miércoles, 24 de junio de 2015

CAPITULO LI (51) EL INICIO DE UNA AMISTAD




CAPITULO LI  
(51) 
EL INICIO DE UNA AMISTAD

Casi, eran las diez, de la noche, Mery lavaba los platos en compañía de Rafaela, Lilia, miraba la televisión y los niños ya se habían dormido, Diego estaba a punto, de ponerse la piyama, salió de su cuarto, bostezando, para darle las buenas noches a Lilia; cuando sonó el teléfono, comprobó, que era Verónica, la mamá de Amanda y cuando se le cortó la comunicación, se quedó muy acongojado; ¿Quién era Diego?
Era Verónica, la mamá de Amanda, se le sentía que estaba muy triste; tiene que estarlo, para llamar a estas horas, repuso Rafaela; ya viene para acá, yo la invité; ésta, no respondió, pero se rascó la cabeza, Lilia se la quedó mirando, entonces Rafaela dijo, hiciste bien, hijo, ¿sabes?, voy a prepararle un cuarto por si, decide quedarse.
Diego, sopesó la situación, sabía que decía esto, pero en verdad, no contaban, con más espacio en la casa; no es necesario mamá, ya veras, como todo, se soluciona, le cederé mí habitación hijo, entonces Lilia dijo, ¿no, cómo vas a hacer eso?; a lo que Rafaela aludió, yo estaré encantada de compartir la mía, con ella.
¿Estás segura mamá?  Segurísima, Lilia la animó, conocí a Verónica y me parece, que es una mujer encantadora; a bueno, si tú lo dices; sí Rafaela; bueno, siendo así, no se diga más, además, el mío,  es un cuarto grande y por allí, hay, una cama que no usamos.
Tienes razón mamá, entonces iré a prepararle la cama; no es necesario, la cama está lista y hay cobijas y sábanas, limpias en el clóset; bueno, siendo así, dijo Diego, sólo nos resta esperarla; Rafaela  se alejó hacía su cuarto, en realidad, más que nadie, sabía, que las cosas estaban en orden, pero le gustaba corroborar, de otro lado, no se sentía muy convencida si recibir, o no, a Verónica.
Diego, sin embargo, sentía un extraño resquemor, que se le atravesó por el pecho y se acordó de las palabras de Lilia, se lo había dicho despacio y con mucha delicadeza; pero se lo dijo, ¿Diego, qué pensarías si un día cualquiera, se te acerca tú mamá y te dice, qué se ha enamorado?
Pensó, que era una broma y no le prestó mucha atención, tan sólo se limitó a sonreír, pero ahora, se detenía en esto, y no, sin cierta escaramuza ¿Mí mamá, enamorada?, no, esto no puede ser, de otro lado, nunca la he visto, en compañía de nadie, aunque en estos últimos meses, he notado, que habla mucho por teléfono, y de un modo muy extraño y hasta le brillan los ojos, ¿será cierto?
Ya, iban a ser las once, de la noche y de pronto, el timbre sonó; ¿Verónica?, al fin, llega, y con prontitud se dirigió a abrir; de pié, un poco turbada y temblorosa, estaba Verónica, puesta, en el quicio de la puerta; ¡Verónica al fin llegaste!; Diego, me atreví a venir, porque… Este se adelantó, estas, en tú casa, y la recibió, con un abrazó; eres la mamá, de aquella, que fue, como una hermana para mí.
Verónica no se resistió más y volvió a llorar; ven entra, aquí afuera está haciendo frío; la abarcó por la espalda con las manos y juntos, entraron a la casa; mamá, ha llegado ya Verónica, de inmediato, las mujeres se dirigieron a la sala; Lilia se adelantó y la saludó con efusión; ¡que gusto verla Lilia!  ¡El gusto es mío!  Y que bueno, que esté aquí.
