pene!
Un pene, es lo que te ofrezco Amanda y si no lo haces, te tomaré por la fuerza, ¡tienes que darme tú culo perra! ; ¡Nadie como Dios!, repuso Amanda y nada como el amor, por amor, todo o nada, y yo no te amo. Además, ese es uno de tus trucos, incluso lo haces, para ver, si así, me puedes dominar.
Pero te garantizo, que ni un pene, ni una vagina, ni unas tetas, llenan las expectativas de mí ser, ¡qué pobre eres diablito! y te lo reitero, nadie como Dios y nada como el amor; además, cuando se ama, bien sea a un hombre o a una mujer, el amor rebasa las expectativas de una zona en cuestión; de otro lado tú, ni siquiera eso tienes ¿quieres qué te lo recuerde? ¡Aaaa!, ¡perra insolente!

Y aquí, la mujer, en forma ya, de demonio, subió al estrado y la lamió en el cuello; el sexo, es lo máximo; te equivocas, lo máximo es Dios y él, sí me da, un goce supremo y no es nada pasajero, ¡por cierto!
¿Qué tienes en contra del sexo?, nada, al contrario me encanta; pero no, con demonios y por siempre, tú vivirás presa, de un deseo inocuo, y a donde vas, ni siquiera eso tendrás, ojalá y fuera posible en ti, que la luz se hiciera, pero formas parte de aquellos, que la rechazaron y en ese caso, nada se puede hacer.
Dios, o ese ser, nos has negado el placer; te equivocas, el sabe de que cosas, tenemos necesidad y de que cosas no, además, nos a dado, el libre albedrío.
No, ese ser es un déspota y un tirano; te equivocas de nuevo, Dios no nos, obliga a nada, nos da el conocimiento y la libertad para elegir y encima, nos concede, lo que le pedimos, como tan sólo, un verdadero padre sabe hacerlo.
¿Es qué acaso no me reprueba?, para nada, por el contrario, en ese sentido, Dios es el ser, más amoral que existe en todo el universo, ¿cómo así?
Bueno, quiero que se me entienda, no es que yo este diciendo, que esta de acuerdo, con todas las atrocidades que podamos cometer, nada, de lo que ha sucedido aquí, es agradable a sus ojos, pero si está más allá, de toda nuestra pobre moral.
Basta ya de tanto parloteo y ¿tú qué haces con ella? ¡Nada!, ¡nada! pero Amanda respondió, tan sólo intentaba llenar un vacío, yo soy el único, que puede llenar sus expectativas,
¡y tú perra! póstrate a mis pies, dijo a la mujer, pero está, retrocedió espantada; prométeme que pedirás por mí; lo prometo; dijo Amanda. Y está, desapareció, precipitada, por las garras del ente.
Y tú también deberías hacer lo mismo, adorarme o si no, ¡ve!, lo que le pasó a está; jamás y digo, con el gran Miguel Arcángel; ¡quien como Dios! Cállate; cállate.
Con gran ira, agitó las aguas pantanosas y volvió a dirigirse a ella, no importa, que no me adores, ya que muy pronto y en su mayoría, todos los mortales, quedaran postrados ante mis pies, el oro, hará que sus ojos bizqueen hacía mí, y yo me sentaré, en el trono de Dios; ganas no te faltan, pero de lo que si no dudo y no lo dudo, es que tendrás, todo el despliegue publicitario, que un pobre diablito como tú, requiere, y no ignoro, la astucia, la maldad que de ti emana.
Se que, asumirás la forma, de un ser humano excepcional y como siempre, te disfrazarás de ángel de luz y los seducirás, con tú rabo de paja; se que, absorberás sus mentes y engañaras a sus sentidos, por eso, verán en ti, lo que no eres; pero eso tan sólo, te durara lo que dura una flor. ¡Aaaa!, ¡perra!, ¡te matare! ; No puedes matar lo que esta vivo.
Entonces, una voz extraña y ajena a esté lugar, se dejó escuchar; los débiles serán engañados, creerán en tus promesas de paz y serán embriagados con el vino seductor, que de ti emana y lejos estarán de un discernir en el pensar.
¡Ay!, de aquellos, que no sepan, dilucidar en ti, la forma de la bestia ¿pero si el hombre es la bestia? Respondió una vocecilla, mientras que la otra dijo; estos, esos son, la bestia.
Al instante, se dio un silencio total y ya luego, Mauro altanero y soberbio, arreció; ¡beban!, ¡beban del licor prohibido! y reía y reía y al hacerlo, sus macabras carcajadas resonaban en todo ese lugar
Qué comience la gran profanación; ¡escupan! ¡Escupan! y mal díganlo y vengan a mí y adórenme, póstrense a mis pies y dejen que el odio y la maldad reinen en sus corazones y vengan sobre ella y entre todos tómenla.
Y cuando iban a tomarla, algo salió del pecho de Amanda; surgió desde lo más hondo, ya no era ella, quien hablaba, y esa voz pronunció estas palabras ; hay de aquel, que no sabe, que dentro de si, arde la llama trina; entonces la espada surgió, entre sus manos y haciendo una cruz en el aire, dijo al no ser, hiriéndolo, esto es por el padre, luego hizo otra cruz y dijo y esto es por el hijo, y haciendo luego, una tercera dijo y esta es por el espíritu y estando el no ente herido se revolvía lleno de rabia.
Entonces, sobre Amanda, descendieron como unos rayitos azules, que surcaban su frente y la bañaban y luego volvían a ascender.

De repente, se desató una tempestad y todo parecía estar lleno, de nubarrones y se escuchaba el sonido de los rayos a lo lejos.
BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA
RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia

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