Al verla, Rafaela, se conmovió; pero si eres el vivo retrato de Amanda; ¡bienvenida!, está también es tú casa; ¿de modo qué tú, eres Rafaela?, también, eres el vivo retrato de Diego; por supuesto, soy su madre ¿no? risas, entre todos rieron. Entonces, se abrazaron como dos viejas amigas, que al fin, volvían a reconocerse.
Diego y Lilia, se tomaron de las manos y complacidos se pusieron a mirarlas; Mery salió de la cocina, ¿sé le ofrece algo señora Rafaela?  Está, se volvió hacía Verónica, para preguntarle; ¿deseas tomar algo? Sí, un cafecito; tráele algo calientito a Verónica y ya, te puedes ir a acostar, yo me encargo de lo demás.
Mery, miró a Diego y se alisó un poco, su delantal y como viera él, que ella lo miraba, le dijo; anda, son más de las once, ya te puedes ir a descansar.
Mientras tanto, Natalia, había llegado del trabajo, lo primero que hizo, fue dirigirse a la habitación de Verónica; ¿mamá en dónde estas? Al no hallar respuesta, se fue a buscarla a la cocina y la encontró vacía, y en un completo desorden ¿Qué es esto? Pensó, y se devolvió para la sala, en donde Antonio y Jonatán, seguían viendo televisión.
¿En dónde está mamá? les pregunto; sin embargo no recibió respuesta, éstos, que estaban absortos, ignoraron su presencia, Jonatán dijo; ¡huy! que figura parce, casi lo atropella ese carro; no, que man más nota, respondió Antonio .Y luego volvió a repetir, a no parce, p, p, p, p, ero es, que ese man, es tremendo pistó loco y vea eso vea que vieja más bonita; ¡que va parce!, aludió Jonatán ,las mujeres, como son de creídas y pa venido a ver, que son, solamente un hueco; el otro no respondió y continuó lelo, lelo .
Se dio cuenta, al verlos, que era inútil preguntarles, sin embargo, subió el tono de su voz y repitió la pregunta; ¿dije qué en dónde, se encuentra mamá?  De un modo mecánico, ambos la miraron, pero luego, volvieron de nuevo a la pantalla; en esos momentos, las balas zumbaban dentro del apara tito, que estaba a todo volumen.
Volteó a mirar, también ella, justo cuando alguien, remataba, a otro, que estaba tendido en el suelo; se sentía tan extenuada, le dolían las piernas, gustosa se habría tirado en el diván. Sin mirarla, Antonio respondió; salió por hay, por hay salió.
Antonio tartamudeaba algunas veces, sobre todo cuando estaba acobardado, pero ahora todo le iba y le venia;  ¿en dónde estará?, pensó, Natalia y al instante, se trató de tranquilizar, eso debe de ser que salió con Miguel y con su mujer.
Se dirigió a hacer, un recorrido por toda la casa, bajo al primer piso, abrió el cuarto de huéspedes y vio las cosas de su hermano y las de su mujer, volvió a subir, se sentó en la cocina y se quitó los zapatos de medio tacón, se arremango, las mangas de su blusa y con una resignación casi absoluta, se dispuso a organizar la cocina, lavó los platos, las ollas, limpió la estufa y la cocina volvió a quedar como nueva.
Ya sin ganas de nada, se dirigió hacía su dormitorio, pero antes de llegar, timbraron; esa debe, de ser mamá, a lo mejor olvido las llaves; con premura se dirigió a abrir, pasando por entre las piernas de Antonio, y de Jonatán, al abrir, apareció Miguel y Cecilia su mujer, muy sonrientes.
Con su mano derecha, se quedó sosteniendo la puerta ¿y mamá? Cecilia respondió, pregúntale a Miguel, y se entró, pasando por un lado; salió, hace mucho rato; ¿pero se supone, qué estaba con ustedes?; eso lo supondrás tú querida; dijo Cecilia, desde adentro; por su parte Miguel respondió; nosotros venimos, de cenar y se metió, pasando  por el medio; ella cerró la puerta y los siguió, ofuscada por el ruido del televisor y  por la indiferencia de todos.
Apagó de una, el aparato; ¿está boba qué?; dijo Jonatán, ¿qué? casi grito ella; ese televisor, es mío y yo puedo hacer, lo que me de la gana ¿y ustedes, de modo qué salieron a comer y les importó un pito, qué mí mamá, no estuviera? ¿Sabes qué, amor?, yo me voy a dormir, estoy muerta; espérame, yo también voy.
Un momento, tú, no te vas, hasta que me respondas; ¿qué quieres qué te diga?, teníamos hambre y salimos a comer; mira, lo que sucede, es que mamá, está muy senil; bajo la cabeza, si vieras, como trató a la pobre Cecilia; en esos momentos, sonó el teléfono y Antonio se tiró de una, a coger el auricular, debe de se Libia, pensó; ¿y esté parce qué?, expresó Jonatán, casi se mata, por ir, a contestar; luego,  se deslizó en silencio, hacía la terraza y exhaló su polvillo.
Na, na, na, t, t, Natalia, al teléfono; dijo con frustración; ¿si alo?; ¿tú eres, Natalia? ¿Sí, y yo, con quién hablo?; con Diego, disculpa que llame a estas horas; ¿sí, qué sucede? Te llamo, por que sé, que debes estar muy preocupada; ¡pero por supuesto!, ¿acaso sabes algo de mamá?
 Sí, ella está aquí, desde hace rato; ¿le paso algo? No, esta bien; no te preocupes, en estos momentos, está feliz, conversando con mí mamá, ¿estás seguro?; te lo juro; tanto es así, que ni siquiera, se quiere acostar; ¿me la puedes pasar?  No, ella me pidió, que te llamara, pero no desea pasar, por ahora, es mejor dejarlo así; esta bien; ¿sabes, ella, te ama demasiado?, está bien, dile que yo, también la amo; se lo diré.
¿Ya tienes noticias de mamá?; sí ,ya por lo menos sé que está bien; ¿y a propósito, qué era, lo qué me estabas diciendo? no, no era nada, olvídalo; así, decías, que mamá, ya esta muy senil, pues no, no señor, no es así y no creo, que ella tratara mal a tú mujer , mira Natalia, yo no tengo ganas, de discutir, además, mira la hora qué es ; eso, te lo debería, estar diciendo yo a ti, ¿no crees?; ¡hay bueno!, como sea; mamá, ya está vieja y duélale quien le duela, esa la verdad.
No, no esta tan vieja, como quieres hacerla parecer; es más, puede volverse a casar si le place.; ¿Qué, acaso estas  loca?; Miguel, exageró, el tono de su voz; ¿sabes qué?, mejor, me voy a acostar, mañana, tengo que madrugar a trabajar y se alejó, dejando a Miguel exasperado; ¿volverse a casar?, esa, ¡esa está loca!; dijo indignado.
Natalia se puso la piyama y se acostó a dormir; pero no bien, había pasado un buen rato, se la escuchó gemir, ¡mamá! ¡Mamá!, gritaba; mientras su pecho se agitaba y se hundía, en una oscuridad tenaz; allí veía, a Verónica, que de pié se hallaba en la cocina; se la veía pálida, demacrada y de repente, zúas, cae al suelo desmadejada.
Asustada corrió a cogerla, pero no podía; llamen a una ambulancia, mamá, esta tirada en el suelo; y en su angustia, estaba a punto de ahogarse, entonces se volteaba, de un lado a otro, hasta que por fin, se pudo despertar, se sentó en la cama y se puso a llorar.
Y cuando Miguel, se fue, para el primer piso, estaba rojo, se quitó, la ropa y se acostó, al lado de su mujer, que ya estaba adormecida y volteada, para el rincón; ¿amor ya se durmió?; no contestó, pero como esté insistiera; dijo; sí, déjame, estoy cansada.
Él, se volteó boca arriba y se puso medio sentado, apenas si con la cabeza recostada, en un almohadón ¿cómo te parece, esa Natalia, es qué, diciéndome, qué mí mamá, se podía volver a casar?
Al escucharlo decir eso, Cecilia, se volvió ¿estás rojo querido, se ve, que tienes ira y no es para menos?  ¿Figúrate?, cuando mamá, ya no esta para esas cosas; lo mismo, digo querido, ella, esta, tan sólo, para estar, en la casa, haciendo los quehaceres.
No, y para eso, que tampoco le gusta ir, a las reuniones de la iglesia; déjalas querido, ya veras, que con el tiempo, se van, a tener que arrepentir, por no haber escuchado, la predicación de la palabra, que les hemos dado.
Poco a poco, a Miguel, le fue cediendo, el color y entonces, comenzó a besuquear a su mujer; hay no, no comiences, con eso; ¿pero es qué, hace tiempo, qué no me das nada, de nada?; ya te lo dije, estoy con teniéndome, tan sólo, para ver, si el señor, llega a tú mamá y a tú hermana Natalia.
De mala gana, Miguel se contuvo y accedió a que volviera, a darle la espalda; pero luego suspiró y pensó; Cecilia, mí mujer, es muy buena.
Y una vez más, la noche, acurrucó, sus alas misteriosas y dentro de está, la materia fluida y a la vez compacta, se esparció, llenando, todas las innumerables, formas y en medio de ella y cuando todas las bocas, se hallaban tendidas, en una inhalación y exhalación del aire, una figura, se desplazó, descalza, por toda la casa, procurando no hacer ningún ruido.
Buscaba algo, hasta que al fin, en la habitación, de la abuela, encontró el bolso, que Natalia olvidó y lo esculcó; ¡huy parce! , dos billetes, de a veinte, me la gane; expresó, Jonatán y de nuevo, depositó el bolso, sobre la cama, esto me sirve; severa polvareda, me voy a meter, mañana.
Amaneció y en algún sitio, los gallos cantaron y un sol, renovado y hasta juguetón, se filtró por todos los agujeros, que la precisa, se había tragado y los envolvió, con un fulgor de vida.
El depositario, de los huevos de oro, hurgó en la reseca y renegrida, cara de Antonio, que abrió sus ojos, asustado; entonces, se acordó, del pastor Adrián y de su señora Leticia; había leído, todo lo que salió en el periódico, acerca de lo sucedido; pero  la verdad, ya no le interesaba, hablar sobre ese tema, ni sobre, ese hombre; es cierto, que al principio, lo admiraba, pero ahora, ya no le interesaba, sin embargo; se dijo, todos los hermanos, han ido a hablar, con el pastor y es, hasta maluco, que no vaya, ¿quién sabe, qué dirán de mí, si no voy ?
Se levantó y sin bañarse se vistió y como era, la hora en que Natalia, se iba para el trabajo, y, ya, estaba a punto de salir, este se fue corriendo a buscarla y le dijo; ¿oíste, n, na, Natalia, no me podes prestar una platica qué necesito?; ¿y cómo cuánto seria?
Porque, me tocó pagar, el impuesto pre dial y los servicios y mejor dicho, quedé barrida; no, pues, por hay, unos, treinta mil pesitos apenas; voy a mirar, cuanto tengo, yo creo, que apenas, le puedo prestar diez mil, a no liase, eso, me sirve también.
Buscó Natalia, dentro del bolso y mientras lo hacía, pensaba ¿y esto, porqué estará, tan reblujado?; que raro, pero si yo, tenía la plata aquí, voltio el bolso de arriba hacía abajo, sin encontrar nada. Al verla reblujar así, Antonio se acordó, de esa otra ocasión y pensó, verdad que yo, ya lo hice una vez, no, pero es, que yo, necesitaba plata.
¡Mí billetera está vacía!; no, esto no puede ser, yo estoy segura, que tenía cuarenta mil pesitos; Antonio miró la hora, no tenía afán, total, podía esperar, no lo puedo creer, me va a coger la tarde y no tengo un peso para irme, ¿porqué, no llamas a tú novio?, no, a esta hora, que pena, debe de, estar durmiendo todavía; ¿No, pues qué se van a casar?; aunque así, sea, yo, no, lo voy a molestar, además, me gusta manejar mis cosas.
¿Pero quién pudo sacarme la plata, quién, pudo ser? , miró, la hora y buscó, en su chaqueta y encontró un billete de diez, no pues, con esto, me voy; Antonio, alargó sus manos, para recibirlos, son para mí, dijo ella; ¿no ve, qué no tengo pasajes?
Cuando Natalia se fue, Antonio se quedó sin nada, que hacer, de modo, que se fue para la cocina y puso a hacer café, esperó que hirviera y cuando estuvo listo; lo bebió con efusión, ya luego, se levantó del taburete, en donde estaba sentado y se metió las manos en el bolsillo del pantalón, en la parte de atrás y con sus dedos, disfrutó al sentir el contacto de algo carras-poso y a la vez suave que lo llenó de satisfacción.
Sí, aquí está, el pastor, Rogelio, fue muy generoso, me pago, muy bien por los mandados, y lo otro, lo tengo bien aseguradito; era un billete de cincuenta mil, a paso rápido, se dirigió, hacía su habitación y al abrir la puerta, que había dejado cerrada, salió un olor a viejo, no pareció importarle, al contrario, con agrado se sentó en su cama y sacó  de abajo del colchón, otros billetes de igual denominación, y los guardó en otro de sus bolsillos.
Ya después buscó un cuaderno, en el que, debes en cuando, escribía cosas y esto fue lo que escribió. De Antonio para Libia; una vez anotó lo que quería procedió, a colocar, el nombre de ella, en el centro de la hoja y le colocó una estrellita a cada lado, el nombre, estaba escrito con letra grande; dispuesta así la hoja, puso, lo siguiente; Una vez, temí, que jamás encontraría, a alguien, a quien querer de verdad, quería a alguien perfecto, al menos para mí; una manera especial de amar; iba a continuar, pero hojeó el cuaderno.
Eso mismo, estaba escrito, varias veces; incluidas, páginas enteras, con el nombre de Libia; y otras tantas, con esto otro; para ti, mí bella dama, porque, para mí, eres el cisne negro de esta historia y su firma, resaltada, Antonio.
De algún modo, una voz, le susurró por dentro, ¡hay Antonio!, los egos, te enceguecieron, querías ser, tan sólo tú; hubo una pausa, quizás de un segundo; pero Antonio, desoyó esa voz y maldijo; ¿porqué todos los demás, tenían qué haber nacido y esa voltiada de la Amanda?; ojalá, que se esté, quemando en el infierno.
Luego bostezó y se acostó boca arriba; en cambio Libia, ella si, es toda, una heroína; pobre, le toca aguantarse a ese marido, que tiene y que, hasta la golpea. Se volteó hasta quedar de lado y volvió a bostezar y ella, tan sólita, para mantener a sus dos hijos; menos mal, le tengo esta platica guardada.
Una vocecita, volvió a levantarse, pero, era tan diminuta, que parecía, perderse, en la espesura del bosque; ¡hay Antonio!, los egos, son la carne, libérate; pero Antonio, volvió a acostarse boca arriba; ¿Libia, porqué, no me habrá llamado?
En el mundo de las formas podrían existir espacios enormes y a su vez; muy chiquirriticos  y por eso a veces, todo nos parece que esta muy junto o hasta demasiado lejos; lo que sucede, es que hay cosas, que nuestros sentidos no pueden captar, no, obstante, al parecer, existe un diminuto espacio, entre la zona prohibida y la zona demarcada; pero quizás sólo un temerario podría escuchar la voz, que como, una gotita a veces, pareciera, querer desbordarse. Y en Antonio, ese  dique, aún, permanecía sin romperse.
 ¿No y qué tal, qué se rompa? ¿No y qué tal, qué se me rompa, esté billetito?, dijo, alzándolo, para mirar si era falso, no, no parece, ¿pero, porqué será qué ella, no me ha llamado pues?, entonces, permaneció, ensimismado, con el nombre y la figura de Libia, en medio de los ojos, que de un modo extraño; comenzaron a achiquitarse, al mismo tiempo, que unas sombras le oscurecieron los párpados y la mitad del rostro hacía abajo,
Eran entre las doce y la una de la tarde, cuando Antonio despertó , se había quedado dormido boca arriba, la cabeza medio ladeada, con los labios entreabiertos, un líquido espeso le fluía de estos , al sentir, que estaba mojado ,se secó con el dorso, de la mano y de un rápido movimiento ,se sentó en la cama , algo recordaba, aunque no del todo ; creo que soñé con moscas , si, estaban sobre, una superficie oscura ¡gas¡.
Se salió de la habitación y se fue para el baño, orino y al hacerlo, no sólo mojó, la taza del sanitario, sino también el piso. Se subió la cremallera y al hacerlo, se limpió el dedo índice y el del medio, contra la superficie del pantalón.
¡Qué hambre tengo!; bostezó y se dirigió, hacía la cocina, abrió, la nevera y saco, un pedazo de tocino, que ya Natalia había, lavado y lo cortó, en pedazos y lo puso a freír en aceite caliente.
Una vez estuvo frito, se lo comió, con dos arepas asadas y acompañado de agua panela; dejó la loza, sobre el pollo y se fue a llamar al pastor Adrián; sí, buenas tardes; dijo, al escuchar la voz de una mujer, que no le era familiar ¿con quién hablo? ; Con la encargada, de cuidar la casa, ¿qué no ve?,  que vieja más bruta pensó; pero ignorándola, Antonio prosiguió; ¿será qué usted, me puede hacer el favor, de comunicarme con el pastor Adrián?; voy a ver si esta.
¿Qué de parte de quién?, dijo, un poco ofuscada; a no, dígale, que, que, que e, e, es, de parte, de Antonio. Oiga, él dice, que no conoce a ningún Antonio; a, n, n, n, n, no o, dígale que soy de la iglesia.
De mala gana Adrián, accedió a pasar; ¿yo a usted, no lo conozco?, p,p,p,ero, si soy, el hermano de Amanda ; a si esa mujer, que resultó muerta, pero si yo, ya le dije, a todos, les he explicado, que no recuerdo nada, que no vi nada, yo no puedo declarar ni a favor , ni en contra; no, pero yo, no lo llamo para  eso,¿s,s,s  sólo, quiero saber, cómo está usted?; yo ,ya, me siento muy bien, pero, vea, hombre, yo no acostumbro, a hablar con gentes que no conozco y menos ahora, después de lo que paso.
Aterrado Antonio prosiguió, p, p, p, pero es que yo no soy ningún extraño; soy un  hermano de la iglesia y usted me conoce; ¡vea hombre lo siento mucho! U, u, u, u, usted y yo, teníamos, un negocio pendiente y es necesario que hablemos, vea hombre, yo no me acuerdo; pero si quiere venga hoy, lo del negocio si como, que tal vez, me suena; bueno ,ya salgo para allá; al colgar, la ayudante de la casa, todavía estaba ahí, parando el oído; Adrián la miró y le dijo ¿Qué mira?, deje, de escuchar, lo que no le importa; esta volteo el culote y lo miró de arriba, abajo desafiante; ¿qué tal, está igualada, no?; claro, que es mejor, que me cuide; no sea y me involucren en el crimen de esa mujer; luego suspiró y pensó; ese Antonio, me debe, una plática y no me caería nada mal, que me la pague.
Al colgar el auricular, Antonio, se fue para la cocina, ¿no se acuerda?, pastor, hp; abrió la llave al máximo y lavó los platos y la paila, después de vaciar, el aceite frío, en un frasco de vidrio; más de media hora, duró, exponiendo la loza al agua, que rebotaba, hacía el suelo, luego,  colocó boca arriba los platos.
¿Para qué vea, cómo es la gente?, renegó; dizque ya no me conoce; se sacudió las manos, chilguetiando el agua sobre el piso y luego, fue a secarse, en la cortina limpia, y que, separaba la cocina del pasillo. Fue de nuevo al baño, esta vez, al de la pieza de Natalia, abrió el lavamanos y se enjuagó la boca, salió y paso, por la sala y cerró la puerta; no sin antes, cerciorarse de llevar, las llaves de la casa, tenía una copia.
Al salir a la calle, un sol parejo y casi sólido como fuego, pegó sobre su cara y sobre su piel, haciéndolo tambalear; el hombre, apretó los ojos y al hacerlo, se le aparecieron unas luces de color rojo, un poco amarillo so. En ese momento, Libia, bajaba por toda la avenida, se restregó los ojos, ¿es ella, no lo puedo creer?, mí libia; Libia venia conversando, con uno, de los hermanos de la iglesia, traía un vestido corto y el cabello largo, bien planchado, se le veía contenta y risueña, con coquetería se arreglaba el pelo y jugaba con él.
Al ver a Antonio, se detuvo y algo, le dijo al hombre, que venia con ella, que también lo miró, al momento éste, se alejó, haciéndose, el que iba, para la otra esquina; ella  entonces, se dirigió, hacía donde estaba Antonio. ¿Libia, cómo ha estado?, ¿por qué me dejó plantado anoche, no dizque, me iba a llamar? ; ¿yo, quedé de llamarlo? ¿Cómo así, es qué ya, no se acuerda? Libia disimuló; ¡hay verdad que si! ; Pero lo que usted, no sabe, es que ese hombre, mí marido, casi, me mata anoche; ¿cómooo así?, dijo Antonio, casi pegando un grito.
Bajando la cabeza; aseveró; sí; ¿y qué estaba haciendo usted? pues, no nada, fue sólo, porque llegué a las once pasadas. ¿Y dónde andaba, a esas horas? Estaba en el culto, ¿en el cultooo?, dijo casi gritando, otra vez, ¿p, p, p, pero, en qué sede?, si, a esa hora, no habían servicios.
A, no, lo que paso, fue que me fui, para la sede, del centro, a, bueno ¿y qué estaba haciendo, con ese hermano?, ¿con el hermano?, no ve, que yo bajaba y me lo encontré; entonces, se quedó mirándolo, y le dijo; ¡hay Antonio! , es que necesito, pedirle un favor; ¿qué seria? Es que, me da pena, con usted; lelo, se quedó mirándola, si, es por, lo del otro día, Libia, no se preocupe que esa plata yo no la necesito ¿no? ¿Es qué usted, no sabe, lo qué significa para mí?, usted es ¡una diosa!, ¡una diosa!; una verdadera heroína.
¿Sí?, dijo con cierta sonrisilla, y antes que se lo pidiera, esté, se adelantó; vea, vea, lo que le tengo; ¿Qué es? Es una platica, siempre le recogí bastantica, la guardé en mí pieza, no es mucha, pero le sirve, son como ciento cincuenta mil pesitos; con eso, al menos le alcanza, para hoy y mañana; ¡hay Antonio!, que pena con usted, no guárdela, usted sabe, que yo la quiero mucho ; hay bueno, ¿siendo así?, me voy; ¿venga y porqué no se queda conmigo un ratico?; no, no puedo, me voy para la casa, donde ese hombre, me vea, conversando con usted, me mata, ¿cuándo hablamos?, a la noche;¿seguro;? Sí, yo lo llamo; y en cuanto Antonio se descuido, se fue y se reencontró con su amigo, con el hermano,  muerta de la risa.
Bueno, me quedé, con los meros pasajes, pero que se le va a hacer; a no, aquí tengo mas plata y volvió a tocarse el bolsillo. Luego suspiró y se dijo, Libia se lo merece todo; la pobre, aguanta mucha hambre; en esos momentos, llego el bus y Antonio lo abordó.

BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA


 RADICACIÔN DE ENTRADA 1-2010-26128 Colombia     

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